Virus y bacterias como villanos de película(s). Un tópico reiterado y reciclado bajo distintas formas narrativas y estéticas en la historia de la producción cinematográfica global que, no por eso y en cualquier momento, despierta interés, genera morbo o en momentos como éste, potencia el interés morboso. O el morbo interesado. Con altas probabilidades de generar rédito. Según la firma de inversión e investigaciones económicas MKM Partners, en su reciente estudio publicado sobre un índice bautizado “stay at home” (quedarse en casa), plataformas de streaming como Netflix, Amazon Prime y YouTube podrían tener una tendencia positiva de sus acciones en medio de una caída generalizada. “Intentamos identificar qué productos, servicios, empresas se beneficiarían potencialmente en un mundo de personas en cuarentena. ¿Qué haría la gente si se quedara encerrada todo el día?”, dijo un ejecutivo de la compañía.
Lejos en tiempo, lugar y contexto social pero invariablemente certero, Charly García escribió en 1977 “¿Qué se puede hacer salvo ver películas?”. Aquí pues, va una lista de 10 películas que por mérito profético, certeza narrativa, realismo, impacto e incluso capacidad de entretenimiento, refieren a pandemias y demás enfermedades virales que azotan a la humanidad en determinado momento y por variadas causas. Una incursión al mundo de la ficción cinematográfica donde todo vale y que apenas ¿imita? a la realidad.
La Peste (1992)
La novela de Albert Camus publicada en 1947 -y que vive un resurgir de ventas en Europa en este momento-, tuvo su versión cinematográfica bajo la dirección del actual presidente del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (Incaa), Luis Puenzo. Protagonizada por William Hurt, Sandrine Bonnaire, Robert Duvall y Raúl Juliá, cuenta la vida del médico Bernard Rieux durante una epidemia de cólera en la entonces colonia francesa Orán (Argelia). Anidaba allí la alegoría de Camus: a partir de las limitaciones impuestas por las autoridades a la gente del pueblo, exponía a los gobiernos autoritarios y sus métodos de opresión. De tono sombrío (y solemne en exceso, según unas cuantas críticas de la época), la película apunta a concretar una metáfora sobre el progresivo estado de sitio en que se encierra, desesperada, la existencia contemporánea.
Ceguera (2008)
Ensayo sobre la Ceguera, otra famosa novela que también revivió en ventas al compás del COVID-19, la de José Saramago, tuvo su correlato cinematográfico dirigido por el brasileño Fernando Meirelles (Ciudad de Dios, El jardinero fiel, Los dos papas) y protagonizada por Julianne Moore, Mark Ruffalo, Danny Glover y Gael García Bernal. Un hombre pierde la visión, en apariencia de forma inexplicable, en medio de la calle. A partir de ahí se desata un brote de ceguera, ya sea por contagio o sugestión, que obliga a quienes lo contraen a permanecer en cuarentena en una especie de manicomio abandonado. Otra vez aquí emerge la alegoría del control, el totalitarismo, la rotura de lazos de solidaridad, la discriminación al “diferente” y una especie de regresión humana. Sin haber generado grandes elogios, visualmente es impecable y las actuaciones resultan a la altura del texto. Plus, a Saramago le gustó mucho.
Exterminio (2003)
Una alucinante secuencia inicial que encuentra al protagonista (Cillian Murphy, el de Peaky Blinders), al parecer único sobreviviente, caminando por el centro de una Londres literalmente desierta, ya vale esmerada atención. Aquella fue una imagen que al momento de su estreno impactó sobremanera y que hoy, viendo cómo lucen Milán o Madrid, ya no representa novedad por cierto. Aquella primera media hora y la subsiguiente historia de una plaga de zombies descontrolados a la cacería de humanos no contagiados, resultan mérito y prodigio técnico del inglés Danny Boyle (Trainspotting, Quien quiere ser millonario y la ceremonia inaugural de los Juegos Olímpicos 2012). Un maestro en el arte de potenciar el relato con imágenes y encuadres propios de la era del videoclip, en una sucesión de escenas como afectadas por el consumo de algún estupefaciente. Encuadrarla en el género “de terror” es bajarle al precio.
Epidemia (1995)
Una de las primeras superproducciones made in Hollywood que exploró de una manera más realista los riesgos de propagación extrema de una enfermedad. Desde un poblado africano y directo a Los Ángeles luego de 25 años, un virus mortal de fiebre hemorrágica obliga a tomar medidas extremas de contención que incluyen ley marcial para limitar la circulación y encubre, según descubre el médico infectólogo en un momento de la trama, un secreto bien guardado por el ejército de los Estados Unidos. Protagonizada por Dustin Hoffman, Rene Russo, Kevin Spacey, Cuba Gooding Jr. y Morgan Freeman, tiene todo lo que el cine “espectacular” puede proveer durante más de 100 minutos: incertidumbre, miedo, paranoia y finalmente, el triunfo del más puro espíritu humano. No hay aquí demasiados subtextos ni metáforas, es cine-catástrofe de palo y a la bolsa. Pero nos gusta.
