Gerda Taro: la apasionante vida y el trágico final de la primera fotoperiodista muerta en un campo de batalla

Fue la primera mujer en registrar una guerra con su lente. Junto con Endre Ernő Friedmann, quien fue su pareja, tomaban fotos bajo el seudónimo de Robert Capa. Destacada fotógrafa de comienzos del siglo XX y murió pocos días antes de cumplir 27 años, mientras cubría la Guerra Civil española. En la reciente novela “La chica de la Leica” la autora italiana Helena Janeczek repasa su historia, que tiene lugar en una Europa en tiempos de crisis, persecución y ascenso del nazismo. La escritora habló con Infobae sobre su libro y sobre cómo llegó a reconstruir los días de un personaje fascinante

Guardar
Gerda Taro se llamaba en
Gerda Taro se llamaba en realidad Gerta Pohorylle. Nació en 1910 y provenía de una familia judía de la ciudad de Stuttgart, Alemania

"Avanzaban con la inexorable lentitud de los desfiles mastodónticos, aplastados por el metal que repetía la marcha fúnebre, cruzando la Place de l'Opéra, pasando por rincones de los Grands Boulevards (…) Alrededor de la tumba se extendía una multitud abarrotada de pancartas y banderas rojas que volvían invisibles a quienes tomaban la palabra. Las masas obreras apestaban a sudor, pero apestaban aún más las coronas y los ramos ya marchitos por horas de camino bajo el sol (…) Alguien recordó que ese día habría cumplido veintisiete años 'nuestra Gerda', la valiente camarada que había entregado su joven vida en una lucha en la que sabía que se jugaba el futuro de todos", describe la autora italiana Helena Janeczek en una de las escenas más potentes de su reciente novela La chica de la Leica (Tusquets, 2019).

El libro, que reconstruye la fascinante y a la vez brevísima vida de la pionera del fotoperiodismo Gerda Taro, parte de alguna manera de su ausencia, de esas imágenes indelebles de un funeral masivo, de una despedida y, especialmente, de la memoria de quienes la conocieron.

Para huir del nazismo, en
Para huir del nazismo, en 1933 huyó de Alemania y se mudó a París, donde conoció a Endre Ernő Friedmann

Taro se llamaba en realidad Gerta Pohorylle y nació en 1910 en Stuttgart, Alemania. Pertenecía a una familia judía polaca acomodada y desde pequeña simpatizó con las ideas socialistas. No eran tiempos fáciles en aquel país para ella y los suyos: el nazismo se encontraba en pleno ascenso, por lo que debieron huir primero a Leipzig y luego a distintas ciudades fuera de Alemania. La familia de alguna manera se desmembró y la joven Gerda optó por irse a vivir a París en 1933 con una amiga. Allí, mientras se ganaba la vida como mecanógrafa en días de agitación política, encontró un oficio que la llevaría, en poco tiempo, a convertirse en una auténtica pionera: la fotografía y, más específicamente, el fotoperiodismo.

La novela de Janeczek refleja con gran detalle la fascinación que sentían varios de los que conocieron por aquellos tiempos a la magnética Gerda. Entre otros, quien quedó subyugado por la joven fue el húngaro Endre Ernő Friedmann, con quien se puso de novia. En poco tiempo, ambos cámara en mano, decidieron registrar lo que veían. No pasó mucho tiempo hasta que hicieron de eso un trabajo que les hizo ganar gran popularidad. Por precaución, la pareja eligió trabajar profesionalmente bajo el seudónimo de Robert Capa, un ficticio fotógrafo estadounidense a quienes ellos decían representar.

“La chica de la Leica”
“La chica de la Leica” (Tusquets, 2019) es la reciente novela que reconstruye la vida de Gerda Taro

En diálogo telefónico con Infobae, la escritora italiana Helena Janeczek cuenta sobre su propio deslumbramiento al conocer la historia de la fotoperiodista.

–¿Cómo llegó a conocer y a investigar sobre la vida de Gerda Taro? ¿Cuándo fue la primera vez que escuchó hablar de ella?

–Vi una exhibición en Milán con fotos de ella, en 2009, creo. Me generó mucha curiosidad ella y también su historia. Entonces me compré y leí su biografía oficial, escrita por una investigadora alemana llamada Irme Schaber. Yo todavía estaba trabajando en otra novela por entonces. Pasó un tiempo pero después de unos años me di cuenta de que aquello se había quedado conmigo. Así empecé a pensar y buscar sobre el contexto de sus días. Entendía que era necesario ver la foto grande alrededor de su figura. Tenía que buscar información de las personas que la conocieron bien y que aparecían en su biografía. Son personas que eran muy grandes en el momento en que Schaber los entrevistó y cuando me puse a buscar, la mayoría había muerto. Ella fue muy generosa y me dio algo del material que había usado. Entonces seguí buscando sobre los otros personajes y su entorno.

