Por Juano Villafañe*
Qué podemos decir sobre las vanguardias artísticas del siglo XX que todavía no se haya dicho. Las relaciones del arte con la técnica, con el absurdo, con la física, con las dimensiones que juegan en un plano, las que juegan entre un plano y un volumen, la cuarta dimensión, las vanguardias asociadas al futuro, la producción moderna industrial, hasta lo más profundo de los campos subjetivos, todo estaba en discusión, todo estaba en juego. Las vanguardias, particularmente con la Revolución de Octubre, fueron a las búsquedas de las grandes transformaciones que producía la política, la Revolución se defendía también desde el arte y con el arte. La gran transformación cultural era la propia Revolución, la gran ruptura epistemológica, los nuevos sentidos los ofrecía la Revolución. El hecho histórico extraordinario fue el gran encuentro entre las vanguardias artísticas y las vanguardias políticas. Las transformaciones en el arte no se realizaban ya sólo dentro de la modernización capitalista, el socialismo también transformaba el arte o el arte aportaba a la transformación social, el socialismo se presentaba como una gran alternativa moderna frente a la otra modernización capitalista.
Pero el título elegido para este libro Bofetada al Gusto provoca volver sobre temas tan caros asociados a las transformaciones que proponían las vanguardias. Por eso resulta muy inteligente reconocer este título, pensando en que la historia del arte se asocia a dos movimientos: la historia del gusto y a la crítica del gusto. Una bofetada al gusto social es un manifiesto colectivo realizado en Moscú en 1912 por los futuristas rusos. Aborda justamente una crítica radical al gusto establecido y es muy explícito además cuando dice: El pasado es estrecho. La Academia y Pushkin menos comprensibles que jeroglíficos. Puskin, Dostoievski, Tolstoi, etcétera, etcétera, deben ser tirados por la borda del vapor del Tiempo Presente. El acto irreverente será una de las condiciones de los manifiestos. El propio Vladimir Maiakovski volverá a recordar este escrito en su otro Manifiesto: ¿Por qué cosa bate el LEF? donde reconoce que: La reacción ha creado un arte y un hábito de vida según su propia imagen, su gusto.
Las vanguardias artísticas en general coincidían en lo básico: la vida era el arte y el arte era la vida. También las tensiones revolucionarias de la política permitieron atravesar la vida y el arte con objetivos claros de modernización. Podemos tomar como ejemplo de este fenómeno la frase que impulsó la Revolución de Octubre: "Electrificar Rusia", consigna leninista que de alguna forma era una metáfora, y a la vez, una acción política ineludible en el necesario proceso de modernización socialista. Las vanguardias atravesaron el sentido de la creación artística y los nuevos emergentes vinculados a la ciencia, la técnica, la producción industrial. También las vanguardias permitieron junto a las grandes producciones artísticas debatir teóricamente entre sí frente a los diversos manifiestos. Se confrontaba con la idea de que sólo había que representar la realidad tal cual era; a la vez, mientras se hacía un elogio de la técnica y la máquina, se dudaba del cientificismo aplicado al arte como única forma de combatir el naturalismo. El Lissitsky, en su Manifiesto Proun decía que a pesar de que era necesario que el arte se encontrara con la ciencia, el nuevo universo de objetos creados por el artista superaba a la máquina y a los ingenieros. Para el propio Pablo Picasso el cubismo no podía estar asociado únicamente a las matemáticas, la trigonometría, el psicoanálisis, esa mirada cientificista a ultranza era criticada por muchos. Pero es indudable que también existía un debate científico y técnico sobre cómo debía componerse el arte en un plano, las diferencias entre la geometría euclidiana y la no euclidiana. De alguna forma el arte se encontraba con la ciencia en la medida que le permitía ampliar la construcción de nuevos espacios y nuevas dimensiones.
En el debate sobre el cientificismo y el arte se colaba la problemática del espacio, pero también la Revolución necesitaba colocar su impronta de modernización productiva en el otro espacio: el social, que justamente había que transformar. El espacio geométrico era también una forma de vincular los espacios artísticos y políticos en diversas circunstancias como cartografías asociadas y a la vez independientes. En estas condiciones siempre estaba jugando el problema esencial del arte. Como decía Juan Gris, uno de los grandes referentes del cubismo: Se puede inventar aisladamente una técnica, un procedimiento, pero no una condición espiritual. ¿No era la propia Revolución, entonces, una compleja relación entre "lo científico-ideológico" y el espíritu de una subjetividad en juego para cambiar el mundo?
Todos los manifiestos de las vanguardias artísticas trabajaban sobre algunas premisas que imponían la lucha ideológica y la lucha revolucionaria. En el Manifiesto Productivista de Aleksander Rodchenko y Varvara Stepanova de 1920 se aclaraba muy explícitamente: La misión del grupo productivista es la expresión comunista del trabajo constructivo materialista. El grupo se ocupa de la solución de este problema basándose en hipótesis científicas y poniendo de relieve la necesidad de sintetizar el aspecto ideológico y formal para orientar el trabajo experimental por la vía de la actividad práctica. Sobre este estado entre los espíritus, la materia, el sueño, la vigilia y la transformación moderna, el propio Lenin lanzó una frase que sigue viviendo entre todos nosotros: Todo es ilusión menos el poder.
