A la una del mediodía, hora de Madrid, del 24 de octubre pasado, el ataúd de Francisco Franco Bahamonde se balanceaba apenas sobre los hombros de ocho varones de su familia al salir de la Basílica del Valle de los Caídos rumbo a su destino final: el cementerio municipal de Mingorrubio-El Pardo, junto a la tumba de su mujer, Carmen Polo.
Ceremonia mínima: ni banderas ni honores, y apenas unos gritos –¡Viva Franco!– para las cámaras de tevé. Un acto de justicia que esperó casi 44 años…
Entrar al Valle de los Caídos, donde yacen 35 mil muertos de ambos bandos –Guerra Civil Española, 1936-1939–, y ver en lugar privilegiado la enorme losa con solo una inscripción, “Franco”, era un modo de reavivar el odio: el único no caído en batalla sino en la cama del mejor hospital y atendido por médicos eminentes, a los 83 años, después de casi cuatro décadas de tiranía, y cargando en sus espaldas 150 mil almas entre fusilados y muertos en las cárceles y los llamados “batallones de trabajo”: los gulag españoles…
Pero su fascismo o falangismo, mezcla de nacionalismo y de catolicismo ultramontano (enemigo de todo cambio), cometió también un crimen olvidado pero no menos atroz: la degradación de la mujer a poco menos que esclava del régimen y de su marido.
El sistema se tejió en las ociosas tardes de té convocadas por Carmen Polo, Pilar Primo de Rivera, hermana del siniestro Antonio, fundador de la Falange, Zita Polo, mujer de Ramón Serrano Suñer –el más nazi del gabinete–, y otras damas de alcurnia. Según ellas, la mujer, “seductora, objeto de pecado, y mentalmente inferior”, debía ser adoctrinada según la ideología del régimen.
Nació así la Sección Femenina, “donde se les enseñará a las jóvenes a ser buenas patriotas, buenas cristianas, buenas esposas, dóciles, sumisas, y con una función principal: la maternidad” (Fragmento de la Declaración de Principios).
Como si poco fueran esos postulados, se redactaron guías con férreas instrucciones para la crianza y educación de los hijos, y para el comportamiento de la mujer en el hogar, desde la comida hasta el sexo. Desde luego, esa mujer, luego de cumplir cada paso destinado al niño, no poco agotador, debía esperar a su marido según este manual de instrucciones:
“Ten preparada una comida deliciosa para cuando tu marido regrese del trabajo.
Quítale los zapatos.
Habla en tono bajo, relajado, placentero.
Prepárate: retoca tu maquillaje, ponte una cinta en tu cabello, hazte un poco más interesante para él: su duro día de trabajo quizá necesite de un poco de ánimo, y uno de tus deberes es proporcionárselo.
Durante los días más fríos deberás encender un fuego en la chimenea para que él se relaje. Después de todo, preocuparte por su comodidad te dará una satisfacción personal inmensa.
Minimiza cualquier ruido. En el momento de su llegada, elimina zumbidos de lavadora o aspirador.
Salúdale con una cálida sonrisa y demuéstrale tu deseo de complacerle.
Escúchale, déjale hablar primero. Recuerda que sus temas de conversación son más importantes que los tuyos.
Nunca te quejes si llega tarde o si sale a cenar o a otros lugares de diversión sin ti.
Intenta, en cambio, comprender su mundo de tensión, sus necesidades reales.
Haz que se sienta a gusto, que repose en un sillón cómodo o que se acueste en la recámara.
Ten preparada una bebida fría o caliente para él.
No le pidas explicaciones acerca de sus acciones. Recuerda siempre que es el amo de la casa.
Si tienes alguna afición, no lo aburras hablándole de ella, ya que los intereses de las mujeres son triviales comparados con los de los hombres.
Al final de la tarde, limpia la casa para que esté limpia de nuevo en la mañana.
Prevé las necesidades que tendrá a la hora del desayuno: es vital para tu marido si debe enfrentarse al mundo interior con talante positivo.
Una vez que ambos os hayáis retirado a la habitación, prepárate para la cama lo antes posible, teniendo en cuenta que aunque la higiene femenina es de máxima importancia, tu marido no quiere esperar para ir al baño.
En cuanto a la posibilidad de relaciones íntimas, es importante recordar tus obligaciones matrimoniales: si él siente la necesidad de dormir, que así sea: no le presiones o estimules la intimidad.
Si tu marido sugiere la unión, entonces accede humildemente, teniendo siempre en cuenta que su satisfacción es más importante que la de una mujer.
Cuando alcance el momento culminante, un pequeño gemido por tu parte es suficiente para indicar cualquier goce que hayas podido experimentar.
Si tu marido te pidiera prácticas sexuales inusuales, se obediente y no te quejes. Es probable que tu marido caiga entonces en un sueño profundo, así que acomódate la ropa, refréscate y aplícate crema facial para la noche y tus productos para el cabello.
Puedes entonces ajustar el despertador para levantarte un poco antes que él por la mañana. Eso te permitirá tener lista una taza de café para cuando se despierte".
(Sección Femenina Falange Española).
En cuarenta años, las mujeres españolas vivieron bajo esta forma de humillante sumisión. O de lo contrario, en desobediencia y pecado mortal.
La educación pública y privada también tuvieron lo suyo. Lema fundamental: “Formar al varón para que mire al mundo, y a la mujer, para que mire a su casa”.
Nada más que agregar.
Salvo, por supuesto, estar atentos a cualquier forma de fascismo con apariencia de democracia.
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