En medio de teorías apocalípticas que advertían que la humanidad llegaría a su fin, y las computadoras enloquecerían disparándose al año 1900 con el cambio de milenio, una esponja amarilla con paletas prominentes irrumpió en la televisión para derrotar las ideas tremendistas de Nostradamus con una sobredosis de optimismo, capaz de cambiar el destino de la animación y, sobre todo, de millones de niños que sufrían por no encajar en ningún molde.
El 1 de mayo de 1999 estrenó en Estados Unidos el piloto de Bob Esponja llamado Se busca ayuda, creado por Stephen Hillenburg, donde el personaje salía de una piña con pequeñas ventanas en busca de su gran sueño: conseguir trabajo en el Crustáceo Cascarudo. Don Cangrejo, el dueño del local, en complicidad con Calamardo, un pulpo solitario y antipático, le pedían una tarea imposible para sacárselo de encima porque afirmaban que no estaba capacitado para el puesto. Conseguir una espátula hidrodinámica con accesorios sintéticos y palanca turbo era el desafío.
Pero para Bob Esponja no existen metas imposibles, y justo cuando cinco barcos rellenos de anchoas hambrientas atacaban el Crustáceo Cascarudo, convirtiéndose en violentas olas que podían generar un tsunami entre las mesas, el futuro empleado aterrizaba en el local con la misión cumplida. Listo para cocinar miles de cangreburgers con lechuga y tomate, con la misma dedicación y rigurosidad obsesiva con la que Carl Fabergé construía sus huevos enjoyados. Aquel día Bob Esponja fue contratado, desarmando los prejuicios de quienes lo creían un tonto. Dejándonos en claro que si él pudo conseguir la espátula hidrodinámica con accesorios sintéticos y palanca turbo para materializar su anhelo, nosotros también gozamos de la facultad de alcanzar un deseo. Sea minúsculo o aparentemente inalcanzable.
A diferencia de Pedro Picapiedra, Súper Sónico u Homero Simpson, Bob Esponja es un personaje entusiasmado con su realidad. Un héroe de clase trabajadora que encuentra la felicidad en su labor cotidiana: el día siguiente será siempre el mejor día de su existencia. El placer más intenso puede habitar en esforzarse noche y día para preparar la cangreburger más deliciosa del óceano, siendo consciente de que el sabor de la cocción precisa de cangrejo picado puede anestesiar el dolor más grande de cualquier comensal.
Pero, ¿de qué está hecha la esponja de pantalones cuadrados y pestañas largas que nos convenció de sumergirnos en el fondo del Océano Pacífico durante 20 años? De una idea arriesgada que nos marcó un camino no recomendado por la educación institucional: patear el concepto de normalidad y aferrarnos a todas nuestras rarezas. Porque la singularidad, ese puñado de características que nos hace distintos, es uno de los secretos para tener una vida llena de triunfos.
El primer chapuzón
La naturaleza marina no volvió a ser vista de la misma forma desde que Stephen Hillenburg dibujó pulpos que tocan el clarinete, cangrejos adictos a producir dinero y estrellas de mar que se sienten desnudas si no usan traje de baño. No es casual que toda la acción suceda bajo el agua: el creador de la serie de animación para niños más larga de la historia era fanático del oceanógrafo Jacques Cousteau, cuando era chico.
Comenzó a bucear a los 14 años, y lo que vio en las profundidades a través del plástico de sus antiparras lo impactó de tal manera que lo transformó en su profesión. Antes de ser animador, Hillenburg fue biólogo marino. Estudió planeamiento en parques naturales, con el fin de trabajar en un parque marino. Lo que jamás imaginó en ese momento era que él iba a crear su propio hábitat, donde el peligro amenaza en forma de burbujas gigantes de detergente.
Para modificar las reglas de la apariencia y comportamiento de las especies que duermen entre rocas y algas primero tuvo que estudiarlas como un religioso con la Biblia. Ese es uno de los secretos por los que la estética de Bob Esponja es tan original y desafiante: Hillenburg sabía muy bien de lo que estaba hablando, y se animó a torcer la realidad que vio en enciclopedias durante tanto tiempo.
