Desde el presente, el futuro siempre se ve lejano. Sin embargo, siempre hay elementos que funcionan como puentes. Hoy sabemos —lo sospechamos— que en la Inteligencia Artificial está una de las claves del devenir histórico. ¿Pero a principios del siglo XX?
Isaac Asimov nació hace exactamente cien años. Fue el 2 de enero de 1920 en Petróvichi, un pequeñísimo pueblo de la Rusia europea, a 400 kilómetros de Moscú y a 16 de la frontera con Bielorrusia. En ese momento, por supuesto, el mundo era otro: en 1929 Petróvichi formó parte de la República Socialista Federativa Soviética de Rusia, la república más grande, más poblada y económicamente desarrollada de la antigua Unión Soviética.
Antes de que eso ocurra, sus padres, Judah Asimov y Anna Rachel Berman, de origen judeo-ruso, se trasladaron a Nueva York el 11 de enero de 1923, cuando Isaac tenía tres años. Nunca aprendió el idioma natal.
Isaac Asimov es más que un escritor. Digamos que esa categoría le queda demasiado pequeña. ¿Bastará con decir que ganó varios premios Hugo y Nébula, que tuvo catorce doctorados honoris causa por diferentes universidades y que en su honor se nombró al asteroide (5020) Asimov y al cráter Asimov en el planeta Marte? Seguramente no. Por eso, empecemos por el principio.
Si bien la literatura apareció enseguida en su vida, decidió dedicarse a otra cosa. Se crió en Brooklyn leyendo ciencia ficción. Empezó a escribir y publicar relatos en las revistas llamadas pulps a los 19 años. A la par, estudió Bioquímica en la Universidad de Columbia donde se graduó en 1939 obteniendo un posgrado en 1941 y un doctorado en 1948.
Todo esos conocimientos los aplicó a la literatura construyendo mundos imaginarios súper verosímiles. Su obra más famosa es la Saga de la Fundación, también conocida como Trilogía o Ciclo de Trántor, que forma parte de la serie del Imperio Galáctico y que más tarde combinó con su otra gran serie sobre los robots, por ejemplo el volumen de relatos de 1950 titulado Yo, robot. En él se basó la película de 2004 dirigida por Alex Proyas y protagonizada por Will Smith.
Otro caso es El hombre bicentenario de 1976 que 23 años después Chris Columbus dirigió una adaptación cinematográfica de la novela protagonizada por Robin Williams. También trabajó como asesor científico en Star Trek. “Es el programa de ciencia ficción más inteligente que se hace para televisión”, declaró en una convención.
Para Asimov el futuro no era tan lejano. Para visualizarlo se centraba en los elementos del presente que le sugerían una proyección. Y los escribía en sus ficciones. Habló de estaciones espaciales para humanos, de la creciente contaminación del medio ambiente, del problema de la superpoblación, de la necesidad de empezar a trabajar sobre una educación electrónica y de los smartphones como nuevos aparatos para comunicarse.
“Una vez que tengamos conexiones de computadora en cada casa, cada una de ellas conectada a enormes bibliotecas, donde cualquiera pueda hacer cualquier pregunta y obtener respuestas y referencias de algún tema que te tenga interesado desde niño, no importará lo que digan los demás porque es en lo que tú estás interesado”, dijo en una entrevista en el programa El mundo de las ideas en 1988.
“Puedes hacerlo en tu propio cuarto, a tu propia velocidad, a tu propia dirección, a tu propio tiempo. Entonces todo el mundo disfrutará aprender”, dijo también.
Más tarde, en esa misma entrevista, se refirió a la idea de futuro: “Si estamos mirando la historia humana, no podremos ver muy lejos porque la historia humana es algo bastante caótico. Los cambios minúsculos producen a veces enormes resultados, imprevisibles en su dirección. Pero si estamos mirando algo esencialmente simple, como estrellas o galaxias, entonces es posible mirar muy lejos en el futuro”.
Pese a la inminente distopía que narraba en sus libros, era un hombre optimista,. y no por ello menos crítico. Se definía como racionalista y humanista. Era, además, un progresista partidario de los demócratas. Le interesaba puntualmente el futuro, pero hablaba desde su presente, desde el siglo XX, cuando esto que estamos viviendo era impensado; salvo para él.
Murió en circunstancias tristes: en 1983 se le practicó una cirugía cardiovascular para colocarle un triple bypass coronario y se le realizó una transfusión de sangre que resultó estar contaminada con el virus VIH. Esa enfermedad lo llevó a la muerte el 6 de abril de 1992. Su cuerpo fue incinerado. Así lo decidió el propio Asimov.
SIGA LEYENDO