Las pisadas en las tablas no han mermado. A pesar de la hostilidad, Caracas mantiene varios focos en los que el teatro es medio de expresión y desahogo para creadores y público. El medio no ha estado exento al caos del país, pero esas vertiginosas situaciones han sido impulso no solo para continuar, sino también para fijar una posición de distintas formas, tanto con obras clásicas como con piezas recientes que incitan a la reflexión, el registro y la denuncia.
En octubre la periodista Catherine Medina estrenó Muñeca en fuga, un monólogo escrito a partir de un trabajo periodístico sobre Kenny Finol, venezolana asesinada en México en 2018. La protagonista se llama Krystal Urdaneta, interpretada por la actriz Valentina Garrido, quien se ve obligada a emigrar a México, donde sobrevive como dama de compañía.
El caso de Finol fue el punto de partida de la investigación Mujeres en la vitrina, que ganó recientemente el Premio Gabo 2019 en la categoría Innovación; un trabajo realizado entre los medios venezolanos Tal Cual, Runrunes y El Pitazo en conjunto con los mexicanos Pie de Página, Fusión y Enjambre Digital.
“Nos dimos cuenta de la necesidad de llevar este mensaje a las comunidades. Cómo fueron los inicios de esta muchacha en un barrio de Maracaibo, cómo conoció el amor en una cárcel venezolana, los peligros de emigrar y cómo decidió dedicarse a este oficio. Es una obra que cuestiona no sólo el colapso económico, sino también social y educativo del país. Habrá una gira por comunidades y luego la presentaremos nuevamente en salas de teatro”, cuenta Medina.
La directora y escritora siempre ha visto el teatro como un medio de comunicación, con un potencial increíble no solo para difundir historias, sino para denunciar. “Tiene elementos para potenciar una historia periodística. En una de las funciones se nos acercó un muchacho llorando porque una de sus primas se fue del país y actualmente es dama de compañía. Son cosas que nos hacen ver que hacemos el trabajo correcto, que tocamos las fibras indicadas”, recuerda sobre una experiencia que vivió en el Centro Cultural Chacao, donde se presentó la obra, en un país del que han salido 4.486.860 de personas, de acuerdo a datos de la Plataforma de Coordinación para Refugiados y Migrantes de Venezuela.
En 2013, otra historia inspirada en hechos reales recibió buenas críticas, no solo por la calidad del montaje, sino por la pertinencia de una trama cercana a tantos dolores.
Jazmines en el Lídice, escrita por Karin Valecillos, es el relato basado en madres que perdieron a sus hijos debido a la violencia en las calles del país. En escena, las protagonistas compartían sus duelos. La obra inspiró una película que está por estrenarse en Venezuela. Fue dirigida por Rubén Sierra Salles con guión de Valecillos, y este año participó en el Festival de Cine de Miami.
“Uno como creador tiene una responsabilidad con el país. Ojalá Venezuela estuviera en otra situación y se pudiera hablar de otras cosas, pero no. Es el momento de hablar de esto. Si estuviera solucionado o la gente estuviese sensibilizada, no habría necesidad. Todavía no hemos dado el paso adelante, le tenemos miedo al dolor”, dijo la autora en 2013 en entrevista publicada en el desaparecido diario Primera Hora. En ese momento también parafraseó a Juan Carlos Gené, fundador del Grupo Actoral 80: “Tal vez el teatro no cambie al mundo, pero tal vez cambie a la persona indicada”.
Como refugio
José Tomás Angola es dramaturgo, director, actor y poeta. En 2020 su compañía La Máquina Teatro cumplirá 25 años. Recientemente dirigió Medida por medida, de William Shakespeare, en la Asociación Cultural Humboldt de Caracas como parte de una iniciativa del productor y escritor Federico Pacanins de presentar clásicos teatrales. Como parte de este ciclo, para el momento de esta entrevista Angola también se preparaba para protagonizar Macbeth. “Que suele leerse como una pieza sobre la ambición y búsqueda del poder, pero no exclusivamente es así. Obviamente está la obsesión por el poder, pero Federico plantea un tema sobre la manipulación. El verdadero espíritu torvo detrás es Lady Macbeth. Él está cegado por la lujuria, que la convierte a ella en una persona muy poderosa”.
