"No existe ninguna personalidad de la cultura uruguaya de los últimos 67 años que no haya pisado alguna vez la Cinemateca. De eso estoy segura", sentencia María José Santacreu, la coordinadora general de la entidad que, desde diciembre de 2018, funciona en una nueva y moderna sede de las calles Bartolomé Mitre y Reconquista, en el límite entre el Centro y la Ciudad Vieja de Montevideo.
Fundada en abril de 1952, en un viejo caserón de la calle Maldonado, supo ser la mayor filmoteca de Latinoamérica. A la vez la Cinemateca fue un símbolo de la resistencia popular contra la dictadura militar (1973-1985) y sigue siendo el único espacio para el cine que está fuera del circuito comercial.
"Todo nació con la unión de dos cineclubes con un núcleo de filmes en 35 y 16 milímetros que el fundador, Walther Dassori, guardaba en una carbonera. Después el sueño de la Cinemateca fue creciendo y tomando forma con el trabajo incansable del director histórico que fue Manuel Martínez Carril (crítico de cine, periodista y profesor uruguayo) que vivió todas las etapas hasta su muerte en 2014", cuenta Santacreu a Infobae Cultura.
La institución declarada Patrimonio Cultural del Uruguay, que ahora es vecina del histórico Teatro Solís, cuenta en su flamante complejo con tres salas y una capacidad para 400 butacas. "Pasamos tanto películas de estreno como de autor, como es costumbre en la Cinemateca. Ahora contamos con sistema de proyección digital DCP y una de las salas posee un proyector que permite el regreso de las películas en 35 milímetros a Montevideo", dice la coordinadora.
La Cinemateca no es solo un espacio en el que se proyectan películas sino que cuenta con un Centro de Documentación Cinematográfica que conserva afiches, fotografías y material gráfico vinculado al séptimo arte.
También posee -preservados y catalogados- más de 20.000 títulos, varios de ellos ejemplares únicos en el mundo, en un galpón a las afueras de Montevideo con bóvedas refrigeradas a 5 grados celsius para mantener en conservación el material fílmico.
Otra de las funciones de la entidad es la educativa a través de su Escuela de Cine -fundada en 1977 y refundada en 1995- en la que se ha formado una generación de cineastas del Uruguay.
"Al ser una de las pocas instituciones que permaneció abierta durante la dictadura excedió su labor de exhibidora, de formadora de espectadores, se transformó en otra cosa. Era el único lugar donde la gente se podía reunir haciendo cola porque el derecho a reunión estaba prohibido pero en la Cinemateca nadie te podía venir a decir nada porque no había otro modo para entrar. Así se generaba una complicidad secreta, implícita, porque el solo hecho de venir a la Cinemateca significaba estar en contra de la dictadura, era la resistencia en la oscuridad", dice Santacreu que además es periodista periodista del Semanario Brecha.
Todo cine es político
Por las chirriantes butacas de cuerina del antiguo edificio conocido como Cinemateca 18 -porque estaba en 18 de Julio, la avenida principal de Montevideo- han convivido y respirado el mismo aire de tabaco y libertad nombres fundamentales de la cultura uruguaya como: Juan Carlos Onetti, Daniel Viglietti, Alfredo Zitarrosa, Idea Vilariño, Homero Alsina Thevenet, Eduardo Galeano, Marosa Di Giorgio, Carlos Paéz Vilaró, Mario Benedetti, los hermanos Hugo y Osvaldo Fattoruso, Eduardo Mateo, Eduardo Darnauchans, Jaime Roos, Leo Masliah por mencionar sólo algunas personas de una extensa lista.
La Cinemateca atraviesa la historia cultural del Uruguay de manera tan visceral que la sede de 18 de Julio fue el escenario en el que Carlos Gardel cantó por última vez en el país oriental y, en ese mismo sitio, el poeta español Federico García Lorca brindó conferencias en 1930.
En 1953 Montevideo tenía 800 mil habitantes. Ese año se vendieron 19 millones de entradas en la Cinemateca. Esa fue cifra más alta de su historia y fue cayendo hasta la década del 90, con menos de 1 millón de entradas. Hoy la taquilla ronda los 2,5 millones anuales.
En estos 67 años de existencia la Cinemateca pasó por momentos en los que estuvo al borde del cierre. El dinero de las cuotas de los socios y auspiciantes apenas alcanza para mantener una parte de tamaña estructura. La institución recién empezó a contar con un subsidio del Estado cuando el Frente Amplio llegó al gobierno. Actualmente el aporte anual estatal es de 130 mil dólares de parte del Ministerio de Cultura.
"Todavía hay quienes tienen dificultades para percibir cuál es la función que está desempeñando Cinemateca. Nuestra cinemateca tiene una postura política frente al cine actual: es un modo de decir 'este cine interesa'. Por eso siempre defendimos y vamos a defender este espacio que estrena otro tipo de películas y que nosotros creemos que es importante mantener porque forma ciudadanía y conciencia", dice Santacreu que se hizo socia en 1983 y se enamoró de ese lugar que fue parte de su educación.
El compromiso social y la postura política de la Cinemateca se refleja a través de películas. Un claro ejemplo de ello fue cuando en 2014, en Uruguay, se discutía la baja de imputabilidad de 18 a 16 años y desde la institución se realizó un ciclo con el lema "No a la baja" "porque era un tema de derechos humanos y no de política partidaria", dice la coordinadora.
Las películas de siempre y un festival
Los ciclos son un clásico de la Cinemateca Uruguaya. Se programan para niños, funciones al aire libre, cine francés, uruguayo, cortometrajes y todo lo que pueda verse en una pantalla. "Algo que sucede siempre es que cuando pasamos Un perro andaluz (Luis Buñuel, 1929) la sala se llena sistemáticamente y no puedo explicar por qué", dice Santacreu.
A la vez la coordinadora general recuerda que una de las películas más vistas en la Cinemateca es la argentina El exilio de Gardel (Pino Solanas, 1986). "Estuvo más de 6 meses en cartel y asistieron más de 300 mil personas una cifra que hoy en el Uruguay no lo logra ni Spiderman".
Los asistentes a la Cinemateca forman parte de esa maquinaria que alimenta el mito de que Ingmar Bergman fue "descubierto" por los uruguayos en el Festival de Punta del Este de 1952 cuando se proyectó -en estreno mundial Juventud divino tesoro.
"Nos gusta ser excepcionales porque somos chiquitos y tenemos esos mitos fundantes entre los que figuran: 'le ganamos a Brasil en el Maracaná, tenemos el Carnaval más largo del mundo y descubrimos a Bergman. Eso es muy uruguayo y nos enorgullece", dice Santacreu.
Otro motivo de orgullo para la Cinemateca es la organización de su Festival de Cine. Este año celebrará la edición 33° entre el 17 y el 28 de abril. Con secciones en Competencia el encuentro es un clásico montevideano para los cinéfilos de la región. "Quisiéramos tener más gente invitada y que puedan venir cineastas de todo el mundo pero el presupuesto no nos da para tanto. Tenemos 120 películas y vivimos 10 días con un cine que no se ve en otro momento del año en Uruguay", dice María José Santacreu.
El 21 de abril este emblema de la cultura uruguaya celebrará sus 67 años de existencia. Será en esos días del Festival en el que se festejará -como no podía ser de otro modo- viendo películas y recordando a aquellos pioneros que tanto hicieron para mantener en pie esas 24 ilusiones por segundo, como lo definió Carlos María Domínguez en su libro sobre la historia de la Cinemateca.
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