El documental Grass is Greener muestra las condiciones en las que una droga suave y con muchos efectos medicinales benéficos como es la marihuana es perseguida legalmente en los Estados Unidos. Resulta gracioso recordar que todas nuestras drogas predilectas han estado prohibidas en algún momento. La prohibición del alcohol en EEUU la conocemos bien (de paso, el gran documental de Ken Burns contando esa historia llamado Prohibition está disponible en Netflix), el consumo de nicotina se castigaba en la Europa renacentista y en la Rusia zarista y el de la cafeína fue perseguido en Turquía en el siglo XVI.
La película triunfa en contar la historia de los comienzos del consumo de marihuana en Estados Unidos y su relación con el jazz, se torna pomposa y sesgada al trasladar esa escena musical al hip hop y al rap, denuncia los casos desgarradores de encarcelamiento a consumidores y despliega muy claramente algo relacionado con la "cultura cannábica" y sus bondades medicinales: un nuevo puritanismo que se siente muy satisfecho al expresar su superioridad moral. Intentaremos explicarnos.
Según Grass Is Greener, la marihuana llegó a los Estados Unidos por dos entradas: Nueva Orleans y la ciudad fronteriza de El Paso, en Texas. En la primera, cuna del jazz, había una gran predominancia de la población negra. En la segunda, de la inmigración mexicana. La campaña histérica en contra de su consumo tenía, entonces, un gran componente racista. Al perseguir al cannabis se castigaba básicamente a los negros y a los latinos. Esta línea de interpretación marcará a la película de manera tal que arranca burbujeante y festiva y termina como un pesado panfleto.
Los primeros músicos de jazz la tenían en gran estima y dice la película que Louis Armstrong, el gran Satchmo, uno de los artistas más importantes del siglo XX, no pasaba un solo día sin fumarse un cigarrillo. Hay imágenes suyas en la película abogando por la despenalización de la marihuana que son realmente deliciosas.
La sucesión de canciones de la época en la que se ensalza al porro es espectacular. Se suceden alegremente unas a otras: el video de Reefer Man (el tipo del porro), interpretada por Cab Calloway es un documento claro y divertido. Lo que en los músicos de jazz era rebelión a través de la fiesta y la euforia de la desinhibición, en el hip hop se convierte en militancia y denuncia. La misma progresión hacia la gravedad le corresponde a la película.
Uno de los testimoniantes, el rapero Snoop Dogg, no solo se compara favorablemente con los músicos de jazz, especialmente Armstrong (¡), en su defensa de la marihuana, sino que además despliega con toda claridad el argumento moralista. Arguye que el cannabis es una droga pacificadora. Dice que en una habitación con mil personas les das de fumar marihuana y terminan todos amigos y sacándose selfies. En cambio, si hay cuatro personas y les das alcohol, terminan a las trompadas.
Así, el argumento no es que el que quiera consumir cannabis que lo haga sino que esa droga, a diferencia de otras, como el alcohol, es "buena". El paternalismo cannábico es tan condescendiente como el prohibicionismo. El argumento liberal, en cambio, implica que en cuanto no haga daño a terceros (por ejemplo, al usarlo antes de manejar) lo que uno se meta en el cuerpo es cuestión personal. Vale para el alcohol, la nicotina y el café y valdrá seguramente en el futuro para la marihuana.
El paternalismo expresado en la película aparece también en otra de sus características: casi todos los testimoniantes están imbuidos de la "cultura cannábica": tienen sus rastas, sus ropas, su música, cultivan sus plantas, tienen sus instrumentos; todo parece endogámico, encerrado en un gueto.
Como si a la falta de una adicción física fuerte a la droga, hubiera una espiritual. Como en las propagandas del más puro capitalismo, al fumar marihuana no solo se consume una droga en particular sino que se abraza a un estilo de vida, una filosofía. Todo eso, claro, es innecesario.
La película no abunda demasiado en los efectos medicinales, un área cada vez más extendida del uso de cannabis. Argentina, represora del consumo personal, avanzó en la legislación de su uso paliativo pero aún así la disponibilidad está muy restringida. En Uruguay, la legalización abrió camino en ambos frentes, recreación personal y uso medicinal, con lo cual muchas personas que sufren dolores o tienen familiares con autismo en nuestro país tienen que recurrir a gente que lo trae de la otra orilla.
Más allá de sus sesgos, Grass is greener es efectiva en un tema en particular: la denuncia de casos de detención por posesión de marihuana. En el estado de Luisiana, los cargos son altísimos y a la segunda reincidencia la condena es de 10 años o más, por más baja que sea la cantidad con que sea detenido. Sin embargo, queda claro en la película que una nueva industria asoma con la legalización y que eso será indetenible. Argentina, que lideró algunas discusiones públicas de avanzada como la del matrimonio igualitario, está muy atrasada en este tema.
*Grass Is Greener, EEUU, 2019, dirigida por Fab 5 Freddy, 98', está disponible en la plataforma Netflix.
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