Tal vez a alguno le suene más por la serie televisiva italiana que protagonizó el actor Luca Zingaretti, pero lo cierto es que el comisario Salvo Montalbano es una creación estrictamente literaria. Fue el escritor Andrea Camilleri (fallecido esta madrugada), quien lo construyó minuciosamente. La primera novela, La forma del agua, se publicó en 1994, y las siguientes, El perro de terracota y El ladrón de meriendas, dos años después. Desde entonces jamás paró.
La serie policial se volvió un éxito a tal punto que cada novela estuvo siempre entre las más vendidas convirtiendo a Camilleri en el autor más famoso de Italia y uno de los más leídos de Europa. Pero, ¿cómo es este personaje? Un siciliano, así se podría empezar definiéndolo.
Montalbano trabaja en la localidad de Vigata, en la provincia de Montelusa —nombres inventados, aunque en verdad pertenencen a Porto Empédocle y la provincia de Agrigento—, junto a sus colaboradores: el subcomisario Domenico 'Mimì' Augello, el inspector Giuseppe Fazio, el agente Galluzzo y el agente y telefonista Agatino Catarella. Resuelve casos, esa es su pasión y su virtud.
En una reedición de sus primeras tres novelas, contó en el prólogo el origen: "Todo surgió a raíz de una novela 'histórica' que había empezado a escribir en 1993 y que se editaría años después, La ópera de Vigàta. Mientras trabajaba en aquel libro me di cuenta de que mi forma particular de contar una historia era, por así decirlo, bastante desordenada. Me explico: todo lo que había escrito hasta el momento había nacido de un fuerte impulso (el recuerdo de un hecho que me habían contado, un episodio histórico…)"
Y continúa así: "Llegado a ese punto, me vino a la cabeza un texto de Leonardo Sciascia sobre la novela negra, sobre las reglas que debe respetar un autor policíaco. Al mismo tiempo, recordé una afirmación de Italo Calvino, según el cual era imposible ambientar una novela negra en Sicilia. Y de ese modo decidí aceptar un doble reto: contra mí mismo y contra el iluso de Calvino. De todas maneras, antes de poner".
En ese breve texto devela, también, que había pensado en otro nombre, Cecè Collura, pero que finalmente se decidió por Montalbano. Además, dijo que lo que buscaba en ese policía era "un hombre al que se pudiera invitar tranquilamente a una cena familiar. Un hombre que «cuando quería entender una cosa, la entendía», como escribí ya en el primer libro".
Hace dos años, en una entrevista con Télam, aseguró que Montalbano ya era un personaje autónomo. "A menudo pongo en su boca algunas cosas de mis ideas políticas. Y hay lectores que me han escrito diciéndome que no tengo derecho a ponerle mis ideas políticas porque es, dicen ellos, de todos nosotros", confesó. Por aquel entonces ya despejaba: "el final lo tengo ya escrito, hace casi doce años. Pero es un final sin derramamiento de sangre. Tampoco se jubila: es lo máximo que puedo decir (…) Cuando sienta que no puedo escribir más de Montalbano porque me enojé o llegué al límite de edad o al Alzheimer, ahí llamo al editor y le digo 'publíquenlo, buenas noches'".
Entonces ya está, no hay vuelta atrás. Junto a la partida de su autor, también se irá Montalbano. No será fácil despedir a tan emblemático personaje. Pero lo haremos leyéndolo, y en una nueva y apasionante historia.
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