Alfredo Zitarrosa guardó cada papel en el que escribió una idea o un poema, registró en cassettes y cintas abiertas pensamientos, sentimientos y pesares y filmó con una cámara súper 8 situaciones familiares. Los momentos en los que más grabó fue cuando la última dictadura militar en Uruguay (1973-1985) lo obligó a exiliarse primero en Argentina, luego en España y finalmente en México.
Aquellos años de Zitarrosa añorando a su querido Uruguay quedaron documentados a través de su voz en noches interminables grabando a sus amigos o para mitigar el dolor que lo carcomía por dentro. Sus hijas, Carla Moriana y María Serena, junto a la viuda del cantautor, Nancy Marino Flo, decidieron desempolvar ese material -que permaneció guardado por 27 años- y donarlo al Estado uruguayo para su preservación.
Esa decisión de la familia que fue noticia en los medios de Uruguay llegó a oídos de la cineasta argentina Melina Terribili, quien desde sus 20 años, cuando escuchó la voz grave y las letras profundas del milonguero oriental, quedó impactada con la obra del autor de Guitarra Negra.
"Recuerdo las notas que salían siempre los 17 de enero cuando se cumplía un aniversario de su muerte que, particularmente, me inquietaba. Pero en ese entonces era todo más intuitivo, ya que poco conocía de su historia", dice a Infobae Cultura la directora de Ausencia de mí que se estrena este jueves en Buenos Aires, Mar del Plata, Córdoba, Río Cuarto, Mendoza y Bolívar y luego se verá en cines de Uruguay, Ecuador y México.
-¿Qué hizo que te decidieras a dirigir un documental sobre Alfredo Zitarrosa?
-Al leer el libro de Guillermo Pellegrino me decidí definitivamente, porque detrás de todo eso que me movilizaba había una historia cargada de ternura, de dolor, de poesía, de lucidez política. Más me adentraba en el libro, y más me sorprendía ese pulso de asombro por la vida que se va perdiendo en la adultez, yo sentía que había algo de niñez en él, no por la inocencia sino por ese sentimiento innato de estar atento a cualquier maravilla o a cualquier sufrimiento en igual forma. No ser indiferente a nada. Podía componer una canción a una mariposa que murió sobre una piedra o a los obreros del partido comunista asesinados en los oscuros años de dictadura y represión. Su hipersensibilidad y su carácter implacable, su ideología sin medias tintas. La claridad frente a todos los procesos que le tocó vivir.
-Fueron casi 10 años de trabajo para concluir el documental. ¿Cuáles fueron los momentos clave sobre el trabajo a lo largo de todo este tiempo?
-Uno de los momentos clave fue cuando se trasladaron las cosas de Alfredo Zitarrosa al teatro Solís para comenzar el proceso de preservación de todos sus materiales y sus cosas personales. Es fue un punto de giro en la historia real, para su familia, para su país, para su propia memoria y para la película. Allí comenzó oficialmente el rodaje. La mudanza de las cosas ocupó un día entero. Otro momento clave fue cuando comencé a escuchar los audios y comprobé que la película tal como la había imaginado se hacía realidad: Alfredo contaría su exilio en primera persona. Yo temía que hubiera principalmente ensayos o grabaciones referidas a los musical.
-¿Cómo conseguiste que las hijas y la mujer se abrieran para que pudieras filmar mientras iban desempolvando los recuerdos de Zitarrosa?
-Hay un vínculo importante siempre, al menos para mí, que existe previo a comenzar a filmar y que, por supuesto, es genuino y es mutuo, en este caso existió muchos años antes de comenzar a filmar. Fue siempre de mucho compañerismo, afecto y comprensión; ellas tuvieron una solidaridad y una paciencia infinita conmigo. Por otro lado yo sé respetar los momentos de cada cosa, y espero haber podido lograrlo, creo que también las acompañé en el proceso que les tocó a ellas. Somos ante todo personas, más allá de lo que hacemos y eso está por encima de todo para mí. No creo en las teorías de que hay que ser de tal o cual forma para supuestamente hacer una mejor película. Yo soy transparente. No por eso desvío el rumbo de la película que me interesa. Estoy muy agradecida con Serena, Moriana y Nancy. Y con Martín Monteiro, compañero de Serena, que fue una pieza clave en cuanto al ordenamiento de los materiales. Martín dirige hoy el archivo Zitarrosa.
-¿Por qué elegiste centrarte en el exilio de Zitarrosa?
