Viviana Rivero: “No importa la época ni el país, el ser humano siempre es igual y sufre las mismas cosas”

La bestseller argentina dialogó con Infobae Cultura sobre su nueva novela, “El alma de las flores”, que fue finalista del Premio Planeta 2019. Además, recordó las dificultades familiares para dedicarse a la literatura y contó cómo un libro de Irene Nemirovsky le cambió la vida, entre otros temas

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Viviana Rivero
Viviana Rivero

Es un martes de diciembre bien temprano y la ciudad de Buenos Aires está que arde. Infobae Cultura se encuentra con Viviana Rivero en un mítico bar de la ciudad que desborda de panes dulces y adornos navideños. En medio de los ruidos de la cafetera, los mozos atareados y gente que entra y sale, nos citamos para conversar sobre su nueva novela El alma de las flores, finalista del Premio Planeta 2019.

La novela cuenta la historia de María Álvarez, una española que, en plena Guerra civil española, decide tomar las riendas de su vida y alejarse de una tumultuosa historia de amor y diferencias ideológicas. Al mismo tiempo, el nieto de María, Rafael viajará en el presente hacia Madrid en búsqueda de un nuevo destino y las raíces de su abuela. Ambas historias se entrelazan con un guiño al realismo mágico: en el jardín de Encarnación, madre de María, las rosas de Provenza y los crisantemos pierden su color, anticipando así los tiempos oscuros que se avecinan.

"El alma de las flores"
"El alma de las flores" (Planeta), de Viviana Rivero

-Viviana, este libro es bastante más largo que los anteriores, pero creo que aquí tuvo que ver con la parte histórica; toda la complejidad de la Guerra civil española.

-Estudié mucho porque, al mandarlo al premio Planeta en España, debía ser bien estricta con todo el tema histórico porque escribía sobre ellos. Siempre investigo mucho pero este tema me exigía más porque no era sobre historia argentina. Así que pasé mucho tiempo estudiando toda clase de libros de una tendencia u otra. Me escribí y entrevisté con muchas personas de España y tuve muchas reuniones también. Aún hoy hay ciertos temas que me costó mucho escribir porque ellos mismos no sabían bien qué había pasado, o recibía versiones opuestas de un mismo evento. Por ejemplo, me costó mucho escribir el escape del personaje principal, María, porque no lograba entender los mecanismos de escape en la guerra civil.

-¿Por qué crees que es eso?

-Yo creo que al haber dos tendencias cuesta mucho encontrar la verdad. Cada uno dice lo suyo y es tremendo. Por ejemplo, una de las historias sobre las que quería escribir nunca llegué a saber a ciencia cierta qué pasó. Uno de los eventos en la novela es la muerte de un personaje, Manolito, y yo había pensado en una historia acerca de una bomba que cayó en una escuela en Getafe y que mató a 60 niños. Se dice que era una alfombra de niños muertos y están las fotos. Cuando empiezo a investigar, está la otra parte que me decía no era verdad, que no murieron, y que esas fotos son de otro lado. Me dieron una cita con el presidente de la UNESCO. Cuando supo qué tema iba a tratar yo, me dijo que estaba enfermo de la columna y nunca me volvió a atender. Fui a Getafe. Caminé por las calles y encontré gente grande con la que hablar y algunos me decían que sí había ocurrido y otros que no, en el mismo pueblo. Lo nombra (Arturo) Barea en su trilogía La forja de un rebelde y también una autora argentina, Diana Fernández Irusta nombra el evento en Todo lo que necesitás saber sobre la Guerra Civil Española. Pude hablar con Fernández Irusta y le pregunté de dónde había sacado la información de los chicos de Getafe porque me estaba costando saber si había sido verdad y me dijo que ella había recopilado datos que le fue contando la gente pero sin documentación. Entonces lo maté de otra manera y hasta cambié de lugar. Lo hice morir en Madrid. Por otro lado, hubo también gente muy dispuesta a hablar. Yo quería escribir sobre los Gil Robles, y pude conectarme con su hijo que es hoy un contador a cargo del colegio de contadores en Madrid. Y cuando le iba a escribir me pidieron que me refiriera a él como “muy señor mío” ya que es miembro de la realeza. Así lo hice y me respondió “muy señora mía”, fue muy gracioso. Él estuvo muy dispuesto y me habló sobre su padre. Me contó detalles de la salida de la familia de Madrid a la casa de Biarritz, de cómo su padre había vuelto a Madrid en un expreso por la noche, y me dio detalles privados y muy interesantes. Siempre investigo mucho pero en este caso me llevó mucho más tiempo.

