“Esto es más que una guerra perdida. Un mundo ha llegado a su fin. Debemos buscar una solución radical a nuestros problemas”, escribió el arquitecto alemán Walter Gropius en 1918, poco antes antes del fin la Primera Guerra Mundial.
Con estas sentencias cortas, redactadas en un período de descanso del frente italiano, Gropius sintetizó las ideas que lo llevarían a fundar, poco meses después y entre las ruinas de la guerra, la ya mítica escuela de diseño y arquitectura Bauhaus de cuya fundación se acaba de cumplir un siglo.
"Su alegre amalgama de imaginación, artesanía, practicalidad y, sin olvidarlo, impulsos ideológicos y didácticos, lo convierten en un representante superlativo del modernismo alemán", lo describe el historiador alemán Peter Gay en su libro de 2007 "Modernism: the lure of heresy" (Modernismo: el atractivo de la herejía)
Gropius, un reconocido arquitecto cuya carrera estaba en ascenso, había sido ya considerado para el cargo de director de la Escuela de Arte del Gran Ducado de Sajonia-Weimar-Eisenach en 1914, poco antes del estallido de la guerra. La inscripción puso en pausa su carrera, y la guerra hirió de muerte al Gran Ducado y a su escuela estrella.
En el naciente estado libre de Thuringia, que reemplazó al Gran Ducado, y en medio del espíritu de libertad provocada por la Revolución Alemana y el surgimiento de la República de Weimar, a Gropius finalmente se le encomendó dirigir una nueva escuela estatal de arte, diseño y arquitectura.
El lanzamiento tuvo lugar el 1 de abril de 1919, mientras los aliados aún negociaban con Alemania los puntos del Tratado de Versalles, se bautizó "Bauhaus" (Casa de la construcción) y su primera sede precisamente estuvo ubicada en la ciudad de Weimar.
"En sintonía con casi todas las instituciones vanguardistas, la Bauhaus se presentó al público con un manifiesto con ambiciones imponentes pero tono democrático. El mismo Gropius escribió el objetivo final de la Bauhaus como la construcción", expresa Gay.
Desde el principio la Bauhaus se planteó erradicar distinciones de clases entre sus estudiantes y requirió a los distintos artistas reconocer su igualad y su deber hacia el trabajo. "Arquitectos, escultores, pintores, todos debemos volver a la artesanías", expresaba Gropius.
La nueva escuela también se declaró enemiga de la tradición y defensora de las máquinas y de la producción en masa, especialmente por su potencial de llevar bienestar a la clase trabajadora. Se convirtió, de esta manera, en un símbolo del modernismo y adoptó un áurea de ciencia ficción y utopía que deslumbró a varias generaciones que convivieron con el neoclacisismo reinterpretado por los diferentes movimientos fascistas de la década de 1930.
"Queremos un arquitectura limpia y orgánica, cuya lógica interna sea radiante y esté desnuda, sin las trabas de las fachadas mentirosas y los engaños. Queremos una arquitectura adaptada a nuestro mundo de máquinas, radios y autos rápidos, una arquitectura cuya función esté clara", expresaba Gropius.
Atrajo, de esta forma, a numerosos artistas y diseñadores jóvenes vinculados a las ideas socialistas y comunistas de la época, lo que comenzó a generar una enorme hostilidad desde los sectores más conservadores de la sociedad alemana, mientras la inestable República de Weimar, enfrentada a la crisis económica posterior a la guerra y potenciada por el Crack del 29′ y a las duras disposiciones del Tratado de Versalles, trataba de lidiar primero con la guerra civil y luego la violencia callejera precisamente entre sectores de izquierda y derecha.
Gropius, sin embargo, pretendía mantenerse alejado de cualquier ideología política y hasta negó incluso la existencia de un "estilo Bauhaus", manteniendo siempre un enfoque diplomático durante sus años como director.
En 1925 la escuela dejó Weimar para radicarse en Dessau, en parte para aislarse un poco de la agitación política pero también con el afán de construir un nuevo edificio según sus propias ideas, que se convertiría en una de las obra más características del movimiento, aún en pie como sede dla Fundación Bauhaus Dessau.
