Su verdadero nombre era Issur Danielovitch Demsky pero todos el mundo lo conoció por su seudónimo artístico, Kirk Douglas. Hijo de rusos judíos que llegaron a Estados Unidos, estrella y productor de Hollywood, en sus 103 años de vida fue Espartaco (Spartacus, de Stanley Kubrick), Coronel Dax (La patrulla infernal, también de Kubrick), Odiseo (Ulises, de Dino de Laurentis), Ned Land (Veinte mil leguas de viaje submarino, de Richard Fleisher) y Vincent van Gogh (El loco de pelo rojo, de Vincente Minnelli) entre tantos otros personajes, en blanco y negro y color.
También fue el papá de Michael (el actor) y Joel, de su primer matrimonio con la actriz Diana Dill, y de Peter y Eric, fruto de su casamiento con la agente de prensa Anne Mars Buydens. Fue campeón de lucha libre durante sus días de estudio en la Universidad de St. Lawrence, donde ya era conocido por su carácter temperamental. Y un mujeriego empedernido incapaz de sostener la fidelidad a un matrimonio: en su autobiografía reconoció romances con Pier Angeli, Ann Sothern, Marlene Dietrich, Rita Hayworth, Gene Tierney, Joan Crawford, Patricia Neal, Mia Farrow y Faye Dunaway, entre otras celebridades.
Pero hay un aspecto menos conocido de la vida del actor recientemente fallecido que tiene que ver con su compromiso con la libertad de expresión y su enemistad manifiesta con la censura que el macartismo puso en marcha en todo Estados Unidos entre 1950 y 1956, particularmente en Hollywood. No solo con su opinión, sino también con sus acciones: Douglas arriesgó el pellejo en muchas ocasiones contra la prohibición impuesta por la ultraderecha, con la misma enjundia que mostraban sus personajes en los sets de filmación.
Impulsado por el senador Joseph Raymond McCarthy, el movimiento buscaba a quienes calificaba de “comunistas y traidores a la patria”, los acusaba, los interrogaba, los encarcelaba y confeccionaba listas negras con aquellos actores, productores, guionistas y artistas en general a quienes se consideraba que no había que contratar. Charles Chaplin y el escritor Bertold Brecht fueron algunos de los más célebres perseguidos en aquellos días.
La prensa estadounidense bautizó “Los Diez de Hollywood” a la primera lista negra de la historia del cine, que incluía los siguientes nombres: Alvah Bessie, guionista, Herbert Biberman, guionista y director, Lester Cole, guionista, Edward Dmytryk, director, Ring Lardner Jr., guionista, John Howard Lawson, guionista, Albert Maltz, guionista, Samuel Ornitz, guionista, Adrian Scott, productor y guionista, y Dalton Trumbo, novelista, guionista y director
Y entre quienes valientemente se opusieron a esa acción figuraron nombres de peso, como Humphrey Bogart, Gregory Peck, Katharine Hepburn, Burt Lancaster, Gene Kelly, John Huston, Orson Welles, Frank Sinatra y precisamente Kirk Douglas.
La actividad del actor y productor recientemente desaparecido contra la censura es señalada por muchos actores y productores contemporáneos como la razón por la que su trabajo nunca fue premiado. Estuvo nominado tres veces, en 1949, 1952, y 1956, pero recién en 1996 la Academia le otorgó un tardío y merecido Oscar honorífico.
Dalton Trumbo, uno de los integrantes de “Los Diez de Hollywood”, fue un escritor excelente (su libro más conocido es Johnny tomó su fusil) y un guionista genial, que en la década del 40 ya era uno de los mejor pagos de la industria del cine. Su trabajo estuvo nominado al Oscar al Mejor Guión adaptado por Kitty Foles (1940) y también escribió exitosos libros como Treinta Segundos sobre Tokio (1944) y Our Vines Have Tender Grapes (1945). Una de sus últimas y más conocidas creaciones como guionista fue Papillon (1973). Hace un par de años se estrenó Trumbo
Casado con Cleo Beth Fincher, con quien crió tres hijos (Christopher, Melissa y Nikola) Trumbo escribió más de 40 guiones en los cuales siempre expresó su opinión antibelicista. También en sus novelas, como la célebre Johnny tomó su fusil (luego llevada al cine) y la inconclusa La Noche de Uro. Era miembro de la coalición antifascista del Frente Popular de comunistas y liberales formada a fines de la década de 1930, en tiempos de Franco en España. En 1943 se afilió al Partido Comunista Estadounidense (CPUSA).
