Es, sin dudas, una de las autoras en lengua española más leídas y más queridas no solo en su país sino en toda Latinoamérica. Periodista y narradora, Rosa Montero ha construido a lo largo de los años una carrera sólida y una obra robusta. La suya es una voz emblemática de la literatura contemporánea y sus lectores esperan con ansias el momento del contacto personal, algo que ocurre con regularidad cada vez que a los diferentes países a presentar un libro nuevo. Entonces, lapicera en mano, diversas ferias del libro o presentaciones en espacios públicos se convierten en el escenario de un encuentro añorado: el de una escritora que se toma todo el tiempo del mundo para firmar una dedicatoria amorosa a aquellos que la siguen hace años y leen todo lo que ella escribe y publica.
Esta vez, Rosa Montero pasó por Bogotá, luego por Santiago de Chile y finalmente llegó a Buenos Aires para presentar Los tiempos del odio (Seix Barral), la tercera parte de una saga de ciencia ficción que transcurre en el año 2110 y tiene a la alta y esbelta Bruna Husky, una clon humana y replicante de combate, como protagonista. La escritora se hizo además un tiempo para pasar por Vidas Prestadas, el programa sobre libros de Radio Nacional, en donde naturalmente habló de su nueva novela pero también, a propósito del argumento, reflexionó sobre el amor, el paso del tiempo, el terrorismo y el miedo a la muerte, entre otros temas.
Aquí, la reproducción de esa charla plena de matices y, por momentos, colmada de emociones.
— ¿Por qué decís que Bruna Husky es el personaje que más se parece a vos?
— Porque lo es. Realmente creo que de todos los personajes que he escrito es el que más me gusta, el más poderoso. Creo que tiene una vitalidad tremenda. Me da patadas dentro de la cabeza entre novelas para que escriba sobre ella. Y luego siento que, en efecto, está muy cerca de mí, es el personaje más cercano de todos los que he hecho en un sentido muy profundo.
— Es la tercera novela de la saga que protagoniza este personaje. ¿Quién es Bruna?
—Ella es un clon humano madurado aceleradamente; una replicante de combate que ahora es detective, y yo no, eso no; replicante no y clon humano tampoco, creo (risas). Bruna ha sido madurada aceleradamente por los ingenieros genéticos y es criada en un tanque con líquido amniótico durante doce meses: alcanza en ese tiempo una edad biológica de 25 años, es activada entonces, y a la edad biológica de 35 años tiene un proceso tumoral rapidísimo que hace que se muera en una semana. Por lo cual ella sabe cuándo va a morir. Y como sabe cuándo va a morir, no puede olvidarse de que es mortal, que es lo que hace la mayor parte de la gente: la mayor parte de los humanos vive como si fueran eternos, salvo un puñado de neuróticos como Woody Allen y como yo, que estamos obsesionados por la muerte, por el paso del tiempo, por lo que el tiempo nos hace y nos deshace. Y vamos, yo soy una escritora especialmente existencialista y desde mi primera novela, que la escribí con 26 años, ya hablaba de todo esto. Entonces me siento muy cerca de Bruna en eso.
— Es una replicante, un ser diseñado científicamente y que incluso tiene ya seteado el momento en que va a morir: cuesta pensar que se trata de además alguien que puede amar.
— Pero totalmente. Primero, Bruna es humana porque es un clon humano. Pero, además, esa es la magia de la literatura, tú puedes humanizar al máximo a cualquier criatura. Pinocho es de madera y es extremadamente humano, ¿verdad? No dudamos nada de su humanidad y es de madera. Mi Bruna, más aún todavía porque encima es humana. Tiene una absoluta humanidad en todo, en su rabia frente a la muerte, en su amor por la vida, porque cuando estás muy lleno de la conciencia de la muerte estás muy lleno de la conciencia de la vida. A mí también me pasa, yo soy una vitalista, me como la vida a bocados. Y Bruna mucho más porque es mucho más salvaje que yo en todo. Es una pantera encerrada en la jaula demasiado estrecha de su pequeña vida. Entonces, en esto es una representación de la primera gran tragedia humana que es la de la de morir, ¿no? Fíjate tú que venimos a este mundo con un yo inmenso que lo ocupa todo porque somos tan importantes para nosotros mismos. Y con unos deseos de felicidad, es decir, unos sueños de hacer todo tipo de cosas y oye, en un abrir y cerrar de ojos es que se nos ha pasado la vida y, si tenemos suerte, se nos caen los dientes, se nos cae el pelo, se nos desploman las carnes, perdemos la cabeza, nos quedamos en una silla de ruedas y luego nos morimos. Eso es si tenemos suerte, porque si no tenemos suerte nos morimos jóvenes.