En un principio dibujó algunas esponjas naturales y amorfas, iguales a las que podemos conocer en documentales de National Geographic. Hasta que reparó en que una esponja artificial y cuadrada sería más graciosa. Como si una esponja de cocina se hubiera zambullido en el mar. Esa característica lo presenta a Bob como un personaje único y excéntrico. Y con esa decisión también se presenta su diseñador, advirtiéndonos que Fondo de Bikini es un territorio propicio para que suceda cualquier cosa.
Pero si Hillenburg pudo desplegar tanta libertad visual y narrativa también se debe a que a mediados de los años 90 trabajó como guionista y diseñador en la mítica serie de animación La vida moderna de Rocko, de Joe Murray, producida por la misma cadena, Nickelodeon, donde años más tarde estrenaría su propio programa.
Fueron unos colegas de la serie alocada del Wallaby que vivía en O-Town quienes lo incentivaron a hacer algo con todo lo que sabía acerca de biología, tras ver un cómic educativo, The Intertidal Zone, que realizó en 1989, cuando trabajaba de instructor y artista del Instituto Marino del Condado de Orange en Dana Point. Cómic hecho con el fin de enseñar a niños las características de las especies que viven en el mar, en aquellas páginas Bob Esponja tenía un aspecto realista, sin brazos ni piernas, y apenas había obtenido el papel narrador en la historia.
El primer nombre del personaje de camisa y corbata que pasó por la mente de Hillenburg a finales de los años 90 fue Spongeboy (Joven esponja), pero quedó imposibilitado de usarlo porque ya estaba registrado por una empresa de lampazos. Cuando se decidió por Bob Esponja sintió que necesitaba el apellido indicado para acompañar semejante nombre, y así fue que apareció SquearePants (pantalones cuadrados).
De La vida moderna de Rocko también salió la chillona voz de Bob: en ese mismo estudio conoció a Tom Kenny, y supo al instante que era él quien haría hablar a su esponja parlante. Hillenburg le explicó que el personaje tenía que ser un niño en el cuerpo de un adulto, una mezcla de Jerry Lewis y Pee-wee Herman, con la comedia física de Stan Laurel.
La primera temporada de la serie fue la más difícil porque todo el equipo era nuevo y trabajaban sin guiones. Los artistas de storyboard pensaban el argumento a medida que avanzaban, agregando el diálogo sobre la marcha. Fue en el segundo año de la serie donde los códigos de los personajes y sus tensos vínculos se consolidaron y encontraron su mejor forma. Tom Kenny explicó una vez que la riqueza de Bob Esponja consiste en que el espectador puede reconocer una estructura de chistes perteneciente a Los Tres chiflados y de repente quedar desconcertado con un capítulo que goza de la anarquía narrativa de Seinfeld, sin un conflicto aparente y logrando que estemos hipnotizados ante la pantalla con pequeñas situaciones insignificantes que, misteriosamente, consiguen volverse imposibles de olvidar.
Bob podía tener que entregar una pizza caliente sorteando peligros y trampas que amenacen el estado de la muzarella en el momento de la entrega, o simplemente molestar durante 11 minutos al prójimo con el sonido que hacen sus botas de lluvia al caminar.
El día que Hillenburg presentó el proyecto de serie en Nickelodeon entró a la reunión vistiendo una camisa hawaiana, llevando bajo el brazo una pecera que atesoraba pequeñas versiones de los personajes de Fondo de Bikini. Como si fuera poco, había diseñado un caracol que, cuando se lo llevaban al oído, no permitía escuchar sonidos del océano sino música hawaiana. Una presentación que dejó a más de uno boquiabierto.
Aprobado el presupuesto, le dieron solo dos semanas para escribir el piloto, junto a Derek Drymon y Nick Jennings. El ex presidente de Nickelodeon, Cyma Zarghami, quien a finales de los 90 fue uno de los cuatro ejecutivos que estaba presente en la sala cuando se proyectó por primera vez Bob Esponja, contó que no salían de la sorpresa de estar ante una obra tan diferente a todo lo que se había hecho antes. Explicaba que uno puede poner todos los ingredientes necesarios en la olla al pensar hacer un show como ése, pero existe alguna clase de ingrediente mágico que no se puede explicar ni predecir, y es justo ése el que lo envía a la estratósfera. Como finalmente sucedió.
