Desde Park City, Utah. Los primeros días de la edición 2020 de Sundance transcurren en el opulento paisaje -naturaleza + mansiones y autos de lujo- de esta villa de esquí que ostenta todavía orgullosa en sus cercanías el Parque Olímpico de los Juegos de Invierno de 2002. En estos días de enero, pleno invierno en el hemisferio norte, la temperatura casi nunca supera los 2 ó 3° y la nieve cae suavemente casi todo el tiempo. El sol apenas se deja ver entre un manojo de nubes. En este contexto, hay una constelación de estrellas en circulación por estas calles y caminos de montaña: el artista chino Al Weiwei -cuyo documental Vivos sobre los estudiantes mexicanos desaparecidos, “los 43 de Ayotzinapa” golpea duro-, la estrella pop Taylor Swift, quien asistió al estreno mundial de su documental Miss Americana, el icónico -un poster en vida- Robert Redford, que inauguró orgulloso una nueva edición de su criatura convertida en marca de calidad cinematográfica, y celebridades de Hollywood como Julianne Moore, Ethan Hawke, Will Ferrell y Angelina Jolie, que llegaron para acompañar sus estrenos.
Al ritmo de los smartphones omnipresentes -no hay ser humano que no circule con uno en mano- para los imprescindibles posteos en redes sociales, y las selfies a toda hora y en cualquier lugar, grandes empresas del mercado global del entretenimiento y las comunicaciones están aquí con sus arsenales de marketing. La coqueta Main Street, calle principal del pueblo convertida por dos semanas en centro del universo cinéfilo, además de cantidad y calidad de bares, restaurantes y tiendas de lujo, está copada por cuarteles generales de Netflix, Sundance TV, Warner, HBO, AT & T, Amazon, Hulu, IMDb, IndieWire, Variety, los Times (Los Angeles y New York) y el Wall Street Journal entre otras, cada una con su agenda de actividades paralelas, acciones promocionales y coloridos kits de merchandising. Para que nada falte por aquí, hay tres obras de Banksy a lo largo de esta vía principal o mejor dicho en sus márgenes: el caminante desprevenido de cualquier dato al respecto, de repente puede encontrarse, en tres esquinas de otros tantos callejones perpendiculares, con instantáneas street art del misterioso artista británico. Cuadro completo.
Park City fue pueblo de montaña y minería, y ahora luce reconvertido en centro top de esquí y cine independiente. Su geografía es tan bella como caprichosa, es decir, ningún trazado medianamente “urbano” responde a cuadrícula alguna. Y las salas donde se pueden ver más de un centenar de películas y documentales no están cerca unas de otras. Allí entra en acción un pequeño pero bien moldeado sistema de transporte gratuito que vincula cada punto de exhibición con líneas de recorrido habitual para todo el año, y un refuerzo de buses que, a la manera de una línea circular, realizan el recorrido del cine. Y si casi nadie camina salvo por Main Street y Park Avenue, no hay problema. Siempre hay un shuttle disponible y un ejército de voluntarios y voluntarias que, en cada parada, informan cuál línea tomar, cuánto falta para que llegue y dónde se detendrá el transporte indicado.
Días de cine
La noche del jueves, primer día pleno de películas, tenía como gran atractivo el estreno mundial del documental Miss Americana, sobre vida y obra de la cantante y compositora Taylor Swift. Una ex niña prodigio que hoy, a los 30 años, lleva recorrido un largo camino: fue amada por toda la nación a partir de su historia de talento precoz y de “Cenicienta” de la música -la imagen de su llegada en carroza a una entrega de premios MTV, que aparece en la película, es reveladora al respecto- pero después, pasaron cosas a medida que su fama crecía y la maquinaria mediática devoraba todo. Un día el excéntrico rapero Kanye West le copó el escenario cuando recibía un premio y más tarde la insultó con el coro de un estadio lleno; todas sus relaciones amorosas fueron material de tapa, su silueta y vestidos, motivos de comentarios y debate y, más acá en el tiempo, decidió enfrentar a una candidata republicana a senadora de su estado, Tennessee. Fue la chica de la puerta de al lado, pero hace rato dejó de serlo.
El documental dirigido por Lana Wilson, prestigiosa realizadora de una nueva generación indie, que Netflix estrenará el próximo viernes 31 se asoma al siempre apetecible mundo interior de una estrella. Con la salvedad de que se trata de una obra audiovisual “autorizada”: es decir, el artista aprueba que la cámara esté presente cuando ella así lo considere y seguramente, al momento de la edición, tiene la última palabra para el corte final. Centrada en el proceso de composición y grabación de su último disco “Lover”, la película se nutre de material de archivo casero -sus primeras grabaciones de video cuando era apenas una pre-adolescente por ejemplo-, una frondosa recopilación de imágenes extraídas de los medios y, he ahí uno de sus méritos, ofrece chispazos de espontaneidad que eluden cualquier control de management. En esos momentos, y en su firme postura de valoración del poder femenino, está el encanto de este retrato de una de las mujeres más poderosas de la industria del entretenimiento global.