-Es tan característico del género la investigación histórica.

-Sí, hay mucha gente que lee las novelas porque precisamente les interesa el marco histórico. No son novelas rosas. Son historias de vida que suceden en un momento histórico particular y es ese momento el que determina sus destinos. Tengo mucha devolución de los lectores y es gente a la que le interesa muchísimo la historia y los contextos culturales.

-Sos una escritora consagrada, con muchos seguidores, tus libros son muy vendidos y siempre llegás a las listas de los bestsellers. ¿Qué hace que te presentes anónimamente a un premio?

-Yo pensaba que mi carrera necesitaba un premio. Eso me llevó a presentarme. Vendo mucho. Mi papá era escritor y era un buen escritor. Ganaba premios y sus novelas eran sociales, difíciles. Y él se autoeditaba cada vez que ganaba un premio, porque él no tenía una editorial. Se presentaba, ganaba y publicaba. En mi casa se hablaba mucho de eso y mi madre no quería que ninguno siguiera literatura porque decía que para locos ya estaba nuestro padre. Nos pedía que estudiemos carreras “normales” y seguí abogacía. Se tenía discusiones en la mesa del estilo "si escribís algo muy bueno lo va a leer muy poca gente porque ‘“no todos estaban preparados’”. Si escribías algo que se vende mucho, se debía a que era comercial y no tan bueno. Entonces nadie quería escribir porque pensabas, “si escribo bien no vendo y si vendo es porque es malo”. Y recuerdo que llegó a mis manos la Suite Francesa de Irene Nemirovsky y me cambió la cabeza. Me dije, “esta mujer escribe sencillo, fácil, cuenta historias de amor y te muestra la realidad tremenda y espantosa de la guerra, del dolor”. Y ella fue un referente para mí. Me dije “yo puedo escribir como ella, que cuenta de una manera simple cosas graves” y así empecé. Y cuando empecé a vender bien, mi padre, que ya no está, me decía “Viví, disfrutá porque eso no se da siempre” y él lo sabía bien. Y entonces me dije, “tengo que participar en algo que valide mi carrera, un premio”. Creo que quería demostrar que se puede. Mucha gente cree que una novela histórico-romántica es una novela rosa, entonces esa faja que dice “Finalista Premio Planeta 2019” llama a manos que no la comprarían si no tuviera una faja. Mi agente literario no quería pero yo le pedí que no me cortara las alas, que yo quería volar. Necesitaba el incentivo, creer que podía suceder. Un día sonó el celular y decía “España”. Y me llamó uno de los directivos del grupo y me dijo “nos ha encantado tu novela. Queremos conocerte.” Me fui para allá. Fue como querer soñar. Cuando yo empecé a escribir todos me decían que nadie se hace famoso, y que no iba a poder vivir de eso. Y si yo hubiera hecho caso a eso, hoy no escribiría.

-En El alma de las flores se ahonda en una de las consecuencias de la Guerra civil española, como fue la migración a la Argentina. El protagonista volviendo a la tierra de su abuela, fracasado, le da una unidad al libro muy interesante.

-Yo tengo abuelos españoles, checoslovacos e italianos y siempre se hablaba de lo que pasó cuando vinieron, cuánto sufrieron, cuánto extrañaron. Eso hizo que siempre me preguntara si los que tenemos abuelos traemos eso de que uno nunca está quieto en la misma tierra porque ya fuiste y viniste. Si lo tenemos en la sangre, o si es simplemente que vas a buscar un mejor destino. Entonces, la idea era hablar de eso y contar un poco cómo a veces los seres humanos nos creemos dueños de la tierra.Y fijate cómo nuestros abuelos se vinieron para Argentina y sus nietos viajan para allá y así. El mundo no es seguro y es cambiante y de eso hablo en el libro, de que los hombres enferman la tierra. Y los que tienen la tierra sana tienen que ser generosos para recibir porque nunca se sabe cuándo vamos a tener que irnos para otro lado.

-Y ahí entra precisamente el título de la novela, cuando hablás del alma de las flores. Hay algo del realismo mágico en ese jardín que habla, en esas plantas que se expresan con sus colores.

