Esta es la historia de Bennington, una exclusiva universidad privada en el apacible estado de Vermont, en Estados Unidos, donde los jóvenes de la élite desarrollan sus inclinaciones en las artes liberales desde hace algunos siglos.
La imagen podría parecer bucólica con aulas en edificios de época en medio de las praderas verdes del estado fronterizo con Canadá, al norte, y con Nueva York, a su este. Tal vez ese paisaje sea propicio para el desarrollo de ideas políticas progresistas: por caso, el senador Bernie Sanders y actual precandidato por los Demócratas socialistas a la presidencia, representa al electorado de Vermont. También es cierto que Bennington, según recuerda la revista The Squire, que rescata la historia oral de aquella casa de estudios, albergó a los actuales grandes escritores Donna Tartt (autora de El jilguero), Bret Easton Ellis (American Psycho) y Jonathan Lethem (La fortaleza de la soledad), que realizaron su propia novela de iniciación intelectual y académica al ritmo de la cocaína, el sexo y largas discusiones sobre literatura hasta la madrugada con un plantel de fulgurantes profesores. Los tres ingresaron a la extravagante universidad en 1982.
Easton Ellis, Tartt y Lethem sintieron el mismo azoro al llegar a las instalaciones donde pasarían los próximos años de sus vidas (en Estados Unidos, los campus universitarios contienen edificios de dormitorios para estudiantes). Se trataba de la universidad con la cuota más alta en aquellos años en que Ronald Reagan presidía los Estados Unidos. Y, sin embargo, no era necesario siquiera haber terminado la secundaria para ingresar a sus dorados espacios de estudio: los aspirantes enviaban ensayos, cuentos, pinturas que eran evaluadas para determinar su aceptación en Bennington o no.
Era la universidad con mayor número de rechazos de las aplicaciones, también. Según The Esquire, el plantel profesoral incluía al periodista Joe McGinniss; los novelistas Nicholas Delbanco y Arturo Vivante y el poeta, místico y cronista de sí Claude Fredericks. Ellos eran los principales mentores de los alumnos, y estaban acompañados por los escritores Jill Eisenstadt, David Lipsky, Lawrence David, Reginald Shepherd; la guitarrista post-punk de la banda inglesa The Fall Brixton Smith Start y Quintana Roo Dunne, única hija de Joan Didion y John Gregory Dunne, que murió a los 39 años de una pancreatitis.
Según la música post-punk Brixton Smith Start, uno de los mitos de Bennington era que estaba erigida sobre un antiguo cementerio indio. "Supuestamente, era uno de los pocos puntos en la tierra en la que los vientos de los cuatro puntos cardinales soplaban al mismo tiempo". Como todo mito, quizás no sea cierto, pero ciertamente le otorgaba mística a los habitantes del lugar.
El director televisivo de E! True Hollywood Story dice: "Cuando Bret llegó, era un joven que ya llevaba consigo el peso de las cicatrices. Tenía mucho talento. Tenía muchos problemas. Tenía una valija llena de drogas". Sobre todo, cocaína, el estupefaciente más extendido en los sectores intelectuales en aquellos tempranos ochenta. No sólo en Estados Unidos: por ejemplo, el gran escritor Fogwill decía que había escrito Los Pichiciegos mientras se desarrollaba la Guerra de las Malvinas en compañía de su madre y cuatro gramos del polvo blanco.
La escritora Paula Powers recuerda: "Bret era una estrella en la universidad antes de que cualquiera supiera que escribía. Yo estaba enamorada de él. Muchas de nosotras lo estábamos. El comedor era un lugar de especial socialización. Los viernes por la noche había fiestas y los sábados a la mañana nos sentábamos a desayunar para ver quién había pasado la noche con quién. Bret tenía su propia mesa, y como él, la gente a su alrededor se sentaba con gafas negras. Lo llamábamos el 'Bret Ellis Show'. Era tipo: '¿Te vas a sentar allá o en el Bret Ellis Show?'.
Lethem no había terminado la secundaria y los años que lo había hecho los había realizado en una escuela pública. Al abandonar esa parte de los estudios, se había dedicado al arte en mármol por influencia de su padre, que era pintor. Lethem estaba en contra de la institución educativa a tal punto que había sido su novia quien mandó la aplicación a Bennington por él. "Era la anti universidad", decía Lethem a una revista de la universidad en los ochenta, "no había calificaciones y te admitían sin un diploma de secundaria. Bennington era una ambición perversa para mí. Era carísima. En cierta forma, era como tomar revancha de mi padre: 'Ok, te embolsaste esta guita hasta acá, ahora voy a usarla muy duro'. Me dieron una buena educación en Bennington".
Era realmente la universidad más cara de los Estados Unidos. Allí estudiaban los descendientes de los creadores de las famosas sopas Campbell inmortalizadas por Andy Warhol, los descendientes de los DuPont, la heredera Ariadne Getty. Era común que la genealogía de los estudiantes se alargara hasta los primeros habitantes de los Estados Unidos llegados en el Mayflower. El poeta Todd O'Neal rememora: "Conocía una chica cuyo padre coleccionaba Picassos. Él le dio permiso para que ella comprara y coleccionara aguafuertes de Picasso. Ese era el pasatiempo de mi amiga".
