Howard Cruse, el historietista pionero en dibujar cómics gay y hablar en viñetas del HIV

A los 75 años, falleció uno de los dibujantes más importantes de EE.UU., ganador de un premio Eisner por su serie “Wendel”. En esta nota, Infobae Cultura publica en exclusiva una entrevista

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Howard Cruse
Howard Cruse

El 13 de abril de 1957 un niño de 13 años le escribió una carta al famoso escritor e ilustrador Dr. Seuss (Theodore Geisel), el Shakespeare de los libros infantiles. Ese niño era Howard Cruse, quien en su sotano en Alabama adaptó con títeres, funciones especiales solo para sus pequeños vecinos, dos libros de su ídolo: Bartholomew and the Oobleck (1949) y Mcelligot’s Pool (1947). En aquella carta, Cruse le contó ilusionado a Dr. Seuss el orgullo que sentía al realizar producciones teatrales para otros niños, y al final le pidió algunos consejos para, cuando sea grande, convertirse en un buen escritor y dibujante de libros infantiles.

El 12 de mayo Dr. Seuss le respondió entusiasmado en una hoja blanca con un divertido membrete. “Sus producciones teatrales suenan maravillosas. Y estoy muy orgulloso de que me lo hayas dedicado”, escribió. Al final de la carta le regaló dos valiosos consejos: escribir, escribir, escribir y dibujar, dibujar, dibujar sin parar. Haciéndose todos los días la misma pregunta: “¿Cómo puedo hacerlo mejor la próxima vez?” El segundo consejo era no pedirle opinión a otras personas, porque de esa manera dejaría de ser él mismo.

El intercambio entre Dr. Seuss y Cruse
El intercambio entre Dr. Seuss y Cruse

25 años después, el 3 de enero de 1985, Howard Cruse, siendo un adulto de 41 años, volvió a escribirle a Dr. Seuss. En esa nueva carta, el ya profesional historietista, le contó emocionado que estaban por publicar su primer libro, una recopilación de las aventuras de Wendel. Pero su deseo particular era agradecerle el mayor regalo que le dio Dr. Seuss: haber tomado en serio a un niño cuando le escribió en 1957. Cruse nunca se dedicó a ilustrar libros infantiles, pero ese diálogo que mantuvo con Dr. Seuss le enseñó a convertirse en un gran dibujante para adultos. Con 81 años, Dr. Seuss respondió esa última carta. En esas líneas le expresó su alegría de saber que en estos 25 años logró transformarse en un buen profesional. “Me hace especialmente feliz haber jugado un pequeño papel en ello”, escribió a mano. Su carta ilustrada con su famoso gato de sombrero a rayas rojo y blanco cerraba con un deseo que años después se hizo realidad: “. ¡Y que tus próximos 25 años sean aún mejores que los 25 que acabas de conquistar!”.

Esta historia define el carácter amable y dulce de Howard Cruse, similar al de su personaje estrella: Wendel. Quien protagonizó a comienzos de los años 80 una tira cómica que retrata la intensa historia de amor con otro hombre, Ollie, desde el nerviosismo de las primeras citas hasta que edifican una familia homoparental. Cruse nos hizo parte de la vida cotidiana, y no por eso menos extraordinaria, de esta pareja que lucha contra sus manías y fobias priorizando el afecto por el otro. Tan enamorados que ambos sueñan al mismo tiempo que un enorme oso Grizzly los casa en el bosque, dando el “sí” totalmente desnudos. Jurándose amor a pesar de ser invadidos a veces por una peste de mal humor.

Cruse logró fusionar el sexo con la ternura, y la ternura con el sexo, desarmando prejuicios no solo en lectores heterosexuales sino también dentro de la comunidad gay. Porque, sea con humor o con tono dramático, a través de la ficción o en su rol de activista, él siempre peleó y puso en escena la búsqueda de igualdad de derechos. Wendel no tardó en transformarse en una de las obras queer más importantes de la historia, y nunca dejó de serlo. Cruse fue un historietista clave dentro de los inicios del movimiento indie norteamericano de los años 80 y el cómic independiente, junto a autores como Alison Bechdel, los hermanos Hernandez y Roberta Gregory. Además de ser editor fundador a fines de los años 70 de la Revista revolucionaria Gay Comix, y de dibujar decenas de chistes explosivos para los chicles de Joe Bazooka, en 1995 publicó en una editorial mainstream (DC/Warner) uno de los primeros libros en poner al HIV en el centro del cuadro. Stuck Rubber Baby (un título que alude a la importancia de usar preservativo) es una novela gráfica en blanco y negro de 210 páginas con un fuerte compromiso político. Ambientada en los años 60 cuando Kennedy era presidente de los Estados Unidos, Cruse dibuja con un estilo obsesivo, repleto de texturas, las luchas civiles de ese momento en medio de un contexto de suma discriminación. Una obra que atravesó toda clase de públicos y ganó numerosos premios, entre otros importantes el premio Eisner a la mejor novela gráfica.

