El asombro de ese grupo de alemanes es evidente. Están en un piso 22 en el barrio de Belgrano, la noche de otoño miente, porque es verano, y desde la plaza cercana sube una música contagiosa hasta el fabuloso balcón terraza en el que los están agasajando con, como no, un asado. Entre esos alemanes está Michael Müller, alcalde de Berlín, pero además fan de Buenos Aires.
"¿Lo más lindo que vi en estos días en Buenos Aires…? ¿Sabe qué? Lo que más disfruté en los dos o tres días que llevo acá es la música en cada esquina", comenta a Infobae Cultura en el marco de la III Cumbre Internacional de Ciudades Culturales, que se realizó la semana pasada en Buenos Aires.
– ¿La música?
– Sí, esa sensación vital, en cada esquina, de que la cultura juega un papel. Estuvimos en una milonga y ver como jóvenes, adultos y mayores se juntan a bailar… Vivir eso, que diferentes capas sociales se junten, eso es sencillamente hermoso.
Socialdemócrata y al frente de la capital alemana desde 2014, Müller ya hizo todas las escalas en el asado de esa noche de domingo: choripán, mollejas, bondiola, bife de chorizo, lomo, ensaladas… Completada la más argentina de las experiencias, el hombre que rige los destinos de una ciudad clave en la historia del siglo XX se sienta para dialogar sobre Argentina, Alemania, Europa y la política tomada por los extremistas.
Si Buenos Aires era un siglo atrás un imán para italianos, españoles, alemanes, ingleses, hoy lo es para colombianos y venezolanos. A Müller, acompañado en toda su gira por el embajador alemán, Jürgen Mertens, le interesa especialmente el fenómeno.
"Buenos Aires es una ciudad internacional y abierta, la inmigración jugó aquí un papel por décadas. Ver cómo diferentes culturas se suman y pueden integrarse en un país o una ciudad es algo importante hoy en Alemania y en Berlín. Nuestras dos ciudades reciben inmigrantes. Creo que podemos aprender de la experiencia de Buenos Aires".
No es exactamente un inmigrante, pero Daniel Barenboim tiene mucho que ver con un debate que hoy es central en la Europa rodeada de países con necesidades o directamente en guerra. La sola mención del director de orquesta argentino ilumina el rostro de Müller, un jovial alemán de 54 años.
"Daniel Barenboim es increíblemente importante para nosotros en Berlín. Porque como artista y director tiene un reconocimiento internacional tremendo, y eso enriquece la vida en nuestra ciudad. Pero también por su experiencia internacional, por su idea de que las regiones y las culturas deben encontrarse. Creó una nueva academia, la Academia Said, una academia para jóvenes en la que se encuentran palestinos, israelíes, alemanes, cristianos. Se encuentran y hacen música juntos. Es grandioso que Barenboim ofrezca una plataforma así, que une culturas y regiones".
En conversaciones informales, toda la comitiva del alcalde confiesa espontáneamente su fascinación por la vitalidad de Buenos Aires, aunque todos también coinciden en lo ruidosa que es, a un mundo de distancia de la silenciosa Berlín. Así y todo, Müller no cree que la capital argentina tenga algo que aprender de la alemana, prefiere hablar de "intercambiar experiencias" en el marco de la red de Ciudades y Gobiernos Locales Unidos (CGLU), que se reunió estos días en Buenos Aires.
"El tema del medio ambiente y las energías renovables juega un gran papel para nosotros. Hace mucho que tenemos una fuerte experiencia en esto y quizás Buenos Aires pueda beneficiarse de todo lo que sabemos sobre el tema".
Diplomático, dice que Buenos Aires no es tan ruidosa, pero apunta a un aspecto esencial del problema. "Buenos Aires tiene un gran desafío con el tema de la cantidad de coches que entran y salen de la ciudad para trabajar. Sé que el jefe de gobierno está buscando reducir esto, porque es una gran carga para la ciudad".
Ambas capitales están hermanadas desde hace 25 años. ¿Sirve de algo eso a efectos prácticos? El alcalde, enfático, explica que sí: "Trabajamos juntos en una red de ciudades e intercambiamos experiencias. Nuestra asociación directa facilita los programas de intercambio en ciencia, cultura, juventud, que sea más fácil estudiar en ambas ciudades".
El carácter abierto y rebelde de Berlín, combinado con sus increíbles precios, muy por debajo de los que se sufrían en otras capitales, hizo de la ciudad del muro caído en 1989 un imán para jóvenes de todo el mundo. Aquello duró dos décadas, pero hoy ya no es así, la ciudad es mucho más cara que diez años atrás. ¿Le preocupa esto al alcalde?
