En el año 2007, cuando la expansión de internet sobre todos los modos de existencia daba las señales inequívocas de un fenómeno definitivo, Alessandro Baricco (Turín, 1958) estuvo entre los primeros en animarse a pensar en contra de una posición intelectual que proponía el rechazo cultural ante lo nuevo. Con su libro Los bárbaros. Ensayo sobre la mutación, el novelista y ensayista italiano probó transformar el miedo a la novedad de muchos de sus contemporáneos en un proceso de "mutación" y "adaptación" tan razonable como necesario. La hipótesis era simple: el éxito de internet no significaba necesariamente un apocalipsis cultural.
A través de nuevos dispositivos técnicos, nuevas sensibilidades y nuevas palabras (algunas tan añejas como "link" o "surfear", en el sentido de "surfear la web"), Baricco procesó con éxito la "transformación total" de su época como una continuación de lo que su compatriota Umberto Eco había definido algunos años antes como un largo debate entre "apocalípticos" e "integrados". Ante los nuevos "bárbaros", por lo tanto, convenía no olvidar las lecciones culturales del pasado. ¿Acaso a Roma no le había costado un imperio comprender que asimilar a los otros era más importante que intentar derrotarlos?
Una década más tarde, The Game lo dice casi todo desde el título. Las "hordas bárbaras" de la web han triunfado de modo incontestable, y con ellas a la vanguardia la civilización del siglo XX parece haber dado el giro para avanzar sin consideraciones hacia lo que resta del siglo XXI. ¿Pero en qué posición deja este panorama a nuestra idea sobre lo que representa internet? ¿Se trata apenas de un gran "juego" de individualidades en el que la batalla por una nueva verdad aún espera su época de equilibrio y madurez, como sostiene Baricco?
Entre las preguntas del pasado y las dudas del futuro, el desafío es analizar lo que este triunfo de la cultura tecnológica digital significa en lo más inmediato. Y al igual que en Los bárbaros, para hacerlo Baricco aún dialoga con los últimos espectros del rechazo: "Cuando la gente cree vislumbrar la degradación cultural en un chico de dieciséis años que ya no usa el subjuntivo, sin fijarse, sin embargo, que para compensar ese chico había visto treinta veces las películas que a la misma edad había visto su padre, no es que yo sea optimista, es que ellos están distraídos". Sin embargo, no son estos últimos bastiones de negación los que complican el optimismo del intelectual italiano.
Dividido en tres partes, The Game propone una historia comentada de "la revolución tecnológica y mental de internet" mediante un repaso por su época clásica (del Commodore 64 a Google), su época colonizadora (de Napster al iPhone) y la época contemporánea (de las Apps a AlphaGo), panorama que se complementa con una extensa cartografía imaginaria de lo que Baricco considera que son los valles, las mesetas y las montañas de la tecnología sobre la que hoy llevamos adelante nuestras vidas.
En un estilo que busca evitar la pesadez de los largos artículos de Wikipedia con los giros de un maestro de escuela exaltado por el tema ("¿qué inventó, exactamente, Berners-Lee? No Internet, y eso ya lo hemos entendido bien. ¿Pues entonces?"), lo más meritorio del nuevo libro de Baricco emerge cuando se aparta de las descripciones de la innovación en Silicon Valley y se concentra en las ideas con las cuales esa trayectoria puede cobrar sentido. De hecho, es en este punto que la incomodidad intelectual provocada por el optimismo del autor cumple una función clave.
Pero el factor crucial para entender esta incomodidad es el tiempo. Porque, ¿y si el meritorio entusiasmo que Baricco defendió en 2007 en Los bárbaros fuera incompatible con el optimismo que insiste en defender en The Game? ¿Acaso la década que separa a ambos libros no hizo evidente que "conectar a la gente" y simplificar el "multitasking" no son los únicos intereses de Silicon Valley?
