Por Sandra de la Fuente
Como parte de la primera gira por Latinoamérica, que comenzó el 20, en San Pablo, la Filarmónica de Luxemburgo se presentará en el Colón, este lunes. Pero la parada incluye además, dos conciertos en uno de los barrios más humildes de la capital argentina, la Villa 31 y un concierto en el Auditorio Nacional, el 29. También actuarán en Córdoba, Rosario y Montevideo.
"Para nuestra primera gira por Latinoamérica, programamos un pequeño viaje de música romántica en el siglo XIX", cuenta a Infobae Cultura el valenciano Gustavo Gimeno, al frente de la orquesta desde hace ya cuatro años y a punto de estrenar titularidad en Toronto. "Beethoven está presente en toda la música del romanticismo y, por supuesto, sus ideas aparecen directamente en la primera sinfonía de Brahms. La relación entre Brahms y Dvorak también es explícita. Son compositores de una estética que iban en una misma dirección: las formas clásicas como punto de partida y las ideas folclóricas como presencia constante en sus partituras. Y Dvorak también admiraba muchísimo a Schubert. La música del pasado era muy importante para ambos. Así que creo que nuestro programa muestra esos eslabones", puntualiza.
Gimeno dejó su Valencia natal a los 17 años para perfeccionarse en la percusión. Y fue percusionista de la Real Orquesta del Concertgebouw hasta que Mariss Jansons –su director insignia- lo eligió como asistente. Con la bendición de Daniel Barenboim, Bernard Haitink y Claudio Abbado la carrera de Gimeno tomó un gran impulso.
"Trabajar como percusionista en la orquesta que dirigía (Mariss) Jansons fue una clase constante. Anotaba todas sus indicaciones", cuenta Gimeno.
–¿Qué tipo de indicaciones daba?
-De todo tipo. Desde lo musical hasta la manera de relacionarse. Indicaciones técnicas para cada obra y también más generales. Siempre tuve buena memoria y capacidad de observación así que tenerlo adelante hizo que copiara sus gestos. Es cierto que uno termina haciendo el movimiento que representa lo que uno tiene dentro, lo que siente y piensa, pero como casi todos los directores en formación, estudié e incorporé el comportamiento físico de los directores que tuve delante.
–Tu gesto es muy conciso y tu parada es muy recta, casi sin ningún movimiento en los pies.
-Eso que observas es algo que dicen mucho los maestros: hay que estar bien plantado y no mover el cuerpo de un lado al otro, ni agacharse cuando quieres un sonido suave. Pero como te decía antes, uno hace lo que le resulta natural. Afortunadamente, a mí se me da naturalmente estar muy bien plantado, no tengo necesidad de hacer movimientos excesivos. Pienso en Zubin Mehta, por ejemplo, que dirige de pie y marca muy claro y con la mirada bien atenta. Sus pies no cambian de posición ni siquiera en una larga sinfonía de Bruckner.
–¿Abbado no tenía un gesto más blando, similar al de los directores de coro?
-Lo que sucedía con Abbado es que su mano izquierda daba forma al sonido. Pero, atención, que su mano derecha siempre marcaba el pulso. Aunque no lo hiciera completamente obvio, estaba siempre muy atento al tempo.
–Durante la primera parte del siglo XX lo más usual fue que el cargo de director fuera ocupado por pianistas o de la cuerda frotada. Sin embargo ahora hay más directores que surgen de las filas de la percusión. Simon Rattle es un caso. ¿Hay una perspectiva particular que aporte esa posición al rol del director?
-No estoy muy seguro. Elegí la percusión cuando era un niño. A medida que pasaban los años, la percusión era mi herramienta de superación, de intentar hacer las cosas cada día mejor, pero me distanciaba emocionalmente de ella en tanto crecía mi amor por la música. La percusión pasó a ser una herramienta para hacer música. Bien pensado, me recuerdo de niño intentando imitar al director, intentando expresar físicamente lo que la música me producía. La dirección la elegí para profundizar mi amor por la música, para ser mejor músico.
–Suele usarse a la orquesta como metáfora de una sociedad vertical, con un líder algo autoritario. ¿Cuál es tu perspectiva?
-Creo que esa metáfora corresponde a otros tiempos. En algún otro momento funcionó eso de la mano dura, el liderazgo fuerte de gente con carácter dominante. Pero hoy todo ha cambiado y creo que, por lo menos, esa no es la única manera de obtener muy buenos resultados. La distancia entre el director y los músicos es mucho más corta hoy, nos entendemos mejor en la cercanía. Para obtener el respeto, para conseguir el sonido que uno necesita, alcanza con tener las ideas claras y saber transmitirlas. Al día de hoy, ese verticalismo podría no solo ser innecesario sino, sobre todo, contraproducente.