Para el escritor, el teatro en Venezuela se ha convertido en un refugio para el venezolano en estos tiempos de tragedia. “Teníamos muchos años en los que el teatro no era un sitio en el que la gente venía a descolgar su desesperanza , para tratar de que éste lo remolcara y sostuviera. Es un verdadero espacio de resistencia ante la barbarie que nos rodea. A pesar de la crisis económica que nos golpea, ha mantenido espectáculos dignos, honestos y de arte. Ha ofrecido cosas que son de verdadero valor que pueden mostrarse en cualquier escenario del mundo. Es verdad que hay opciones horrendas, pero la profusión permite sentir que haya en cartelera dos o tres obras malas, pero en otra sala puede estar una de Shakespeare o de José Ignacio Cabrujas”.
Revisión histórica
José Tomás Angola hace alusión también a la reconstrucción de personajes históricos en las tablas que han servido como lectura de hechos más recientes. Habla, por ejemplo, de obras como La catira del general, de Javier Vidal, quien se basó en el encargo que hizo el dictador venezolano Marcos Pérez Jiménez a Camilo José Cela para que escribiera una novela con fines meramente propagandísticos. Vidal también es responsable de llevar a los escenarios piezas como Diógenes y las camisas voladoras y Compadres.
La primera, sobre el diplomático Diógenes Escalante que perdió la cordura en los momentos previos a los que para muchos era su inminente llegada al poder en Venezuela. Compadres se enfoca en la relación entre Cipriano Castro y Juan Vicente Gómez, un vínculo trastocado cuando Gómez se queda en la presidencia después de que Castro saliera del país por motivos de salud.
El Grupo Actoral 80 también ha puesto en cartelera opciones como Los hombros de América de Fausto Verdial, que ahonda en los sentimientos de la diáspora, pero a través de una retrospección de lo que fue Venezuela en los años cincuenta, cuando recibió a miles de españoles que huían del horror de la Guerra Civil.
Pero también son tiempos de censura en Venezuela. Han cerrado canales de televisión, emisoras de radio y varios periódicos han tenido que dejar de circular. Angola advierte que incluso en el teatro hay autocensura. “Hay formas de controlar el movimiento de personas que viven del teatro, y tienen alguna dependencia del Estado. Cuando intentan hacer algo independiente, se autocensuran. Pese a ello, el teatro ha sido una frontera de libertad que nadie ha osado violentar. En la época de Pérez Jiménez se hacía Edipo Rey o Antígona, desafíos directos al poder. Ni siquiera eso propiciaba una respuesta tan dura y destructiva”, añade quien asegura que nadie en estos tiempos prohibiría la “Sinfonía n.º 3”, conocida como Heroica, de Ludwig van Beethoven.
“A diferencia de una película, por ejemplo, una obra de teatro es una experiencia que se lleva el espectador. Es un acto efímero, intangible. Pero también ocurre que usurpan teatros, como el Alberto de Paz y Mateos, el Teatro Nacional, el Teresa Carreño, el Teatro Municipal. Esa es una forma de censura”, recuerda Angola, sobre centros culturales que están bajo administración del Estado, y que suelen dar cabida a obras cuyas tramas cuentan con la venia del Ministerio de Cultura.
Uno de los casos más simbólicos ha sido el Teatro Teresa Carreño, cuyo uso político ha sido uno de los más evidentes. Durante los gobiernos de Hugo Chávez y Nicolás Maduro ha sido varias veces escenario de actividades proselitistas. Además, sus instalaciones están deterioradas. La sala Ríos Reyna, con capacidad de 2.367 asientos, tiene dañado el sistema de aire acondicionado. Los baños están en mal estado y varios pasillos no tienen iluminación.
Catherine Medina también alude a estas obras que revisan personajes que han sido importantes en la historia venezolana: “Veo que hay cierto escape nostálgico. Obras como Renny presente o La señora Imber recuerdan a figuras claves de la historia venezolana, que vivían en una Venezuela distinta a la de ahora. Entonces, te preguntas qué país tenían ellos que pudieron levantarse y que país tenemos ahora”.
La primera obra mencionada por la periodista está inspirada en Renny Ottolina, popular presentador de televisión entre los años cincuenta y setenta que además incursionó en la política. Para muchos es ejemplo de rectitud moral y ciudadana. La señora Imber se centra en la figura de Sofía Imber, de la más trascendentes gestoras culturales del país y fundadora del Museo de Arte de Contemporáneo de Caracas, institución de la que fue directora hasta que en 2001 fue removida del cargo por Hugo Chávez. La pieza se ha presentado en varios lugares, y en noviembre se podrá ver en el Teatro Baralt de Maracaibo, una de las ciudades más afectadas por la crisis energética de Venezuela, en la que son constantes los apagones en el interior del país.
