Mario Tascón es un precursor de la producción de contenidos online en español. "Casi un dinosaurio de internet", bromea el periodista, quien por estos días preside la Fundación del Español Urgente (Fundéu BBVA) y dirige la consultora de comunicación Prodigioso Volcán. Pero este hombre de modos sencillos y lenguaje exento de ampulosidades tiene en su currículum, además, haber fundado la primera redacción digital de España, haber puesto en marcha la web elmundo.es y, durante ocho años, haber sido director general de Contenidos de Prisacom, la sociedad que gestiona las actividades digitales del Grupo Prisa.
De visita en la Argentina para participar del Congreso de la Lengua, en Córdoba, y para llevar a cabo actividades con sus socios argentinos -Minerba Comunicación Corporativa-, habló con Infobae sobre la actualidad de los medios digitales, sobre los desafíos que enfrenta el español en internet, sobre el lenguaje inclusivo y sobre la resistencia del español a los neologismos.
—El periodismo está siempre acusado de hacer un mal uso del lenguaje, tal vez por la rapidez misma que exige. ¿Internet pervirtió esto o solo trasladó un problema que es natural del periodismo?
—Trasladó el problema, nomás que internet al ser más veloz que los medios convencionales y más global, amplificó la problemática. Y la hizo más urgente, más rápida. Eso se ve muy bien desde la Fundación del Español Urgente, que yo ahora estoy presidiendo, porque trabajamos con los medios. Los periodistas están en la vanguardia, están en el filo, justamente, donde el idioma se está baqueteando con todo lo nuevo, con el inglés, con la tecnología. Ahí, en esas zonas de frontera, es donde surgen las problemáticas. Y la diferencia ahora es que antes un problema de una traducción, un problema de cualquier tipo con el idioma, se trasladaba al idioma con meses, por decirlo así. Ahora se traslada con horas, para bien y para mal.
— Sí. También pierden vigencia en horas…
—También, sí. Puede ser una moda, una llama, y luego de eso no queda nada.
—Y en esa trinchera ¿cuáles son las dudas más habituales o los problemas más habituales que le trasladan los periodistas?
—Sigue habiendo muchísimos con todos los anglicismos. Ese es continuo, por el tema de nuevas tecnologías. ¿Se dice "selfie"? Hoy hay una manera de hablar de "selfies"; "autofoto" no estamos seguros de que funcione. De ese tipo hay muchísimas. Hay muchísimos otros que tienen que ver con cuestiones gramaticales muy básicas que a medida que evoluciona el idioma son recurrentes. Y luego también hay otras muchas que tienen que ver con los campos semánticos. Hay algunas veces que la utilización de palabras, la precisión o el sentido, depende mucho de la edad o del país en el que se utilice. También en eso hay bastantes quejas. Por ejemplo, una misma palabra usada por un millenial y usada por una persona de 50 años, hay veces que el concepto llega a ser hasta el contrario. Esos también son problemas que suelen aparecer en esto. Más luego los habituales en prensa, que todos los días si hacemos bien nuestro trabajo pues tenemos que estarle contando a la gente las cosas nuevas y por tanto hay ideas nuevas, conceptos nuevos, palabras nuevas.
—A muchos de los medios de internet se los (nos) acusa de tener una baja calidad a la hora de hacer uso de la lengua española. ¿Comparte este diagnóstico?
—No lo comparto exactamente, sabes, como una clasificación global. Yo creo que por supuesto hay de todo. Y sí que hay un problema con la calidad del uso del español en general en internet, que tiene posiblemente más que ver con la popularización y la democratización de la publicación. Antes, en un tiempo anterior a internet, sólo podían publicar aquellas compañías o aquellos profesionales que tenían accesible o que trabajaban para un medio -que era una cosa compleja, había que hacer inversiones grandes, tener una licencia para emitir por radio, por televisión-… Y hoy día esa democratización hace que cualquiera pueda publicar. Obviamente, al publicar cualquiera, también hay mucha gente que publica y que escribe mal. A la vez quizás también en algunos casos en los medios de comunicación la velocidad actúa para que no se tengan los controles necesarios que había en otra época. Pero bueno, te diría que también en los medios convencionales han desaparecido los correctores o mecanismos de control tradicionales del buen uso del lenguaje, que lamentablemente no están. Aunque también es verdad que aparecen otros o que empiezan a aparecer otros que nos pueden ayudar un poquito a mejorar esto.
