La Navidad de 1969 no fue una Navidad más. Aquella noche, en Wellington, Nueva Zelanda, un niño de 8 años recibió de manos de sus padres el regalo más valioso de su corta vida: una cámara Super 8. Bill y Joan le contaron a su hijo qué era ese objeto tan preciado, sin saber que muchos años después se convertiría no solo en un gran director y productor de cine, sino también en un desarrollador que cambiaría el futuro de la industria y la forma de registrar y percibir la imagen cinematográfica. Creando tecnologías que nos permitan conocer a los monos mutantes de tan cerca, con tantos detalles, que hasta podemos sentir la textura de su pelaje. Logrando que no existan imposibles a la hora de diseñar criaturas y escenarios, educando a nuestro ojo para ver de una manera totalmente nueva. Peter Jackson creó universos dentro y fuera de su cine, haciendo de su amor por los efectos de Ray Harryhausen la excusa perfecta para continuar su legado. Ganándose el respeto del padre del stop motion sin abandonar su lugar de fan.
¿Cómo fue que aquel niño de 8 años que recibió en la Navidad del 69 su primera cámara se convirtió en el encargado de ponerle imagen y movimiento a las novelas de Tolkien? ¿Por qué Harryhausen dijo que Peter Jackson era el personaje indicado para realizar una remake de King Kong?
Las razones habitan en su extraña carrera, y en el detrás de escena de cada una de sus películas. Conozcan los pasos de dinosaurio que hizo Peter Jackson, entre alienígenas deformes, marionetas depravadas y orcos brutales, y en los cuales su obsesión por las escenas de guerra se puede rastrearse desde su primer cortometraje hasta llegar a Jamás llegarán a viejos, la película en la que coloreó las imágenes de la Primera Guerra y en la que los soldados cobraron voz por primera vez.
Vómitos, vísceras y cabezas que explotan
La carta de presentación de Peter Jackson fue a través de un grupo de extraterrestres de ojos hundidos y joroba bien marcada que secuestraban humanos para utilizar su carne como la materia prima de unas hamburguesas de fast-food intergaláctico. El director debutante tenía apenas 22 años, y con escasos recursos le puso el cuerpo a su primera película: Mal gusto, estrenada en 1987.
Durante la semana trabajaba en un local fotográfico, y sábado y domingo filmaba algunos minutos de su ópera prima con una cámara de segunda mano de 250 dólares. Ayudado por sus amigos y por él mismo, quién no solo protagonizaba esta aventura bizarra, también la producía, la escribía y realizaba los efectos especiales. El "hágalo usted mismo" que, aún en el futuro, teniendo la maquinaria y el dinero a su favor, nunca abandonó de una u otra manera. Cuatro años tardó en terminar aquella película que lo llevaría al Festival de Cannes. Impresionando a críticos y directores con su pasión por los fluidos corporales y las explosiones artesanales. Una película de género con influencia de Sam Raimi y George A. Romero que, a pesar de lo amateur, estaba hecha con tanto compromiso y dedicación a los monstruos (en vez de mostrarlos apenas unos segundos por falta de presupuesto) que cabía preguntarse de qué sería capaz este autor con mayor respaldo económico.
Tanto Mal gusto como sus inmediatas películas, Meet The Feebles y Braidead, se produjeron en un país, Nueva Zelanda, en el que aún no existía una industria del cine fantástico o de terror. En un momento y lugar donde no había demasiada información ni materiales. Peter Jackson tuvo la tarea de, en paralelo con su carrera, crear también una industria de rubros técnicos y, sobre todo, en maquillajes y efectos especiales. Desafío y experiencia que tiempo después lo haría decidir fundar WETA, hoy uno de los estudios de efectos especiales más grandes e importantes del mundo.