De todos los trabajos que hizo Howard Cruse hay uno en particular que no deja indiferente a ninguna persona. Sea aficionada a la historieta o no. En 1981 el dibujante creó un cómic de varias páginas titulado Muerte, publicado en Eclipse Magazine. En esas viñetas el mismo Cruse nos aconseja, como en su momento lo hizo Dr. Seuss con su versión infantil, que para no tenerle miedo a la muerte lo mejor es aceptar con humor que en algún momento seremos protagonistas de nuestro velorio. “Supongo que todo el mundo se da cuenta de que el mundo que nos rodea está lleno de muerte. Probablemente te atraiga más a medida que envejeces”, escribió en una de las viñetas. Su caricatura recorre distintas alternativas de estirar la pata, una más graciosa que la otra, y se topa con una persona que señala para decir: " Una vez que aceptas lo inevitable de tu propia muerte, comienzas a sentir una sensación de serenidad interior, como este tipo aquí". Ese tipo gritaba y lloraba desconsolado al escuchar lo que dice Cruse. Ese humor tan personal de él logra que la muerte no solo no nos aterre, sino que hasta nos podemos reír de ella. Y la risa tiene el poder de desarmar cualquier miedo.

Dos años antes de que Howard Cruse muera, le escribí para hacerle una entrevista. Esta vez no por correo sino a través de un e-mail. Cruse me respondió entusiasta cerca de las fiestas. Aquellas respuestas fueron el mejor regalo de Navidad. No le pedí consejos, sin embargo, aprendí tanto de sus palabras como él aprendió de su ídolo, Dr. Seuss. Fue una entrevista tan bella y honesta que me la guardé un tiempo para mí. Hasta hoy, porque todas las personas deberían leer lo que tiene para decir Howard Cruse. En esta entrevista y en cada una de sus inolvidables historietas. La última vez que hablé con él le conté que a uno de mis conejos le puse “Wendel” en homenaje a su personaje. Cruse me dijo emocionado que no podía existir mejor homenaje que un conejo lleve ese nombre. En su cómic Muerte escribió en una de las viñetas que después de que se haya ido, le gusta pensar que alguien podría agarrar sus cómics y reírse. “¿Y quien sabe? Aquí estoy dibujando esta tira cómica sobre la muerte, ¡y podría estar muerto para cuando leas esto! ¡Nunca se sabe! Porque mi alma subirá al cielo rocanroleando y bailando desnudo con los ángeles”. No hay dudas de que el gran Howard Cruse debe seguir bailando en su propio funeral, haciendo chistes, una vez más, sobre su muerte.

Howard Cruse
Howard Cruse

-Fuiste un pionero en dibujar cómics gay, y hablar de HIV en viñetas. Tu trabajo fue revolucionario y muy importante para millones de lectores ¿te sentiste héroe en ese momento?

-Raramente me he sentido “heroico” a la hora de dibujar. Pienso que la comunidad de creadores de comics queer está demostrando colectivamente un grado de coraje cuando elegimos dar prioridad a que nuestras vidas sean honestas por sobre ser cautelosos al trazar la ruta de nuestras carreras.

-¿De qué manera considerás que intervinieron las historietas queer en todos los cambios sociales y políticos, en la conquista de espacios y derechos para la comunidad LGBT?

-No sé si un comic solo puede recibir crédito por cambiar el mundo, pero creo que todas las obras de arte, incluyendo los comics, tienen el potencial de ayudar a expandir los horizontes de los lectores y fomentar un mayor grado de conciencia acerca de lo que otros necesitan y de sus preocupaciones. Esto puede tener un efecto acumulativo que resulte en leyes más respetuosas de los derechos humanos de todos.

-Cuando la historieta gay se basaba más que nada en historietas hipersexualizadas o pornográficas vos te corriste de eso y creaste Wendel: una tira cómica que retrataba una gran historia de amor con humor, sensibilidad y ternura. ¿Cómo nació Wendel? ¿Por qué contaste la historia de esa manera?

-Creo que el erotismo y la pornografía son campos de expresión completamente legítimos y de tanto en tanto he trabajado en ambos. Sin embargo, como artista, apegarme al sexo como único tema rápidamente me resulta aburrido, de la misma forma que vivir solo por el sexo sería aburrido como forma de vida. Siempre me han intrigado los variados aspectos contrastantes de la vida – de los cuales el sexo es solamente uno – que en combinación hacen que los seres humanos sean interesantes. Dibujar a Wendel y a sus amigos por muchos años nunca fue aburrido por las oportunidades abundantes de “humor, sensibilidad y ternura” que mencionaste. Esos elementos siempre han enriquecido mi propia vida, así que incorporarlos en mi trabajo de historietista, además del sexo, fue una progresión natural. Me complace cuando algún lector me dice que a él o ella los excitó algún incidente en la vida de Wendel. ¡A mí también me han excitado de la misma forma!