En mayo, el actor y dramaturgo Luigi Sciamanna estrenó La Mamma, una obra ambientada en la época de Benito Mussolini, en la que se ve como una madre mantiene la esperanza de que su hijo vuelva de la guerra, mientras, sobrevive a la carestía en un pueblo con habitantes atormentados por convicciones y decepciones. “El teatro muchas veces ha mirado al pasado para hablar de su presente. Shakespeare escribió muy pocas obras que ocurrían en Inglaterra. No me estoy comparando, pero es uno de mis santos patronos”, dijo en mayo.
Hasta el primer fin de semana de noviembre se presentó en La Caja de Fósforos Humboldt y Bonpland, taxidermistas. Dirigida por Orlando Arocha y escrita por Ibsen Martínez, rememora los viajes de ambos personajes a las riberas del Orinoco; una obra presentada como una lectura del país a través de dos extranjeros que se adentraron en estas tierras. Rafael Barazarte es el director de Animal político, de Jesús Farías, que se exhibió en el Trasnocho Cultural.
Ubica al espectador en Central Park de Nueva York. El invierno se hace sentir en los tuétanos en 1948, pero ahí están, dando un paseo, el derrocado Isaías Medina Angarita y el político Laureano José Vallenilla Lanz. Ambos reflexionan sobre el exilio, extrañan la patria. Pero más allá de la melancolía, que además se asocia fácilmente con ese clima ajeno para dos hombres del trópico, Medina Angarita hace un repaso, no sin pesar y rabia, de lo que fue su gobierno y el movimiento que surgió para sacarlo del poder. Mientras, Vallenilla Lanz medita sobre lo que ha visto en América Latina, esa necesidad perenne de un caudillo. Entre diferencias y coincidencias, ambos concluyen que es necesario derrocar a Rómulo Gallegos, presidente electo, y la mejor vía es la conspiración con un militar.
“Esas son las propuestas que busco. Hay un texto llamado 3 días en mayo que me gustaría montar el año que viene. Habla sobre Winston Churchill y los difíciles momentos que atraviesa cuando se decidía si se declaraba la guerra a Alemania. Estas propuestas históricas nos ayudan a revisar lo que hemos sido y visualizar cómo mediar esta crisis. Quiero hacer un teatro que nos ayude a develar cómo otros países enfrentaron sus problemas y cómo nosotros podríamos salir”, indica Barazarte.
El reto del artista
Ahora, desde la comedia, el director y periodista Jorge Roig presenta en estos días Prohibido suicidarse en primavera, de Alejandro Casona. La pieza, cargada de mucha ironía, plantea cómo un grupo de personas que aseguran no apostar ya por la vida, llegan a una clínica que pone a su disposición todas las opciones para acabar con sus tormentos. Pero ahí, con esas facilidades, empiezan otras disyuntivas y perspectivas que cambian el curso de sus intenciones.
Vale decir que el suicidio es un tema especialmente sensible. En mayo de este año, Roberto Briceño León, del Observatorio Venezolano de Violencia, aseguró en entrevista con el diario ABC de España que antes del chavismo había entre 4 y 5 suicidios por cada 100.000 habitantes, pero desde 2015 aumentó a una media de 19 personas.
Pero más allá de esos números, Roig tiene una una visión más relacionada con el quehacer artístico en el país: “Hay una gran reflexión sobre lo que viven los artistas. Estamos en un país que constantemente nos da razones para tirar la toalla, pero los artistas aún así, tienen una determinación y siguen apostando por sus proyectos aunque no tengan la remuneración económica. Hablo desde el gremio teatral, que es el que más conozco. Me parece valioso que el artista renuncie a ciertas comodidades para perseguir sus pasiones. En esta obra, estos personajes han perdido el rumbo de su vida”.
Entre esas razones para dejar todo está la economía. En el mes de octubre, según cifras de la Asamblea Nacional, la inflación acumulada durante 2019 fue de 3.326%. “No estamos de espaldas a lo que ocurre en el país. Para continuar, hay que hacer alianzas artísticas, creativas y de producción. Trabajar con distintos sectores. Uno tiene que saber con quién rodearse. Esta es mi primera dirección, por lo que no solo me rodeé de actores con los que tenía confianza, sino que convoqué a jóvenes porque me parece importante darle la oportunidad a generaciones que comienzan”, añade Roig.
Ese es el terreno en el que se hace todavía teatro en Venezuela, a pesar de la precariedad económica y social en un país que suele ser noticia todos los días por las consecuencias de su tragedia. De llegar a cambiar las condiciones, no se podrá decir que en las tablas hubo silencio.
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