Cuando Benjamin Appl canta no concibe la quietud. Un violín, un piano, un contrabajo o un violoncello anuncia el inicio de la canción y enseguida su voz se sube al festival de tonos. Primero arquea las cejas, luego cierra los ojos, su mirada se apoya en algún punto fijo en el aire —siempre está moviendo las manos con cierta delicadeza—, su pera se retrasa unos centímetros y su boca expulsa el sonido de una voz que parece bajar del cielo como un rayo furioso. Verlo y escucharlo cantar es una experiencia que se parece al conjuro. Como si la música se metiera dentro suyo y su cuerpo se contorsionara al ritmo de los graves y agudos que van y vienen por toda la sala.
Benjamin Appl es barítono, es alemán, tiene 38 años y el género que hace se llama lied, una expresión mínima dentro de la música clásica donde el protagonismo lo tiene la voz. Ahora, ya no en el escenario rodeado de instrumentistas sino en el llano piso de una fábrica de muebles, Benjamin Appl grita “¡Ruhe!” y se entra a reír. Uno de los técnicos pidió silencio para poder filmar esta entrevista y él, al preguntarle a su traductor qué era lo que pedía, hizo lo mismo, pero en alemán. “¡Ruhe!”, vuelve a gritar con mucha seriedad e inmediatamente se vuelve a reír. Los que estaban hablando y haciendo ruido no entienden nada, pero enseguida se callan.
Sobre la calle Freire, en el barrio porteño de Coghlan, hay una casona con un gran portón verde de rejas. Es una fábrica de muebles que funciona desde el año 1925 y en su enorme patio lleno de árboles, hoy, un caluroso jueves de enero, se estuvo rodando parte del documental que Film & Arts estrenará en mayo. El protagonista es Benjamin Appl. “Es mi primera vez en América Latina. Vine acá porque me hablaron de un proyecto muy interesante mitad actuado, mitad documental. Eso me llamaba mucho la atención, pero también, como músico, me interesaba mucho venir a conocer el tango”, le dice a Infobae Cultura mientras su intérprete traduce del alemán al castellano.
¿Quién es Benjamin Appl? Nacido en Ratisbona en 1982, se formó como corista en el Regensburger Domspatzen y continuó en la Hochschule für Musik und Theater de Munich para finalmente irse a Londres, donde reside desde hace diez años, a estudiar en la Guildhall School of Music & Drama. Uno de sus maestros fue el director de orquesta y musicólogo Dietrich Fischer-Dieskau, fallecido en 2012. El género que Appl hace, el lied alemán, es una canción lírica breve que se compone para que la voz solista —que recita un poema— sea la protagonista. “Me puedo imaginar que debe ser muy desconocido para la gente de aquí, de Argentina, el género que hago”, comienza diciendo.
“El lied alemán es música que nace a fines del siglo XIX y que se tocaba en salones chiquitos y espacios pequeños con poco público, y que se centra en mezclar poesías de poetas muy conocidos como Goethe y Schiller con compositores también conocidos como Schubert. Las dos cosas están al mismo nivel dentro del lied y eso es algo que me encanta. Y también por eso tiene una relación con el tango, lo cual me dio ganas de venir a conocerlo”, dice y recuerda cómo este género “tuvo un renacimiento en los años cuarenta”. Su deseo es resignificarlo o, en sus propias palabras, “volver a hacerlo conocido, que lo escuche más gente, popularizarlo”.
“Mi historia era muy distinta hace un par de años”, confiesa. No siempre fue la música la llama que guió sus días. En algún momento creyó que las ciencias económicas eran lo suyo, algo bastante ajeno al mundo del arte. “Trabajaba en un banco y estudiaba Economía, pero me di cuenta que cuando iba a lecturas y clases de los profesores, éramos 500 alumnos trabajando todos con la misma información y ninguno estaba trabajando en sí mismo. Yo sentía que me faltaba algo. Ahora que estoy estudiando música y trabajando en mí mismo me siento mucho más liberado”, dice mientras frunce el ceño, buscando una reflexión honesta.
No está de traje como en sus presentaciones, sino todo lo contrario: pura informalidad. Sin embargo no pierde la elegancia. Se lo ve cómodo dentro de esa camisa floreada. Continúa hablando. “La música me sirve para reflexionar sobre mí mismo, conocerme mejor, mejorarme como persona. Tengo mucha suerte de poder trabajar de esto y que mi vida se haya dado de esta manera. Esto implica tener una mentalidad abierta, no quedarme estancado en una idea fija sino ir evolucionando”, dice y subraya que ese giro copernicano en el rumbo de su vida fue una decisión difícil. De algún modo, ese giro incluyó mucha introspección.
Cuando se decidió por la música, viajó a Londres. "Originalmente iba a ser sólo un año, pero me enamoré de la gente, que es muy cálida. Y además hay mucha diversidad”, cuenta. Hace diez años que vive en la capital inglesa. “Desde el aspecto musical también me gusta mucho porque creo que Londres sirve como puente entre la música europea y la música estadounidense”, agrega. Puentes, eso es lo que busca en su oficio: tejer puentes culturales. “Para mí es muy interesante el hecho de viajar y conocer países. Hace poco toqué en Vietnam y todo el público tenía menos de 25 años, a diferencia de cuando suelo tocar en Alemania, que la gente es más grande. Las reacciones son muy distintas”.
“Lo que noto es que en el lied alemán, como la relación con el público es muy directa y no hay barreras, me voy guiando a partir de las reacciones: dependiendo cómo es el público y cómo son sus reacciones va variando la presentación y el show”, completa quien tuvo que viajar mucho para poder obtener los premios BBC New Generation Artist, el ECHO Rising Star Artist (temporada 2015/16) y el Gramophone Young Artist of the Year Award 2016, y convertirse en artista exclusivo de Sony Classical en mayo de ese mismo año. Cuando el reconocimiento finalmente llegó, Benjamin Appl se dedicó a explorar aún más el género y relacionarse con otros. Por ejemplo, el tango. Por eso este documental.
¿Y qué es el arte para este barítono alemán? “Recuerdo que hubo un momento en que se estuvo debatiendo, tras el caso hipotético de la extinción humana, qué enviaríamos nosotros al espacio para que los extraterrestres nos conozcan. Muchos dijeron que podría ser pan, pero finalmente fue La flauta mágica de Mozart. Eso tiene mucho peso, mucho valor. Donde terminan las palabras para la expresión, empieza la música. A partir de ahí uno puede expresar cosas que de otra forma no podría. Siento personalmente que la música es la manera para entendernos, para respetarnos y sirve mucho para construir identidades individuales y personales, pero también colectivas”, concluye.
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