—La ventaja de internet en relación a tecnologías anteriores es que permite corregir, no es algo que se cierra, pero también es cierto que en muchos casos han desaparecido los correctores y los medios que seguimos teniéndolos hacemos un esfuerzo grande por tenerlos.
—Sí, la producción también es más grande, también hay un volumen mayor de producción. La velocidad es superior. Yo creo que hay también muchos elementos, no creo que sirvan de excusa. No lo digo así, pero sí es verdad que hay que tenerlos en cuenta. Y también hay elementos como los propios correctores, me refiero a los digitales o de sombra, que cada vez son mejores, y algunas cosas pues también aminoran un poquito este problema. La propia comunidad también es una comunidad lectora, y más la de los medios de comunicación, suele ser una comunidad culta y una comunidad preparada que también avisa muchas veces. También internet tiene sus propios mecanismos que ayudan un poco a que esto pues se pueda corregir y se pueda mejorar o por lo menos que la situación no sea tan nefasta como podría parecer.
—¿El español necesita ser defendido? Porque he visto unas declaraciones suyas de estos días y que un poco hablaba de eso, de resistir por ejemplo la apropiación de palabras anglosajonas. Que es una tentación que quienes estamos en internet la tenemos siempre a mano porque es más fácil, a veces, que pensar el término exacto en español.
—Sí, bueno, eso es un problema que se ha agudizado con la llegada de internet, de las nuevas tecnologías. También con la proliferación de nuevas tecnologías y de nuevos desarrollos que además fundamentalmente vienen del mundo anglosajón. Al estar tan el origen del propio invento en el mundo anglosajón, es más sencillo que el resto de los idiomas incorporen las palabras. A la vez eso genera un problema en parte de comprensión para esas personas o esa ciudadanía no especializada que hasta que ese término también se instala, lo entienden, entre que viene de otro idioma, que muchas veces coincide con un adelanto científico, con un descubrimiento o con una nueva tecnología, no es fácil tampoco de entender, y algunas veces incluso en esa descripción de lo nuevo también se utilizan otros anglicismos, con lo cual todavía la pescadilla se muerde la cola y nos metemos en un problema circular. Es un peligro efectivamente, un peligro de no entenderse. Además hay otro peligro subyacente también a esto, es el peligro de que una gran parte de nuestra cultura a través de las máquinas está estructurada por multinacionales o por desarrolladores del mundo anglosajón que trasladan -lógicamente, como es normal- al código que escriben sus planteamientos mentales, cerebrales, que están condicionados por un lenguaje que es el inglés y por una cultura que es la inglesa. Entonces yo creo que esto tiene derivadas que al día de hoy ya se notan en algunos casos en las pantallas que utilizamos, que van a notarse más en las nuevas interfaces de voz con las que nos comunicamos con estos aparatos ahora nuevos en casa, con los propios ordenadores, con los propios teléfonos inteligentes, y que creo que también por eso sí, yo siempre alerto de los peligros. Peligros en el sentido de que hay que estar atentos y vigilar atentamente cosas que no siempre somos cuidadosos, somos habitantes de un mundo de cajas oscuras que paseamos por ahí y a mí me gustaría saber un poquito qué hay en esas cajas.
—Mencionaba estos dispositivos de voz… Pasó con la radio, pasó con la tele, pasó con cada tecnología nueva que hubo quienes alertaron que se iba a dejar de leer, que la palabra escrita iba a dejar de tener valor, y sin embargo seguimos consumiendo palabra escrita, periodismo escrito o literatura. ¿Cómo es su visión al respecto? Porque internet plantea la posibilidad de que un artículo tenga en un mismo soporte la palabra escrita, un video, sonido… Se pueden incorporar muchas cosas.
