¿Es el humor, acaso, lo único inclusivo del Congreso de la Lengua?

El megaevento que tiene a Córdoba como sede está por terminar. Sin dudas, el espectáculo de Les Luthiers en la UNC ha sido el más masivo: asistieron 24 mil personas. ¿Qué lugar ocupa la risa en este congreso de académicos y estudiosos del idioma español?

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El show de Les Luthiers en la UNC
El show de Les Luthiers en la UNC

(Desde Córdoba) La escena se repite. Cuatro, cinco, seis expositores sentados a lo largo de una mesa, serios, altivos, solemnes, leen su ponencia frente a un público que escucha atentamente. Cada conferencia tiene un presidente y un coordinador, que son los que realizan la presentación de cada disertante —el currículum siempre es extenso— y luego sí, comienza la lectura de cada discurso. De pronto, y sin que nadie se lo espere, uno de los expositores se sale del libreto y lanza un breve chiste ocasional y espontáneo para distender el ambiente. Entonces todos los presentes ríen. Una carcajada sincera que descomprime tanta solemnidad.

Al hablar del alcance del lenguaje y si todo lo que existe puede ser nombrado, Alejandro Dolina levantó la vista al público y lanzó: "Estas hojas no contienen el terror que me invade ahora", y el auditorio rió al unísono. Fue en una mesa que se realizó en el Teatro San Martín, la tarde del jueves, que llevaba por título "El valor del español como lengua de culturas. Literatura, oralidad, folclore". Sin embargo, y pese al academicismo de la mesa, el escritor y conductor de radio se las ingenió para conectar de algún modo con los espectadores: la gran mayoría de ellos, estudiantes y trabajadores. Lo mismo ocurrió con la mesa  en la que participó Joaquín Sabina.

Alejandro Dolina en el Teatro San Martín de Córdoba (Foto: Mario Sar)
Alejandro Dolina en el Teatro San Martín de Córdoba (Foto: Mario Sar)

En la noche del miércoles, Les Luthiers dio su esperado show a la entrada de la Universidad Nacional de Córdoba. Asistieron más de 24 mil personas: un mar de gente que se extendía hasta al fondo sin precisar el final. Muchos con mate y termo en mano, otros con alguna lata de cerveza, disfrutaron como lo que fue: un verdadero espectáculo popular. Al salir, locales en la vereda vendían choripan, hamburguesas y ese tipo de cosas. La gente se retiraba recordando los chistes, las canciones, algún gag que no se podían sacar de la cabeza.

Marcos Mundstock, que no pudo formar parte del espectáculo por problemas de salud, sí dio su ponencia al día siguiente, aunque de forma virtual, por pantalla gigante. Su participación aquí fue una de las citas fuertes del cronograma. "Va a tener el estilo habitual de los textos que suelo escribir, que va a tratar la materia en cuestión, pero, en lo posible, con mucho humor", le dijo a Infobae Cultura días atrás. ¿El título? "Reflexiones, reclamos y correcciones poco serias sugeridas a la RAE. Novedosos usos y abusos del idioma: Academias y Epidemias".

Marcos Mundstock
Marcos Mundstock

¿Qué hay en el humor que conecta inmediatamente con el gran público, como si fuese un lenguaje universal, la zona más brillosa de la lengua? Cuando alguien dice Congreso de la Lengua, lo primero que viene a la mente es aquella histórica ponencia de Roberto Fontanarrosa. Corría el año 2004 y Argentina era por primera vez sede. Empezó cuestionando el nombre de la mesa, "La internacionalización del español": "Ahora que pienso, ese título lo habrán puesto para decir que una persona que logra decir correctamente in-ter-na-cio-na-li-za-ción es capaz de ponerse en un escenario y hablar algo".

En aquel entonces, en Rosario, el escritor e ilustrador se refirió a "las malas palabras", ese fue el tema que eligió desarrollar. Tal vez su fragmento más destacado, más recordado, es cuando se habló de la palabra mierda: "El secreto de la contextura física está en la R, anoten las docentes, porque es mucho más débil como lo dicen los cubanos: mielda, que suena a chino y eso, yo creo que ahí está la base de los problemas que ha tenido la Revolución Cubana, le quita posibilidades de expresividad.". Desde luego, todo el Teatro El Círculo reía como si no estuviera escarbando en la profundidad de la lengua. Sin embargo, lo estaba haciendo.

Quizás sea lógico que un congreso esté en las antípodas de la popularidad. Quienes allí participan suelen ser estudiosos, académicos, artistas, intelectuales. Sin embargo, cabe preguntarse por las posibilidades de alcanzar alguna de las formas que tiene la masividad. Llegar al público, a la sociedad civil, a los trabajadores, a los hablantes de la lengua española. ¿Es el humor, entonces, la única forma que encontró el Congreso de la Lengua de lograrlo?

Roberto Fontanarrosa en el Congreso de la Lengua. Rosario, año 2004
Roberto Fontanarrosa en el Congreso de la Lengua. Rosario, año 2004

Las pretensiones de inclusión se manifiestan de diferentes formas. Los pueblos originarios, actores clave en un debate acerca de la lengua que hoy se habla en este continente —Claudia Piñeiro en su exposición dijo que "la lengua española en las Américas es una lengua impuesta"— no tuvieron el lugar que se esperaba. Aunque hubo una mesa dedicada a las lenguas indígenas, muchos disertantes estuvieron de acuerdo en señalar que sabe a poco.

Tal vez lo más interesante que le ha pasado a la humanidad en el último tiempo sean los movimientos de mujeres que reclaman su lugar negado por la historia. Aunque a veces desdibujado, el lenguaje inclusivo es una manifestación de ese espíritu. Pese a que la Real Academia Española ha dicho que, de hacerse habitual, no tiene problema de incorporarlo, lo cierto es que aquí no hubo una mesa que abordara esta cuestión.

(Foto: Mario Sar)
(Foto: Mario Sar)

Si es como dijeron Ana María Shua y Perla Suez, que finalmente son los hablantes los que definen en la práctica cotidiana a la lengua, entonces este congreso es de todos los que hablamos español. Y la forma en que sus autoridades han logrado tender un puente entre la academia y la calle —más allá el cholulismo por los Reyes de España— fue a través del humor: un lenguaje que se las ingenia para desconocer de currículums, papiros y arañar, al menos un pedazo, una fragmento, un par de letras, de la palabra inclusión.

 

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