“La música siempre ha sido como una maldición para mí. Siempre me sentí motivado a tocarla. Es lo primero en mi vida. Me voy a dormir pensando en ella y me despierto pensando en ella”. La voz es la de Miles Davis, que introduce la acción del documental Birth of the Cool y se funde sobre unas bellas imágenes de archivo del trompetista como boxeador aficionado jugando frente a la cámara. Palabras que resuenan en los oídos. Todo Miles Davis es música: sus movimientos, sus reflexiones, su vestimenta.
Pero no. No es la voz de Miles Davis. Es, sí, su palabra. La voz es la del excelente actor Carl Lumbly y es uno de los aciertos del documental dirigido por Stanley Nelson. El relato en off con el tono perfecto: es el mismísimo Miles Davis quien narra su historia desde la performance de Lumbly. La película se vuelve intimista y desde el inicio sella el pacto con el espectador aclarando que todas las palabras, todo lo que cuentan, pertenecen al músico, a entrevistas, reflexiones y declaraciones.
Más allá de ser un certero racconto de la vida y obra de Davis en sus dos horas de duración, la película articula adecuadamente ese texto construido desde los registros gráficos con imágenes de archivo y entrevistas a los protagonistas que convivieron con su temperamento y con genialidad: Herbie Hancock, Quincy Jones, Wayne Shorter.
Stanley Nelson estuvo trabajando con la familia de Miles Davis y con el apoyo de Sony Music (dueña del catálogo Columbia, la producción más rica del músico) en este proyecto durante 15 años. Luego de estar detenido más de una década, logró reactivarlo en 2017. El resultado de la espera le permitió contar con un material invaluable más allá de las jugosa entrevistas; contó con fotos inéditas y metraje en 16 mm nunca antes hecho público que le otorgan al film un plus sensacional.
La mutación constante
Si algo define la personalidad musical de Miles Davis es su capacidad camaleónica de generar alteraciones, exploraciones desde el jazz hacia caminos diferentes. Como se suele decir, revolucionó el género en varias oportunidades.
Davis puso constantemente en tensión las injusticias que vivía como persona de raza negra, como afroamericano en los Estados Unidos con su desarrollo creativo. Pero no lo hizo desde una militancia contestataria sino desde la construcción, medida y calculada del mito: como ningún otro músico negro de entonces, él hizo música pero también mucho dinero, fama, mujeres, escándalos y varias portadas de diarios. Mucho antes que Prince o Michael Jackson fue un referente del americano exitoso que irritó a la cultura blanca dominante.
Esa personalidad distante y arrolladora, a su vez, fue la que determinó su proceso creativo. Desde la segunda mitad del siglo XX, Davis cambió el curso del jazz con bandas y formaciones que trabajaban ideas innovadoras en distintos aspectos.
Su primer viaje a Europa, a Francia, en los años cincuenta, lo puso de cara a la potencialidad de su arte. Se descubrió mucho más respetado y admirado que en Estados Unidos, situación que le marcó el camino a seguir. Pero también fue el inicio de su período más oscuro de adicción a la heroína. El documental de Nelson profundiza en este tema con algunos datos perturbadores: fue tal su nivel de adicción que podría no haber habido nunca un Miles Davis. Su necesidad de dinero para el consumo ponía en vilo a la escena del jazz neoyorquino y a toda la famosa movida de la calle 52. Nadie quería darle plata al músico.
Su exilio a su pueblo natal, la ayuda de su padre y el posterior regreso a Nueva York con la idea de trascender, fueron clave para su resurrección artística. El objetivo era llegar al sello Columbia, el más destacado de entonces. Y para eso, debía estar “limpio”.
Fue en ese marco que llevó a cabo uno de los procesos creativos más interesantes para el sello Prestige. Con su quinteto (y con la presencia destacada de un muy joven John Coltrane) exprimió los caminos de la improvisación en el jazz, algo que había aprendido de sus primeros pasos junto a Charlie Parker.
Es curioso porque, siempre, la coyuntura determinó su acción sobre el arte. Cuando apareció la posibilidad de un contrato jugoso con Columbia a fines de la década del cincuenta, Miles apuró a cerrar su compromiso con Prestige con varias sesiones maratónicas de grabación que determinaron discos hoy considerados joyas del jazz como Cookin’, Steamin’, Workin´, Relaxin’, todas con el Miles Davis Quinteto. El resultado fue un combo perfecto, las mejores tomas de improvisación en el jazz para un formato pequeño.
En ese momento, en 1958, apareció en el aire del músico el germen de la obra maestra por excelencia, el álbum de jazz por antonomasia: Kind of Blue. Pero esa semilla se plantó en Francia. Miles había regresado al país que siempre lo trató bien con la idea de incursionar en la música de películas. Allí se cruzó con el director de cine Louis Malle, que le propuso grabar la banda sonora de su film Ascensor hacia el cadalso, un policial noir que encontraba coincidencias con al película de Billy Wilder, Pacto de Sangre (Double Indemnity, 1944). El músico tuvo que armar un grupo e improvisar sobre las imágenes que se proyectaban del film. La experiencia lo llevó a pensar una nueva forma de composición y ejecución: el jazz modal. Pudo romper estructuras convencionales y experimentar como nunca antes. Eso era Davis.