Los debates se daban entre las vanguardias y entre los expositores de esas vanguardias en todas las direcciones y en todos los niveles. Porque las vanguardias también tuvieron que probarse a sí mismas y demostrar el sentido del arte moderno. Debatieron a veces crudamente entre sí. Se cotejaba si el Futurismo no era una limitada estética positivista o si el Constructivismo no era un tecnicismo abstracto. El Futurismo (que fue uno de los primeros movimientos en ir en ayuda de la Revolución) no era necesariamente una línea ascendente en constante progreso, o quizás, sí lo era para las interpretaciones más superficiales. El propio Futurismo tuvo varios debates en el interior del movimiento y fuera de él. En el Manifiesto del Realismo de Naum Gabo y Antonine Pevsner de 1920 se observaba que: Los intentos realizados por cubistas y futuristas para sacar a las artes figurativas del fango del pasado sólo han producido nuevos desencantos. Estaba en discusión el viejo sistema económico, social y cultural, y también la forma de generar las rupturas del arte con el pasado.
No deja de ser interesante que un conjunto diverso de vanguardias y manifiestos en Rusia-URSS (inclusive fuera de Rusia) se vinculaban de una u otra forma a la misma y única vanguardia política que proponía el socialismo como sistema de vida o se dividían, como indicaba Maiakovski, en un futurismo de "izquierda" y otro de "derecha" y "los izquierdistas que esperaban a octubre han sido bautizados con el nombre de "bolcheviques del arte".
Resultaría muy importante hacer un estudio comparado de los Manifiestos y de los productos artísticos referenciados en cado uno de esos movimientos. Dentro de un mismo espacio histórico las vanguardias habilitaron una gran diversidad de estéticas y procedimientos. El Manifiesto Nosotros los Futuristas de Osip Brik dice: Dejar desarrollarse libremente todas las personalidades y los grupos creadores. No permitir que ninguna tendencia predomine sobre otra sirviéndose ya sea de una gloria tradicional y consagrada, sea de éxito de moda. Muy a menudo hemos visto en la historia de la humanidad la "moda afiebrada" de impulsar lo nuevo hacia adelante, impaciente de transformar lo antiguo en rutina; y venir la generación siguiente a llorar sobre las ruinas de la belleza y pasar con desdén entre los reyezuelos destronados del éxito fácil. Resulta interesante reconocer en este Manifiesto el elogio a la diversidad y la vigencia de la crítica al éxito.
Un estudio más extendido sobre los manifiestos de las vanguardias podría inclusive reconocer la vigencia de muchos de sus postulados. En el Manifiesto de los Kinoks de Dziga Vertov, "Cine Ojo" (1923) se declaran ideas que hoy siguen teniendo total actualidad, frases como: El cine-drama es el opio de los pueblos pensando hoy por ejemplo el la telenovela lacrimógena, o cuando declara: ¡Abajo los reyes y reinas inmortales de la pantalla! Vivan los normales filmados en la vida durante sus ocupaciones habituales, se parece a una crítica del simulacro de la pos-verdad o a lo virtual en nuestro presente.
Por cierto, no corresponde hacer traslados automáticos sobre los movimientos vanguardistas fuera de sus contextos históricos. Pero vivimos una época de grandes simulaciones donde se confunde la vida real con lo mediático, se ha perdido esa expansión utópica del artista como un trasformador, no sólo de la estética, sino también de la vida. Las vanguardias, lo mejor de las tradiciones vanguardistas, siguen moviéndose desde el fondo de la historia.
Poca veces en la historia tantos artistas e intelectuales con una gran capacidad creativa como Vladimir Maiakovski, Vsévolod Meyerhold, Sergei Eisenstein, Dziga Vértov, Liubov Popova, Vladímir Tatlin, manifestaron a la vez una gran autoridad política y revolucionaria.
Este libro tan bien copilado por Alberto Guidici y Juan Pablo Pérez, curadores y responsables de nuestro Departamento de Ideas Visuales del Centro Cultural de la Cooperación, es indudablemente un gran aporte en nuestro país ante los 100 años de la Gran Revolución Rusa que cambió el mundo.
*Director Artístico del Centro Cultural de la Cooperación
*Bofetada al gusto. Un recorrido por la vanguardia ruso – soviética de 1912-1930 se presenta hoy, lunes 16 de septiembre, a las 19 hs en la sala Raúl González Tuñón del Centro Cultural de la Cooperación, Av. Corrientes 1543. Participarán de la presentación Luis Felipe Noé, Valeria González, Jorge Dubatti, Juano Villafañe, Hernán Cardinale, Alberto Giudici y Juan Pablo Pérez.
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