-¿Cómo te imaginabas a tu lector cuando empezaste Wendel?

-Como Wendel fue inicialmente serializado en The Advocate, sabía que la mayoría de los lectores eran miembros de la comunidad LGBT. Esto tenía sus ventajas: Podía satirizar aspectos de la subcultura queer sin necesidad de explicar peculiaridades que mis lectores ya conocían. Pero en el fondo siempre quise que las tiras de Wendel pudieran ser relevantes también para lectores heterosexuales que se toparan con la historieta en alguna librería, una vez que Wendel comenzó a ser editado en libros.

-¿Es necesario ser gay para hacer una historieta queer? ¿Qué pensás al respecto?

-No. Lo importante es que los creadores que no son gays estén en sintonía con la experiencia gay y que sean sensibles a los aspectos de la vida que tienen en común con las personas gay.

-¿Qué cambió en las histories gay desde que vos comenzaste a publicar?

-A juzgar por las historias incluidas en las antologías queer que he leído en años recientes, diría que la nueva generación de creadores LGBT tiene un mayor grado de participación por parte de la comunidad trans. Y porque actualmente la comunidad gay se enfrenta en menor grado al tipo de homofobia opresiva que hizo que le hizo la vida tan miserable a mi generación en los años ochenta, las historietas que crean tienden a ser más personales y menos políticas.

-El hecho de que tu historieta Stuck Rubber Baby fuera producida para una gran editorial mainstream, ¿modificó en algo tu manera de trabajar? ¿Cómo viviste el cambio de la tría a la novela gráfica?

-Los años que pasé escribiendo y dibujando la tira de Wendel durante los años ochenta, resultado de mi experiencia dibujando historietas cortas para comix under en general y Gay Comix en particular, me dio la confianza para sostener un arco narrativo más extenso en Stuck Rubber Baby. El hecho de que dibujar comix under y, subsecuentemente, Wendel en solitario, sin ningún tipo de supervisión editorial, me hiciera valorar al máximo la libertad creativa pudo haber sido un problema a la hora de trabajar para una editorial mainstream como DC Comics. Afortunadamente, DC estaba dispuesta, incluso antes de formalizar un contrato, a otorgarme un grado inusual de independencia creativa en la creación de Stuck Rubber Baby, con solo la mínima supervisión editorial requerida para asegurar a los editores que yo sabía cómo mantener la complejidad de la historia en curso.

-¿Qué historietas leías cuando eras chico?

-Mis favoritas eran La Pequeña Lulú, Tío Rico, el Pato Donald, Capitán Marvel, Batman y Superman. Y cuando me hice más viejo, por supuesto: Mad.

-¿Cómo vivís esta época donde las historietas han encontrado en la web un vehículo de publicación?

-La web es un gran recurso para los historietistas porque provee la oportunidad de que su trabajo llegue a los lectores sin antes tener que ser aprobado por un editor. Pero también crea problemas para aquellos que esperan lanzar una carrera profesional, y no solo amateur, porque el público de la internet se ha vuelto adicto a ser entretenido sin tener que pagar, lo cual hace que sea difícil para los historietistas con preparación poder vivir de su trabajo.

-¿De qué dibujantes aprendiste el oficio?

-Mis influencias en distintos puntos de mi juventud estuvieron conformadas por un amplio rango de dibujantes pero Crockett Johnson, John Stanley, Al Capp, Charles M. Shultz, Chic Young y Milton Caniff fueron los que descollaban. De adulto cuento a R. Crumb, Jay Lynch, Skip Williamson, Bobby London, Roberta Gregory y Aline Kominsky entre mis influencias importantes.

-¿Qué autores del momento te parecen interesantes?

-No tengo acceso a muchas de las novelas gráficas que seguramente aplaudiría si pudiera leerlas, ya que no vivo cerca de ningún local de historietas (o incluso grandes cadenas de librerías), y no puedo comprar tantos libros de todas formas. Principalmente veo los trabajos de amigos y colegas cuando les piden a sus editores que me envíen copias de sus nuevos libros al ser publicados. Algunas de las novelas gráficas en esa categoría que en especial me entusiasmaron son los dos trabajos de Alison Bechdel, Fun Home y Are You My Mother?; Class Photo de Robert Triptow; Stitches de David Small; My Friend Dahmer de Derf Backderf; y La Pérdida de Jessica Abel. Y estoy seguro que se me ocurrirían otros si tuviera más tiempo para pensar.

-¿Cómo ves tu recorrido como autor dentro de la historieta?

-Estoy aproximándome al final de mi carrera y espero aterrizar sin problemas.

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