Del mundo subterráneo gay de Damasco y hacia la libertad en Canadá, con escala en El Líbano, vía Google. Así se puede resumir la vida del joven escritor sirio Ahmad Danny Ramadan, quien en apenas 34 años vividos hasta ahora pasó de sufrir al tener que ocultar su orientación sexual a su familia, terminar en la cárcel, lograr el ansiado estatus de refugiado y, ahora, a disfrutar el éxito de su primera novela en inglés, The Clothesline Swing.
El libro está libremente inspirado en Las Mil y Una Noches y tiene un fuerte toque autobiográfico: es la historia de dos homosexuales que, al llegar a los treinta años como refugiados en Canadá, comienzan a examinar el pasado, hecho de tristezas, pérdidas y alegrías reparadoras.
The Clothesline Swing fue traducido al hebreo y Ramadan acaba de pasar por Jerusalén para presentar esa edición durante el tradicional Festival Internacional de Escritores que se lleva a cabo en la ciudad desde el 2008.
Aunque ingresó con su pasaporte canadiense, porque ahora cuenta también con la nacionalidad de ese país norteamericano, Ramadan es obviamente sirio. Y, en los hechos, visitó un país que está en situación técnica de guerra con Siria, una nación enemiga…
"Es mi primera vez en Israel, no sabía en qué me estaba metiendo, por ser alguien nacido en Siria, no estaba del todo seguro", confiesa sobre esta visita. Hablando con Infobae en el lobby del complejo de conferencias Mishkenot Sha'ananim, muy cerca del icónico molino de viento de Montefiore, el escritor reconoce: "Dejé Siria en el 2012, por lo que, sí, crecí en un país que es enemigo de Israel".
"La historia que tenemos entre los árabes y los judíos es una historia complicada de miles de años", continúa. "Por ser alguien que visita Israel por primera vez, simplemente me siento como una persona que se comunica con otras personas, no quiero representar a nadie más que a mi mismo, soy solamente un tipo que escribió un libro que fue traducido al hebreo, lo que hizo que haya gente que quería conocerme… Y yo también quería conocerlos".
Ramadan asegura que "escribir es significativo para mi, y el hecho de haber conectado con los lectores en hebreo representa mucho".
-¿Por qué?
– Es muy importante construir puentes, tener conversaciones entre personas. Para mí, específicamente, es importante que la gente hable.
Hay mucha información ahí afuera sobre lo que Israel es y sobre lo que Siria es. Cuando, en realidad, Israel es simplemente un grupo de gente.
Soy muy crítico del gobierno israelí, creo que las violaciones de los derechos humanos de los palestinos es algo horrible, pero también soy muy crítico del régimen sirio, creo que las violaciones de los derechos humanos de personas como yo, también es realmente horrible. Creo que los dos gobiernos son malos pero, al mismo tiempo pienso que la gente, los sirios y los israelíes, se pueden sentar, tomar un café y hablar entre ellos. Por eso, construir esos puentes es muy importante para mí.
El autor conoce de primera mano los abusos de las autoridades sirias. Nacido en 1984, a los 17 años le contó a su familia sobre su orientación sexual "y eso fue el fin de nuestro camino juntos, me fui de casa y nunca más volví", contó en una reciente entrevista.
Hablando con la prensa israelí con motivo de su visita, Ramadan dijo haber "crecido sabiendo que mi sociedad, la religión de mi familia, y mi propia familia, todos rechazaban el concepto de homosexualidad".
Siria, al igual que otras naciones árabes, considera ilegal la homosexualidad. Incluso un artículo de su código penal, establecido en 1949, impone penas de hasta tres años de prisión para aquellos que cometan lo que la justicia de Damasco considera "actos carnales contra el orden de la naturaleza".
Ramadan fue arrestado por las autoridades sirias en el aeropuerto de la capital al llegar de un viaje, y pasó seis semanas en una cárcel. Al salir de allí, en el 2012, fue declarado "persona no grata" y salió hacia El Líbano.