En 1989 sucedieron dos acontecimientos relevantes: Peter Jackson estrenó su segunda película, Meet The Fleebles, una versión trash de Los Muppets que señalaba varios males de la sociedad a través de excesivas marionetas, y conoció a Fran Walsh trabajando en ella. La mujer de su vida, pero también la coguionista y coproductora de todas sus películas. Presencia central para entender ciertos ejes que se repiten en la obra de Jackson. Si en su primer film, Mal gusto, los protagonistas eran todos hombres, a partir de su segunda película los personajes femeninos fuertes e interesantes fueron regla (desde la hipopótama de los Feebles hasta Ann Darrow en King Kong, pasando por Paquita en Braindead, las adolescentes de Criaturas celestiales, Galadriel y Éowyn en El Señor de los Anillos.
Fue a partir de Meet The Feebles que la violencia de género fue un tema casi constante en su obra, desde diferentes ópticas y tratamientos. En King Kong, donde profundizó aún más la película de 1933 retratando al vínculo entre el gigante gorila y la joven actriz como un violento romance. En Desde mi cielo, la mayor rareza en su filmografía, adaptó la novela de Alice Sebold que narraba el femicidio de una adolescente, a manos de un abusador de menores de quien nadie sospechaba. Siempre representando estas problemáticas alejado del morbo y el amarillismo, ubicándose en visibilizar el tema desde la mirada autoral de la dupla Jackson-Walsh, más cerca de la propuesta arriesgada que del discurso demagogo.
En 1992 Peter Jackson llevó a cabo su tercera y última película gore: Braindead. Un delirio que arrastraba una maldición en la mordida de un extravagante mono rata, causando secuencias disparatadas y sangrientas a partir de que ataca a una madre que no soporta que haya otra mujer en la vida de su hijo, Lionel. En este film con efectos especiales exquisitos e invadidos de creatividad, Peter Jackson le dio un peso freudiano a una película de zombies. Una madre poseída por los celos de que su hijo se vuelva adulto y se enamore tomaba toda clase de formas y presencias maléficas cuando decaía en muerto vivo. Sedienta de carne ajena al igual que los extraterrestres de Mal gusto, que cocinaban hamburguesas con tripas humanas. Una comedia de terror que proponía escenas surrealistas teñidas de sangre, demostrando que, a pesar de que se profesionalizaba poco a poco, seguía siendo ese joven entusiasta que se divertía con sus amigos haciendo películas.
Cuestionar lo real
Décadas antes de generar polémica con su intervención en documentos fílmicos de la Primera Guerra Mundial, en la película recién estrenada en Argentina No llegarán a viejos, Peter Jackson traspasó los límites de la verdad al estrenar en 1995 Forgotten Silver, co dirigida con Costa Botes. Un falso documental televisivo que narra la historia de Colin McKenzie, un pionero de cine de Nueva Zelanda en los inicios del siglo XX, quien, según esta película, inventó desde cámaras de cine hasta el sonido sincronizado, adelantándose en técnicas a D.W. Griffith y los hermanos Lumiere. Tan convincente fue Peter Jackson en construir este relato ficcional, incluso poniendo el cuerpo, que tuvo que salir a aclarar que la historia no era verídica. Sin embargo, jamás dejamos de pensar en Colin McKenzie. Jackson y Botes lo volvieron tan real como el director de El nacimiento de una Nación.
Un año antes de estrenar Forgotten Silver, Peter Jackson realizó una de sus mejores obras: Criaturas celestiales, protagonizada por unas muy jóvenes Melanie Lynskey y Kate Winslet. Esta película marcó un quiebre en la filmografía del director neozelandés, dejando a un lado la comedia y las explosiones para hacerle un espacio al drama, sin abandonar los excesos de artificio.
Criaturas celestiales es la primera historia de amor que filma, que, por pasional, no esquiva el horror. Basada en hechos reales, y con una producción mucho más grande de lo que estaba acostumbrado, en la cual se involucraron tres países (Nueva Zelanda, Estados Unidos y Alemania), la película trazaba la historia de dos adolescentes que jugaban a edificar con su imaginación un refugio para quererse sin necesidad de ocultarse.