En ese momento se inició su década más prolífica. Desde 1959 ningún otro disco ha conseguido quitarle el lugar de obra suprema a Kind of Blue, además, el más vendido de la historia del género. Pero también fueron los años de su acercamiento a la relación del jazz con la música clásica en los trabajos que realizó junto al director y arreglista Gil Evans. Como señala Ian Carr en Miles Davis. La Biografía Definitiva (Global Rhythm, Barcelona 2004), “Miles Davis y Gil Evans podían hablar de música y analizarla en un nivel intelectual sin destruir de ninguna manera sus facultades intuitivas, lo que es una de las razones por las que sus colaboraciones hayan producido una música tan poderosa y perdurable”.
Lo más destacable en medio de tanta innovación y exuberancia de genialidad quizás sea la creación del grupo perfecto, la superación del estilo hard bop: el quinteto 65-68. Así se conoció a la agrupación que lideró con Herbie Hancock en piano, Ron Carter en contrabajo, Wayne Shorter en saxo y Tony Williams en batería. En términos de cohesión, progresión de estilos y experimentación, el mejor conjunto de jazz de todos los tiempos. Y el paso previo a la fusión jazz-rock.
Los cincuenta años de Bitches Brew
El 30 de marzo de 1970 llegó a las disquerías un álbum que obtuvo récord de ventas en el momento de su salida: más de un millón de copias. Pero, lo más interesante, es que los compradores no eran los fanáticos del jazz sino grupos de jóvenes que escuchaban a Hendrix, Led Zeppelin o Sly & The Family Stone. Bitches Brew representó una nueva dirección en la música de Miles Davis o, como señala un texto en la edición 40º aniversario, Bitches Brew es una novela sin palabras.
Varios elementos se alinearon para que Miles Davis llegara a una nueva década con una nueva revolución musical. Ya con su quinteto 65-68 había experimentado “enchufado” con instrumentos eléctricos. Esa etapa se cierra en 1969 con la edición de In a Silent Way, álbum al que había sumado músicos como el tecladista Chick Corea. Esa “manera silenciosa” preanunció desde el título las nuevas ideas de Miles para jugar con la música, con el jazz.
Bitches Brew también anunció desde el título el cóctel de experimentación que el disco contiene. Es un álbum doble y esa dualidad se trasunta conceptualmente a toda la producción. El diseño de la cubierta, a diferencia de las habituales fotos de alta calidad de los músicos, tuvo un estilo que lo acercó a la psicodelia tan fuertemente arraigada en el rock de la época. Una imagen de una África mágica, también con asiento en la dualidad, llevada adelante por Mati Klarwein, el mismo artista del disco Abraxas, de Carlos Santana. El conjunto/orquesta que organizó Miles para la realización del disco disponía de dos bateristas, dos percusionistas, dos tecladistas, y la guitarra eléctrica en contrapunto a la trompeta de Davis. Composiciones extensas, perdidas en el tiempo con acordes furiosos y bases potentes: un Hendrix extendido y larga duración.
La ductilidad y precisión del guitarrista John McLaughlin habían maravillado al creador de Kind Of Blue al punto de dejarlo al frente del sonido, en un duelo con su poder de frontman.
Con Bitches Brew Miles Davis creó la fusión y se sentía en onda con su tiempo: había escuchado las voces del cambio, había escuchado a todos los referentes pop/rock de su tiempo. Y había sido impulsado por Betty Mabry.
La musa feminista y la vanguardia del funk
La dualidad de Bitches Brew estaba en la constitución de Miles Davis, también. Convivieron, desde siempre, sus demonios, su violencia y resentimientos raciales con su genialidad musical.
Hay largas historias de violencia y abuso doméstico hacia sus esposas y compañeras que el músico enfrentó a lo largo de su vida. Las más conocidas tuvieron como centro a Frances Taylor, la bailarina de Hollywood de quien se enamoró y con quién se casó hacia fines de los cincuenta y aparece en la portada de su álbum E.S.P. de 1965. Taylor es uno de los testimonios más interesantes que ofrece la película Birth of The Cool porque permite construir al genio musical en su totalidad. Sí, la genialidad estaba presente, pero también la la misoginia y la violencia machista. En ese marco, es interesante el papel que juega Betty Davis, la heroína que de vuelta la moneda y doblega a Miles.
Betty Mabry tenía poco más de 20 años cuando llegó a la escena convulsionada de Nueva York de fines de los sesenta. No conocía a Miles Davis ni a su música. Fue él quien la identificó y le pidió a su representante que arreglara una cita. Divorciado de Frances Taylor, inició una relación durante 1968 con la entonces incipiente modelo de la Gran Manzana.