La amenaza de Andrómeda (1971)
La novela original lleva la firma del infalible Michael Crichton, lo que garantiza una buena dosis de impacto: la caída de un satélite en el estado de Nuevo México, trae consigo un extraño germen con mortal capacidad de mutación, capaz de esparcir una pandemia letal en buena parte de la humanidad. Consecuencia directa de clásicos como 2001 Odisea del Espacio y El planeta de los simios (ambas de 1968), la película remite a un momento en que el género ciencia-ficción hizo su estelar aparición a los ojos de las multitudes cinéfilas. Dirigida por Robert Wise, un especialista en la materia -suya es El día que la Tierra se detuvo, antecedente directo del boom posterior del género- y protagonizada por David Wayne, el actor que más repitió apariciones junto a Marilyn Monroe, resalta a la distancia el tiempo por la tensión del relato y un depurado diseño de producción.
Niños del hombre (2006)
Por películas como ésta, el nombre de Alfonso Cuarón se convirtió en marca registrada de calidad, de México para el mundo (mucho antes de Roma). Basada en la novela homónima del escritor inglés P.D. James, plantea un escenario global para 2027: el último ser humano nació en 2009. Por tanto, la incertidumbre, la desesperanza y el miedo a la extinción de la raza humana reinan. En el Reino Unido, un gobierno fascista asesina, maltrata y expulsa a los inmigrantes ilegales. A su vez, decenas de nuevas religiones y grupos terroristas hacen aparición sin que a nadie parezca importarle lo que reivindican. La sociedad está en shock. En ese contexto, a un héroe anónimo (Theo, un impecable Clive Owen) le “cae del cielo” la mujer que puede cambiar la historia. La odisea que ambos viven, retratada visualmente como nadie por el inimitable Emmanuel Lubezki (director de fotografía con mayúsculas), plasma una película profunda y deslumbrante.
12 monos (1995)
Inspirado en La Jeteé -una película de culto del cine francés de ciencia ficción de los años 60- el gran Terry Gilliam filmó una versión “corregida y aumentada” en dónde saca a relucir todos sus recursos narrativos y locuras visuales marca registrada del autor, con impactantes actuaciones de Bruce Willis, Madeleine Stowe y principalmente, Brad Pitt en modo “loquito que dice la verdad”. El relato acompaña a un prisionero llamado James Cole (Bruce Willis) que, en un mundo postapocalíptico, se ofrece como voluntario para un experimento científico que tiene como finalidad viajar al pasado y saber qué provocó la complicada situación del planeta Tierra. Hay un virus letal e incontrolable que conduce inexorablemente al fin de la humanidad, y esa es la razón del sacrificio que puede conducir a la locura.
Contagio (2011)
Muy boga en este tiempo por un inquietante parecido a la realidad global 2020: el virus-protagonista se llama MEV-1, comienza en Asia y se transmite fácilmente a través del tacto. La película dirigida por Steven Soderbergh -el niño prodigio del cine indie de los 80 con Sexo, mentiras y video, biógrafo de Hollywood del Che Guevara y autor de la saga Ocean´s Eleven- se plantea como una bitácora de la aparición de un virus desde sus inicios, propagación, tratamiento y desaparición durante 135 días. Y a pesar del ambiente apocalíptico, el sufrimiento y las pérdidas que causa la infección, el tono del relato es casi el de un documental: personajes que no pierden el control y un evento catastrófico cada vez más cerca para millones de personas. El ritmo y la mirada de Soderbergh, junto a un equipo de estrellas conformado por Gwyneth Paltrow, Matt Damon, Laurence Fishburne, Kate Winslet, Marion Cotillard y Jude Law, hacen el resto.
Aislados (2011)
Otra vez Cillian Murphy -y esa mirada tan especial que parece concebida para este tipo de historias- protagoniza una película que agita el fantasma de una pandemia, esta vez con Thandie Newton (Westworld) y Jamie Bell (Billy Elliot) como coequipers de lujo. Hay una pareja que intenta reconstruir su relación en un viaje a una remota isla, y un militar que llega para advertirles que un virus está matando a millones de personas en el continente. A partir de ahí, todo puede suceder, en la isla y más bien, en las conductas de estos tres seres humanos. A cargo de unos cuantos capítulo de Black Mirror, el director inglés Carl Tibbetts demuestra su estilo de narración visual siempre al borde de un ataque de nervios con este intenso thriller dramático que aborda desde un punto de vista más bien íntimo, la paranoia y el temor a lo desconocido en forma de enfermedad mortal, a punto de afectar a los protagonistas.
Pánico en las calles (1950)
Dirigida por Elia Kazan y encuadrada en una tradición de “cine negro” de posguerra, la película muestra el pánico que provoca el resurgimiento de la peste negra en un contexto social muy particular. Ambientada en los barrios bajos de Nueva Orleans, vincula el homicidio de un inmigrante por deudas de juego, su consiguiente investigación policial y una peste negra inminente. Pero la resolución del caso deriva en una frenética búsqueda de los asesinos-portadores, en secreto y con 48 horas apenas como límite de tiempo para evitar la catástrofe. Ganó el Oscar a “mejor guión” y fue nominada al León de Oro en Venecia. Premios al margen, para The New York Times “pierde la oportunidad de establecer una marca como melodrama superior por exagerada y bastante obvia por momentos”.
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