Un amor de película
Una de las características principales de Bob es su inocencia y bondad. Esa es la razón por la que es el único en Fondo de Bikini que no cree que Patricio, su mejor amigo en forma de estrella de mar, es tonto. Una combinación perfecta que se confirma en cada episodio, y que gana mayor profundidad en la decisión de Hillenburg de no especificar qué clase de vínculo los une.
Esa conducta inteligente y desprejuiciada enfureció a muchos conservadores por el mundo, quienes en más de una ocasión pidieron la censura inmediata de la serie por promover la aceptación de la homosexualidad en infantes. La pregunta es: ¿son realmente una pareja? En un episodio llamado Día de San Valentín, Bob le preparaba a Patricio un regalo que, advertía, no se lo olvidaría en su vida. Con cosquillas en la panza y la máxima ilusión sintetizada en el brillo de sus ojos celestes, Bob planeaba un sistema de pasos para que al final del día Patricio se encuentre con un corazón de chocolate gigante.
Había pensado en cada detalle, impulsado por imaginar la reacción de Patricio cuando estuviera frente a frente con el objeto, confirmándole así al espectador que Bob es la persona que más ama de todos los habitantes de Fondo de Bikini. Si son novios, amantes, o simplemente amigos poco importa. Bob y Patricio son mucho más que todo eso: son familia. Ellos se eligen día a día, cada vez que atrapan medusas o miran en televisión a Sireno Man y Chico Percebe. ¿Existe un amor más grande? Claro que no. Y es ese sentimiento indescriptible el que tanto enoja a algunos grupos conservadores: que una familia no tiene por qué ser conformada por una pareja heterosexual y sus descendientes. Una esponja cuadrada y una estrella de mar son una familia porque así lo deciden. Hillenburg, cansado de las ataques, declaró en uno de los variados escándalos que Bob y Patricio son asexuales.
Para tomar dimensión del sentimiento amoroso que une a Bob y Patricio solo basta con ver el episodio Algo apesta, de la segunda temporada. Los ciudadanos de Fondo de Bikini rechazaban a Bob por su mal aliento, producto de ingerir su manjar de maní y cebollas. Todos huían lejos de su boca, todos menos Patricio. Inmune a los vahos pestilentes la estrella de mar elabora una teoría, piensa que Bob es rechazado por feo. Cosa que a Patricio no importa, él se queda a su lado. Para mejorar la autoestima de su Bob, Patricio lo hace subir al techo de su casa en forma de piña y gritar fuerte "Soy feo y me enorgullezco". "El orgullo te da poder", le dice sonriendo Bob, luego del importante ritual. En esa escena se resume la esencia de esa historia de amor que, como cualquier otra que atravesó el cine o la historia, no necesita ninguna explicación.
Nadar en el cine
El éxito de la serie desembocó en la tentadora oferta de trasladar Fondo de Bikini a la gran pantalla. La primera película se estrenó en 2004: Bob Esponja: La película, dirigida por Stephen Hillenburg y Mark Osborne, logró entusiasmar a niños y adultos, presentando una trama con múltiples lecturas. Mezclando el espíritu lisérgico de Ren & Stimpy, el carácter punk de la revista Zap y la ternura de My Melody, el largometraje realizado por cientos de animadores coreanos y estadounidenses impactó porque duplicaba las dosis de imaginación e ideas alocadas como maníes bailarines, helados que emborrachan, autos en forma de hamburguesa, y piratas de carne y hueso que comen pochoclo en el cine.
Pero la apuesta más significativa de esta excelente obra residía en la resolución del conflicto narrativo. Luego de conocer el mayor dolor de su vida, al no ser nombrado gerente por Don Cangrejo por ser considerado solo un niño, Bob Esponja decide viajar a cumplir una misión a Ciudad Almeja, un sitio de donde nadie sale con vida, para impedir que el Rey Neptuno cocine a Don Cangrejo.
En ese trayecto se encontrará, junto a Patricio, con maleantes y buzos asesinos que los matarán si se enteran de que son solo niños. Es una odisea para convertirse en hombres. Sin embargo, y a pesar de que una sirena les hace creer que se han transformado en tales pegándoles arriba del labio unos bigotes hechos de algas, Bob y Patricio descubrirán que no es necesario ser hombres, intentar ser algo que no son, para enfrentarse al mal, e incluso salvar el futuro de Fondo de Bikini. No hay por qué cambiar para ser héroes.