Escenarios paradisíacos, edenes solo para ellas dos. Muñecos de arcilla y paisajes artificiales que anticipaban el futuro lejano del director. Si en Forgotten Silver volvía real lo que no existe, en Criaturas celestiales hacía de lo real un mundo fantástico.
Peter Jackson, junto a Fran Walsh, llevaron a la pantalla grande el crimen más famoso de Nueva Zelanda, primando el romance entre las protagonistas, quienes más tarde serían responsables de un asesinato, logrando transformar una historia policial de los años 50 en un melodrama de amor adolescente lésbico. Con esta película se ganó el odio y desprecio de la protagonista real del caso, la escritora de policiales Ann Perry, y también el Leon de Plata en el Festival de Venecia y el premio a mejor director en el Festival de Toronto, sin contar su irrupción en la industria de cine estadounidense. Criaturas celestiales fue su primera película nominada al Oscar, y si bien el premio a mejor guion original se lo llevaron Quentin Tarantino y Roger Avary por Pulp Fiction, Peter Jackson ya había asomado la nariz en Hollywood. Solo faltaba una propuesta concreta que llegaría meses después.
Fantasmas que lo abducen a Hollywood
A mediados de los años 90 Robert Zemeckis le encarga a la dupla Peter Jackson y Fran Walsh un guión para un capítulo de su serie Cuentos de la Cripta. Así nace The Frighteners, proyecto que originalmente no iba a ser dirigido por Jackson. Pero tras leer el guion, el productor Zemeckis lo consideró con potencial como para ser un largometraje. Con ese empujón el capítulo televisivo se convirtió en una original película paranormal que tuvo su estreno en 1996, con Peter Jackson en el rol de director.
Con un elenco hollywoodense que incluía al célebre Michael J Fox, quien cuenta que cuando le ofrecieron un proyecto con fantasmas dijo: "Si es una estupidez, estilo Cazafantasmas, no me interesa." Pero era otra cosa. The Frighteners es la primera película para el mainstream estadounidense de Peter Jackson, música de Danny Elfman incluida. Sin embargo, el director nacido en Nueva Zelanda siguió trabajando con su gente. Como el equipo de efectos especiales de su creación WETA. Así este también fue el primer gran proyecto de su compañía, donde demostraron que podían hacerse cargo de los efectos de cualquier proyecto made in Hollywood, y que sus diseños eran además de competitivos, modernos y novedosos. El crecimiento de WETA fue tan grande con esta película que pasaron de tener un técnico en efectos digitales a 35. Los fantasmas, el más allá, los muertos vivos y las relaciones enfermas son los temas recurrentes en la obra de Jackson y Walsh que, sin importar los cambios en los modos de producción, el país donde se filme o a quién está dirigida la película, los acompañan a donde vayan.
Un neozelandés en la Tierra Media
La obra de Tolkien, principalmente El Señor de los Anillos se trató de adaptar muchas veces sin éxito. Walt Disney no pudo, Stanley Kubrick no encontró la manera, y por ahí quedan los diseños que hizo H.R. Giger (el creador del Alien) para otra adaptación que tampoco sucedió. Más allá de los bellos intentos del estudio de animación Rankin/Bass (El Hobbit y El Regreso del Rey) y el desbarranque inconcluso del animador Ralph Bakshi (El Señor de los Anillos). Eran libros enormes, extensos, con un público lector fiel y exigente, ambiciosos, extravagantes y, en palabras de muchos productores de Hollywood, "inabarcables en una película".
Como después pasaría con King Kong, el amor y el compromiso de Peter Jackson pudieron con lo imposible: llevar a la pantalla, en una cruza de acción viva y CGI, la Tierra media en todo su esplendor. Jackson se embarca en el faraónico proyecto empezando, como lo hizo antes, con un trabajo de adaptación notable. Respetuoso pero no servil. Con ideas caprichosas y autorales, pero con un corazón de fan que lo hace dar seguido en el clavo. Si bien toda adaptación es criticable, el trabajo de Jakson y Walsh entusiasmaría incluso a muchos fanáticos empedernidos. Para asegurarse de escribir un guion preciso y comprensivo entró al equipo Phillipa Boyens, especialista en Tolkien. Además de WETA dando lo máximo en los efectos especiales, Jackson contrató para diseñar la película a artistas famosos por su trabajo ilustrando a Tolkien como John Howe y Alan Lee.