Pero tres años después las divisiones ideológicas dentro de la misma Bauhaus, especialmente entre quienes priorizaban la practicidad y quienes abrevaban en en el expresionismo, y la creciente hostilidad desde afuera llevaron a Gropius renunciar a la dirección de la escuela, tras declarar que el 90% de su tiempo lo había gastado en su rol de director y defendiendo a los principios de la Bauhaus de los ataques de conservadores y derechistas.
Pero no abandonó sus ideas. Por el contrario, se concentró en desarrollaras en la práctica privada y nunca dejó de defender a la Bauhaus.
Fue sucedido por Hannes Meyer, un arquitecto y urbanista suizo que potenció la influencia marxista sobre la escuela al poner el acento en su la funcionalidad y rechazar cualquier búsqueda estética. En el medio de la convulsionada década del 30′, esto fue visto como una toma de partido por sectores de izquierda y la demonización hecha por los sectores conservadores llegó a nuevos niveles. La escuela, finalmente, entró en la agenda del Partido Nacional Socialista del Obrero Alemán (NSDAP, o nazi), entonces en ascenso y con una política cultural marcadamente distinta: neoclásica, tradicionalista y enfrentada con furia al modernismo y en especial al expresionismo.
Aquejada por una crónica falta de fondos, la Bauhaus se las arreglaba para persistir a base de subsidios estatales y las regalías por su diseños, entre los cuales destacaron siempre los muebles y el papel tapiz.
La Bauhaus también dedicó enormes esfuerzos al desarrollo de viviendas sociales de superficies planas, agradables, baratas y muy superiores a los hogares de la clase trabajadora de la época.
Al mismo tiempo, Meyer se esforzó en evitar que la Bauhaus se convirtiera en un anexo de diferentes fuerzas políticas de izquierda y prohibió la formación de una organización comunista entre sus estudiantes, acentuando también las tensiones internas.
Finalmente, en 1930 las autoridades de Dessau despidieron a Meyer por sus simpatías políticas y Ludwig Mies van de Rohe, arquitecto nacido en Prusia, asumió la dirección, como recuerda el Archivo Bauhaus en Alemania.
Pero cuando los nazis lograron el control del concejo municipal tras vencer en elecciones, la Bauhaus perdió no sólo su sede en Dessau sino también su estatus de escuela estatal.
Mies van der Rohe la transformó en una escuela privada y la llevó al distrito Steglitz de Berlín, pero el destino de la escuela estaba sellado. El dictador Adolf Hitler acababa de ser nombrado canciller de Alemania por el presidente Paul Von Hindenburg en enero de 1933 cuando la tercera y última sede de la Bauhaus fue registrada sorpresivamente por la policía, que detuvo a 32 estudiantes, y temporalmente cerrada.
La Geheime Staatspolizei (Policía secreta del Estado, o Gestapo) emitió entonces una serie de condiciones para permitir su reapertura, que incluía cambios en la currícula, el despido de sus principales profesores y la adopción de la ideología nacionalsocialista.
Este ultimátum, sumado a las dificultades ideológicas, fue suficiente y sus miembros restantes votaron para disolver la Bauhaus ese mismo año.
Aún después del cierre Gropius intentó convencer a las autoridades de que sus ideas eran inherentemente alemanas, e incluso sacó a relucir las credenciales que los nazis más valoraban: su experiencia de guerra y sangre puramente alemana, como recuerda Gay. No lo consiguió y terminó emigrando a Inglaterra.
La mayoría de los miembros de la Bauhaus siguió su camino. Mies van der Rohe viajó a Estados Unidos, Paul Klee a Suiza, Wasilly Kandinsky a Francia, y László Moholy-Nagy a Holanda. Y el estilo internacional de la Bauhaus saltó finalmente de la oscuridad que entonces caía sobre Alemania al mundo.
La Bauhaus dejó un estilo arquitectónico único que aún puede observarse especialmente en Europa, Estados Unidos e Israel (sólo en Tel Aviv se mantienen 4.000 edificios en el estilo). Aunque quizás su legado más influyente persiste aún en el diseño industrial y en su voluntad modernista de crear una escuela que fuera definitiva.
Al respecto, la Asociación Bauhaus 2019 celebrará este año en Alemania y otras partes del mundo una serie de eventos "experimentales, diversos, transnacionales y radicalmente modernos", bajo el lema "Thinking the World Anew" (Pensando de nuevo el mundo) y con la intención pensar en el significado de la escuela hacia el pasado y, por supuesto, el futuro.
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