Bob Esponja: La película, con una recaudación de $ 140 millones en todo el mundo, fue un antes y un después en la serie. Después del estreno del aplaudido largometraje, el equipo de trabajo se modificó sensiblemente, partiendo algunos miembros históricos de la serie y entrando leyendas como Vincent Waller (Ren & Stimpy) y Kaz (Underworld).
En 2015 llegó la segunda brillante película de la esponja cuadrada, Bob Esponja: Un héroe fuera del agua. Esta vez en 3D y con Antonio Banderas como el gran villano, los personajes salían a la superficie gracias a que un delfín mágico del futuro les daba el poder de respirar fuera del agua. Una extraña hada madrina los ayudaba a recuperar la fórmula secreta de la cangreburger, robada por el malvado pirata, para salvar a Fondo de Bikini de la fosa apocalíptica.
La premisa se repite, como en tantos episodios de la serie, sin embargo, las ideas que giran a partir de la excusa argumental se diversifican y no encuentran techo a la hora de proponer secuencias lúdicas, impactantes y llenas de vueltas de tuerca. Bob Esponja: Un héroe fuera del agua superó en recaudación a la anterior película, obteniendo un estimado de $ 325 millones en todo el mundo. Y es que Bob Esponja es como el sabor aceitoso de la cangreburger: siempre queremos un poco más.
Trascender la muerte en forma de esponja
Ni Stephen Hillenburg, ni Derek Drymon, ni Nick Jennings, ni ningún ejecutivo de Nickelodeon pensó que la serie iba a producirse durante 20 años. 12 temporadas, más de 250 episodios con voces invitadas famosas desde David Bowie hasta Mark Hamill, 2 películas, un musical de Broadway con 327 representaciones, álbumes de figuritas, historietas, videojuegos y un merchandising que desconoce fronteras, idiomas y costumbres culturales.
Bob esponja se volvió tan universal que un video viral mostró cómo grupos de soldados rusos marchaban cantando la canción de Bob Esponja. En uno de los primeros capítulos, llamado Choque cultural, ocurría un concurso de talentos en el Crustáceo Cascarudo.
Calamardo preparaba un show con mucho esmero donde realizaba un baile electrizante, moviendo sus tentáculos al ritmo de una melodía. El público reaccionaba con desprecio, lanzándole tomates hasta pintarlo de rojo. Segundos después Bob Esponja corría el telón para limpiar con su lampazo el jugo derramado por el piso del escenario. Con solo deslizar un poco el lampazo los espectadores enloquecían, lo aplaudían de pie en una ovación desmedida. Calamardo volvía a salir a escena imitando la conducta de Bob: le arrebataba el lampazo para recibir elogios pero solo conseguía abucheos.
Bob Esponja es fascinante porque no está calculando qué hacer para ser aceptado. Simplemente es fiel a sus gustos y caprichos, por más disparatados que sean. Eso mismo hizo Hillenburg cuando creó la serie: no diseñó los personajes pensando cómo impactarían en los televidentes. Reunió en un tablero de dibujo los motivos que hacen que adore la vida bajo el agua, sacando a la superficie su extraña personalidad.
Bob Esponja y Stephen Hillenburg no solo se parecen en la forma del rostro y en las prominentes paletas separadas, ambos son genuinos y siempre se sintieron orgullosos de ser especiales. El día que le encontró la forma a Bob, Hillenburg se trasladó al cuerpo de una esponja cuadrada. Sabiendo que la muerte ya no tenía peso sobre sus miedos, su vida era eterna bajo el agua. Tal es así que cuando murió, a causa de una esclerosis lateral amiotrófica, en noviembre de 2018 a los 57 años, sus cenizas fueron esparcidas en el mar, a unos 450 metros de la costa de California.
No es difícil imaginar que Bob Esponja debe estar corriendo entre la arena con su aspiradora, obsesionado con recoger las cenizas de su creador para que no ensucien el fondo del mar. El mayor acontecimiento que confirmó que Bob Esponja hizo historia, volviéndose parte de nuestra rutina, como un jugo de naranja exprimido que se toma a la mañana para subir las defensas, reside en que a pesar de que Stephen Hillenburg murió, sus personajes continúan metiéndose en problemas y comiendo docenas de cangreburgers como si no hubiera un mañana. Y recordándonos en cada nuevo episodio que ser raros es, siempre, un motivo de celebración.
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