"Si se tiene en cuenta que es una metrópolis internacional y una capital, Berlín sigue siendo barata. Pero claro que se ha encarecido con el crecimiento de la población, por su desarrollo económico. Y claro que esto me preocupa, porque hay mucha gente en la ciudad que no puede pagar el alquiler. Por eso elaboramos leyes para limitar o reducir los costos del alquiler, para que no crezca sin fin".
"El tema de la suba de los precios de los alquileres es una preocupación para los 140 alcaldes de las 140 ciudades que forman parte de esta red de ciudades. Sea Moscú, Buenos Aires, Berlín, París, Dakar, Johanesburgo, da igual: todos los alcaldes están preocupados por lo mismo, la suba de los alquileres".
– Si todos tienen ese mismo problema, ¿significa entonces que no hay solución?
– Sí, ¡claro que hay solución! No se la encuentra de hoy para mañana, pero hay formas de limitar o reducir ese incremento de los alquileres. Diferentes leyes, códigos de construcción… Estamos viendo entre los alcaldes de estas ciudades quién tiene una idea, una ley que ayude a solucionar esto. Se puede aprender de los demás.
Müller vuelve a la inmigración, un tema que lo obsesiona, porque es parte del día a día de la ciudad que dirige. ¿Es la sensibilidad de los berlineses diferente a la de los alemanes en general cuando se trata de inmigrantes y refugiados?
"Siempre hay posiciones diferentes acerca del tema de la inmigración y de qué implica recibirlos para la ciudad, pero entre los berlineses hay un consenso muy importante acerca de que hay que ayudar a los refugiados. Lo hicimos en 2015 y 2016, recibimos sobre todo sirios, unas 100.000 personas. Fue una carga importante para la ciudad, pero la asumimos y fue aceptada por los berlineses. Creo que nosotros nos distinguimos así de otras ciudades, sobre todo de algunas del Este de Europa, donde esto no se asume con tanta naturalidad como en Berlín".
Cuando el político socialdemócrata habla de "algunas ciudades del Este de Europa", bien podría hablar también de las posturas anti inmigrantes que en Alemania han tomado los socialcristianos bávaros y buena parte de la Unión Cristiano Demócrata de la canciller Angela Merkel. O, ni hablar, de la extrema derecha representada por Alternativa para Alemania (AfD). Nada que no esté sucediendo en otros países de Europa.
Lo distintivo en Alemania, lo insólito, fue que Merkel tomara en su momento posturas propias de los socialdemócratas del SPD, sus socios en la "gran coalición" que gobierna el país. Abrir las puertas de su país a cientos de miles de inmigrantes y refugiados le generó un desgaste interno en el partido y una pérdida de votos importante. Esa decisión aceleró, en parte, su salida de la cancillería, que probablemente se produzca antes de la fecha prevista de 2021, y la renovación del liderazgo en la CDU, ahora en manos de Annegret Kramp-Karrenbauer.
¿Puede decirse que en este asunto, Merkel fue mas SPD que el propio SPD? Müller, habitualmente hombre de respuestas rápidas, se toma esta vez un segundo para reflexionar.
"No… Nosotros seguimos esa política. Pero es cierto que la canciller enfiló ese camino y nosotros la apoyamos, a diferencia de lo que hizo su propio partido".
– ¿Eso fue raro, no?
– Bueno, creo que para la canciller fue más raro que para nosotros (ríe).
Müller sabe que la situación de su partido, el SPD de Willy Brandt, Helmut Schmidt y Gerhard Schröder, es delicada, pero enfatiza que no es un problema exclusivo de la socialdemocracia alemana.
"Creo que la situación de los partidos socialistas y de la socialdemocracia es en general complicada a nivel mundial. A unos les va mejor que a otros, pero en Francia, Holanda, Alemania se ve que tenemos problemas serios. Los populismos y los extremismos de izquierda y derecha captan mucha gente, y más fácilmente, apelando a respuestas fáciles, más fáciles que lo que propone la socialdemocracia, que se basa en el compromiso y la igualdad. El compromiso quizás es aburrido y pesado, y así es que no llegamos a mucha gente hoy. Pero yo creo que el compromiso es el camino para una sociedad".
¿Es acaso la socialdemocracia demasiado sofisticada para el votante de hoy?
Müller suspira: "Quizás, quizás…".
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