—Bueno, pues un poco lo planteo como tú planteas la pregunta. Creo que sin habernos prácticamente dado cuenta cada vez evolucionamos más hacia un alfabeto mucho más complejo que el alfabeto con las vocales y consonantes que hemos aprendido de pequeños. Hoy día el alfabeto tiene otros elementos, por decirlo así. Hay una serie de piezas que tú has aludido a ellas, que puede ser un video, puede ser una infografía, puede ser una imagen, puede ser un emoticón o un emoji, que están sustituyendo en algunos casos a palabras, en otros casos a frases, y se incorporan porque se puede. ¿Por qué se incorporan? Porque se puede hacer, es muy sencillo. Entonces, la gente, si cree que una sonrisa ayuda a que un mensaje se comprenda mejor porque de una manera sencilla transmite una emoción, de una manera rápida, y que a lo mejor si lo tuviera que describir en una frase sería una frase relativamente larga, incomprensible y cansada, bueno… Pues pones una carita y ya está, ¿no? Entonces efectivamente yo creo que es un mundo que ya ha llegado, que ya está aquí, que en determinados canales, en aquellos canales más privados clarísimamente está instalado… En la comunicación familiar, entre amigos está instalado; y en algunos casos, salta a canales más profesionales de manera más puntual -sobre todo los emojis o los emoticones-. Evolucionamos hacia un medio que es multimedia, no son ya solo páginas de papel que tienen unas letras hechas por una máquina de escribir o de imprimir sino que son, pues, eso: páginas digitales que una letra puede ser sustituida por un ícono que dé vueltas o por un audio.
—En este último generó mucho revuelo lo que se conoce como lenguaje inclusivo. Las arrobas, las "x" y "@", o incluso el género neutro para evitar el uso del masculino genérico. ¿Es una moda? ¿Es un fenómeno duradero?
—Yo creo que tiene un elemento que va más allá de las modas; creo que hay una reivindicación femenina, que es absolutamente clara y, en algunos casos, en mi opinión, clarísima, y que además no afecta para nada a las estructuras del lenguaje. Al revés: creo que no pasa nada porque feminicemos, por ejemplo, los nombres de profesiones; no pasa nada porque en algún caso incluso estos desdoblamientos que a la gente le molestan tanto… Pues bueno, siempre hemos desdoblado cuando arrancábamos una conversación y decíamos "señoras y señores", y no pasaba nada. Hacer eso dieciséis veces en un discurso… pues eso es otro asunto.
—Le preguntaba sobre todo porque en el último tiempo empezó a usarse más lo que se llama género inclusivo, terminar en "e" las palabras para evitar la "o" y la "a", que en español marcan el masculino y el femenino.
—Ahí lo que hay es una dificultad, una serie de dificultades, que tienen que ver tanto con el propio idioma como con la propia tecnológica para algunas de esas reivindicaciones utilizarlas tal cual se están proponiendo ahora mismo. O sea: el propio caso del arroba (@), por poner un caso de los más extendidos (sobre todo en educación, se utiliza mucho en España también). El arroba tiene un problema en internet: es un signo claro de que o estoy haciendo una mención o estoy hablando de un correo electrónico. Un cosa es utilizar el arroba en el entorno digital, otra es en un cartel. Pero en el entorno digital clarísimamente si yo uso una arroba, una máquina no entiende si es inclusivo, exclusivo o de qué estoy hablando. Una máquina va a pensar que estoy haciendo una mención o enviando un correo electrónico. Entonces en ese sentido yo creo que hay que alertar con que determinados usos por bienintencionados que sean se topan con una serie de problemáticas que no están resueltos. Por más que uno pueda querer con toda su buena intención hacer esto. Las terminaciones que dices tú en "e" pues también son un intento que de alguna manera ha influido por lo que he visto en Suecia y en algunas otras lenguas que no tenían un género neutro. Pues bueno, hay que tener un poco de cuidado. También una solución podría ser hablar inglés todos, también es una manera de solventar el problema pero no parece que sea muy interesante, ¿no?
—Hay una cita de Alexander Pope que hace Bioy Casares en el prólogo del Diccionario del argentino exquisito que dice algo así como que no hay que ser los primeros en tomar lo nuevo, ni los últimos en descartar lo viejo; no hay que ser ni demasiada vanguardia ni demasiado conservador. Me parece que es eso lo que usted nos está diciendo sobre los neologismos…
—Yo creo que es un buen consejo, no sabía pero te voy a tomar la cita porque me parece que tiene mucha más enjundia que decirlo yo. Pero sí, totalmente de acuerdo. El español es verdad que es un poco más resistente que el inglés a los neologismos. Al español le cuesta en general -en Argentina, en España, en Colombia, nos cuestan- los neologismos más que a los ingleses. A los ingleses no les cuestan nada: aparece un término nuevo que es una mezcla de dos cosas, juntan las dos palabras y de inmediato les parece natural. En nuestro mundo el neologismo siempre nos ha costado un poco más. Creo que esa es una cosa que además en la literatura ha dado muy buenos ejemplos, ahí no son tanto las Academias como son -y aquí tenéis buenos ejemplos y en España también- grandes escritores argentinos, españoles, que han sido renovadores del idioma porque han incorporado palabras nuevas, neologismos. Esa labor se debería también estar haciendo hoy sin volverse locos, pero muchos de estos problemas se resolverían si fuéramos un poquito más fáciles con el neologismo.