"Los derechos de los gays en Siria, como todo el mundo sabe, es algo que no existe, especialmente en tiempos de guerra civil", explica Ramadan a Infobae. "Se hace muy difícil identificarse como gay en Siria pero, de todas maneras, yo sé que los homosexuales en el país forman familias espirituales, se hacen de amigos, se hacen más cercanos que hermanos, se protegen y aman unos a otros", afirma el escritor.
Esos lazos son "muy importantes", afirma, porque "es así como se forman comunidades".
"Yo fui parte de esa comunidad -dice-, pero me tuve que ir a causa de las dificultades de la guerra civil, terminé en el Líbano, aunque sabía que eso no iba a ser una solución permanente, que podía llegar el día en que las autoridades libanesas me echaran, que nunca iba a poder vivir una vida plena allí".
La suerte de Ramadan cambió cuando se enteró de la existencia de la organización Rainbow Refugee, fundada en el 2000 en Vancouver y que ayuda a personas que buscan refugio en Canadá por ser perseguidos a causa de su orientación sexual.
¿Cómo supo el escritor del trabajo de Rainbow Refugee? "Los encontré a través de Google, simplemente los googleé, les mandé un correo electrónico y se contactaron conmigo", recuerda con una sonrisa.
Ramadan trabaja ahora con Rainbow Refugee en Vancouver, donde reside. Todos los años organiza un evento llamado "An Evening in Damascus", del que participan gays y lesbianas de la ciudad canadiense, actúan transformistas, se vende comida siria y se escucha música de belly dancing para recaudar fondos.
El dinero es solamente un elemento de la trama de rescate de los homosexuales y trans que resisten en Siria. La organización reúne grupos de cinco voluntarios que patrocinan y facilitan la llegada de los refugiados a Canadá, tal como ocurrió con Ramadan.
Todo comienza con un e-mail, luego el servicio diplomático canadiense se encarga de confirmar la identidad y la situación de las personas que solicitan asilo. Una vez confirmado, se le otorga la visa a una vida nueva.
– ¿Es Canadá su nuevo hogar, como para tantos otros refugiados gay?
– Hoy puedo decir que "hogar" no es solamente un solo lugar. Puedo estar en casa en Vancouver, amo Canadá y estoy agradecido de ser canadiense y saludar allí la bandera, pero también Siria es mi casa, allí nací, amo mi herencia, mi cultura, la historia de los sirios. Creo que está bien, no hay nada malo con pertenecer a dos lugares, es como amar a tu padre y a tu madre, no hace falta elegir
– ¿Cree que los miles de sirios que dan vueltas por el mundo podrán alguna vez encontrar un hogar, como lo logró usted?
– Ellos tienen sus propias historias, sus propios caminos para encontrar un hogar, y sé que muchos de ellos son resistentes y fuertes. Pero también creo que ellos pueden hablar por ellos mismos y contar sus propias historias, yo solamente puedo hablar por mi mismo.
– ¿Cómo ve en general la situación de los homosexuales en los países árabes?
– Hay muchos lugares donde existen fuertes y crecientes comunidades gay. En Líbano, por ejemplo, se está llevando adelante un trabajo muy duro en favor de los derechos homosexuales, ya desde hace más de veinte años. Túnez es otro ejemplo, donde la creciente democracia está ayudando a la comunidad. Y en Turquía hay maravillosos activistas que presionan sobre el gobierno y acaban de recibir el permiso para llevar adelante el desfile del Día del Orgullo Gay en Estambul, que fue prohibido entre el 2015 y el 2018.
Es hermoso ver que muchas comunidades están avanzando, y los reconocimientos son todos para las personas que están en el terreno luchando por esos derechos. Yo simplemente los veo por televisión sentado en mi casa de Vancouver, ellos son los que están cambiando el curso de las cosas.
– Usted conoció esa experiencia en Siria
– Sí, yo conozco esa experiencia, pero ahora prefiero hablar como escritor. Ser un activista en Siria fue difícil, eso seguro, pero también logré conocer cientos de personas maravillosas, que luchan por ver un mundo mejor, gays, lesbianas, trans, que buscan vivir la mejor vida posible aun a pesar de las dificultades. Yo fui un activista en Siria, ya no lo soy. Hay un cambio que se está avanzando en Medio Oriente pero está siendo llevado adelante por la gente en el terreno, no por mí.