El boom de los libros ilustrados o libros álbum de los últimos años trajo aparejada una explosión de tonalidades, colores y técnicas, que se despliegan en páginas que conforman, en sí mismas, obras de arte listas para enmarcar. Sin embargo, para algunos la búsqueda nada tiene que ver con combinar matices o elegir la paleta que más se adapte a una historia. Entre ellos, Thomas Ott, el gran maestro del scratch art, que no solo se convirtió en un referente por su técnica única, sino también por sus historias de horror "mudas" y en loop.
El proceso que lleva adelante Ott (Zurich, 1966) para cada una de sus obras parece sencillo a simple vista, un dibujo sobre un "negativo" que se traspasa a un fondo negro (ver video) al que luego se lo interviene con un cúter para lograr las formas finales, el fondo, la historia en sí. Así, entre sus obras pueden encontrarse Cinema Panopticum, El Número, Dead End y Recuerdos de México, por nombrar algunas.
Por otro lado, sus historias "mudas" -o sea, sin diálogos entre personajes- permiten que cada historia pueda tener diferentes lecturas, de acuerdo a cada lector, lo que genera un regreso constante que posibilita nuevas interpretaciones. Y, si a eso se le suma la pasión por las historias en loop del autor suizo, cada relato en sí se convierte en una trampa eterna que se resignifica en el tiempo.
"Empecé a escribir desde muy joven. A los 12 ya soñaba con ser un artista del cómic. Encontraba inspiración en Lucky Luke o Astérix, con burbujas de diálogo, lo clásico. Hacía tres páginas y las tiraba. Luego en la escuela de arte realizaba fanzines, pero también con burbujas. Mientras más dibujaba, más sentía que el uso de burbujas dejaba un montón de espacio sin intervenir, un espacio que desaparecía por un círculo blanco que, en general, no contenía nada; que decía 'Oh, te odio' y el otro respondía 'yo también te odio'. Entonces descubrí que podía decir lo mismo sin ningún globo, simplemente debía crear una atmósfera llena de detalles. Entonces, de a poco, empecé a crear más y más historias mudas", explicó a Infobae Cultura, durante una visita fugaz a Buenos Aires, en una charla que se produjo en una hamburguesería palermitana tras un paso previo por Uruguay, donde participó en Montevideo Cómics.
–Como autor, ¿cuáles considera que son las virtudes del cómic mudo?
-Cuando se lee un libro se recrean imágenes en la cabeza; si se lee un cómic mudo puedes imaginar lo que están diciendo, pueder poner allí música, escuchar sonidos. Las imágenes crean la historia en sí misma, pero la iluminación, los gestos y el cuadro pueden hablarnos. Lo que me gusta es que diferentes personas pueden mirar mis cómics y tener una interpretación diferente. No solo se trata de la historia, sino también los sentimientos que pueden producir. Creo que mi estilo abre mucho espacio para el lector y como lo hago desde hace 30 años, crecí en mi habilidad de hacer historias. Hay muchísima información que no es solo leer un lenguaje, una grafía determinada, sino un idioma que es mucho más internacional. Es como un storyboard para una película.
En ésta, su segunda vez en Argentina tras su presentación en Comicópolis 2014, presentó Dark Country (Loco Rabia), su última obra, a un público fiel que, según comenta, posee un interés por sus historias que no se replica en muchos de los países europeos, especialmente en Alemania.
Ott comentó que gracias a las redes sociales pudo conocer ciertas características de sus seguidores, aunque en especial de dónde provienen: "Las ciudades del mundo donde más me leen son Zurich, París, Buenos Aires y Santiago de Chile, en ese orden", dijo. Y agregó: "En cambio, no tengo muchos seguidores en Alemania".
–Es curioso que no tenga seguidores en Alemania, teniendo en cuenta que su estilo es netamente expresionista y ese país fue la cuna de este tipo de arte. Es más, cuando se observa su obra resulta muy difícil no asociarla a los filmes de Fritz Lang, Robert Wiene o incluso Friedrich Murnau.
– De niño el expresionismo alemán me influyó muchísimo. Mi padre, que era un maestro de dibujo, tenía una gran variedad de libros de Frans Masereel, el artista belga, y de George Grosz. Descubrí todos estos libros de la década del '20 y fue muy atractivo, una propuesta con un imaginario muy fuerte, muy potente. En casa teníamos una tele en blanco y negro y miraba películas con mis padres. En ese momento no había tanta información sobre a qué público estaba dirigida, entonces de repente sucedían cosas que no eran acordes para mi edad, mis padres querían taparme los ojos, pero era tarde. Recuerdo una escena en especial, no puedo recordar la película, en la que un placard con un espejo gigante se cae sobre una mujer y ella se mira mientras esto sucede. Eso es horror. Es una situación pequeña que se me quedó en el cerebro para siempre. El horror para mí siempre es en blanco y negro, no puede imaginarlo en color. Incluso si un payaso mata a otro, si está en color es más gracioso, podrá ser de terror, pero gracioso.