Betty significó un cambio estético fundamental en la imagen de Davis. Dejó de usar los trajes oscuros del jazz para vestirse con ropas coloridas, acorde con la estética rock de los años setenta. Fue la responsable del acercamiento de Miles a Hendrix e inició una búsqueda artística desde la música con su ayuda. Renació como Betty Davis y se forjó en la escena de la fusión. Durante su relación con Miles Davis se transformó en amante de Hendrix. Davis, ya separado, mantuvo el vínculo y la acompañó en su carrera musical. También tuvo amoríos con Sly (The Family Stone) y Eric Clapton. Una mujer que se paró de frente al machismo de su época y generó, en el primer lustro de los setenta, tres discos imprescindibles, creó un funk fusión furioso y de avanzada que hace quedar efímeros hasta los aportes de Prince varios años después.
Repudiada por el buen decir y los medios masivos de la época, con un estilo contestatario y desvergonzado, cuenta la leyenda que tiene tatuado en el cuerpo la frase: “este culo inventó la fusión”. A Betty también le debemos la excelencia (y la existencia) del Miles Davis de Bitches Brew.
Los últimos años y la era Warner
La década del setenta lo encontró a Miles forzando lo realizado en Bitches Brew pero, sobre todo, escuchando el lenguaje el sonido de su tiempo. En 1985 graba el último disco para Columbia: You Are Under Arrest. Estaba muy cansado del destrato que le propinaba por aquellos días el sello discográfico, más atento a las demandas de Wynton Marsalis con su jazz clásico que a las innovadoras ideas del autor de E.S.P.
Davis vuelve a la portada de una producción con un concepto extremo: “disfrazado” del héroe musical del momento, Michael Jackson, mira fijo al espectador mientras sostiene una ametralladora en sus manos. El título y la idea refieren al último escándalo social al que se había enfrentado: el acoso policial por parte de la racista policía de Los Angeles que lo detenía constantemente por ser un negro que manejaba una Ferrari amarilla de 60 mil dólares. El disco abre con una composición en clave hip hop y rock y con un texto narrado por Sting. La letra refiere al encuentro y discusión de Miles con un policía. También el disco tiene versiones jazz de dos temas, exitos pop del momento: Human Nature, de Michael Jackson y Time After Time de Cindy Lauper. La inquietud de Miles seguía vigente.
A inicios de los noventa, en los meses de agosto de 1991, Miles Davis había preparado una agenda muy cargada. Estaba con contrato vigente con el sello Warner desde 1986, quería volver a marcar un antes y un después en la música y se propuso volver sobre conceptos urbanos con los sonidos de ese momento. Paul’s Boutique, el excelente disco de los Beastie Boys en 1989, marcó el camino a seguir con su uso del sampleo, el hip hop, rap y rock. Las primeras piezas que grabó para ese proyecto fueron utilizadas para la confección de Doo Bop, su disco póstumo. En septiembre de 1991 ingresó al hospital St John de Santa Mónica para ponerse a punto y realizar un chequeo de rutina. Con una neumonía que complicó su deteriorada salud, nunca salió del hospital y murió el 28 de ese mismo mes.
Cuenta Alice, la esposa del músico George Russell, en la biografía definitiva de Miles, que en agosto de aquel año vio a Davis abrirse paso con dos mujeres jóvenes en cada brazo en la recepción de un acupunturista. Sus dolencias lo tenían a mal traer y pidió por tratamiento. La recepcionista le acercó unos papeles y él respondió: “Yo no relleno formularios”. Y se retiró.
Así era Miles Davis.
Una selección caprichosa de discos para entrar al mundo Miles Davis
Además de los mencionados en el cuerpo de la nota, acá va una lista de discos del músico para tener en cuenta y descubrir su fascinante y evolutivo estilo
The Birth of The Cool (editado en 1957): la primera gran evolución de Miles Davis con un noneto y el concepto de jazz post bebop. Experimentación con nuevas formas musicales y la presencia de el sonido penetrante de su trompeta, que será la marca de toda su carrera. Representa el inicio de su periodo de influencia, grabaciones de 1949 y 1959,
Workin’ (1956) : uno de los discos de su quinteto para el sello Prestige. La improvisación en estudio, la construcción de las formas de ejecución que definieron toda su obra.
Sketches of Pain (1960): todos sus discos con Gil Evans son fundamentales. Elegimos este álbum por la maravilla hipnótica del inicio con la versión del Concierto de Aranjuez.
E.S.P. (1965): “Extra Sensorial Perception” Miles Davis cambia la percepción de la música con este primer disco del mejor grupo de todos los tiempos, el quinteto 65-68.
On the Corner (1972): El acercamiento ecléctico y definitivo de Miles Davis al funk con una poderosa base de ritmos afros. Un disco hipnótico sobre la base de una suerte de mantra compositivo.
Tutu (1986): El mejor disco de Miles Davis para el sello Warner. Un funk eléctrico con la influencia de Stevie Wonder en su obra.
Doo Bop (1992): disco póstumo de Miles Davis. Lo que se venía: su acercamiento al Hip Hop y la creación de otro subgénero: el Acid Jazz.
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