¿Es o se hace? Desde sus participaciones como conductor de la ceremonia de entrega de los premios Golden Globe entre 2010 y 2012, con regreso en 2016, Ricky Gervais es conocido mundialmente como el hombre que se ríe de todo y de todos. Casi sin límites. El comediante y escritor inglés, dueño de un picante sentido del humor tuvo un inmejorable comienzo de 2019 con el estreno en Netflix de la serie After life que escribió, dirigió y protagonizó. A tal punto que apenas un mes después de estrenada, ya está confirmada una segunda temporada para 2020, con seis nuevos episodios. Como es habitual, Netflix no brindó ningún dato sobre cifras de espectadores, pero la compañía vedette de las plataformas de contenido audiovisual (la nueva tele) ya demostró que no le tiembla el pulso a la hora de cancelar aquellas series que no tienen el seguimiento que esperan. Éste es el caso contrario, evidentemente.
"Nunca había tenido una reacción así antes. Ha sido una locura y es reconfortante. Pero ahora tengo que asegurarme de que la segunda temporada sea aún mejor, por lo que probablemente tenga que trabajar aún más duro de lo habitual. Es molesto, en realidad", dijo bien en su estilo ni bien se conoció la noticia. Aunque la historia parecía haber tenido un final satisfactorio, el creador británico ya había anunciado al Hollywood Reporter que estaba trabajando en nuevos guiones: "Creo que hemos creado un mundo encantador, los actores son geniales ¡y necesito trabajar con el perro otra vez! Más reciente aún, el jueves 4 escribió en su cuenta de Twitter (con más de 13 millones de seguidores): "Todos los carteles, promociones de televisión, trailers y amorosas reseñas son nada en comparación al boca a boca. Sigan contándole a sus amigos sobre #AfterLife. Vuestra pasión está creando un fenómeno. Gracias".
El secreto de semejante suceso pasa por una contradicción. En After Life, Gervais es el misántropo más querible de esta década. En la serie de ocho capítulos que, además de todo, tienen el atractivo extra de durar menos de media hora, es un periodista de un pobre periódico local llamado Tambury Gazette quien, tras la muerte de su esposa, de cáncer, entra en una depresión que lo lleva a evaluar el suicidio como una opción y, entre otras cosas, a manejarse por la vida con una honestidad verbal que sobrepasa lo grosero. Casi como si el personaje quisiera imitar al Gervais de sus actuaciones en vivo, ése que habla sin problemas de cualquier cosa: Dios, bebés muertos, transexuales, el Holocausto o la orientación sexual de Tom Cruise.
Su personaje dice, por ejemplo y como al pasar, sin elevar la voz ni tensar ni un músculo: "Supongo que un buen día es cuando no ando con ganas de disparar a extraños en la cara y luego a mí mismo", y se lo dice a su psicólogo, quien seguramente está en la carrera por el peor terapeuta en cualquier continente que jamás se haya visto en las pantallas. Y también está la perra. El animal obviamente no habla pero es quien lo obliga a levantarse cada mañana, aunque más no sea para darle de comer y luego caminar por la playa. Pequeñas escenas de la vida cotidiana de cualquier persona, en cualquier lugar del mundo, pueblan After life como pequeñas piezas de un mecanismo de relojería que nunca atrasa la hora.
El dolor por la pérdida y cómo afrontar el duelo son la espina dorsal de la serie
Pues bien, el tipo no quiere a nadie pero… Es un tierno, muy en el fondo. "Sé que algunas personas no van a entenderla. Pensarán que es morbosa, mezquina o negativa. Pero espero que todos vean lo positiva y alegre que es en definitiva. Como la vida misma", dijo antes del estreno de la serie, una ficción que los críticos del primer mundo definen como "drama disfrazado de comedia". O comedia bajo el drama. El dolor por la pérdida y cómo afrontar el duelo son la espina dorsal de la serie. Es más de un sentido, y he ahí parte de la explicación para el fenómeno que la serie está generando, ésta es una comedia que duele y emociona.
"Prefiero estar con ella en ningún lugar que sin ella en cualquier sitio", dice Tony Johnson (Ricky Gervais) harto de que la gente quiera que de vuelta la página al episodio más triste de su existencia, que siga con su vida tras la muerte de su esposa. Es imposible que una frase así, dicha así, no golpee fuerte. El mundo quiere que Tony, como le dice su mujer a través de unos vídeos grabados antes de morir, "disfrute del sol", pero él no ve la manera. Ni quiere verla. El sol en Reino Unido no abunda pero en After Life está a veces presente de manera casi insultante. Y la música: Gervais consigue que Lovely Day de Bill Withers se convierta en la canción más triste de la historia. O que Into my arms de Nick Cave conmueva en el momento justo.
Más allá de la dicotomía en la personalidad del protagonista, todo lo que le rodea está diseñado para remarcar su propia soledad. Ahí se genera la empatía global que genera el personaje, que piensa como primera impresión que el mundo es un lugar monótono, gris e intrascendente en donde todo es anodino o desagradable. El encanto de la serie reside, además, en que consigue plasmar esa sensación de intrascendencia ("el show sobre nada" que patentó Seinfeld en los 90) y crea un universo pausado y melancólico que funciona a ritmo triste y desolador, pero que a su vez resulta extrañamente cercano y reconfortante.
En todo este panorama, los personajes secundarios -satélites del bajón del protagonista-, sus interacciones y dinámicas funcionan de maravilla. Sin pisar el minado territorio de los spoilers, hay que decir que entre quienes ya la vieron y la comentan -tópico habitual en estos tiempos, "hablar de series"- se establece una inmediata complicidad si se recuerda la excentricidad del psicólogo, la inocencia de la pasante recién llegada a la redacción, la simpleza humana del drogadicto y la prostituta, el cartero y su costumbre, el amor imposible de la encargada de publicidad, el fotógrafo bonachón, la sabiduría de la señora del cementerio, la enfermera del geriátrico. Y así podría seguir la lista.
La tragedia va de la mano de las ridículas historias que cubre el periódico (¿una táctica para debatir sobre el periodismo actual?), con el tono agridulce y un corrosivo humor negro como marca de fábrica pero con una madurez espiritual que denota una profunda reflexión sobre el tema. Así, condensada en seis episodios a los que no les sobra nada, After Life se configura como un canto a la vida que celebra la importancia que tienen algunas acciones sobre el entorno más cercano y la capacidad del ser humano para superar las adversidades gracias a la amistad, generosidad y altruismo. Nada de lo que parece gustarse a Tony Johnson, el hombre que no quiere a nadie pero aún así se hace querer.
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