— Antes de todo eso.
— Antes de todo eso. O sea, es que realmente si lo miras bien, la muerte es como una estafa. Con esta vida tan bella que tenemos y morirse así, de esta manera tan tonta. No nos cabe en la cabeza la muerte.
— Una frase clave de Los tiempos del odio es: "Sin amor no merece la pena vivir".
— Exacto, sí. Sí, aparte de todo esto que estamos hablando, del paso del tiempo, de la muerte, aparte de reflexiones sobre la tecnología hay dos temas esenciales, uno es el que señala con el título, Los tiempos del odio. Pero el subtítulo de la novela es "Sin amor no merece la pena vivir" y además es una frase con la que comienza el libro y una frase que repiten los personajes todo el rato. Y es que verdaderamente también es una novela de amor, Los tiempos del odio. Y es una novela de amor porque Bruna Husky es ese tipo de persona que todos conocemos, alguien que tiene miedo de sus propias emociones porque piensa que los sentimientos la debilitan. Yo conozco muchas personas así.
— Sí, claro.
— Entonces se acorazan y tienen tanto miedo de su propia necesidad sentimental que intentan no querer a nadie, son misántropos. Mis novelas de Bruna se pueden leer indistintamente, se puede leer ésta sin haber leído las anteriores, pero si alguien ha leído las tres puede ver una evolución del personaje. En la primera era una fiera corrupia, o sea, odiaba a los humanos por lo que le habían hecho, odiaba a los replicantes porque no quería identificarse con ellos, se odiaba a sí misma, odiaba todo y no tenía ni un amigo. Entonces, en la primera novela Bruna aprende a tener amigos. En la segunda aprende a perdonar a los humanos. Y esta novela es muy importante para Bruna porque aprende a aceptar la vulnerabilidad y la fragilidad en la que te pone el amar sentimentalmente, el amar apasionadamente. Y es verdad, amar nos hace vulnerables, nos hace más frágiles, pero es que para mí no hay elección, porque si escoges no amar por el miedo al daño que te puede causar, pues estás escogiendo no vivir, directamente. O sea, sería como la paz y la tranquilidad del cementerio.
— Otro de los temas, que llega como una letanía, es la cantidad de días y de horas que le faltan hasta llegar a lo que supuestamente es la muerte, porque hay una posibilidad de que viva más…
— Sí, bueno, en la primera novela se descubrió que en otra sociedad había replicantes que vivían más. Pero en principio solo tiene esos 10 años y a ella le quedan 3 años, 7 meses y 6 días. Y está obsesionada, en eso también nos parecemos. Como no sé cuándo me voy a morir, afortunadamente, no sé si tú has hecho una cosa así -señala lo rayada que estoy- yo llevo doblando mi edad todo el rato, porque pienso en el paso del tiempo y la muerte desde que era niña, desde que tenía 10 años. Yo me decía: mira, Rosita, que tarde tan bonita, disfrútala porque enseguida, enseguida, pasará el tiempo, estarás durmiendo en la cama; enseguida, enseguida será mañana, estarás en el colegio; enseguida, enseguida te habrás hecho adulta; enseguida, enseguida pasará más tiempo, se habrán muerto tus padres y enseguida, enseguida pasará más tiempo y te habrás muerto tú. Yo esto lo pensaba con 10 años.
— (Risas)
— Te recuerdo lo que he dicho: "mira, Rosita, que tarde tan bonita, disfrútala". Cuando estás muy lleno de muerte estás muy lleno de vida, muy lleno de la conciencia de la vida. Yo no me he aburrido nunca. A mí esos niños que de pequeños dicen "ay mamá, me aburro", pues yo jamás, siempre he sabido que la vida es algo maravilloso y precioso. Bueno, entonces desde muy pequeña doblaba mi edad, yo con 10 años decía bueno, me quedan… 20, nada. Con 20 decía: doblo mi edad, 40. Y ya hace mucho que no la doblo, claro (risas), porque me he salido, pero vamos…
— En las mujeres no solo está más marcado por la conciencia sino que hay una presión social.
— Hay una presión mayor pero cada vez se está igualando más, eh. Yo conozco a muchos ejecutivos hombres que se están haciendo cirugía estética porque se valora la juventud y están empezando a engañar en los currículos para el trabajo y cosas de esas. O sea que cada día está más igualado, aunque evidentemente la presión por la juventud y la belleza, digamos así, de la mujer sigue siendo todavía mucho mayor. Pero creo que estamos conquistando mucho terreno en eso y simplemente por una razón, porque ahora empieza a haber modelos de mujer, y muchos, que no son el modelo de la mujer bella que era el único que aparecía antes. Antes solo aparecían públicamente mujeres guapas, ¿no? Entonces no parecía ni siquiera que existieran las mujeres mayores, y ahora sí.