–¿Por qué cree que tiene más éxito en esta parte del mundo que en la cuna de este estilo?
-Considero que hay dos grandes razones. La primera es que Alemania es más un lugar en el que prefieren los cómics graciosos. Creo que es porque han tenido suficiente con Adolf Hitler, el horror y el blanco y negro. Quizá solo quieren divertirse.
Ott da un bocado a su hamburguesa. Sus ojos reparan en un detalle del cableado público, que parece enmarañarse sobre un poste y sonríe. Antes de encontrar la segunda razón, comentó: "Esto no sucede en Zurich, que es como Disney. Un gran lugar para criar a tus hijos, pero terriblemente aburrido para vivir. No hay caos, todo es demasiado ordenado, incluso los cables se tienen respeto entre ellos".
Y retomó: "Creo que Latinoamérica tiene una mayor conexión con el cómic expresionista y con el arte en blanco y negro que Europa. Por ejemplo, en México con Posada (José Guadalupe), en Argentina está la obra de Alberto Breccia. Siempre que veo cómics argentinos, incluso los autores jóvenes, eligen un estilo mucho más gráfico, en blanco y negro. En Europa en cambio es más fantasía, con muchísimos colores, más mainstream y aquí se conservan más las raíces, no solo en la cuestión estética, sino también en los temas. Los cómics de esta región tienen tópicos mucho más serios que en Europa, donde la gente quiere leer cómics para divertirse".
–Además de Posada y Breccia, ¿qué otros autores de la región le despiertan admiración?
–José Muñoz fue una gran inspiración y también los trabajos de Carlos Sampayo. Creo que es muy interesante ver historias basadas en la vida real, el boxeador que pierde, la joven que se ve forzada a vender su cuerpo, son historias difíciles, claro, pero están relacionada con la tragedia de la vida.
Dark Country es el primer libro en el que Ott acepta trabajar con un guion que no le es propio. Si bien prefiere realizar la totalidad de sus historias, esta vez el pedido de otro fanático de los cómics lo terminó convenciendo.
"Dark Country es un libro especial. Hace muchos años hice Dead End, que contiene una historia de un maletín lleno de dinero, que nadie puede tocar o gastar porque terminan muriendo antes de hacerlo. Es como un loop. Thomas Jane, un actor estadounidense que interpretó en el cine a The Punisher -ex marido de Patricia Arquette-, es un nerd del cómic y tiene una editorial. Uno de sus autores, Ed Murphy, le mostró su historia Dark Country con la que hizo un corto de 9 minutos. Jane me escribió que durante la filmación se inspiraba en Dead End para crear el ambiente, y como era admirador de mi trabajo me pidió hacer el cómic. Hablamos por un año hasta que llegamos a un acuerdo. No miré la película, no quería ser influenciado, es una versión diferente, en la que inventé otras maneras de explicar situaciones para sustituir las palabras".
La influencia del cine en el trabajo de Ott es otra clave que ayuda a disfrutar sus dibujos, sus scratchs. No solo por el estilo expresionista, sino también por los ángulos que elige para cada uno y hasta el espíritu que les otorga. Cuando se ve a este grupo de perdedores desesperanzados es imposible no asociarlo a la obra temprana de Stanley Kubrick o ciertas tiras parecen sacadas de una cinta de Alfred Hitchcock, por citar algunos casos. Y es que en algún momento de su carrera, el suizo dejó el tablero y el cúter para dedicarse al séptimo arte.
Después de graduarse en la Escuela de Diseño de Zurich en 1987, trabajó como dibujante en esta ciudad y luego en París, donde fue "tras un amor". En 1995, comenzó a trabajar para la revista de L'Association Lapin y un año después ganó el Premio Max y Moritz en el Salón de la Historieta de Erlangen. Entre 1998 y 2001 estudió Cinematografía en la Universidad de Arte y Diseño (HGK) de Zurich, donde su tesis consistió en un corto de 15 minutos, en lo que vertió su estilo detrás de las cámaras.
"Fui a la escuela de film ya con 30 años. Estaba cansado de hacer mis historias y quería hacer algo más con actores. Filmé un corto en blanco y negro y mudo. El problema fue que cuando terminé llevé todas mis ideas a los estudios y me decían 'si lo hacés para animación, lo producimos, pero nadie quiere ver una película en blanco y negro, muda y con actores'. Tenía la idea de hacer incluso una serie como La Dimensión Desconocida, pero no les interesaba, me rechazaban una y otra vez, y me deprimió mucho, pero me dije 'sé dibujar, tengo mis historias, que se pudran, voy a seguir haciendo lo que me gusta'".
Y lo hizo.
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