Cómo ha pasado el tiempo desde que era preponderante un humor amable, correcto, un humor blanco para toda la familia. Siglos parecieran haber pasado. Esto no quiere decir que tal humor haya desaparecido, claro. Y muchas veces con gran efectividad. Sin embargo, es cierto que los comediantes, desde Sarah Silverman a Ricky Gervais, pasando por ese enjambre llamado The Saturday Night Live Show (hervidero de talentos desde los años setenta), hoy los grandes humoristas hacen gala de de un humor negro como el azabache. Y con una serie de creaciones que, a veces, no sólo incomodan sino que producen sensaciones físicas de virulencia contra los personajes. Tal es el caso de Larry David, regresado a las pantallas para la temporada 10 de Curb your enthusiasm, que literalmente significa: “Modera tu entusiasmo” pero que en español rioplatense podría traducirse como “Bajá dos cambios”. Un pedido sin sentido al actor.
Larry David -que interpreta a Larry David, quien se rodea de Ted Danson interpretando a Ted Danson, el comediante Richard Lewis que interpreta a Richard Lewis, y así todos- no parece tener intenciones de moderar nada, sino todo lo contrario, para felicidad (e incomodidad) de los espectadores. La serie se emite los domingos a la medianoche en HBO y puede ser vista mediante la aplicación HBO GO.
Pero vayamos un poquito para atrás. Es decir, unas décadas para atrás.
Larry David es un licenciado en historia. Así como lee el espectador. Fue en la Universidad de Maryland donde se dio cuenta de que podía apelar al stand up y hacer reír a sus compañeros tan sólo siendo él mismo. Sin embargo David, hijo de una familia judía del Brooklyn, no se decidía a dedicarse profesionalmente al oficio de hacer reír y trabajaba de todo: incluso de conductor de limusinas. Hasta que dio el gran paso y se postuló como guionista para la cadena televisiva ABC y luego al Saturday Night Live Show, y fue aceptado. Pero nunca le daban espacio. Finalmente, pudo hacer pasar un sketch en la última franja horaria del show en 1985, que se emitió cerca de la una de la madrugada, cuando reina Morfeo en la noche de los espectadores televisivos neoyorquinos. Con gran ímpetu, renunció. Algo debe haber ocurrido en la cabeza neurótica de David durante dos días, cuando regresó al trabajo como si nada de nada hubiera ocurrido. Algo que bien podría formar parte de algún capítulo de sus series. Bien: no le aceptaron la ocurrencia.
Sigamos con el rewind. Larry David conoció a Jerry Seinfeld. Seinfeld se dedicaba al stand up. Y tenían algo más en común: ambos pertenecían a familias que les brindaron la clave del humor judío. Se hicieron amigos mientras Seinfeld se convertía, primero, en parte recurrente del show de Jimmy Carson y luego del show de la medianoche de David Letterman. En 1987 comenzaron a planificar un crimen de lesa anti-televisividad: un show sobre nada. Es decir, una serie que tuviera como protagonista a Seinfeld, llamado Jerry Seinfeld, y que reuniera a tres amigos: George Constanza (protagonizado por Jason Alexander y basado en el propio Larry David); Elaine Benes (Julia Louis-Dreyfus), una ex novia de Jerry, y Kramer (Michael Richards), el vecino que vive frente a su departamento, dueño de una excentricidad de todo orden, y basado en un amigo de David. La serie fue aceptada por la NBC en 1989, un año que cambió tantas vidas. ¿Una serie “sobre nada”? Así es, sobre nada. Sobre la vida cotidiana de cuatro treintañeros misántropos en Nueva York.
Recordemos ejemplos. “El restaurant chino”: se trata de George y Elaine esperando a sus amigos en el hall de una casa de comidas oriental. Media hora de nada más, pero llena de pasos de comedia.
“El concurso” se produce cuando apuestan quién será el primero en abandonar un celibato de masturbación. Ese capítulo les significó ganar un Emmy y la masiva revista TV Guide lo consagró como el mejor capítulo de serie de todos los tiempos.
La irónica visión del mundo, que bien podría llamarse “deconstructiva”, por parte de Elaine y Seinfeld, como en “El auto de alquiler”.
O la desidealización de las relaciones con las personas de la tercera edad, que nunca muestran algunos costados que sí ofrece la vida real. Como cuando el comediante se inscribe en una agencia de voluntarios con personas mayores en “Seinfeld y el anciano”.
Las desventuras -o más bien imposibilidades amorosas- de George Constanza expresadas en “El mensaje telefónico” o el capítulo “Festivus” se basa en la particular “Navidad” celebrada por la familia de George, inventada por su padre.
O los personajes secundarios como el antagonista y enemigo de Seinfeld, su vecino de departamento Newman, un cartero vago y resentido y un prodigio de personaje de la serie.
El final de la serie se vio en vivo en 1998 en simultáneo en todo el mundo, incluso en la Argentina, donde era emitida por Sony. Se trataba del juicio que les realizaban a los cuatro amigos por arruinar la vida de tantos y tantos personajes, que testificaban desde el sector del público el proceso -con resultados predecibles. Seinfeld marcó el humor de los noventa, se convirtió en objeto de culto y transformó en personajes inimitables a Seinfeld, al neurótico por excelencia e irresponsable consuetudinario George Constanza, a la inteligentísima y malísima Elaine Benes y al inclasificable Kramer en íconos pop de aquella contemporaneidad. Actualmente Amazon y Hulu tienen los derechos de emisión. Fue una serie increíble.
Volvamos al presente. Para el fin de la serie, Larry David había embolsado quinientos millones de dólares que, con los derechos de reemisión, se elevaron a 900 millones. Libre de todo compromiso moral, ideó Curb your enthusiasm que lo muestra casado con Cheryl, retirado y sin intenciones de trabajar a la vista, y siendo más Larry David que nunca. Así, con intervalos, esta serie abarcó estas dos décadas y el capítulo final de la novena temporada mostraba cómo se burlaba del Parkinson de Michael J. Fox, claro que con la participación del protagonista de Volver al futuro.
Mientras tanto, Larry David volvió al Saturday Night Live, donde realiza una imitación del candidato demócrata socialista Bernie Sanders, que desde la voz hasta los movimientos hacen su performance imbatible. Tanto parecido llevó a que unos profesionales realizaran una investigación genealógica que mostró una alta probabilidad de que ambos fueran parientes. Tanto va la vida al arte que al final termina pareciéndosele.
Esta temporada de Curb Your Enthusiasm está más recargada que nunca, y poniendo humor sobre aquello con lo que no se debe bromear. Jeff Garlin, el amigo de Larry, tiene un notable parecido con Harvey Weinstein lo cual produce insultos en las recepciones de Bel Air. Y un Larry David sin superyó se limpia los anteojos con una extensión del vestido de una chica, con resultados impredecibles. Mientras, lleva adelante una guerra con una casa de café que se lo sirvió no muy caliente. Y así. Para mantener la narración espontánea, la serie se graba sin guión y los miembros del reparto reciben esquemas de escenas e improvisan sus líneas. Todo muy Larry David, que regresa para seguir haciendo de la vida un conjunto de decepciones, males y misantropía, de odio al mundo tal como lo conocemos.
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