–El libro parte de una ausencia: se cuenta la historia de una persona que ya no está, desde el recuerdo de aquellos que la conocieron. ¿Por qué decidió contar la historia de este modo?

–Estos personajes se sentían muy atraídos por ella y algunos incluso enamorados. Quería de alguna manera contar eso. También era importante ver lo rápido que pudo transformarse a sí misma, formarse y hasta convertirse en una mujer que se fue involucrando cada vez más en la cuestión política.

Gerda y Friedmann crearon a
Gerda y Friedmann crearon a Robert Capa, seudónimo de un supuesto fotógrafo estadounidense que en realidad utilizaron para vender su trabajo

–Hay diálogos, pensamientos. ¿Cómo hizo el trabajo de recuperar la voz de ella? En el epílogo usted dice que quiso de alguna manera no despegarse de los hechos reales pero al mismo tiempo era consciente de que estaba escribiendo una novela.

–Es algo difícil para los escritores, tratándose de personas que vivieron. Creo que intenté recuperar su voz y la voz de los otros personajes a través de documentos, biografías, testimonios. Además hay un documento audiovisual en el que ella aparece pocos días antes de su muerte mientras estaba trabajando en un congreso de escritores en Valencia, en 1936. Ahí pude ver cómo se movía, su forma de comportarse, de ser en público. Esto concordaba con las descripciones que pude encontrar en los testimonios que se referían a ella. Hay distintas fuentes, entre las que también se encuentran las cartas que ella escribió a sus amigos. Había ironía y un tono muy interesante que encontré y que me sirvió para mi trabajo.

Tiempo después de la muerte
Tiempo después de la muerte de Gerda, Friedmann adoptó el seudónimo de Capa que habían creado juntos

Al estallar la Guerra Civil Española, en 1936, la pareja se trasladó desde París hasta España, para cubrir fotográficamente lo que ocurría en los frentes republicanos. Tanto juntos como separados, Taro y Friedmann tomaron fotografías en Barcelona, Madrid y Aragón. De aquellos días es quizá una de las fotografías más emblemáticas de Robert Capa –y del siglo XX– y a la vez una de las más cuestionadas con los años: Muerte de un miliciano. Décadas después de ser registrada, se llegó a dudar de su autenticidad e inclusive se llegó a investigar si quien había tomado la imagen fue la propia Gerda y no Friedmann, como se creyó por muchos años.

Mientras tanto, las imágenes de Taro –siempre elocuentes, siempre en blanco y negro– aparecían en publicaciones prestigiosas de la época, como las revistas Regards y Vu. En algún momento de 1936, los creadores de Robert Capa decidieron terminar su relación y siguieron su tarea fotográfica de manera independiente.

“Muerte de un miliciano”, una
“Muerte de un miliciano”, una de las fotos más emblemáticas y controvertidas de Robert Capa

Gerda entonces se acercó a algunos intelectuales célebres por aquellos días, que se declaraban antifascistas, como Ernest Hemingway y George Orwell. Mientras que Friedmann optó por quedarse con el seudónimo de Robert Capa, la fotógrafa comenzó a ofrecer su trabajo bajo la marca de Photo Taro y a publicar en medios como Life e Illustrated London News, entre otros.

–¿Por qué durante mucho tiempo pareciera que la figura de Gerda estuvo oculta o tapada?

–Sí, por décadas ella no apareció. De alguna manera volvió a emerger durante los años en los que yo pude conocer su historia. Pero ella era conocida en ámbitos específicos, entre gente que se dedicaba a la fotografía o estaba interesada en la Guerra Civil Española. Pero incluso cuando su figura fue un poco más conocida, y empezó a revelarse su historia de una mujer joven, libre y autónoma, todavía muchos se referían a ella como "la novia de Robert Capa". Esa fue otra de las razones por las que yo también elegí contar otros aspectos de su vida, y la historia de otros hombres que la conocieron antes y después de Capa para que no fuera reducida simplemente a "la mujer de Capa", para que no se creyera que su gran logro fue ser una especie de elegida de él, alguien a quien él designó o formó como fotógrafa.

Por “La chica de la
Por “La chica de la Leica”, la autora Helena Janeczek ganó el prestigioso premio Strega 2018, uno de los máximos galardones de la literatura italiana

–Hay muchos mitos alrededor del trabajo conjunto de Gerda y Friedmann e incluso se llega a dudar de la autoría de algunas fotos que fueron atribuidas a él pero que en realidad eran de ella. ¿Ella resultó borrada de alguna manera de la historia?