— Hace mucho tiempo que de algún modo en tu producción te enmarcás en muchos de los reclamos del feminismo. ¿Cómo se siente alguien que después de tanto tiempo de haber sido parte de un grupo pequeño ahora vive en un mundo en el cual decir "soy feminista" ya no es una excepción?
— Primero: en las novelas, no, porque la novela no admite el utilitarismo. Tú no puedes escribir novelas feministas, ecologistas, animalistas, aunque seas como ciudadana feminista, ecologista, animalista, porque el sentido de escribir novelas es la búsqueda del sentido de la existencia, entonces no puedes emprender ese viaje de conocimiento con las respuesta previas. En todo el resto de mi vida, sí. De todos modos, siguen existiendo montones de gente ahora a quienes les dices que eres feminista y hay una reacción. Siguen existiendo los estúpidos y las estúpidas que dicen "no, yo ni feminista ni machista porque no quiero ninguno de los extremos" (lo dice con vocecita burlona), como si feminista fuera lo contrario de machista en el sentido de que quisiéramos la supremacía de la mujer. Lo que queremos, lo que se quiere, es acabar con el sexismo, deconstruir el sexismo, que es una trampa ideológica estúpida y absurda que nos conduce a la desesperación y a la mutilación a hombres y a mujeres. A las mujeres mucho más todavía pero a los hombres también, sin duda alguna.
— Cuando pensás en un mundo futuro, ¿te imaginás un mundo más justo en cuanto al sexismo?
— Totalmente. El mundo de Bruna, que es el año 2.110, es un mundo totalmente realista, no es una distopía, no es un mundo catastrofista, es un mundo equiparable a éste, que tiene cosas mejores y cosas peores, una de las cosas mejores que tiene es que ya no existe el sexismo, realmente ya no es una cuestión que importe, hay una normalidad total y una libertad total para ser hombre y para ser mujer de las veinte mil maneras que hay de ser hombre y de ser mujer.
— Ahora, entre las cosas peores que hay en ese mundo es que sigue el terrorismo.
— Sigue el terrorismo, de otro tipo evidentemente porque el terrorismo islámico ha acabado pero hay otro tipo de terrorismo. Y, luego, entre las cosas peores lo que hay es el destrozo medioambiental. Porque yo he querido hacer un mundo que sea posible desde todos los puntos de vista, social, político, científico, tecnológico. A mí me encantan la ciencia y la tecnología y he intentado hacer un futuro, ya te digo, no solo posible sino incluso probable en muchas cosas. De hecho, desde que estoy sacando las novelas de Bruna la realidad está como siguiéndome los pasos. Están haciendo cosas que yo hago en mis novelas. Por ejemplo, en el mundo de Bruna, y eso ya aparecía desde la primera novela que salió hace como casi 10 años, hay un toque de queda para menores. Y cuando salió la primera novela, a los pocos meses, a los 6 meses o así, en Francia, en los choques que había en los suburbios de Francia, pusieron un toque de queda para menores. En el mundo de Bruna, la Tierra es una democracia imperfecta como las nuestras y luego hay dos plataformas orbitales que están habitadas por dos sociedades terroríficas. Una es una sociedad tiránica neo estalinista y la otra es una sociedad tiránica, también, ultrarreligiosa, fanática, arcaizante, machista, feroz. Yo intenté inventar esa sociedad lo más feroz que pude y supe inventar. Y cuando apareció la primera novela, a los dos años o algo así apareció el ISIS, y es peor, mucho peor que la sociedad más horrible que yo haya podido inventar, claro. Yo creo de hecho que el mundo actual es peor que el mundo de Bruna, si quieres que te diga la verdad.
— Nada indica que la historia de Bruna vaya a terminar en esta novela.
— No, por supuesto. De hecho además la dejo en un lugar tan peculiar. Fijate, en algún momento me dijiste que no eres muy partidaria de la ciencia ficción: yo creo que hay un gran prejuicio en los lectores contra la ciencia ficción. Me ha pasado desde que estoy sacando las novelas que vienen lectores y me dicen: oye, mira, me he leído tu novela tal, la de Bruna, y me ha gustado mucho, cosa extraordinaria porque odio la ciencia ficción. Entonces yo les doy en primer lugar mis gracias más encendidas porque claro, hace falta ser un lector generoso para que se lea una novela que piensa que la va a odiar solo porque la firmo yo. Y, de verdad, me parecen lectores que son un lujo. Entonces les doy las gracias y luego les pregunto: ¿y qué habías leído antes de ciencia ficción? Y no habían leído nada… Entonces hay un prejuicio, la gente cree que la ciencia ficción trata de temas esotéricos…
— Ajenos a uno.
