Entre 1965, fecha de su primera misión en Argelia, y la última, en Cabo Verde, en 1990, Dominique Roger hizo 135 viajes a 77 países diferentes de los 5 continentes. A todos ellos llevó su cámara y su curiosidad, y en todos debió dejar atrás sus prejuicios. Ahora, con 87 años, visita Buenos Aires para la presentación de su libro de fotografías Un camino para la paz en la Feria Internacional del Libro pero sus objetivos son los mismos que cuando comenzó a viajar como enviada de la UNESCO: la promoción de los Derechos Humanos, la no violencia y el diálogo intercultural entre las civilizaciones.
"La UNESCO me brindó el mundo, y a ella le debo el haber abierto los ojos a las diferencias, a las desigualdades, a las expectativas de los más desamparados; en una palabra: a los Otros. Y también, particularmente, a los humildes. A los hombres que, extenuados por la labor diaria, quieren aprender a leer para integrarse en su comunidad y salir de esa terrible exclusión llamada ignorancia; a las mujeres agobiadas de tareas inferiores, que reivindican su derecho al conocimiento; a los niños que preservarán su facilidad para aprender y su inagotable curiosidad", explicó Roger a Infobae Cultura.
Reportera gráfica y directora del Servicio Fotográfico hasta 1992, además de su inestimable contribución a la memoria visual de la UNESCO, esta mujer ha aportado convirtiendo su oficio en activismo. "Siento que debo transmitir mis experiencias para animar a la gente a que debemos creer que un mundo mejor es posible".
Pese a que su trabajo ha abarcado temas variados -como lo reflejan los álbumes "Mujeres", "Aguas preciadas", "Letras de vida", "Tolerancia", "Las mujeres dicen no a la guerra" o "La conquista de la edad"- sus mayores esfuerzos estuvieron siempre puestos en la promoción de la educación. El principal objetivo de libro de fotografías que presentará en Buenos Aires está incripto en los esfuerzos realizados a favor de una Cultura de la Paz, lo que, según ella, pasa necesariamente por la educación.
—¿Cómo se comunica una idea poderosa a través de una imagen?
—Una imagen es capaz de comunicar una idea poderosa gracias al shock emocional que produce. La fotografía tiene, más que el texto, la capacidad de grabar una emoción en nuestra memoria. Ese shock, que mantiene despiertas a nuestras consciencias, se impone a todo sin necesidad de traducción ni de filtros.
—¿En qué sentido sostiene que la educación puede ser un arma poderosa en la actualidad?
—Sin la educación, el instinto en su estado bruto se apodera de nosotros, nos priva del interés en aceptar las diferencias y en nutrirnos de ellas. La comprensión del mundo -mejor dicho, de los mundos- sólo se logra a través de la apertura del espíritu hacia lo que resulta diferente. Sentimientos como el racismo, por ejemplo, conducen siempre al rechazo, y generalmente provienen de la ignorancia y de los prejuicios que sólo la educación puede combatir pacíficamente.
—¿Incluso en momentos en los que se agudizan las desigualdades y emergen nuevos tipos de intolerancia?
—La intolerancia vuelve, el racismo ciego emerge y una extrema vigilancia se impone. Lo constato, pero… ¿quién podría combatir mejor a esta ola de intransigencia si no es la educación? Es urgente luchar por mantener o restablecer la paz allí donde se encuentre amenazada sabiendo que no se puede llegar a ella sin educación. La ignorancia es más que nunca el fermento del odio y la fuente de conflictos. Nuestra época, que brilla científicamente por todos sus progresos sublimes, ha asistido con una especie de inercia al empobrecimiento progresivo del poder de la escuela, a la dimisión del marco parental, al descontrol de esos fabulosos recursos.
—¿Cuál ha sido, en ese sentido, su rol como embajadora de la UNESCO?
—Durante 30 años he recorrido el planeta con el fin de poner en imágenes el mensaje y el trabajo de la UNESCO: difundir la educación de calidad, favorecer la cooperación científica, compartir la riqueza de las culturas y apoyar la libertad de expresión. Creo que esos son los instrumentos de la dignidad humana. Mis fotografías son un llamado a actuar, a rebelarse contra las injusticias, contra la ignorancia. En mi caso se trata de la lucha de toda una vida y por eso mis fotos hablan de las dificultades y de los desafíos de este mundo. También nos hablan de lo que podemos hacer, del coraje y del optimismo de millones de hombres y mujeres que luchan por vivir libres y con dignidad. El mundo cambia, pero esta aspiración fundamental es universal, y nadie puede reprimirla. Cada uno de nosotros debe participar en la construcción de esta comunidad humana más unida, más instruida y, por lo tanto, más fuerte.
—¿Cómo fue, para una mujer occidental, acercarse a sociedades y culturas tan diferentes? ¿A qué principios o verdades debe aferrarse uno y cuáles debería dejar atrás?
—Creo que la clave es acercarse a través de una curiosidad sin juicio previo, de la apertura hacia el otro con o sin idioma común, simplemente con empatía. ¿Con qué derecho juzgamos nosotros que nuestro modelo occidental es el único válido? Las diferencias culturales, sin negarlas ni compartir necesariamente las convicciones ajenas, no deben resultar contradictorias, sino más bien complementarias. En mi caso, las he vivido como una oportunidad para enriquecerme. No estaba allí para dar la más mínima lección, sino para testimoniar visualmente los esfuerzos de aquellos que buscan saber para comprender, para comunicar, para algún día, intercambiar.
—¿Cuál ha sido su mayor aprendizaje?
—Existen conocimientos transmitidos oralmente, de generación en generación, que no se encuentran en ningún libro, que nos aportan a nosotros, los más educados, una inolvidable calidad humana. La enseñanza que extraigo de esta larga experiencia fotográfica es que, entre el pequeño africano con el dedo levantado, la niña iraní compenetrada con su libro, hasta el viejo ecuatoriano arrugado, ¡yo soy la que más he aprendido!
Aprendí a deshacerme de los prejuicios, de las reticencias, de esa supuesta superioridad que nos lleva a despreciar las diferencias cuando nos creemos educados. A esa gente que no se parece a nosotros me he acercado con humildad y la he querido: ¡Los Otros! En esas aceptaciones tácitas de nuestra singularidad –porque yo también era para ellos una intrusa–, en esos intercambios casi silenciosos y en el respeto instintivo y mutuo radican muchos de los episodios que han embellecido mi vida.
—¿Qué rol juegan las mujeres en la búsqueda de la paz?
—La mujer es actualmente la única garante de la paz en el mundo. Es ante todo una madre que da vida; por naturaleza está en contra la guerra. Si bien continúa dedicándose a todas las tareas subalternas, hoy en día puede acceder finalmente a la educación superior, a carreras profesionales y sobre todo a liberarse de ese lastre que es la sumisión.
*La presentación en la Feria del Libro será el próximo sábado 27 de abril a las 14 horas, en la Sala Sarmiento (Pabellón Blanco) de la Sociedad Rural Argentina de Palermo.
*La muestra fotográfica podrá verse desde el 23 de abril hasta el 7 de mayo, de lunes a viernes entre las 10 y las 19 horas en el Espacio Cultural de la OEI
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