Al escritor Carlos Zanón (Barcelona, 1966) van a tener que darle algún reconocimiento como visitante asiduo a la ciudad de Buenos Aires. Aunque a este vínculo Barcelona-Argentina, él ya le ha sacado provecho. Y rendido homenaje. Un ida y vuelta real y simbólico. El apócope de su nueva novela, Carvalho. Problemas de identidad (Planeta), es un verso del poeta argentino Juan Gelman. Un capítulo del libro se titula "Novia uruguaya camuflada de argentina". Y dirá el autor en esta entrevista: "La novia zombie de Carvalho no deja de ser La Maga de Rayuela. Es una suerte de homenaje".
Si en 2018 Zanón llegó a la Feria del Libro de Buenos Aires con un libro debajo del brazo, Taxi (Salamandra), la novela no negra de un autor reconocido por ser representativo del género, este año volvió con dos, el que escribió por encargo para escribir la continuación de la saga de Manuel Vázquez Montalbán; y la reedición de su segunda novela, Tarde, mal y nunca (Salamandra).
Para comenzar, Zanón aclara: "Carvalho es una propuesta que me hacen. Ellos tuvieron la idea, como pasa en otros autores con personajes emblemáticos, de hacer una novela, y pensaron en mí. Pero en principio el proyecto no es seguir con la serie. La otra cosa es que se dé. La idea fue: contemos tu mundo y el mundo de Carvalho a ver que aparece. Porque hay dos generaciones que no han leído a Carvalho."
-¿Entonces no es imprescindible haber leído a Váquez Montalbán para leer Carvalho. Problemas de identidad?
-No, yo creo que la puedes leer como la única novela que leas de Carvalho, porque además juega con la idea de que Carvalho es un personaje que inspiró al escritor a hacer otro personaje, lo influye. Hay unos cuantos guiños que puedes relacionar si lo leíste, pero no pasa nada si no. De hecho, Carvalho en esta novela no va a los mismos sitios a los que iba el anterior. Es un mapa nuevo, una ciudad nueva y un personaje de 2017. Yo tenía en mente la adaptación que hizo de Sherlock Holmes la BBC. Actualizarlo. Contar el personaje, no a través de una adaptación, sino darle una relectura desde ahora.
-Es un Pepe Carvalho cansado. El detective cansado está en varios protagonistas de policiales de autores europeos, como el Kostas Jaritos del griego Petros Márkaris, o el Wallander del sueco Henning Mankell. ¿Eso habla del cansancio de un género que ya lleva noventa años, desde Dashiell Hammett en adelante, o los detectives están viejos?
-En realidad, hoy todo es mucho más emocional. La primera persona también ha llevado a eso. Carvalho no deja de ser un detective hard boiled que controla mucho, que le tienes que interpretar por lo que hace, no por lo que dice y piensa. Y controla mucho sus emociones. El no se implica, no sufre, no añora, no se lamenta. Hace muchos años que eso ya no funciona. Ya no solo eso es un dinosaurio sino un dinosaurio feo, que no nos gusta en esta época. Me gusta Wallander sufriendo por su padre. Esa es una de las cosas que quería hacer, que fuera más cercano en el sentido de que fuera injusto, que fuera violento, pero también vulnerable. Y él está cansado porque está buscando cuál es su papel como hombre y como detective en la vida de ahora. Como un animal que está buscando dónde poder morir. Y se pregunta qué me queda, me quedan dos vueltas, esta partida la voy a jugar bien, voy a intentar que me quieran. Hoy tenemos un colapso, saturación del género, de los personajes, tenemos que huir de CSI. Tenemos que huir de los psicópatas, asesinos. Tenemos que huir de la realidad en cierta manera.
-¿Cómo ve el género negro de aquí en adelante? Porque hay una saturación, pero también hay un boom.
-Sí, sobre todo hay un montón de lectores que están esperando libros. Yo creo que la cosa está en no fijarnos tanto en los periódicos ni en las listas de sucesos, sino, a partir de la ficción, inventarnos personajes. Las víctimas, por ejemplo. Pasamos de que los protagonistas fueran los detectives, los superhéroes, a que fueran los asesinos. Tal vez es tiempo de que los protagonistas sean las víctimas. Es un camino. Las víctimas son necesarias para que yo pueda explicar una historia.