En este sentido, así como en Los bárbaros era posible creer de buena fe en una revolución dispuesta a cambiar el mundo, ahora, cuando Mark Zuckerberg está en la mira del Senado de los Estados Unidos por explotar la información recolectada por Facebook, Instagram y WhatsApp para manipular a los usuarios con fines políticos y sus propios socios son quienes alertan al Estado para que intervenga en defensa de la democracia, el optimismo corre el riesgo de caer en la trampa de lo que el ensayista bielorruso Evgeny Morozov llama "solucionismo tecnológico".
¿Y qué es el "solucionismo tecnológico"? La idea (optimista antes que ingenua) de que a partir de la lógica que predomina entre los hacedores de las más grandes y exitosas plataformas digitales, cualquier problema puede tener una solución técnica definitiva a pesar de que, en el proceso, provoque consecuencias inesperadas y termine causando más daño que soluciones. "Si Sigmund Freud estuviera vivo", escribe Morozov a modo de ejemplo, "seguramente lo habrían reemplazado por un podómetro: en este mundo feliz, ¿quién necesita el psicoanálisis, esa obsoleta práctica de imaginación narrativa, para llevar un registro de nosotros mismos cuando la opción algorítmica suena tan tentadora?"
Para sostener este delicado equilibrio entre el entusiasmo, el optimismo, la ingenuidad y la desilusión, The Game tiene dos estrategias. La primera es aceptar que las objeciones alrededor de la nobleza del programa revolucionario de Bill Gates, Mark Zuckerberg, Jeff Bezos, Elon Musk, Steve Jobs y Larry Page existen, aunque no sean el tema principal en la totalidad del gran paisaje. "No se pregunten qué clase de mente puede generar el uso de Google", escribe Baricco, "pregúntense qué clase de mente ha generado una herramienta como Google". Si la revolución digital los asusta, sostiene el ensayista italiano, "pregúntense de qué estábamos huyendo cuando enfilamos la puerta de una revolución semejante".
La otra estrategia de The Game es omitir la discusión por completo. Y por eso sorprende que una y otra vez el futuro de una cultura dominada por la tecnología digital se presente bajo dilemas que, al parecer, solo Baricco puede resolver, como si sus ideas fueran inmunes al contacto con otras ideas e incluso al roce con la realidad más cercana. Un ejemplo es el análisis que Baricco propone del proceso de digitalización de toda la información del mundo.
Si digitalizar estos datos significa "crear una especie de ligereza del mundo que asegura una natural inestabilidad del mismo", entonces ningún secreto puede ser posible, ya que el material migra de manera continua en todas direcciones. "Intenta trazar ahora una frontera, separar razas, esconder una bomba atómica o hacer pasar Auschwitz como un campo de trabajo. Suerte", escribe como conclusión Baricco, como si desde la masificación de internet el mapa político europeo fuera extraño a los nacionalismos, las xenofobias o las peores amenazas terroristas.
En sus momentos más optimistas, The Game sostiene que internet funciona como un juego bajo la impronta de creadores que él es "incapaz de no ver" como "superadores de las dinámicas tradicionales del capitalismo". El imperio tecnológico y comercial de Silicon Valley, por lo tanto, daría por terminada "la presencia de un enemigo", al menos tal como se entendía en el siglo XX, para gobernar la realidad con las ventajas colectivas de una "posexperiencia", es decir, "una versión inteligente del multitasking preparada para utilizar la superficialidad como terreno del sentido".
Que este juego sea el mismo al que filósofo de la técnica Byung-Chul Han identifica con una peligrosa "violencia neuronal" sobre los usuarios o que, de acuerdo al politólogo Anand Giridharadas, se trate de una dinámica de negocios que hoy se concentra en seis de las ocho mayores fortunas del mundo, son detalles que Baricco pasa por alto. Sin embargo, es cuando The Game defiende la "destrucción de las viejas élites" gracias a un sistema "que los deja fuera de juego, sustituyéndolos por ambientes protegidos en los que pongo en contacto directo a los hombres y las cosas", que el libro deja suspendida en el aire una pregunta clave: ¿qué élites se sienten hoy realmente en peligro?
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