La muerte de Andrea Camilleri ha dejado un vacío en el campo de la literatura porque le pone fin a una producción que superó los cien libros. Sobre todo su emblemático personaje, el comisario Salvo Montalbano, protagonista de una saga que tiene una treintena de libros, además de una serie de televisión. Tenía 93 años este novelista, guionista, director teatral y televisivo cuando se marchó del mundo, esta madrugada. Este final era anunciado: estaba internado tras sufrir un infarto hace un mes.
Pocos lo saben, pero en el último tiempo, Camilleri había quedado ciego producto de un glaucoma. Eso no lo detuvo. El año pasado, en Italia —país donde nació, vivió y murió—, se publicó un libro suyo que no escribió sino que dictó. Si la literatura es el arte de la imaginación, su mente podía seguir jugando y creando. Pese a la edad y a la ceguera, Camilleri allí estaba: produciendo literatura.
Hace poco más de un año, El Mundo lo entrevistó. En esa charla se refirió a su ceguera sin ningún tipo de pena. Dentro suyo, aseguró con vehemencia, "hay luz, mucha luz. Y trato de mantenerla". Así es como dejaba en claro que la oscuridad en la que se suele eventualmente a los ciegos puede ser pura fantasía. ¿Y no es la fantasía el terreno fértil donde un narrador trabaja su agricultura del lenguaje? "Mi ceguera ha provocado cierta aceleración en la escritura, nada más". dijo.
"Me esfuerzo sobre todo —confesó— por retener los colores. De hecho mis sueños ahora están repletos de colores, hay colores por todos lados. Tengo unos sueños bellísimos como no los he tenido nunca. El cuerpo es una cosa increíble. Apenas he comenzado a perder la vista, los otros sentidos han comenzado a recuperar vitalidad".
Camilleri era fumador. No un simple aficionado a los puchos. "Yo fumo como un condenado de toda la vida". No mentía: en el momento en que se realizó la entrevista fumaba sesenta cigarrillos diarios. "Inevitablemente mis papilas gustativas y mi olfato se han visto dañadas por el tabaco. Pues créame: desde que estoy ciego he recuperado el olfato, el gusto, el tacto. Todos mis sentidos se han activado para ayudar a ese otro que he perdido".
También confesó que, desprovisto de la visión, ejercitaba al máximo su cabeza, su memoria. "Trato de recordar y de fijar en mi mente pinturas e imágenes que amo. El otro día, antes de dormir, pensé por ejemplo en La flagelación de Piero della Francesca, en cómo van vestidos los tres personajes a la derecha. Y a la mañana siguiente pregunté para cercionarme de si recordaba bien, y me confirmaron que sí."
¿Cómo es el mundo cuando se lo puede ver? "La fealdad ha desaparecido. En todos los sentidos. Lo que me queda es la belleza. ¿Sabe lo único que me falta? La belleza femenina. Eso sí que me falta, la belleza de las mujeres. Poder verlas, recrearme en ellas", aseguró Camilleri en aquella entrevista publicada en mayo de 2018.
En aquel entonces, y contra viento y marea, el sisciliano nacido en Porto Empedocle seguía escribiendo. Dictando es la palabra justa. Produciendo literatura. ¿Cómo lo hacía? "Me imagino la página que debo escribir como si estuviera mirando una escena teatral: Montalbano está sentado en la butaca de la derecha, el otro entra en ese momento por la puerta… Eso me ayuda a recordar, aunque no siempre funciona y muchas veces le tengo que decir a Valentina que me relea y me relea lo que ya llevamos escrito".
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