El anuncio lo hizo primero el vicepresidente de la Duma, la Cámara Baja del Parlamento ruso, Serghei Shargunov, a través de Telegram. Luego el partido Otra Rusia comunicó en su sitio online la muerte de su fundador. “Hoy, 17 de marzo, murió en Moscú Eduard Limonov. Todos los detalles serán difundidos mañana”. Eduard Veniaminovich Savenko, conocido en todo el mundo como Eduard Limónov había cumplido 77 años el 22 de febrero pasado y que se hallaba internado en un hospital moscovita.
Limónov, una suerte de punk residual, se hizo particularmente conocido en el mundo luego de la exitosa publicación del libro del francés Emmanuel Carrère, que lleva su nombre y cuenta su singular vida. Pese a que es autor de una obra de más de 50 libros, muy pocos de ellos fueron traducidos al español. Personaje polémico y extravagante, referente del bolcheviquismo y nacionalista a ultranza, el ruso es a la vez una figura política opositora al presidente Vladimir Putin.
El año pasado se publicaron en España sus memorias, con el título El libro de las aguas (Editorial Fulgencio Pimentel), que fueron escritas hace casi veinte años, mientras estaba en la cárcel y que hoy se leen de alguna manera como respuesta a la biografía de Carrère, que el propio Limónov rechazaba con énfasis.
Estuvo a punto de viajar a la Argentina dos años atrás, para participar del FILBA. Entusiasmado por venir, él mismo les había pedido a los organizadores que le armaran una agenda que fuera más allá del festival y contemplara visitas a lugares emblemáticos de la historia política argentina o espacios como el Museo Evita, ya que quería conocer la historia de primera mano. Estaba particularmente interesado en la historia del peronismo. También había pedido que le contrataran a un guardaespaldas: nada que sorprenda a quienes siguen habitualmente el rumbo de las noticias vinculadas a Rusia.
Eduard Limónov nació en Dzerzhinsk en 1943 y sus primeros éxitos fueron como poeta underground en Moscú, para luego vivir en la indigencia y el olvido de la emigración soviética en Nueva York. El libro que escribió relatando estas experiencias de la mayor decadencia lo convirtió de nuevo en una celebridad.
Tras la caída del muro, volvió a Rusia para meterse a fondo en política: fundó el Partido Nacional Bolchevique con el objetivo de “reconstruir la Unión Soviética pero bajo la ideología del nacionalismo bolchevique”. Fue preso por organizar protestas pacíficas y organizadas (algo por lo que sigue peleando en su país). Finalmente el partido se disolvió en 2010 dando paso a uno nuevo, Otra Rusia, producto de la unión con el ex campeón mundial de ajedrez Gary Kasparov. “Mi nacionalismo no es tradicional, sino todo lo contrario, contemporáneo y moderno. Muchas veces, seguimos las tradiciones de nuestros antepasados y eso es lo que nos mata como pueblo”, declaró hace poco tiempo.
Delincuente juvenil, mayordomo, mendigo, periodista, político y escritor, el año pasado declaró en una entrevista: “Yo no soy responsable de los rumores sobre mi personalidad. Al igual que nunca he escrito seriamente, solo he seguido los impulsos que tenía. Por ejemplo, una vez vi por la televisión a un coronel explicando cómo había bombardeado un puente croata. A los dos días ya estaba allí con el mismo coronel. No he tenido muchas oportunidades en la vida. Hay cosas que me hubiera gustado hacer y no he podido, pero todo aquello que sí he hecho, lo veo con orgullo”.
La biografía de Limónov está fuertemente afectada por su participación en diferentes clases de guerras, pero seguramente la más polémica es una escena, grabada por el gran director polaco Pawel Pawlikowski para la BBC -quien quiso llevar a la pantalla grande su biografía- en la que actuó como francotirador en las filas del serbio Radovan Karadzic, acusado después de crímenes contra la humanidad.
En el último tiempo había tenido acercamiento al movimiento de los chalecos amarillos franceses. Polémico y provocador hasta el final, lo explicaba así en una entrevista con un medio español: “No sé hacia dónde caminará el movimiento, pero reconocí en ellos al proletariado, a la gente sencilla. Siempre estoy en favor de los movimientos populares contra la burguesía, los tengo en mi corazón. A la gente le gusta saquear tiendas y hay que darles esa posibilidad. En julio del 77, estuve en Nueva York cuando se fue la luz y saquearon cientos de tiendas: no eran negros trabajadores, sino viejas burguesas sacando cajas y cajas de ropa. Todo el mundo, y sobre todo la clase media, roba y saquea encantada, y eso es de las cosas que más disfruto”.
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