La cantante e investigadora etnográfica Lisa Feder recuerda que Mark Norris era el compañero de habitación de Lethem. "Mark era muy del tipo David Bowie. Era silencioso, un chico bastante lindo, un tanto un dandy con una gran cabellera. Cuando lo vio, Brixton quedó enamorada. Él salía con Brix y Donna Tartt al mismo tiempo".
Donna Tartt había llegado a Bennington desde Mississippi, becada. Paula Powers recuerda: "En aquella época muchas chicas fantaseaban con cuántos niños habrían de tener. Pero no Donna: 'Bueno, yo no quiero tener ningún bebé en realidad'. Cuando lo dijo estábamos con varias chicas en una habitación y se hizo silencio. 'No, Donna, toda mujer quiere tener un bebé', le dijo una, que era profesora. Ella ni le respondió. Tenía unos ojos verdes como nunca vi otra vez. Una vez, me invitó a su habitación a la hora del martini. Tenía puesto un largo vestido negro, tacones altos y fumaba un largo y delgado cigarrillo con una boquilla. Era muy elegante y femenina. Misteriosa".
"La única clase a la que quería asistir era al taller de no ficción dictado por Joe McGinniss, pero no estaba abierta para los estudiantes de primer año", dice Bret Easton Ellis. "Igual le mandé todos los textos que había escrito en la secundaria. Uno era acerca de una novia cuyo padre era gay. Otro acerca de un chico al que veía en secreto que era agresivamente heterosexual y cuyo padre era religioso. Estaban escritos en un estilo Joan Didion, ambiguos, nada se explicaba nunca. Nada tipo: 'Mis sentimientos por Mat eran complicados', sino: 'Matt me invita a salir. Sus padres no están en casa. El jacuzzi está prendido. Abrimos una botella'. McGinnis me envió una nota al día siguiente: 'Encontrémonos'. No sólo ya estaba en su clase, sino que envió mis textos a su agente y a su editor. Estaba encantado, pero yo estaba también asustado".
En el otoño de 1982, reseña la revista Harper's Bazaar, el profesor de escritura creativa de Bennington College, Joe McGinnis, — afamado por ser el escritor vivo más joven en alcanzar el puesto número 1 en la lista de libros de no ficción más vendidos de The New York Times, a sus 26 años, por su The Selling of a President, de 1969 — llamó a su amigo, Morgan Entrekin, entonces editor de Simon & Schuster, con una propuesta: "tengo al estudiante escritor más interesante que hayas visto", dijo McGinniss, y añadió: "es un estudiante de primer año". Entrekin estaba precavido. La gente le pasaba ideas todo el tiempo; en su mayoría, fiascos. Y en cualquier caso, ¿cómo podría un estudiante de primer año de universidad haber escrito algo tan bueno? Pero éste mordió el anzuelo, y lo que McGinnis dio a Entrekin — un puñado de entradas de diario de un joven estudiante de Los Ángeles llamado Bret Easton Ellis — acabaría siendo mejor que casi todo lo que, por lo pronto, había visto en su carrera.
Entonces Easton Ellis escribió sobre Bennington. "Se llamaba 'Caminando a través del campo'. Empieza en Bennington y se trata de mí escribiendo exactamente lo que veía que pasaba: el sexo entre los estudiantes y las estudiantes, las drogas y quienes las consumían. Luego, en itálica, intercalaba un encuentro con mis padres en el Hotel Carlyle. Mi papá acababa de vender el Emporio Estadounidense del Acero y su comisión había sido de alrededor de cuarenta millones de dólares. Su fortuna florecía en la era Reagan y la gastaba lujosamente. Mi papá y mi mamá trataban de volver, pero la cosa no funcionaba. Escribí: 'Me bajo tres vodka con pomelo mientras mi padre chequea algo en el lobby'. Luego volvía a Bennington. Una fiesta en la que un estudiante se inyectaba MDMA en el cuello y una chica, Brixton, que terminaba en la enfermería. Ponía los nombres verdaderos y el texto causó escándalo. La gente hacía copias y hablaba sobre él. Me odiaban. Me veneraban".
Y escribió una novela sobre un estudiante que regresa a Los Angeles durante las vacaciones. La llamó Menos que cero. Cuando Ellis la terminó de escribir, en 1983, McGinniss lo presentó a su agente, Sterling Lord, que también había representado a Jack Kerouac. El agente le envió la novela a Entrekin, que la hizo circular entre los editores más antiguos de Simon & Schuster. Uno opinó: "Si existe un público para novelas sobre tomar cocaína, zombies que esnifan coca, desde ya, que Morgan adquiera esto. Pero si lo hacemos nosotros, es hora de que yo me jubile". Entrekin compró la novela
Una universidad, una época, unos escritores de aquel momento y de hoy. Tal vez sí, en Bennington, se daban cita los vientos de los cuatro puntos cardinales.
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