Gozaba una primavera creativa y económica cuando apareció el macartismo y comenzó a ser perseguido y censurado. Fue acusado por el Comité de Actividades Antiestadounidenses, un organismo de la Cámara de Representantes encargado de vigilar la “peligrosa influencia comunista” en Hollywood durante la Guerra Fría. Trumbo prefirió la fidelidad a sus principios y por eso fue interrogado, se negó a declarar, y fue encarcelado durante 11 meses.
Muchos de los autores prohibidos empezaron a usar seudónimos o buscar sustitutos que no estuvieran prohibidos para que firmaran sus obras y poder burlar a la censura. Las listas negras nunca lograron que talentosos guionistas dejaran de escribir. Pero muchas veces sí trajeron como consecuencia que bajaran los costos y la calidad de los libros que llegaban a los sets de filmación.
Exiliado en México, Trumbo escribió aproximadamente treinta libros para la pantalla grande bajo seudónimos y usando testaferros que le transferían el dinero por su trabajo. Para muchos especialistas de Hollywood, sus mejores obras. En este período se incluyen el clásico del cine negro El demonio de las armas (1950), coescrito bajo el seudónimo de Millard Kaufman, La princesa que quería vivir o Vacaciones en Roma (1953), ganador del Oscar al Mejor Guión (firmado por el “prestanombre” Ian McLellan Hunter), y El proceso de Billy Mitchell (1955).
Trumbo pasaba largas horas del día dentro de una bañadera, escribiendo con su máquina apoyada sobre una tabla, y con un loro que le había regalado Kirk Douglas posado sobre su hombro. Fumaba seis atados de cigarrillos por día. Eso sí, con una elegante boquilla.
Durante la prohibición, y ya de regreso en Estados Unidos, las finanzas de Trumbo comenzaron a flaquear por falta de trabajo. Kirk Douglas fue uno de los artistas que se solidarizó con él y le dio trabajo a escondidas. Douglas lo visitaba regularmente e hizo muchas gestiones para que sus obras llegaran a las productoras y los estudios de filmación. Aquellas encuentros y negociaciones quedaron reflejados en el film biográfico Trumbo (2015) dirigido por Jay Roach y protagonizada por un gran elenco, con Bryan Cranston en el papel del gran escritor y con la presencia de John Goodman y de Helen Mirren.
En aquellos días de listas negras ya había ganado el Oscar al Mejor Guión por La princesa que quería vivir, protagonizada por Audrey Hepburn y Gregory Peck sin que la Academia supiera que había premiado en realidad a un artista prohibido. Y en 1956 el autor de El Bravo, un tal Robert Rich, recibió el mismo premio. Pero durante la ceremonia de entrega subió a recibir la estatuilla Jesse Lasky Jr. de la Screen Writers Guild (Sindicato de Guionistas de Estados Unidos).
La ausencia del desconocido escritor despertó conjeturas y rumores, y cuando la prensa amarilla de Hollywood descubrió que detrás de ese nombre había un joven veinteañero, sobrino de un conocido productor, y sin ningún antecedente en la profesión, comenzaron a crecer las sospechas de que detrás de esa firma estaba el talento del genial Trumbo. Y también de que una de las personas involucradas en la maniobra era Kirk Douglas, como luego se comprobaría.
Debilitada la caza de brujas, Douglas contrató abiertamente a Trumbo para escribir el libro de Spartacus (1960) y convenció a los productores de poner su nombre en los créditos. El macartismo ya había perdido poder y las condiciones estaban dadas para desafiar a la censura a cara descubierta. Douglas estaba dispuesto a hacerlo.
Trumbo enfermó de cáncer de pulmón en 1973. Dos años después, el presidente de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas Walter Mirisch, uno de los impulsores de las listas negras, le entregó personalmente un tardío Oscar por su guión de El Bravo (1956), y de esa manera la Academia lo reconoció como su creador. Dieciocho años después, la Academia le otorgaría un Oscar póstumo por La princesa que quería vivir (1953). Tarde: había muerto en 1976.
Tardíos pero merecidos premios para uno de los mejores autores que tuvo Hollywood, por dos obras de arte que, de no haber sido por gente valiente y temperamental como Kirk Douglas, no hubieran llegado nunca al cine para ser apreciadas por los ojos de millones de personas de todo el mundo.
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