La artista visual alemana Hito Steyerl, experta en medios, tecnología y la circulación global de imágenes, los definió como "museos secretos": son puertos francos que almacenan —para coleccionistas y marchantes, y probablemente también para evasores de capitales, financistas irregulares y ladrones de obras— fortunas, libres de impuestos, en arte. Como un duty free de piezas artísticas cuya cantidad, su inventario y sus propietarios se desconocen.
Steyerl, profesora de la Universidad de las Artes de Berlín, escribió: "En el mundo se crean enormes espacios de almacenamiento de arte en lo que se podría llamar, en esencia, una tierra de nadie del lujo, paraísos fiscales donde las obras se mueven de un espacio a otro una vez que se las vende. Son también uno de los principales espacios para el arte contemporáneo: el museo offshore o extraterritorial".
El pionero se halla en Ginebra, Suiza; hay otro en Luxemburgo, un tercero en Singapur, otro en Mónaco y otro en Delaware, Estados Unidos; se planea la apertura, en Beijing, China, del que será el más grande del mundo.
"El más viejo es más grande que cinco estadios de fútbol y se usó para distribuir paquetes de la Cruz Roja a prisioneros de guerra en toda Europa durante la Segunda Guerra Mundial. El más nuevo requiere un escaneo de retina para ingresar", describió Bloomberg Businessweek a estos espacios "donde los coleccionistas más importantes y los magnates nerviosos pueden estacionar sus valores durante décadas".
Si una pintura llega a un puerto franco, su dueño puede dejarla ahí durante años sin pagar impuestos. El día que la pintura salga del puerto franco será el momento de pagar el gravamen que corresponda; pero si luego de una temporada, durante la cual la pintura ganó en valor, la vende directamente en las instalaciones, habrá ganado dinero sin tributar.
Según The New York Times, la idea del puerto franco se originó en el siglo XIX "para el almacenamiento temporal de bienes como granos, té o insumos industriales". Con el tiempo fue cambiando y "un puñado de ellos, entre los que se encuentra el de Ginebra, operan cada vez más como bodegas de los súper ricos".
Están ubicados en países y ciudades con incentivos fiscales y ofrecen una manera legal, o casi, de evitar el pago de tasas de importación duplicadas. Uno de los problemas es que, a diferencia del puerto franco original, las versiones modernas —que también esconden joyería y vinos de guarda— no ponen un límite de tiempo para hacerlo. En Suiza, sólo los suizos pueden hacerlo durante 12 meses: el resto de los nacionales del mundo pueden almacenar sus bienes indefinidamente.
"No es posible conseguir un inventario de las obras que se custodian en el puerto franco de Ginebra", denunció TVE. "La bóveda más segura del mundo, construida a prueba de terremotos y explosiones, alberga algunos de los más famosos Picassos, Modiglianis o Rembrandts a la espera de nuevos propietarios. Sus identidades será otro de los secretos mejor guardados de Europa y allí cerrarán sus negocios sin ser vistos".
Bloomberg detalló que si bien es necesario registrar los bienes que se mueven en estos espacios, no hace falta usar el nombre de una persona: basta con crear una empresa fantasma. "Y como en general no hay impuestos a las ventas que suceden dentro de un puerto franco, los propietarios pueden potencialmente realizar compras y ventas anónimas de obras de arte que valen decenas de millones de dólares", según la publicación.
Entre los escándalos recientes —los hay también de hace 70 años—, en 2010 ingresaron al puerto franco de Ginebra nueve piezas robadas en Libia, Siria y Yemen. "Las antigüedades incluían la cabeza de una estatua de piedra de Afrodita del esplendor del imperio griego en lo que hoy es Libia". En 2016, cuando se confiscaron esas obras, también se descubrió un Modigliani de USD 25 millones, "Hombre sentado con un bastón", presuntamente robado por los nazis y vendido en 1944.
"Pese al éxito financiero de estos establecimientos, un informe publicado en abril por la Oficina de Control Federal de Finanzas (OCFF) proyecta una serie de sombras sobre las operaciones que realizan los 10 puertos francos y las 245 zonas francas que existen en Suiza", publicó SwissInfo.
La OCFF advirtió que esas estructuras, además de servir para eludir impuestos, pueden ser útiles para violar la ley "en lo relativo al almacenamiento y comercialización de objetos culturales, material de guerra, medicamentos y diamantes en bruto".
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