Esta semana elegí como siempre los títulos para compartir en esta sección y de pronto advertí que todos habían sido escritos por mujeres. Algunos de ellos son ficciones recientes pero otros son clásicos de otras culturas que fueron publicados 30 0 40 años atrás, pero que aún no tenían traducción al español o que, al menos, no eran suficientemente conocidos.
Dudé si publicar la nota así; me pareció que tal vez no ofrecía una mirada equilibrada, algo que busco sostener siempre, aún en la era de la polarización permanente. Sin embargo, enseguida me respondí que si estos eran los libros de los que quería hablar, no era cuestión de forzar ninguna lista: finalmente, durante siglos nadie se ocupó de equilibrar nada; es más, por el contrario, la tendencia en todo caso fue minimizar, cuando no directamente aplastar, la obra producida por mujeres, de modo que si ahora hay más publicaciones de literatura escrita por mujeres que por hombres será porque la balanza de la Historia busca una paridad que aún no encontró.
Hace muchos años que escribo sobre libros y desde muy temprano decidí que si iba a elogiar el libro de un amigo nunca iba a ser por condescendencia o amor sino por su calidad o, al menos, por el impacto de esa lectura en mí, en aquello que llamamos gusto. Nunca me obligué a decir que un libro me parecía bueno si no lo creía aunque fue hace relativamente poco -seguramente cuando estuve a la cabeza de una editorial y mi trabajo era, justamente, tratar con autores- que advertí que no me sienta hablar mal públicamente de la obra de nadie porque detrás de cada obra hay un autor que busca poner en su libro lo mejor de sí y, después de todo, quién soy yo para cuestionar, ironizar o maltratar un texto en un medio masivo.
Mi tarea es la divulgación; no la crítica académica, que tiene otra función y que además tiene las herramientas para desautorizar lecturas. La mía, la de los que hacemos periodismo cultural, es apenas tratar de llevar a la mayor cantidad posible de lectores recomendaciones de libros vivos, potentes y singulares que puedan hacerles pasar un buen momento, que los ayuden a pensar y, de ser posible, a vivir otras vidas por un buen rato.
Por eso, volviendo al comienzo, en mi caso, al menos, no es que leo más literatura de mujeres ahora que antes por una cuestión de militancia porque así como no elijo lo que recomiendo por amistad, tampoco lo hago por género.
En todo caso se trata de un hallazgo, un feliz descubrimiento de este tiempo, que elijo compartir con ustedes.
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TODAS LAS MUERTES DE MAGGIE
Sigo aquí, de Maggie O’Farrell (Libros del Asteroide)
Comencé a leer este libro de la irlandesa Maggie O’Farrell (1972) porque vi que estaba compuesto por 17 episodios breves y porque, ¿saben qué?, yo también busco a veces lecturas sencillas, libros que si no los termino de corrido y los abandono por unos días no me obliguen a volver a leer todo lo que ya leí para poder introducirme de nuevo en ese universo. No me equivoqué, el tema es que ni se me ocurrió abandonarlo por un segundo: no pude.
Sigo aquí es una autobiografía muy particular ya que para contar su vida, su autora elige diferentes momentos en los que vio de cerca a la muerte, o al menos creyó verla. Así, reconstruye diversos tramos de su vida como niña, adolescente, joven y mujer madura en los que su vida corrió riesgos (reales o temidos) en diversos lugares del mundo y entonces el posible final de todo estaba al alcance de los ojos.
Algunos de los episodios son más psicológicos (un avión en picada, unos ladrones al acecho, el fantasma del sida, la caída a las profundidades del mar sin poder regresar a la superficie), otros en cambio tienen que ver con la fatalidad que estando allí mismo, cambió de rumbo. Esto ocurre literalmente con el primero de los relatos, cuando cuenta la historia del desconocido que la persiguió en el ascenso a una montaña -ella tenía 18 años, se había ido de casa y limpiaba cuartos en un hostel de un poblado- y mientras le hablaba y se acercaba, le ponía alrededor del cuello la correa con sus prismáticos. Ella percibe violencia en él, consigue sacárselos, charlarle al hombre, distraerlo y perderlo de vista. Al día siguiente una noticia policial le confirma que pudo haber muerto asesinada.