-En su novela hay víctimas mujeres que hablan desde la muerte. Están narrando desde debajo de la tierra y ahí vira el punto de vista.
-Sí, pero también las víctimas como protagonistas de su propio desastre. No es que pasó por la calle y tuvo mala suerte porque en ese momento él se cruzó, sino que es la vida, las decisiones, la necesidad de no ser invisible, un poco eso. Yo creo que ese es un camino que podríamos buscar, y luego el talento. Un ejemplo es una novela del año 78, El último buen beso, de James Crumley. Es de género, es de un detective que se dedica a encontrar gente desaparecida, es muy divertida. Está escrita super bien. Sale un tío con talento y todo se arregla un poco. Si no hay eso, tenemos que explorar cosas y sobre todo huir de la televisión, huir de Netflix. No podemos competir ni es necesario competir, tenemos que volver a buscarnos en la ficción. Es más, creo que con otros géneros somos mucho más permisivos, en una serie o una película no nos importa si los muertos hablan. En una novela no importa que sea todo mentira.
-En su novela, en un capítulo Pepe Carvalho habla de "mi momento Marlowe" (por Philip Marlowe, el protagonista de las novelas de Raymond Chandler), cuando descubre algo que va a ser importante para la trama, vinculado con el perro que no ladra y que además se llama Valent.
-El perro se llamaba Valent porque un amigo mío tenía un perro que se murió y se llamaba así. Pero además era un perro completamente manso. Nunca ladraba. Además, en Los mares del Sur, de Vázquez Montalbán, Carvalho adopta una perra y los que no quieren que investigue la matan y Carvalho llora. Creo que es muy importante ese momento. Cuando le matan a la perra, él se implica. Ese es el límite. Eso era importante para volver a definir al personaje, tiene otro perro, hay otro nuevo principio.
-Además en su novela Carvalho se hace cargo del perro de las víctimas.
-Exacto. No todo ha sido en vano. Yo empecé a leer porque cuando era pequeño se murió mi tío y heredé su biblioteca. Me gustaban los libros que él había leído y así tenía la sensación de que no había desaparecido. Esa idea fue muy poderosa.
-Los perros son los libros.
-De una manera inconsciente, sí. Pero sobre todo la idea de que una comunidad funciona si nos cuidamos entre nosotros. Y ese perro ya tiene otra casa.
-Lo bautizaron el Jim Thompson español por tu novela No llames a casa y ahora sería el Benjamin Black (alias de John Banville, autor elegido por la familia de Raymond Chandler para continuar con la saga de Philip Marlowe).
-Exacto (risas). No sé si tanto…
-Hay muchos guiños a la Argentina en Carvalho. ¿Tiene que ver con una cuestión extraliteraria de los lazos que se establecen?
-Yo creo que todos los libros son autobiográficos en estas cosas. Si el año pasado no hubiera venido a Argentina probablemente no hubiera salido lo de la novia argentina, cosas que se te cuelan. Luego, el año pasado cuando vine me di cuenta de que parte de mi tradición como lector es muy argentina, de antes y de ahora. Si quitas Estados Unidos y los españoles, los autores que más he leído son argentinos. De los actuales, me gustan mucho Selva Alamada, Kike Ferrrari, Claudia Piñeiro, Gaby Cabezón, Julián López, Mariana Enríquez. Y luego, de chaval los que me volaron la cabeza son los cuentos de Cortázar. Y la novia zombie de Carvalho no deja de ser La Maga de Rayuela. Es una suerte de homenaje. Luego, leyendo todos los libros de Carvalho, los primeros son muy potentes, en algún momento pone el piloto automático, son libros que salen casi cada año. Hay un momento en el cual a él le empieza a picar el espíritu competitivo. En Quinteto se pone las pilas porque viene aquí, a la Argentina, por su competitividad como escritor, yo creo que es un libro importante en Carvalho. Ya era importante para el otro Carvalho Buenos Aires.