–Es una historia complicada. Aparecen más investigaciones alrededor de algunas imágenes icónicas, en especial sobre la famosa foto del miliciano. Aparentemente todo parece indicar que podría ser una foto de ella. Lo que es seguro es que ahí los dos estaban juntos. En esta etapa, por otra parte, a ellos les convenía vender así las fotos, bajo el seudónimo de Robert Capa. Lo que ocurrió después es que Friedmann, (cuando decidió adoptar él el seudónimo que antes era de los dos) se volvió muy famoso e icónico. Entonces todas aquellas fotos que habían tomado juntos fueron automáticamente atribuidas a él, incluso algunas que ella había hecho y firmado. También hubo problemas con el tema del copyright en general por aquellos años, algo generalizado en el rubro y en lo que varios fotógrafos querían trabajar y revisar. Y por eso, también, tiempo después de la muerte de ella, Capa y otros fotógrafos crean la agencia Magnum.

–¿Qué pasó con el legado fotográfico de ellos?

–Cuando todos ellos murieron, inclusive los fundadores de Magnum, el que tuvo que lidiar con todo fue el hermano de él. Todos estos hechos juntos ayudaron a que el trabajo de Gerda quedara de alguna manera de costado. Y fue muy difícil y se necesitó muchísima búsqueda e investigación para encontrar el origen de las fotos que se les atribuyeron primero juntos. Para algunas fue fácil porque ella usaba un tipo de cámara específico. Luego se complicó porque ella tomó la Leica de él y él empezó a usar una cámara más compleja. Los negativos son muy similares de todas maneras. El gran punto cumbre de esta historia fue el hallazgo de la célebre "maleta mexicana" con negativos (N. de la R.: el hallazgo, en 2008, de una enorme cantidad de negativos de fotos de la Guerra Civil Española realizados por Taro, Friedmann y el fotógrafo David Seymour). Ahí se pudo saber que muchos de los negativos encontrados ahí, que habían sido atribuidos a Capa, habían sido registros de Gerda. De todos modos, es importante destacar que quienes conocieron a la pareja en España y París consideraban a Gerda como una par de él.

“Dos soldados republicanos con un
“Dos soldados republicanos con un soldado en una camilla” es el nombre de la fotografía tomada por Taro en Puerto de Navacerrada, frente de Segovia, España, a finales de mayo-principios de junio de 1937. Se trata de uno de los negativos recuperados con material de la fotoperiodista

Con apenas 26 años y poniendo en juego su vida a cada paso, en medio de bombardeos y ataques, Taro ganó prestigio internacional por su cobertura en la llamada batalla de Brunete de la Guerra Civil Española, en la que las tropas republicanas lograron el triunfo en una primera fase.
Poco después, sin embargo, los franquistas volverían a la carga y la fotoperiodista perdería su vida en un accidente en medio del conflicto bélico, cuando el coche de las Brigadas Internacionales en el que viajaba fue perseguido por aviones enemigos que volaban a baja altura. En medio del pánico, el convoy hizo una mala maniobra y la joven fotógrafa salió expulsada. Un tanque que venía detrás la pisó y pocas horas después murió en un hospital de El Escorial, cerca de Madrid.

Por su lucha incansable, fue despedida con honores en Francia, en un encuentro multitudinario de trabajadores, intelectuales, amigos, familiares. Hasta el propio Friedmann, ya conocido definitivamente por todos como Robert Capa, estuvo presente.

"El funeral fue impactante, asistió mucha gente. Su padre se desmayó allí, fue muy conmovedor. En ese caso me enteré de muchas cosas a través del libro de Schaber y de otros. Además hay muchas fotografías y artículos en periódicos dedicados a ese momento. Hay mucha documentación sobre ese episodio particular", detalla Janeczek.

Entrenamiento de una miliciana republicana
Entrenamiento de una miliciana republicana fotografiado por Gerda Taro durante la Guerra Civil Española

–Si tuviera que definir cuál fue el legado de ella para las mujeres, las artistas, las fotógrafas. ¿Qué diría?

–Por supuesto está la vieja historia de que siempre fue difícil para las mujeres ser reconocidas en sus propios derechos. Incluso a mí en este sentido me interesaba trabajar en la biografía de una mujer y su trabajo, porque todavía en algunos casos se cuentan vidas de mujeres como algo curioso pero no se enfoca en su legado. Hay que pensar que en el tiempo en el que trabajaron Gerda y Capa juntos todavía eran tiempos muy centrados en el varón, de alguna manera ése era el signo de aquellos años.

–¿Puso saber qué pasó con su célebre Leica?

-No sé exactamente qué pasó con su cámara. La enfermera que la atendió en sus minutos finales dijo que ella estaba mucho más preocupada por su cámara y sus fotos que por cualquier otra cosa. Por el golpe que sufrió, la cámara se quebró y las últimas fotos que se conocen de ella se sacaron de aquella cámara rota. Ella también tenía encima una cámara de video que nunca se pudo encontrar.

Más sobre este tema

Guardar