Hay un consenso amplio entre la gran mayoría de los cinéfilos —estudiosos y fans— acerca de Luis Buñuel: es un genio. Sus películas cuentan con una serie de elementos que se vuelven únicas, auténticas, disparatadas, finas, bellas, inclasificables.
En algún momento, este director nacido hace exactamente 120 años, un 22 de febrero de 1900 en el pueblo español de Calanda, fue un artista surrealista. ¿Qué implicaba eso? Desconcierto. Una gran capacidad para sorprender a los espectadores hasta llevarlos de paseo por un film que se parecía a un sueño que inquietaba y maravillaba en igual medida.
A los pocos años de edad partió a Zaragoza a estudiar el bachillerato en Zaragoza y en 1917 se instaló en la Residencia de Estudiantes de Madrid. Fue allí donde conoció a Federico García Lorca y a Salvador Dalí, dos de los más grandes artistas del siglo, el primero escritor y dramaturgo, el segundo pintor y escultor. Entre ambos universos, Buñuel comenzó a tejer su historia como artista audiovisual. En 1924 se trasladó a París a ser el asistente del cineasta Jean Epstein y cinco años después emprendió su obra.
En 1929 estrenó su primera película El perro andaluz y desde entonces no paró. Entre 1929 y 1977 dirigió 32 películas, además de aquel film de cuatro minutos de 1930 titulado Comiendo erizos, con la familia Dalí como protagonista. Las películas se apilaban una sobre otra, con excelentes críticas y gran recepción del público.
Obtuvo varios premios: Mejor dirección en el Festival de Cannes de 1951, Palma de Oro en Cannes en 1961, León de Oro del Festival de Venecia en 1967, Oscar a Mejor película extranjera en 1972, Medalla de Oro al Mérito de las Bellas Artes en 1981 y Gran Cruz de Isabel la Católica en 1983. En ese año, 1983, Luis Buñuel muere en México —tras el exilio de la guerra civil española se naturalizó mexicano—, un 29 de julio. Pero no su obra.
Un perro andaluz
Es un cortometraje mudo, emblema del surrealismo por transgredir los esquemas narrativos canónicos, y tal vez el más conocido de Buñuel.
Escrito, producido, dirigido e interpretado por el cineasta español en 1929 con la colaboración en el guión de Salvador Dalí, se estrenó el 6 de junio de 1929 en París. Se rodó en quince días. Todo nació por la confluencia de sueños: Dalí le contó que soñó con hormigas que pululaban en sus manos y Buñuel soñó con una hoja de navaja que cortaba la luna en dos. El 1960, con el cine sonoro ya instalado, se le incorporaron motivos de Tristán e Isolda de Richard Wagner y un tango.
Ver esta película es toda una experiencia. Sigue provocando un impacto moral a través de la agresividad de la imagen. Remite constantemente al delirio y al sueño. Es un film que te saca de la comodidad de espectador pasivo.
El gran Calavera
Ya a mitad de su carrera, en 1949, Buñuel dirigió esta película en México. Está basada en el melodrama homónimo del dramaturgo español Alfonso Torrado. En el elenco estuvieron Fernando Soler, Rosario Granados, Andrés Soler y Maruja Griffel, entre otros.
En este film se narra la historia de la familia De la Mata. Todos se aprovechan de Ramiro, un gracioso y alcohólico que tras enviudar, se volvió rico. Hasta que uno de los miembros de esta familia le hace creer a todos que Ramiro está en la quiebra, entonces todos deberán trabajar para sobrevivir.
Los olvidados
Se filmó y se estrenó en México en 1950. Con este film, Buñuel obtuvo el prestigioso premio al mejor director en el Festival de Cannes. Además ha sido nombrada Memoria del Mundo por la Unesco. Es una historia trágica y realista la que se narra: la supervivencia de unos niños pobres en un barrio marginal de la Ciudad de México.
La película se sitúa en la línea del neorrealismo italiano, al que Buñuel aporta su toque surrealista. Para muchos, es el mejor trabajo del cineasta español, no sólo por su compromiso con contar lo que ocurre en los márgenes de América Latina, sino también por la forma tan suya de narrarlo.
Viridiana
En 1961 Silvia Pinal, Francisco Rabal y Fernando Rey fueron los protagonistas de Viridiana, una película basada en la novela Halma, de Benito Pérez Galdós, y concebida como una continuación del film Nazarín de dos años atrás. Recibió el máximo galardón del Festival de Cannes, la Palma de Oro, ex aequo con la francesa Una larga ausencia.
Recibió muy duras críticas. En primer lugar, porque se filmó en España y para ese entonces Buñuel, tras la guerra civil española, se exilió en México; muchos españoles tomaron esto como una burla. En segundo lugar, el periódico de la Ciudad del Vaticano, L’Osservatore Romano, publicó un artículo muy hostil donde habla de “impiedad y blasfemia”. Y en tercer lugar, llegó la censura franquista.
Buñuel, saliendo al paso de las interpretaciones de que su historia mostraba una crítica a la caridad por la caridad misma y una sátira del idealismo cristiano, comentó: “Las imágenes se encadenaron en mi cabeza, unas tras otras, formando una historia. Pero nunca tuve la intención de escribir un argumento de tesis que demostrara, por ejemplo, que la caridad cristiana es inútil e ineficaz. Solo los imbéciles tienen esas pretensiones”.
El ángel exterminador
Después de la ópera, la burguesía de México se reúne en la mansión de los Nóbile a cenar. Terminan de comer y se dan cuenta que los sirvientes y los cocineros se han marchado y que, además, las puertas y ventanas de la casa están cerrados. El tiempo pasa y no hay comida ni bebida, sólo basura y los modales ricachones de los personajes mutan hacia un estado de salvajismo total.
De eso trata El ángel exterminador, la película surrealista de Luis Buñuel producida en México por Gustavo Alatriste y protagonizada por Silvia Pinal, Enrique Rambal y Claudio Brook. Se estrenó en la Ciudad de México el 22 de septiembre de 1962.
El discreto encanto de la burguesía
El discreto encanto de la burguesía ganó el Oscar en 1972 a la mejor película extranjera. Buñuel deseaba filmarla en España, pero no pudo debido a la censura franquista, entonces se realizó en Francia. Para muchos es una de las obras maestras del cine mundial.
Si bien no es una película plenamente surrealista como Un perro andaluz, tiene muchas escenas de corte surrealista lo cual la convierten en una de esas obras donde el cineasta español muestra todo su arsenal narrativo y estético.
La alternancia entre lo real y lo onírico produce giros inesperados en la trama, en la que intervienen, además de los protagonistas, una serie de personajes secundarios como militares, obispos, policías, guerrilleros y campesinos. Ese tipo de giros es un clásico de lo que se conoce como ideario buñueliano.
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