A propósito del lanzamiento de una nueva, la octava, versión cinematográfica de Mujercitas (con actuaciones de Emma Watson y Meryl Streep, entre otras), basada en el inolvidable libro de Louisa May Alcott, Penguin Random House relanzará una edición especial con un prólogo de Gloria V. Casañas, la autora referente de la novela histórico romántica en América Latina en la actualidad. A su vez, en diciembre saldrá el último libro de Casañas, En el huerto de las Mujercitas, un fiel homenaje a la escritora estadounidense.
A continuación, la autora cuenta a Infobae Cultura el por qué de su celebración a la primera escritora comprometida con el movimiento abolicionista y el sufragismo:
Volver a Mujercitas significó mucho más que releer el libro más querido de mi infancia. Fue descubrir a su autora, Louisa May Alcott; saber cómo había vivido, quiénes fueron sus amigos, qué padecimientos tuvo y sobre todo, entender el universo en el que creó sus obras. Porque cuando leemos en la niñez no reparamos en los autores de los libros que nos apasionan, sólo los devoramos.
En un viaje académico del año 2014 visité Orchard House, la casa donde vivieron los Alcott durante más de veinte años, y conocí el pensamiento que inspiró a los hombres y mujeres de aquel tiempo. Decidí que quería mostrar a mis lectores la belleza y la filosofía de Concord. Y que conocieran a la verdadera Louisa, la mujer díscola, independiente, capaz de confrontar y defender convicciones, amante de la naturaleza, dotada de una espiritualidad poco convencional, y devota de su familia por sobre todas las cosas.
Volví a Orchard House tiempo después, ya con la intención de convertir en novela ese descubrimiento, y para que la esencia del viaje no se perdiera, agregué a la trama de ficción dos apéndices que completan ese bagaje y hacen de este libro algo diferente a todo lo que he escrito hasta ahora. Espero que mis lectores se encuentren de nuevo con el libro amado de la infancia, pero que lo lean con los ojos del adulto que conoce el trasfondo de la historia. Mi mayor deseo es que En el huerto de las mujercitas sea tan releído como lo fue el original.
Extracto del prólogo de En el huerto de las Mujercitas (Plaza & Janés)
“…Louisa logró algo difícil en los libros para jóvenes: pudo transmitir conceptos morales sin moralina. De otro modo, los niños de antes y de ahora se habrían aburrido. Creo que Louisa entendía a los niños, le gustaba relacionarse con ellos, podía ponerse a su altura y divertirse, y eso la convierte en una escritora diferente. No escribe para niños, sino que se recuerda a sí misma como niña. Mujercitas es una lectura iniciática, es verdad, que inspiró a escritoras en ciernes de todo el mundo, pero también un libro para releer a lo largo de la vida. Como una obra del teatro al que la autora era aficionada, el telón puede levantarse repetidas veces para ofrecernos la novedad de cada representación. Louisa misma nos lo dice: Cae el telón sobre Meg, Jo, Beth y Amy. Que vuelva a levantarse alguna vez depende del recibimiento que tenga el drama doméstico titulado Mujercitas. ¡Si ella hubiese sabido de antemano cómo sería ese recibimiento! En su recorrido literario de infinidad de relatos, poemas, fábulas de hadas y elfos, novelas adultas y juveniles, Louisa escribió también un diario personal, hábito que su padre le inculcó desde muy pequeña, y muchas cartas. En esos escritos íntimos podemos conocer a “la otra” Louisa, la que sufría por las cosas que anhelaba y no podía tener, la que necesitaba a sus hermanas con locura, la que acudía a su madre como refugio para sus problemas y luego se propuso brindarle la comodidad que siempre le faltó; la Louisa que reverenciaba la honestidad intelectual del padre y su proverbial bondad, aun sin comprenderlo del todo; la que fue capaz de sacrificarse por atender los cuerpos y el espíritu de los soldados y cargar con esas secuelas toda su vida; la Louisa que podía tomar con humor las excentricidades de los intelectuales de Concord y parodiarlos sin jamás ofenderlos; esa Louisa que recorría el Boston Common una y otra vez, hasta gastar los talones de sus medias, mientras pensaba historias; la que cosía para ganarse la vida, enseñaba a los niños en las escuelas, o se empleaba como sirvienta con tal de llevar dinero a la casa. En una época en que las mujeres debieron luchar para que se reconociese su derecho a votar, a percibir el mismo salario que los hombres y a que sus opiniones fuesen tomadas en cuenta y valoradas, Louisa May Alcott llevó en alto esas banderas sin estridencias, con su pluma y sus actos. Sólo por eso, Mujercitas merece una segunda lectura y muchas más, pues su contenido desborda la trama. Mujercitas no es lo que parece. Tampoco Louisa lo es. La que cumplió el deseo póstumo de su madre y promovió la primera votación femenina en Concord no puede ser solamente una autora para niños. Fueron sólo siete mujeres a votar. Entre ellas Louisa, una mujer a la que sólo podemos amar y admirar.”
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