–Cuenta Kirill Petrenko, el actual director de la Filarmónica de Berlín, que en su primer encuentro pidió a los músicos que estudiaran puntillosamente toda la puntuación de las partituras, de modo tal de poder hablar de música en lugar de tener que detenerse en cuestiones meramente prácticas. Parece que el segundo ensayo lo dedicó a exponer la filosofía kantiana subyacente en la música de Beethoven. ¿Ese es un trabajo posible con alguna de tus orquestas o podría ser más bien un asunto propiamente alemán?
-Estoy seguro de no habló solo de filosofía, que dio muchas indicaciones técnicas y musicales. (Se ríe) Si hubiera hablado de filosofía durante todo el ensayo, no lo hubieran entendido ni soportado. Si un aspecto es importante para una orquesta, es el emocional y esto también significa qué intensidad y qué indicación es necesaria en cada momento. Hay que saber dosificar la energía para que haya una buena atmósfera porque de eso dependen los resultados musicales. Cada uno tiene que encontrar su manera de convencer a los músicos de tomar tal o cual dirección. Y entender lo que es necesario para cada momento es fundamental.
–Pero vos estás al frente de muchas orquestas. Sospecho que cada una tendrá su propio tiempo.
-No se puede planear todo de antemano. Uno puede establecer ideas en su mente de cómo debe ir, pero en el fondo, hasta que no empieza la interacción no sabes cómo irás. Hay que saber leer la situación en cada momento. Uno es el mismo, o al menos debería ser el mismo, porque no es posible reinventar una personalidad para cada situación.
–¿Qué rasgos sonoros tiene la orquesta de Luxemburgo?
-Un aspecto positivo es la alta multiculturalidad de la orquesta. El grueso de la orquesta tiene franceses y alemanes, que por definición son bastante contrastantes, pero también hay del este europeo, del norte y también de América. Entonces, te diría que nuestro rasgo particular es no tener la personalidad marcada de otros grupos. Sin embargo, gracias a eso podemos permitirnos un grado de flexibilidad muy alto cuando decidimos el camino de una obra. A los ensayos se le da forma gracias a esa gran flexibilidad mental. La orquesta tiene una gran afinidad con la transparencia, con lo cantabile y también con el repertorio francés, una huella que dejó, seguramente, la dirección de mi predecesor Emmanuel Krivine. Aunque, al día de hoy, después de cuatro años de trabajar juntos, en todo tipo de repertorio – lírico y sinfónico—la orquesta demuestra gran apertura mental. Y esa apertura es algo que usamos a nuestro favor.
*La Orquesta Filarmónica de Luxemburgo se presentará por primera vez en Argentina este lunes 23, en el Colón, a las 20 h:
Programa: Beethoven, obertura Coriolano; Mendelssohn Bartholdy, concierto para violín (Julian Rachlin, violín); Dvořák, Sinfonía número 9, del Nuevo Mundo.
-23 y 30 por la mañana, miembros de la orquesta ofrecerán conciertos de cámara especialmente pensados para niños de 6 a 12, en la Villa 31.
-25 de septiembre de 2019, 20:30 horas Teatro El Círculo, Rosario.
Programa: Schubert, El arpa mágica (Rosamunde); Mendelssohn Bartholdy, concierto para violín (Julian Rachlin, violín); Johannes Brahms, Sin. número 1
-27 de septiembre, 21:00 horas Teatro del Libertador, Córdoba.
Programa: Beethoven, Obertura Coriolano; Chaicovski, Concerto para violín (Julian Rachlin, violín); Dvořák, Sinfonía número 9, del Nuevo Mundo.
-29 de septiembre, a las 11.30, con el auspicio del Mozarteum, la Orquesta tocará la Sinfonía del Nuevo Mundo, de Dvorak, en el Auditorio Nacional (CCK). Concierto gratuito.
-30 de septiembre, 20:00 horas Teatro Colón.
Programa: Schubert, El arpa mágica (Rosamunde); Felix Mendelssohn Bartholdy, concierto para violín (Julian Rachlin, violín) y Johannes Brahms, Sinfonía número 1.
-1ro de octubre, en el Teatro Solís de Montevideo.
Programa: Beethoven, obertura Coriolano; Mendelssohn Bartholdy, concierto para violín (Simone Lamsma, violín); Dvořák: Sinfonía número 9, del Nuevo Mundo.
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