-Sabemos que Pepe Carvalho es un personaje literario y al mismo tiempo se lee como de carne y hueso.
-Ese era el juego, hacer eso, decir todo momento se está repitiendo que este es un mecanismo intelectual y emocional. Me gustaba la idea de escribir un personaje y que el personaje estuviera hablando del anterior autor. También fue la manera de no escribir "como" Vázquez Montalbán. Al principio dije no, esta es la partida, aquí está el personaje, aquí está el autor y aquí estamos nosotros. ¿Jugamos? Era importante porque si no, no hubiera funcionado.
-En ese sentido es diferente de lo que hizo Benjamin Black, que en La rubia de ojos negros hizo un Chandler.
-Sobre todo porque Chandler es muy su estilo. Es como escribe. Tomar a Marlowe y quitarle eso no tiene sentido. Montalbán tiene un estilo más plano, más directo.
-En relación al lenguaje hay una ruptura, algo más experimental en relación a sus libros anteriores.
-Sí. Una de las cosas que quería probar tenía que ver con el lenguaje. Empezaba a trabajar con Planeta, que es una editorial comercial que intenta llegar al máximo público posible, pero mi idea siempre ha sido que el lector no es imbécil. Si tú le pones en aprietos, los superan. No les tenemos que explicar las cosas cuatro veces, entienden a la primera. Si Dan Brown quiere explicar las cosas cuatro veces, allá él. Yo creía que el lector de Planeta podía perfectamente aguantar ese tirón estético o de estilo. Y es verdad. Nadie dijo "lo dejé porque no lo entendí" o "era muy raro". Yo creo que la literatura es música. Te gusta una página porque te suena bien. Aunque sea una traducción, si te llega es porque suena. Eso es estilo y eso es cómo escribes la historia, y yo creí que de esa manera hay capítulos complejos, hay capítulos que no sabes por dónde vas pero te queda la sensación, como una película de David Lynch. Una pesadilla sin sentido. Pero el desasosiego, lo que te queda, eso es algo que también pasa en la literatura. Al principio había la intención de hacer un libro con vocación de que gustara a mucha gente, pero sin rebajar la exigencia. Un poeta, T.S. Eliot, dijo que la poesía a medida que se aleja de la música se aleja de la poesía, y eso se podía hacer aplicable a la narrativa.
-También se acaba de reeditar Tarde, mal y nunca. Una novela negra.
-Es mi segunda novela. La publiqué con RBA y han acabado los derechos, Salamandra la ha recuperado y también ha comprado la siguiente, No llames a casa. Cuando la publiqué en 2009 no tenía la sensación de que había hecho una novela negra. Yo tenía la idea de que novela negra era novela de detectives, de investigación. Era una novela de barrio. Yo quería que tuviera una mirada de barrio, no ser políticamente correcto, hablar de la inmigración, de las drogas, de la prostitución, sin ser ni un buenista ni estigmatizar a nadie. Es un triángulo de amor de gente que no sabe querer y no sabe por qué no le quieren. Y empezó un poco ahí. Yo escribí la novela, la primera editorial, Saymon, que era muy pequeña, nunca la vendió como novela negra. Tenían un director de marketing que estaba un poco loco, quería revolucionar toda la historia del marketing y decidió que la novela era macarra. Macarra allá es proxeneta. Cada libro lo enviaban a los periódicos con un paquete de macarrones. Nadie se quejó y una periodista de El País, Rosa Mora, que ya estaba jubilada, cada vez que pasaba por la redacción se llevaba libros y no tenía cena y se llevó los macarrones y también el libro. Le gustó tanto que me hizo un reportaje para El País. Y todo empezó ahí. Ella empezó a decir que era una novela negra muy rara, distinta, no había investigación, el asesino y el muerto están en el primer capítulo, lo que no se sabe es por qué ha pasado eso. Negra y criminal empezó a apoyarlo, al año RBA compró el libro a la editorial pequeña, ganó un premio, Brigada 21. Pero todo fue por los macarrones, la estrategia loca funcionó. Luego ya pude publicar con una cierta regularidad.