—Me viene a la memoria cuando viajé a Cuba que yo usaba muy naturalmente la palabra "googlear" y los cubanos me miraban con cara de "de qué habla esta persona". Googlear define la experiencia de googlear… no hay otra palabra para eso en el español, no es sinónimo de buscar.
—Claro, pero bueno, esa misma palabra tiene sus problemáticas, como advierten los académicos. Mucha gente "guglear" lo escribiría con las dos "o" porque la marca de Google es tan fuerte que le cuesta mucho a alguien que maneja inglés. También hay que darnos cuenta que vivimos en un mundo, evolucionamos hacia un mundo muy bilingüe. Entonces ese guglear que un académico te diría que es la g, la u y que sería lo correcto, a la gente también le cuesta mucho hacerlo no correspondiendo la grafía a la de la marca. Con Twitter fue más fácil: "tuitear" es más sencillo porque tanto en inglés como en castellano esa raíz se podría declinar con más facilidad. Pero bueno, tienes en español otros ejemplos, como son los colombianos, que no hablan de "tuitear", hablan de "trinar", que es mucho más cristiano el término y parece también muy interesante. Este ejemplo de los colombianos demuestra que si nos juntamos un poco entre todos hay algunos que tenemos imaginación para poder introducir un término con éxito y yo lamento mucho que "trinar" solo esté en Colombia y en esa zona, porque hubiera sido una alternativa bastante interesante que usaran los argentinos y los españoles también, o los mexicanos.
—¿Existe el español neutro?
—Existir, existe; pero yo nunca he creído mucho en ese español neutro. Hay mucha gente que sí, pero yo reconozco que en esto, yo siempre cuando se escribe de manera global creo que es más importante tener en cuenta las palabras que uno no ha de utilizar que ir a un español neutro. Hay una serie de palabras que yo sé que si escribo, en algunos países… No sé, hay muchas obvias, todos conocemos alguna que sabemos que los españoles… Y con la que hacemos chistes normalmente. Hay que tener muy claro cuáles son las palabras que uno no debe utilizar cuando escribe algo globalmente. O que si las utilizas [lo haga] sabiendo que el otro generalmente también las entiende de alguna manera, aunque le puedan provocar en un momento determinado un poco de risa. Es más eso que un español neutro que al final todos lo encontramos ajeno. Generalmente el español neutro el argentino lo encuentra ajeno, el español también, el mexicano también, el puertorriqueño también. Al final es como un idioma que no es de nadie. Yo creo que no es lo más correcto. La lista de palabras con las que hay que tener cuidado me parece que es más útil.
—Si le pudiera hablar a esos jóvenes que están pensando en estudiar periodismo ¿qué consejos les daría?
—Primero los animaría a que tienen una oportunidad que yo siento no poder volver en mi edad atrás y estar en su edad para tener por delante los desarrollos que tienen ahora mismo. Viven en un tiempo en el que tienen unas capacidades tecnológicas y de comunicación francamente maravillosas. Tienen una capacidad de desarrollar nuevas narrativas, de desarrollar nuevos modelos narrativos, lingüísticos, porque con estas nuevas tecnologías hay muchas cosas que antes no se podían hacer y ahora se puede, y por tanto yo les animaría a que las desarrollen. Les animaría a que intenten ser disruptivos, que se inventen el español del siglo XXI, la narrativa del siglo XXI, los reportajes del siglo XXI. Que se inventen eso. Me parece que eso es muy atractivo para cualquiera que pueda estudiar hoy día periodismo por un lado pero también cualquier otro tipo de profesión relacionada con el lenguaje en su sentido más amplio. Más que un consejo sería lanzarles un mensaje de ánimo y decirles tenéis una oportunidad que a mí me hubiera encantado -no me quejo pero que me hubiera encantado tener-. Y creo que deberíais tener en cuenta también la responsabilidad que tenéis y que tenéis una caja de pinturas inmensa, unos folios en blanco gigantes y que el futuro del español, el futuro del periodismo, pues es lo que vosotros vais a hacer. No parece un mal plan, ¿no?
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