Mientras las princesas de Disney conversan con los animales del bosque, se cepillan el pelo, cocinan budines y sueñan con el beso de un príncipe azul, del otro lado del mapa asoman las heroínas de Studio Ghibli. Varias de ellas aterrizaron en Netflix a principios de febrero, pero todavía quedan dos tandas más, de siete películas cada una, que estarán disponibles en la plataforma a partir de marzo y abril. Si bien las de Studio Ghibli son películas para toda la familia y están destinadas tanto a un público infantil como a uno adulto, la posibilidad de tenerlas en una plataforma tan accesible es una gran noticia sobre todo para los más chicos. Los dibujos animados son una herramienta central en la formación del imaginario social de los niños y es fundamental disponer de contenido de calidad que no esté atravesado por mandatos y/o estereotipos de género.
El estudio japonés de animación fundado por Hayao Miyazaki, Isao Takahata, Toshio Suzuki y Yasuyoshi Tokuma aparece en 1985 como una alternativa al mundo de la animación industrializada y condicionada excesivamente por la productividad. Sus películas están dibujadas a mano, sus personajes tienen una psicología compleja, sus finales son abiertos y sus moralejas, si están, no aparecen explícitamente. Jamás subestiman al espectador. Todas sus películas están atravesadas por un mensaje ecológico muy fuerte, los avances tecnológicos atentan contra la naturaleza y los adultos no se muestran interesados en defenderla. Sin embargo, la diferencia más radical entre las películas de Ghibli y las animadas estadounidenses tiene que ver con el tratamiento de los personajes femeninos. Los motivos son varios, vamos de a uno.
1. Las mujeres ocupan los roles principales
Uno de los mayores logros del estudio es que, a pesar de que la mayoría de sus películas tengan protagonistas femeninas, no se dejan encasillar bajo el rótulo “películas para mujeres”. En el universo Ghibli, las mujeres son heroínas y villanas, niñas pequeñas y viejas sabias. Todas tienen un rol activo en el desarrollo de la trama y un poder de decisión que las vuelve únicas y las corre de los estereotipos de la chica dócil y/o sumisa. Mientras en las típicas películas de aventura los líderes son los hombres, Studio Ghibli invierte la fórmula, corre a los varones del lugar central, violento y omnipotente de siempre y pone a una mujer a liderar su propia aventura. Desde ahí, se permite explorar el concepto de lo heroico en una ecuación que deja fuera los estereotipos de género.
2. Sus figuras no están sexualizadas
La plasmación gráfica de las chicas Ghibli se aleja por completo del erotismo que hoy pareciera caracterizar a las mujeres del cine de acción (o del cine y punto). Ni trajes de cuero ajustados como los de la Viuda Negra, ni tetas grandes y cintura chiquita como las protagonistas clásicas del animé. Estas heroínas no usan maquillaje, prefieren la ropa cómoda y tienen el pelo corto. La idea no es transmitir un mensaje a través de sus cuerpos sino destacar su complejidad psicológica y su fuerza moral por encima de la carga sexual y de la connotación de la mujer como objeto. Esto no quiere decir que estén masculinizadas, no son chicas varoniles en lo absoluto: son chicas y punto y el atractivo está en su mente.
3. La línea argumental principal no pasa por sus intereses románticos
Las aventuras que recorren y las ambiciones de estas mujeres tienen que ver con objetivos de crecimiento personal que no dependen de encontrar un hombre que las complemente. En estas historias, el amor es un concepto más amplio, que no se limita a las relaciones entre los sexos, y que envuelve todos los vínculos de las chicas con su entorno, así sean humanos o seres mágicos de cualquier índole. Si bien todas tienen un compañero varón, se relacionan con ellos de una manera mucho más amistosa que romántica. Ellos pueden ser sus amigos y sus compañeros guerreros, pero nunca sus salvadores. Las mujeres en las películas de Studio Ghibli no son damiselas en apuros. El amor, cuando aparece, surge de una relación de compañerismo entre pares, y no ocupa jamás el lugar central en la trama: siempre hay un objetivo aparte y de mayor importancia que implica el crecimiento personal de cada una de ellas.