Hay más episodios fuertes, como el de la encefalitis que la afectó cuando era una niña y por la que casi no vuelve a caminar, con el relato de sus tratamientos agotadores y las semanas y semanas de la vida de hospital. O su primer parto, un drama sangriento aunque previsible, que ocurre por falta de prevención, justamente debido a su enfermedad de origen. O una infección intestinal feroz que la afecta en un alejado pueblo chino (“algo se mueve dentro de mí, algo que tiene garras y colmillos, con una insistencia maligna. Cada vez es más fuerte, lo noto, me roba la fuerza. Es como si me hubiera tragado un demonio, uno inquieto que da vueltas y hurga y me rasga las entrañas con las escamas. Tengo que doblarme, respirar y apretar los puños hasta que cesa el espasmo”).
Hay un único relato en el que la protagonista no es ella misma sino su hijita, que padece de una condición alérgica que la hace dependiente de la adrenalina inyectable con regularidad pasmosa y para quien cada minuto cuenta, si se trata de mantenerla de este lado de la vida. “En situaciones así, el pensamiento se encoge, se afila, se estrecha. El mundo baja las persianas y te quedas reducida a una sola idea cristalina, a un único objetivo: mantener a la niña con vida, atraparla en el mundo de los vivos, agarrarte a ella y no soltarla jamás”, explica.
Los episodios están escritos en presente, lo que le da a la narración una tensión vibrante adicional, más allá de que el lector sabe que hay una narradora protagonista contando todo, por lo cual no es spoiler decir que nuestra autora sobrevivió a cada una de esas muertes. Sigo aquí es un libro diferente, entre la crónica y la ficción, con una serie de momentos inquietantes, otros desgarradores, grandes dosis de humor e ironía y una prosa magnética.
Agradezco haberme dado lugar para buscar un libro sin demasiadas pretensiones. Cuando la calidad llega por sorpresa me interesa mucho más.
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LA VIDA CON UN GRAN DANÉS
El amigo, de Sigrid Nunez (Anagrama)
La literatura, la amistad, el amor por los humanos, el amor por los perros. Qué pasa cuando elegimos morir, qué pasa con los que quedan, qué hacemos con la memoria. ¿Qué es hoy escribir? ¿Para quién escribimos? ¿Sobre qué escribimos? El amigo, de Sigrid Nunez, es una novela hermosa, profunda y con momentos conmovedores y bellos aún en la desolación. Hay dolor, risas, duelo, belleza y muchos sueños.
En el argumento hay muchas historias incrustadas dentro de la historia principal y un notable abanico de citas, que convierten a esta ficción también en una suerte de delicioso talismán para escritores.
Nueva York, una mujer sola, grande, escritora y profesora de escritura, tiene que hacerse cargo de un día para el otro de un perro gran danés, también grande, en tamaño y en edad, y en duelo por su amo, que eligió morir. Ambos convivirán en el pequeño departamento de la protagonista y la novela se centra en el singular vínculo que va construyendo esta nueva y extraña pareja , a partir de sus soledades amigas.
Recomiendo mucho mucho mucho a todo público amante de la literatura, de las historias de escritores y de los animales.
Un detalle fundamental: la traducción afortunadamente es de la narradora y poeta española Mercedes Cebrián, es buenísima, y permite la complicidad con un castellano amigable para los latinoamericanos.
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FORMAS DE LA MATERNIDAD
Estás muy callada hoy, de Ana Navajas (Rosa Iceberg)
"En mi familia hay un desdén genético por la búsqueda de la felicidad. Algo en nuestro núcleo originario está fallado. Tenemos insatisfacción garantizada. Totona, mi abuela materna, cuando veía a cualquiera de sus nietos reírse decía: está contento, pobre infeliz. Como si cualquier estado de plenitud se correspondiera con una fase inferior del desarrollo".
La frase, una de las muchas que subrayé, exhibe la prosa seca, irónica y doliente que puede leerse en Estás muy callada hoy, la primera novela de Ana Navajas, en la que una narradora de cuarenta y pico, nacida en el Litoral, entre lagunas, carpinchos, yacarés y siestas largas y nieta del “dueño de todo”, no parece tener problemas para subsistir aunque aún busca su deseo y encontrarle un sentido a su vida que vaya más allá de su lugar como hija o como madre (“Ser madre se convirtió en un vicio, una droga estimulante, una adicción”).
Ana sigue queriendo hacer "algo útil" más allá de leer o escribir, como le pedía su madre, quien seis años después de muerta sigue conduciendo el comportamiento familiar, mientras su anciano viudo no consigue correrse de su sombra.
La novela de Navajas se lee realmente muy bien y lastima ahí donde la memoria familiar de cada uno de nosotros sigue acosando con los propios fantasmas.
