Mucho interés despertó en el mundo del streaming la serie The morning show, de la plataforma AppleTV+, que recientemente culminó su primera temporada: basada en un caso real, cuenta la historia del despido de un famoso conductor televisivo a partir de haber sido denunciado por abusos sexuales. La situación genera un terremoto social, de audiencia, económico y una desesperación en los diversos estamentos del canal de TV. ¿Cómo puede ser que un señor simpático, gentil, alguien que cada día acercó las noticias a millones de hogares haya cometido delitos sexuales?
La serie comienza cuando una madrugada, algunas horas antes del inicio de la emisión televisiva, Alex Levy (Jennifer Aniston) se entera que su co-conductor Mitch Kessler (Steve Carell) fue despedido. Es entonces cuando los dueños del canal, el productor ejecutivo del programa y la propia conductora tienen que tratar de explicar cómo fue que un ciclo conservador, serio y familiar tuvo al frente a semejante sujeto. La trama (incluso la escena en la cual Aniston se dirige al país dando explicaciones) parece calcada del caso Matt Lauer, un periodista que fue despedido de la cadena estadounidense NBC en 2017 por denuncias de delitos sexuales. Algunas frases del comunicado de la NBC en 2017 (“Vamos a salir adelante juntos”) resuenan en el guión de esta serie, creada por Jay Carson y Kerry Ehrin, en ese eterno diálogo entre la realidad y la ficción.
Entonces, Alex Levy (Aniston) pasa a ser la protagonista absoluta de un programa en crisis. La viralización de una discusión de Bradley, una cronista de exteriores (Reese Witherspoon) con un manifestante hace que sea convocada por The morning show. Una entrevista que Alex hace a Bradley deviene en que ocupe la silla del desplazado Mitch, y sean dos mujeres las que compitan -por estilos diversos y por la intencionalidad impuesta por la cúpula- por destacarse en el programa más visto de su horario.
Más adelante, y después de enfocarse en el funcionamiento mediático y en la guerra de egos, la serie revela (en su octavo capítulo) un flashback que deja de lado la tibieza y la liviandad que parece haber sostenido con anterioridad: cómo sucedieron los hechos, cómo actuó Mitch en realidad. Ese hombre celebrado, puesto en el pedestal por la industria y el público, ése a quien homenajean en su cumpleaños con una inmensa fiesta, es también el responsable de un crímen sexual.
El MeToo y el caso que inspiró la serie
Aniston y Witherspoon son también productoras ejecutivas de esta serie que difícilmente podría existir sin que se hubiera conformado el movimiento MeToo: desde 2006, diferentes mujeres empezaron a revelar un conjunto de abusos y acosos sexuales perpetrados por el encumbrado productor hollywoodense Harvey Weinstein. The Weinstein Company produjo importantes films dirigidos por Quentin Tarantino, Michael Moore, Tim Burton o Paul Thomas Anderson, y su comportamiento fue padecido hasta por Uma Thurman, entre muchas trabajadoras del séptimo arte. Fue el puntapié inicial de un conjunto de revelaciones y manifestaciones públicas que excedían a Hollywood. Weinstein aparece en The morning show como una noticia: es así como la serie termina de dejar en claro su punto de partida.
Aunque no explicitado, el caso Matt Lauer es inseparable de la historia que cuenta The morning show: en 2017, fue despedido de la NBC por “comportamiento sexual inapropiado en el lugar de trabajo”. El momento en el cual sus compañeras de trabajo leen el comunicado de la cadena de noticias es, curiosamente, muy parecido a la escena en que Alex (Aniston) lee con gran inquietud el teleprompter para enfrentar la situación de Mitch (Carell). En octubre de este año, un mes antes del debut de The morning show, Brooke Nevils, la denunciante real de Matt Lauer, dio a conocer en un libro que había sido violada por él, y que esa situación “descarriló su vida”; el periodista negó haber agredido a nadie ni haberla forzado a tener relaciones sexuales.
Un retrato del universo televisivo
El devenir del caso de Mitch (Carell) es apenas uno de los ejes de The morning show. Más cerca de Los exitosos Pells que de Inoncebible -la impactante serie sobre la revictimización de una niña abusada sexualmente-, incluso menos atrapante que The newsroom, esta producción se sostiene al principio por su elenco de primer nivel: Aniston, muy lejos de su Rachel de Friends, construye a una periodista entre diva y depresiva, competitiva y decidida que -como en el caso real en el que se inspira la serie- no comprende cómo no registró a quien trabajó durante veinte años a su lado. Steve Carell tiene escenas sumamente interesantes en las que interpela a sus ex compañeros de trabajos poniendo sobre la mesa una gran pregunta: quién, que no sea un juez, puede sentenciar a otro, quién puede condenar al prójimo desde su mera opinión. El personaje de Witherspoon es el que plantea los dilemas de la televisión y el periodismo: la ruptura de los guiones, la espontaneidad, la desfachatez, la crisis en la cual se encuentra una industria que parece no innovar ni arriesgar, cómoda en su (aparente) decadencia, pero tenaz en sus estructuras aparentemente fracasadas.
Los personajes de Billy Crudup (un directivo sin escrúpulos) y Mark Duplass (el sufriente productor ejecutivo del programa) le agregan complejidad a una trama atractiva en el retrato de los egos, las estrategias, el detrás de escena y la ficción que en definitiva es la televisión e incluso, a veces, el periodismo. Pero son las escenas en las cuales aparece el comportamiento impune y criminal de Mitch en las cuales The morning show rompe cierto costumbrismo y retrato del mundo televisivo para narrar un conflicto menos condescendiente con un público que sólo quiere divertirse.
Reese Witherspoon encabezó y produjo en los últimos años Big Little Lies, una mini serie de excelencia -sobre todo en su primera temporada- que profundiza en diferentes situaciones de violencia de género de manera impactante. The morning show procura hablar del tema de una manera por momentos casi lateral. La serie, a diferencia de Inconcebible (disponible en Netflix), no da preeminencia al delito sexual y al sufrimiento de las víctimas sino a la bastante hipócrita actitud de las empresas y las personas que sólo quieren quedar bien paradas. Una pantalla construida detrás de la pantalla ante la cual todos sonríen hasta que salen del aire.
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