Hoy en día por qué hay que defender tanto la especificidad dentro del género (si es de enigma o no, etc) cuando hoy todo entra bajo el paraguas de lo negro. Los nombres de los festivales, por ejemplo, tiene la palabra negro.
Yo creo que se convirtió, como en los años 70, 80, donde todo era rock. A mí tampoco me importa mucho. Lo de poner etiquetas vale para que cuando alguien entra en una librería sepa dónde buscarte. No nos vamos a poner talibanes, esto es negro, esto no. Si tú consideras que es negro, pues bien. También es verdad que en algún momento tengamos que poner un límite y decir oiga, usted no ha hecho una novela negra. ¡En realidad esté contento, no ha hecho una novela negra, que es lo más difícil! Pero por ejemplo hay libros con muertes que no son novela negra. Hay thrillers que no lo son. James Bond no es novela negra. Hay un componente social, de mecanismos de por qué se ejerce la violencia. ¿Por qué la saga de Ripley de Patricia Higshsmith es novela negra y James Bond no? Porque Ripley utiliza la violencia como el único mecanismo para conseguir lo que quiere; James Bond puede conseguir lo que quiere de mil maneras. Es verdad que se ha extendido y en España y en Argentina todo es negro, pero en Alemania no. Novela negra para ellos es un muerto, un policía que investiga. Personalmente me gusta mucho un género bastardo sin talibanes que diga "se puede mezclar esto con esto". A mí me gusta más la novela negra si pienso en El cartero siempre llama dos veces, porque cuando piensas en ella piensas en qué harías tú si llegas a una cafetería o un bar y te enamoras de una señora que tiene un mal matrimonio con un señor griego bastante terrible… ¿Te lo cargarías?
-Su novela se pregunta: ¿por qué maté?
-Sí, eres un estorbo para lo que yo quiero. Eres un estorbo, tienes lo que yo quiero y la única posibilidad de tenerlo es la violencia. No le doy valoración a eso. Si está bien o si está mal: es esto. Ahí está el terreno de lo que a mí me interesa, vamos.
-Hizo un parate con el género con Taxi. Ahora vuelve con dos libros del género. ¿Qué sigue?
-No sé. Yo creo que el género te elige en cierta manera. Es una mirada. No es que tu elijas el género. Porque a los autores que eligen el género se les nota mucho: esta es una novela negra, una novela histórica… Pues han leído en Wikipedia la historia del rey Jacobo. Quiero hacer una historia de un grupo de músicos callejeros que son extremadamente buenos pero que a pesar de eso van tocando en la calle y hay un triángulo amoroso, una especie de road movie. Quiero que no salga Barcelona, es una de las cosas que quiero cambiar. Porque Taxi es en Barcelona. Siempre que pasa algo en Barcelona me preguntan a mí qué opinión tengo, no tengo ninguna opinión, la tengo que inventar, pues que no tengo ni idea. Mi idea es que sea una novela negra que sea itinerante. Son dos varones y una chica. Un triángulo, lo que les va pasando, vienen de sitios distintos. Uno de ellos está escapando de algo… Hay una cosa y es que te das cuenta de que el formato thriller en una novela funciona muy bien. Tú pones el formato thriller y te aguanta la novela. Porque la intriga, un poco Hitchcock, todo eso queda muy bien, te da mucha seguridad. De hecho, los programas de cotilleo en la televisión tienen formato thriller.
–Tarde mal y nunca leída hoy no hay duda de que es negra.
-Tiene un trasfondo mitológico. Es Pandora. Prometeo y Epimeteo. Uno que prevé las consecuencias de sus actos. En Rumble Fish (La ley de la calle, de Francis Ford Coppola), es Mickey Rourke, y otro que es atolondrado, que es el hermano, Rusty James. Prometeo está intentando controlar las acciones locas de su hermano. Me gusta mucho la mitología, estuve leyendo la historia de Prometeo, lo castigan porque roba el fuego de los dioses, y le envían a Pandora. Su hermano atolondrado no ve, lo abre, salen todos los desastres humanos, llega a tiempo y lo único que queda es la esperanza. Finalmente, todas las novelas son una regurgitación de mitos de siempre.
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