-Porque es el hecho que lo marcó para siempre. Porque el exilio lo define muy fuertemente. Porque su exilio habla del destino de muchas personas que se vieron forzadas a dejar su tierra, que sufrieron persecución política o escaparon de su país por las guerras civiles y pienso que a pesar del gran dolor que le provocó, incluyendo la muerte, qué importante que este dolor sirva de algo. La película comienza con un audio de Alfredo de una canción inédita donde dice "…Sueño con la gente amándose, respetándose (…) Los justos en lo suyo principalmente, adelantándose a su honrada muerte cada día, sueño conmigo, en fin, mañana, y lo malo es no saber si eso sirve, no querer tampoco, morir al pedo". Creo que es resignificar en el presente ese dolor, el exilio de Alfredo, para reflexionar sobre el tiempo político que nos toca vivir, para crear conciencia. Y quién mejor para eso que Zitarrosa.
-A partir de los cassettes y las cintas que él grabó en el exilio lograste que el relato lo haga el mismo Zitarrosa. ¿Cómo fue trabajar con esos audios que hasta ese momento permanecían inéditos?
-Fue un proceso muy largo y difícil compartido con la montajista Valeria Racioppi, porque el volumen era muy grande y el audio hay que escucharlo en tiempo real. En una cinta podía haber un ensayo, se escucha el stop de Alfredo y seguido a eso podía haber un fragmento donde él habla o graba noticias de radio o conversa con sus hijas, entonces había que escuchar todo. Además, muchos de estos audios son durísimos, así que había que resistir de algún modo emocionalmente y, en especial, porque el montaje coincidió con los primeros años macristas donde veíamos, con más asombro que ahora, ya que veníamos de un país totalmente distinto, cómo reprimían a la gente en la calle, censuraban, despedían gente en la puerta de su trabajo, contraían deuda externa. Una tragedia.
-¿Cómo fue el proceso de trabajo? ¿Tuviste que instalarte en Uruguay?
-En un momento contempló esa posibilidad el productor Maxi Dubois, pero finalmente decidimos que no, me la pasé viajando con el equipo durante años. Cuando el proceso de trabajo con los materiales comenzó, yo estaba en permanente comunicación con el equipo de archivólogos del Teatro Solís, el CIDDAE y con el equipo de la Universidad de la República, que se solidarizaron totalmente con los procesos de la película. Por ejemplo si había algo que era muy importante para mí, se esperaba a hacer en mi viaje siguiente. Fue una película costosa en ese sentido también, porque para poder registrar diferentes momentos, teníamos que dejar un espacio intermedio para que se pasase a otro material y allí volver. A mí me hubiera gustado estar más tiempo, pero era física y económicamente imposible.
-El documental se iba a llamar Hago falta. ¿A qué se debió el cambio de nombre?
–Hago falta respondía a Guitarra negra y a la ausencia que él siente estando lejos, en el exilio. O sea que el título respondía ya a la idea de la película. Pero hace muchos años, cuando hubo que traducir el título al inglés, surgió el término Ausencia de mí y yo quedé enamorada de ese título, pero se ve que no me animaba a cambiarle el nombre, hasta que lo hice en la etapa de montaje. No cabe otro nombre mejor, a mi punto de vista.
-¿Qué imagen tenías de Alfredo Zitarrosa antes del documental y cuál tenés ahora?
-Antes tenía una imagen más romántica por así decirlo, su imagen estaba asociada al Alfredo de gomina, traje y corbata que cantaba con los ojos cerrados, que capturaba la atención y la emoción. Pero ahora tengo la imagen de un maestro, de un poeta, de un sobreviviente, de un hombre que hizo un esfuerzo sobrehumano para resistir el exilio y el desexilio y no pudo por el lazo tan fuerte que tenía con su país y la humanidad. "¿Cómo se puede amar en un mundo así?", se pregunta hacia el final de la película, cuando ya no hay camino de retorno.
Dónde podrá verse la película
En Buenos Aires las funciones serán en el Cine Gaumont (Av. Rivadavia 1635) a las 15.45 y a las 21, anunciándose la presencia de la directora para un posterior debate tras las proyecciones nocturnas de jueves y viernes. También estará en salas del Cosmos-UBA y del Centro Cultural Recoleta. Mientras que en Mar del Plata será en el Teatro Teatriz; en Bolívar en el Cine Municipal; en Mendoza en Cine Universidad; en Córdoba en Cineclub Hugo del Carril y en Río Cuarto en el Centro Cultural Leonardo Favio.
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