-Soy una convencida de que estamos mucho más comunicados de lo que creemos con el mundo natural. La naturaleza sabe curarse. Nosotros cuando enfermamos no sabemos curarnos. Cuando nos sumergimos en la naturaleza el cuerpo se contagia y se acomoda a la naturaleza. Entonces pienso que el mundo vivo tiene que empezar a dolerse cuando pasa algo así como una guerra. Yo quería contar que las flores del jardín sabían desde antes lo que iba a pasar. María en un momento mira su jardín y es todo blanco y negro. No queda ni un color. Es un poco el color de la guerra, todo negro, blanco y gris y lleno del polvo que provocan las bombas. Y una rosa que va creciendo a pesar de todo donde la dejan, esa era también la intención de la metáfora del jardín.

-La construcción de la novela está hecha en capítulos paralelos, que van contando dos historias en distintos tiempos, y uno va esperando con ansiedad la siguiente historia. Pero lo interesante es cómo una historia se construye sobre otra y conforma el espíritu del que migra. El personaje de María representa para mí el espíritu de la mujer inmigrante que se levanta a pesar de todo y empieza de nuevo.

-La idea es precisamente esa. Son migraciones en distintos tiempos pero se van comunicando. El personaje actual, Rafael, va descubriendo en su viaje a España la historia de su abuela María. Y lo fui escribiendo así, uno en el presente y uno en el pasado. Y entre los dos tiempos se construye la historia. Resulta una saga familiar. Pero sobre todo me interesaba rescatar eso de que no importa la época, el ser humano siempre es igual, siempre sufre las mismas cosas. No importa el país. Siempre hay quien te da una mano, quien te la niega. Hay una balanza que ayuda al equilibrio para poder avanzar y sobrevivir.

-También son historias de resiliencia

-Sí, porque vuelven a reinventarse. Tenía claro cómo iba a terminar la historia de Rafael, el personaje argentino que emigra a España en busca de una mejor vida; pero la de María, su abuela, no tenía claridad. Ella se escapaba y encontré en una escena en la que un fotógrafo le toma una foto y se admira con el brillo de los ojos en María, esa imagen de la esperanza, de la idea de una posibilidad. Siempre pienso que hubiese pasado si mi nonno no hubiese venido de Italia a los 33 años. Si en vez de venir aquí hubiese elegido Australia, que era una posibilidad. Cuál habría sido la historia familiar, porque hay cosas que nos vienen dadas y no podemos escapar de nuestras historias. Sí podemos hacer algo con nuestra propia historia. Es lo que nosotros hacemos con lo que traemos.

-Los personajes femeninos en tu novela están menos rotos.

-Siempre me saben decir que en mis libros las mujeres son fuertes. Por un lado es muy tentador en la novela histórica contar la vida de las pioneras, la que se animó, la que lo hizo posible. Tal vez como María, había muchas otras chicas que no se atrevieron a cambiar y se quedaron con una vida arruinada. Había muchas y una se animó a algo diferente y a ese personaje lo rescatamos en este género. Siempre hubo una primera mujer que operó en un quirófano, la primera mujer que dictó una sentencia, la primera mujer que dio clases en un aula y yo tomo eso. En mi libro Mujeres maestras, por ejemplo, yo hablo de las primeras mujeres que dieron clases en Argentina.

-¿Y por qué los hombres están tan rotos?

-Tal vez porque también es parte del hombre actual. El hombre de antes se me presenta más duro, no se le permitía llorar, no contaba si estaba en crisis. Rafael, el personaje de mi novela, es un hombre muy actual. Es sensible, llora. Tal vez lo hice llorar mucho. Le tocaron cosas muy difíciles. También quise que en las discusiones con su ex mujer tuvieran algo de razón los dos. Esta novela tiene temas, sabores y perfumes. De alguna manera el amor a la tierra, las vocaciones, las idas y vueltas, la libertad, las miserias del ser humano, que aunque tenga todo, sufre igual. Los dolores del ser humano son los mismos, el hastío por ejemplo. Nosotros acá vivimos luchando el día a día, no sabemos cómo pagar las cuentas. En otros países a lo mejor no tienen esos problemas pero lo mismo ese hastío trae otras cosas, otros problemas.

-Y ahora ¿qué sigue?

-Ya estoy pensando en el próximo libro, estoy entrevistando gente, estuve viajando. Es sobre una guerra actual. Estoy en el proceso de investigación.

*Fotos: gentileza Editorial Planeta

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