El casting fue fundamental. Pese a lo accidentado que fue, no tenía presupuesto para pagar sumas exorbitantes, por lo que propuso a los actores trabajar en cooperativa, viviendo 5 años en Nueva Zelanda, dejando cuerpo y alma en un proyecto que más de uno consideraba condenado al fracaso. Por ese motivo varios actores, entre ellos Sean Connery, no aceptaron el proyecto. Vista hoy, no hay dudas de que Ian McKellen, Elijah Wood, Sean Astin, Cate Blanchett, Christopher Lee y nuestro querido Viggo Mortensen son, para muchos: Gandalf, Frodo, Sam, Galadriel, Saruman y Aragorn en carne y huesos. Esta es quizás la obra de Jackson donde más clara queda su pasión por el cine bélico y los conflictos armados a gran escala. Siempre las obsesiones del autor nos llevan de una película a la otra. Años más tarde, el director y su equipo volverían a la Tierra Media para adaptar El Hobbit, libro de Tolkien que da inicio a la saga.
Aún en sus proyectos fallidos, siempre hay pequeños tesoros, como huevos de pascua dorados, que nos iluminan al encontrarlos
Con mayor presupuesto, más estrellas y mayores expectativas, la segunda trilogía no terminó complaciendo ni al propio Jackson. Pese a carecer del carácter rotundo de la primera trilogía, estas nuevas películas están llenas de valiosos aciertos y escenas memorables. Como Jackson nos tiene acostumbrados, aún en sus proyectos fallidos, siempre hay pequeños tesoros, como huevos de pascua dorados, que nos iluminan al encontrarlos.
De fan a ser admirado
King Kong, dirigida en 1933 por Merian C. Cooper y Ernest B. Schoedsack, marcó el destino de muchos futuros profesionales del cine. Sea en la dirección o en rubros técnicos. Así lo hizo con Ray Harryhausen, quien se dedicó a los efectos especiales a partir de que se preguntó cómo logró Willis H. O´Brien darle vida al gorila. Lo mismo se preguntó Peter Jackson, muchos años después, prometiéndose que en algún momento haría una nueva versión de la película que lo hizo amar la magia del cine. Ese poder en hacernos creer que todo lo que ocurre en pantalla existe por fuera de ella. Un tiempo antes de que Peter Jackson logre filmar King Kong, le preguntaron a Harryhausen qué pensaba de que fuera ese director quien hiciera una relectura de una de las obras más importantes de la historia del cine. Su respuesta fue que si alguien tenía que hacerla, ése era Peter Jackson, porque realmente adoraba la película original. Y por eso nadie haría un mejor trabajo que él. Asegurando que sería una obra mucho más valiosa que la pésima remake de los años 70, producida por Dino de Laurentis.
La versión de Peter Jackson no se parece a nada, ni a la original de 1933, ni a la desafortunada remake de 1976, porque su ojo autoral desafía hasta la pieza más icónica del cine. En un acto de amor y empatía por Rick Baker, el especialista en efectos y maquillaje que terminó trabajando, sin ser acreditado, en el King Kong de los años 70 metiéndose adentro del traje de gorila para salvar un poco la película de un desastre mayor (siendo que el encargado de los efectos Carlo Rambaldi mandó a construir un gorila de tamaño titánico mecánico que no podía ni moverse) lo llamó para que se una a su proyecto. Rick Baker, tan fanático de King Kong como Harryhausen y Jackson, fue el encargado de pilotear el avión que disparaba al gorila. Entendiendo que para crear a un monstruo primero hay que entender qué es lo que hay adentro de él. Esa es la razón por la que Peter Jackson admiraba a Harryhausen, y lo que finalmente consiguió Harryhausen lo mire con buenos ojos a él. Porque cada uno, a su manera, con métodos muy distintos, lograron transmitirnos lo que siente un gorila, ya sea en Stop Motion o en CGI.