4. Hay lugar para todas
Más allá de las heroínas protagonistas que suelen ser niñas o adolescentes, en las películas de este estudio hay lugar para mujeres de todas las edades y las adultas tienen un rol fundamental. Por un lado, Lisa, la madre de Sosuke en Ponyo, se corre del estereotipo de madre perfecta y dócil y se nos presenta como una mujer que putea a todos los autos que se le cruzan, que está constantemente enojada porque a pesar de su independencia sus obligaciones la sobrepasan (estar sola cargo de un hogar no es nada fácil), y que atraviesa en su auto la ciudad entera en medio de una tormenta y olas que parecen querer tragársela.
Por otro lado, el típico rol del viejo sabio en las películas de Ghibli se encuentra invertido y encarnado por una mujer. Obaba (tía de Nausicaä en Nausicaä del valle del viento), la abuela de Sheeta en El castillo en el cielo, y Hii-sama de La princesa Mononoke son ejemplos perfectos. Incluso podríamos agregar a las antagonistas Yubaba y Zeniba de El viaje de Chihiro. Esta figura de las viejas sabias que recoge la sabiduría y la madurez de su trayectoria sirve para evidenciar un ciclo de la vida que no deja afuera a las mujeres mayores: la vejez no es el final del camino sino una etapa de sabiduría en la que también hay descubrimientos. Esta asignación de características claras a los personajes en función de su edad (la inocencia y la curiosidad de las más chicas, la iniciativa y la valentía de las jóvenes, la responsabilidad de las adultas y la sabiduría de las ancianas) devuelve una idea de proceso, de evolución y de crecimiento, y tiene un valor simbólico enorme.
5. No son competitivas entre ellas
Estas películas no están atravesadas por un código moral binario y simplista, no existen los buenos y los malos. Las protagonistas muestran su lado más humano y falible y las villanas su lado bondadoso. Lejos de la vulnerabilidad de las princesas de Disney y la violencia extrema de los superhéroes de Marvel, las heroínas de Ghibli sienten miedo y tristeza como cualquiera de nosotros, pero no dejan que esos sentimientos actúen por ellas ni las definan. Las cualidades de lo “femenino” y lo “masculino” se mezclan para darle una mirada más humana a la construcción de los personajes. Son agresivas y compasivas. Guerreras y comunicativas.
Con las villanas pasa algo parecido. Lady Eboshi Gozen es sin dudas la antagonista de San (La princesa Mononoke), pero lejos de caricaturas o maniqueísmos, se nos presenta como una líder nata, preocupada por el bienestar de los suyos. Su problema es que actúa en función de las necesidades inmediatas sin pensar en las consecuencias. Esta multidimensionalidad de las villanas supera sus funciones narrativas y permite que muten. La competencia o el choque entre heroína-antagonista está lleno de matices y tiene diferentes niveles. Por lo general, no hay que luchar en contra de una persona individual sino contra las acciones del hombre que destruyen la naturaleza.
Así, las películas de Ghibli no sólo hacen hincapié en la posibilidad de tener heroínas mujeres, sino que muestran otras posibilidades de lo heroico que encierran un mensaje anti-bélico profundo y proponen un modelo de vida más colectivo: la solución no está en matar al enemigo sino en negociar con él.
Ahora bien, sería un error decir que Miyazaki o cualquiera de los otros hombres al mando del estudio sean tipos feministas: ninguna de las películas del estudio japonés está dirigida por una mujer, y eso es un problema. De todas maneras, mientras esperamos que reconozcan el talento de las heroínas que tienen alrededor, podemos disfrutar del contenido de sus películas y mostrarle a nuestros hijos e hijas, sobrinos y sobrinas, nietos y nietas, hermanos y hermanas y amigos y amigas que las mujeres también podemos ser heroínas, podemos vivir aventuras, podemos soñar con algo que no sea el beso de un príncipe azul. En el caso de Studio Ghibli, solo es así en ficción. Por algo se empieza.
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