— Ajenos a su vida. Y que además no tienen nada que ver con las emociones sino que son como técnicos, fríos y raros. Y es todo lo contrario, en primer lugar la ciencia ficción te da una herramienta metafórica maravillosa para hablar de la condición humana y del aquí y el ahora. Y, luego, puede ser verdaderamente íntima. Por ejemplo, mis libros de ciencia ficción yo los escribo con la misma ambición literaria, la misma ambición expresiva y los siento tan míos, y éste en concreto, que yo creo que es el mejor de las tres Brunas, yo lo considero un libro intimísimo. Y te diré que el final del libro es el que más me ha emocionado escribir de todos los finales que he escrito de todas mis novelas, me ha emocionado muchísimo. Ese final que para mí ha sido muy, muy emocionante, me cuentan lectores que lloran. Aunque es un final feliz, es un final donde la luz gana sobre las sombras, pero creo que es muy emocionante. Entonces la dejo en un lugar a Bruna Husky tan peculiar, tan raro, que estoy muerta de curiosidad por saber qué va a pasar con ella, sabes. Y claro, si no escribo otra novela no puedo saber qué va a pasar con ella. Con lo cual te aseguro que voy a escribirla.
— ¿Qué te pasa con lo que se llama literatura del yo, esa literatura en primera persona?
— Pero muy poco, poquísimo, no me gusta nada. Mi relación con la literatura no es una relación autobiográfica. Por ejemplo, cuando se murió mi pareja, mis amigos, que saben lo importante que es para mí escribir, me dijeron que por qué no escribía un libro de duelo. Yo les dije que no porque no es mi relación con la literatura, a mí me encanta que haya una cierta maduración y manipulación intermedia, por eso siempre uso las máscaras de los personajes que son como lejanos como mí, como una clon, ¿no? Una replicante como Bruna o una sierva de la gleba del siglo XII en Historia del rey transparente o como un taxista de 40 años de Madrid en Instrucciones para salvar el mundo. O sea que me gusta buscar un intermediario que me permite sentir mejor la vida y comprenderla mejor. Entonces yo he hecho solamente dos cosas en donde parece que aparece mi yo: una de ellas es La ridícula idea de no volver a verte, en donde efectivamente hablo de la muerte de Pablo, muy púdicamente y muy discretamente. Y ahí pude hacerlo porque ya habían pasado dos años. Entonces ya no es un libro de duelo para nada; ha pasado ya la primera etapa del duelo álgido, entonces yo ya estaba en la posibilidad y en la madurez de ese sentimiento como para que cuando hablo de mi duelo hablo del duelo de todos.
— Porque además pudiste tomarte del duelo de Marie Curie.
— Claro, pero entonces además ya estás hablando del duelo de todos, no estás hablando de tu duelo. O sea, no me interesa lo particular mío; me interesa lo particular mío siempre y cuando eso represente a todos, e intente representar a la humanidad. Y la otra donde parece que hablo de mí es La loca de la casa pero es ficción, es mentira. La loca de la casa es un artefacto literario, el más interactivo que he hecho en mi vida, en donde juego con el lector el juego de la creación, le ofrezco jugar al lector conmigo el juego de la creación. Entonces el lector entra en la novela -porque no sé lo que es ese libro-, pero bueno, entra en ese libro creyendo que está leyendo una autobiografía hasta que llega un momento en donde se da cuenta de que la autora le está engañando y dice bueno, y si me está engañando en esto me estará engañando en otras cosas, la respuesta es: en casi todo (risas). Entonces es ficción. Digo que tengo una hermana melliza que no tengo. En fin, de todo, es ficción totalmente.
— ¿Te pasa que en general ese efecto de emoción que sentís cuando escribís es el que recoges en los lectores después?
— Obviamente. Escribir una novela es compartir, es intentar compartir esa emoción. Y de hecho está desde el primer momento que se te ocurre la novela, ¿no? Los novelistas en realidad somos -como dicen muchos expertos- gente que no hemos acabado de madurar, que no hemos crecido y seguimos siendo como los niños, tenemos la cabeza llena de imaginaciones. Todo el rato mi imaginación va sola y se le ocurren miles de ideas absurdas que no van a parar a las novelas ni a ningún lado. Hasta que de repente se enciende una de esas imágenes que te emociona tanto, te turba tanto que no te cabe en el pecho, no te cabe en la cabeza, entonces dices: yo esto tengo que compartirlo, esto tengo que contarlo, y ahí nace la novela. Que es precioso que nazca ya con esa necesidad de compartir una emoción. O sea que eso es escribir una novela.
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