El rey de los efectos especiales
La obra de Peter Jackson va más allá de sus películas como director. Ha producido films de coterráneos (Distrito 9, de Neill Blomkamp), realizado en sociedad sueños de la infancia (Las aventuras de Tintin, junto a Steven Spielberg), y creado épicas futuristas (Máquinas mortales, de Christian Rivers). Sin embargo, su aporte más enorme al cine (fuera de sus propias películas) es el estudio WETA.
Creado a la par de las necesidades de sus primeras películas, y tuneado para correr como bólido en su llegada a Hollywood, WETA es responsable de algunos de los efectos especiales más interesantes y sorprendentes de las últimas décadas, incluyendo videojuegos y falsos documentales. Ya no en el sillón de director, pero trabajando para que otros directores y productores puedan construir sus mundos y monstruos de la forma más espectacular e inesperada. Desde Pandora, con su flora, fauna y habitantes azulados (Avatar, de James Cameron), hasta el ejército de monos revolucionarios de la nueva saga de El planeta de los simios, pasando por deformar actores hasta el cartoon desaforado para encarnar personajes de historieta, o darles cuerpo a robots de combate y heroínas de animé (Alita: Battle Angel, de Robert Rodriguez).
Pero para que todo monstruo brille no solo hace falta un Dr. Frankenstein que lo cree; también es necesario un actor que ponga el cuerpo. Y parte del brillo de WETA, es esa confirmación soñada de que un efecto especial (digital en este caso) podía verse y sentirse como un actor más, con carne y sangre, que conmueva hasta el punto de olvidarse de la truca. Ese milagro comenzó con Gollum en la trilogía de El señor de los anillos, y el actor Andy Serkis. Imposible no nombrarlo. Con un traje plagado de pelotitas de ping pong, Serkis y WETA llevaron la captura de movimiento a niveles jamás alcanzados. Dándole a los actores que hacen las voces de los monstruos la posibilidad de poner el esqueleto, como lo haría después el propio Serkis como el enorme Kong y el célebre Benedict Cumberbatch interpretando al dragón Smaug.
La cámara como tanque de guerra
El interés de Peter Jackson por la guerra estalló desde su niñez. En 1971, cuando tenía solo diez años, filmó en su jardín un cortometraje con un par de amigos sobre la Primer Guerra Mundial titulado The Dwarf Patrol (La patrulla enana). Había una razón: su abuelo, el sargento William Jackson, sirvió por nueve años en el regimiento de infantería de los Fronterizos de Gales del Sur. Y si bien no lograron conocerse, ya que su abuelo murió 20 años antes del nacimiento de Jackson, parte de la vida de ese sargento se filtró en su lista de obsesiones.
A él está dedicada Jamás llegarán a viejos, la última película de Jackson co producida entre Reino Unido y Nueva Zelanda, un documental atrevido e inquietante. Cuenta Guillermo del Toro que, de visita una vez en la casa del director neozelandés, este le mostró orgulloso su colección de memorabilia bélica. Una colección que no se conformaba con insignias y proyectiles, llegaba a enormes máquinas de guerra. Así, en los enfrentamientos armados contra alienígenas, en las coreografías bélicas entre ejércitos de orcos y elfos, en los desmembramientos de cadáveres, en la espectacular venganza a repetición de una hipopótama artillada, o en las acrobacias mortales de los aviones biplanos que ametrallan al gigantesco gorila King Kong, podemos ver la guerra siempre presente.
Pero faltaba algo, y era ponerle sonido y color a una guerra real. Lo hizo acercándose a su abuelo a través de cada uno de los soldados a los que les otorgó una voz en Jamás llegarán a viejos.
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