Algunos ejemplos:
-"Hay un rosal por cada una de las tres hijas mujeres que tuvo mamá. ¿Cuál seré yo? ¿El que crece, el que permanece o el que parece morir?
-"Me gusta que fumar sea como suspender el tiempo mientras la vida cotidiana sigue su curso. A veces no sé si salgo para fumar o si fumo para estar sola".
- "Desde que tengo hijos me acostumbré a disfrutar a través de los demás"
-"Estar triste con sol es doblemente triste".
Estás muy callada hoy puede inscribirse en una poderosa serie de novelas argentinas recientes que abordan el tema de la maternidad como La sal, de Adriana Riva (Odelia), Una casa llena de gente, de Mariana Sández (Cía. Naviera) y, en un registro más paródico, la celebrada novela Vikinga Bonsai, de Ana Ojeda (Eterna Cadencia).
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LA HORA DE UN FINAL
La edad del desconsuelo, de Jane Smiley, (Sexto Piso)
Dana y Dave tienen alrededor de 35 años, viven en una ciudad pequeña de Estados Unidos a mediados de los 80, son padres de tres nenas de entre 7 y 2 años y son dentistas. Montaron una clínica odontológica juntos y trabajan mucho: quieren vivir bien. Por un lado, el trabajo con los dientes ajenos; por otro, el ajetreo interminable con las hijitas propias: un universo de ternura, belleza y agotamiento en dosis parejas.
Un día Dave cree entender que Dana está enamorada o en un amorío con alguien, da igual. En su cabeza y en su pecho la vida se desarma en un instante.
La edad del desconsuelo, de Jane Smiley, es un clásico norteamericano. En mi caso, lo leí ahora por primera vez y la narración exquisita en primera persona de este hombre que asiste al derrumbe de sus sueños sentimentales y domésticos me pareció conmovedora y deslumbrante.
Detalle: por el tiempo en que transcurre la historia y por cuándo se escribió, no aparecen en la trama celulares ni internet. Solo televisión.
La novela tiene poco más de 30 años y aunque sorprende cierta mirada moderna en materia de género, sin embargo parece que hubiera pasado un siglo por el escenario tecnológico primitivo que presenta. Hay algo en la forma y en el uso del tiempo que te deja perplejo y emocionado. En ese entonces, no podías rastrear a nadie. En ese entonces, si alguien no llegaba, solo restaba esperar y masticar tu angustia. Ya que estoy, recomiendo de paso el capítulo de la espera de Fragmentos de un discurso amoroso, de Barthes, una Biblia que solemos olvidar y que afortunadamente cada tanto alguien recupera del injusto olvido.
La edad del desconsuelo es breve y parece una historia chiquita, pero es mucho más que eso que parece.
La amé.
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LAS PRIMERAS Y LAS ÚLTIMAS PREGUNTAS
El libro del verano, de Tove Jansson, Cía. Naviera Ilimitada
Sophia tiene seis años, un papá presente pero que habla poco y una abuela muy mayor, que usa bastón. Su madre murió y es su abuela quien -lejos de cualquier clase de sentimentalismo pero muy vital y alejada de la ostensible melancolía de su hijo, el padre de la niña- le da a la nena las respuestas básicas de la vida, al tiempo que se hace ella misma sus propias preguntas, ya en el ocaso.
Los tres pasan el verano en una isla del archipiélago de Finlandia, en un paisaje en el cual la naturaleza domina todas las escenas y en el que las rutinas, en lugar de apagar las voluntades, parece encender lo más bello de la humanidad con sus amaneceres, crepúsculos, oleajes, insectos, rocas, musgo, peces, vegetación, soles y tormentas.
El libro del verano, de la finlandesa de lengua sueca Tove Jansson, fue escrito a comienzos de los 70, tiene ilustraciones de la autora -gran escritora para niños, muy famosa en los países nórdicos- y lo que ofrece es filosofía y narración clásica en estado puro.
La belleza de las imágenes y la fuerza amorosa de la relación de Sophia y su anciana abuela se leen con placer a través de la sensible traducción de Christian Kupchik, a quien el lector deberá agradecerle no solo que haya traído a la vida en español esta fábula adorable sino además el notable prólogo del libro, que es una completísima introducción a esta historia y a la vida y obra de su autora.
“Las criaturas de Tove buscan, piensan, crean y vuelven a buscar”, explica Kupchik, algo que se desandará luego en la lectura de los breves capítulos que componen una historia conmovedora e inolvidable.
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