Tantas películas, tan poco tiempo
En la marea de películas cuyas primeras funciones se concretan a las 8.30 de la mañana y las últimas se aventuran hasta después de medianoche, decidir un itinerario entre tamaña oferta resulta un desafío y una aventura de resultados imprevisibles. Pero siempre excitante. Entonces, bien temprano en una de estas mañanas, en la coqueta sala Egyptian Theatre de Main Street, el asombro sobreviene a una película noruega titulada The Painter and the Thief, una pequeña obra maestra que nunca deja en claro los límites entre ficción y realidad y a la que adjetivos como “tierna” o “inquietante” le caben bien por igual. La historia es ésta: dos obras de la artista checa radicada en Oslo Barbora Kysilkova son robadas de una sala de arte; los ladrones son detenidos, hay un juicio y, en plena corte, la muchacha inquiere al ladrón sobre el destino de sus pinturas. El hombre le dice que no se acuerda de nada porque estaba muy drogado. Ella siente algo especial y le pide si puede retratarlo, él acepta. Entre ellos nace una relación que bordea la amistad y se nutre del deseo durante años.
Todo está contado con el tono despojado de sensiblería, abunda el sarcasmo y la cámara, al estilo Dogma bien escandinavo, se pasea por la intimidad de la artista en su taller y del ladrón en su celda -un monoambiente limpio y sobrio que no parece lo que es- como si no hubiera formalidades de filmación ni encuadres. Y en cada encuentro entre ellos, antes y después de un accidente que a él casi se lo lleva para siempre, emerge una calidez siempre inesperada. Los protagonistas, que no son actores, abordan la historia con una sorprendente naturalidad y destreza. Todo mérito del joven director noruego Benjamin Ree, quien presentó la película y se permitió bromear sobre la grandilocuencia vacía del cine independiente que no le gusta nada al portero de su edifico. Al final de la proyección y con una merecida ovación apareció Barbora, la artista plástica. El ladrón, dijeron entre sonrisas ambos, “no pudo entrar a los Estados Unidos por sus antecedentes penales”.
Un día cualquiera del festival puede seguir, mientras cae nieve y los esquiadores suben al mismo bus que los cinéfilos y todos miran sus teléfonos para buscar un dato de pistas o funciones, con otra pequeña obra maestra vinculada al cine-arte y al documental testimonial. Eso es BLKNWS del artista visual afroamericano Kahlil Joseph, que pasó en residencia como instalación audiovisual por la Bienal de Venecia y la Universidad de Stanford : un viaje por la historia de la cultura negra en los Estados Unidos capaz de combinar, en 47 minutos de montaje de imágenes de publicidades, recitales, redes sociales, películas y pequeños sketchs que semejan al formato de una cadena de noticias, siglos de sangre, dolor, alegría y talento para las artes. Alice Coltrane, Malcom X, Michelle Obama, Miles Davis, la política demócrata del momento Nina Turner -compañera de ruta de Bernie Sanders-, Aaron Pryor, los esclavos arrojados a los tiburones, los pibes que rapean, las chicas que bailan y cientos de pequeños fragmentos audiovisuales generan un mixtape cultural sin precedentes. Un proyecto artístico en constante construcción, capaz de contar otra historia.
Lejos de la ensoñación de una cultura fascinante, el viaje continúa por la tarde en otro contexto y con otras expectativas. El estreno mundial de, The Dissident, dirigido por Bryan Fogel -ganador del Oscar por Ícaro en 2017- generó largas filas para ingresar, la presencia de cadenas de televisión árabes en la puerta de ingreso y un esquema de seguridad especial con perros de la brigada antiexplosivos dando vueltas por ahí. No es para menos: el documental trata sobre el escalofriante caso del asesinato de Jamal Khashoggi, el periodista y activista árabe que ingresó vivo el 2 de octubre de 2018 al consulado de Arabia Saudita en Estambul y que, según esclareció una investigación policial multinacional, fue cortado en pedazos dentro de la delegación diplomática y sacado en varios bolsos con destino desconocido.
En dos horas a ritmo de thriller, con variados chiches de posproducción, testimonios de los protagonistas centrales y cierta épica de la libertad que a veces empalaga, Fogel cuenta todo paso a paso. Y apunta directamente hacia la figura del príncipe saudita Mohammed bin Salman como el autor intelectual de tan extraordinario crimen, que asombra en pleno siglo XXI. Un asesinato que vincula negocios multimillonarios, culturas ancestrales, batallones de trolls en lucha por el control de un primer puesto en trending topic y el mentado software Pegasus como elemento de control, espionaje y chantaje internacional. El clásico remate de una obra de este tipo, con los textos aclaratorios de “cómo siguió esta historia”, pone claro sobre oscuro para entender por qué ni las Naciones Unidas ni Estados Unidos condenaron el crimen, por qué Turquía tardó en asumir la investigación y qué tienen que ver con este episodios Donald Trump, el presidente de los Estados Unidos jaqueado por el juicio de impeachment que lleva adelante el Senado estas semanas, y Jeff Bezos, el dueño del imperio Amazon y uno de los cinco hombres más ricos del mundo.
*Todos los contenidos aquí reseñados podrán verse próximamente en la señal Sundance TV. Disponible en Argentina, Chile, Colombia y Perú a través de DirecTV. Además, a través de SuperCanal (Argentina), Mundo Pacífico (Chile), Claro (Colombia) y Axtel, Izzi, Megacable (México).
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