(Desde Córdoba) Por los pasillos del Teatro San Martín, Alejandro Dolina camina despacio, la mano en el bolsillo, la mirada hacia adelante. De pronto, un grupo de chicos se le acerca. También una periodista, uno de los muchachos de seguridad y una chica que tiene puesta la remera del Congreso de la Lengua y dice "Organización". Todos quieren una foto. Salen selfies, videitos, besos y gracias. A Dolina todo el mundo le dice gracias. Él sonríe, agradece ese agradecimiento y lanza algún chiste, un comentario ingenioso que rompa la solemnidad de conocer por fin a un ídolo. Su sonrisa es lo único blanco en él, no sólo porque se apoda "El Negro", sino porque está vestido, efectivamente, todo de negro. Saluda y retoma su caminata lenta, tranquila, como quien se pasea en estado vacacional.
Antes, unos treinta minutos atrás, Alejandro Dolina estaba sobre el escenario del "Coliseo de Córdoba" —como el gobernador Schiaretti ha llamado a este teatro— en el medio de un panel titulado "El valor del español como lengua de culturas. Literatura, oralidad, folclore" junto Claudia Piñeiro, Olga Fernández Latour de Botas, Patricia Córdova, Gastón Melo y Norma Morandini. Allí leyó una ponencia con todo su peculiar estilo: filosofía, historias y humor. "Esta hojas no contienen el terror que me invade ahora", dijo y el auditorio lanzó una de las pocas risas de la jornada. Así, este escritor, músico, conductor y actor ocasional rompió con la solemnidad del Congreso. Y la gente, una vez, le agradece.
Después del panel, Dolina se acercó a la sala de prensa para hablar con los periodistas. Durante algo más de veinte minutos, se sentó frente a la horda de personas que le apuntaban con sus cámaras, micrófonos, celulares y grabadores. No parecía incómodo, al contrario, hasta se podría decir que estaba entretenido buscando respuestas ingeniosas al torrente de preguntas. "La palabra es más misteriosa de lo que pensamos —comenzó diciendo—, no es que los hombres se han sentado y han dicho: 'A esto le vamos a poner mesa'. La palabra es la manera que tenemos de estar con el otro, meternos en su alma y saber qué piensa, aunque también muchas veces es engañosa. Es un instrumento de salvación, de creación y también de engaño".
—¿Hacia dónde va el lenguaje?
—Ojalá supiéramos. A veces creemos adónde va pero toma rumbos insospechables. Hace unos veinte años, antes del auge de las tecnologías comunicacionales de bolillo, el lenguaje que hoy se usa en el WhatsApp y diversas aplicaciones no existía. Ese lenguaje lo hemos inventado ahora. No existía esa mezcla de nota para el sifonero y operación elemental matemática. Ahora se va perfilando también como género, y la tecnología influye en la forma y también en el contenido. Al prever un contenido breve, al necesitar cierta rapidez de escritura y un acuerdo casi universal de utilizar la menor cantidad posible de caracteres, todo eso influye, amén de la facilidad que tienen esas tecnologías para convocar a la mayor cantidad de psicópatas. Vaya a saber qué nuevo suceso, espero que alguno sea venturoso, contribuyan al cambio del lenguaje.
Si bien hay un panel dedicado a las lenguas indígenas, es preciso decir que sabe a poco. Sobre todo porque el Congreso de la Lengua, con su gran predominancia española, parece no alumbrar demasiado esa zona indecorosa que es hablar de la Conquista de América y, por consiguiente, el borramiento de los pueblos originarios y su lenguaje en manos de aquellos invasores, más de cinco siglos atrás. Desde luego, evaluar aquella época con la moral de la actual resulta por lo menos engañoso. Lo cierto es que las lenguas indígenas, como tema, han aparecido por una necesidad de los expositores en nombrarlas. Dolina no es ajeno a esto. "Todos los hechos son primero políticos y después lingüístico. Primero viene España y te conquista y después los indios empiezan a hablar el idioma. No hay otra manera de ingresar a la lingüística que por la puerta de la política", dice con claridad.
"Evidentemente el lenguaje es el resultado de unos sucesos que van por el poder. En principio es así: sucede primero el poder, después la expansión política y más tarde la expansión del lenguaje. Eso requiere un cierto egoísmo, una cierta avaricia, y entonces el que está interesado en que su lenguaje se expanda, de un modo secreto está interesado en que los otros lenguajes no se expandan. Como hay una convivencia entre gente de distintas lenguas pero de igual sentido de pertenencia para una región geográfica, evidentemente aquí hay un amor que poner, un vínculo que establecer, que si no es estrictamente lingüístico, debe ser por lo pronto legal. Para que sea legal hablar el aymara, para que no te lleven en cana", continúa.
"De repente, este peligro de ir en cana por decir algo no es nuevo. Aquí lo conocemos tristemente. Muchas veces por solo decir una palabra, hay un decreto que lleva los números 4161 , te metían en cana", comenta en referencia a aquella medida tomada en 1956 por la dictadura autodenominada Revolución Libertadora, que prohibió pronunciar los nombres de Juan Domingo Perón y Eva Perón, así como también la palabra peronismo. "Que no sea cosa que un tipo que está hablando una lengua que no sea la permitida por el vigilante lo metan preso. La lingüística, la generosidad y la conexión extralingüística que debe haber entre quienes comparten una nacionalidad es elemental".
—¿El lenguaje inclusivo podría tener el mismo destino?
—El lenguaje de género no va tanto por ese lado porque no está construido todavía, está en construcción.
—¿Usted usaría el todes?
—Me costaría mucho. Quizás no tanto. Como aprender una nueva maña. No está tan mal. Después de todo, uno a veces habla francés.
En este sentido, cuando aparece la pregunta sobre la RAE, con sutil ironía, dice: "La Real Academia es como la comisaría. Tiene que haber una comisaría. En el fondo, ninguno de nosotros se siente cómodo en la comisaría". Todos ríen. Es inevitable.
—¿Todo puede ser traducido en palabras?
—Sólo existe lo que puede ser traducido en palabras.
—¿Las palabras son suficientes para explicar esta realidad?
—Las palabras son suficientes, pero las percepciones son infinitas. Cuando decimos "estoy a favor de erradicar la pobreza" probablemente todos coincidamos, pero a la palabra siguiente ya no.
—¿Cree que existió primero el lenguaje y después los hombres?
—Seriamente no. Pero también cuesta pensar que primero hayan existido los hombres y en una reunión alrededor del fuego hayan dicho: "¿Y a esto cómo le ponemos?" ¿Qué palabras usaron para preguntarlo? De manera que yo creo que en la realidad antropológica y la especulación poética probablemente hayan crecido al mismo tiempo. Un ruido se ha convertido en una palabra y etcétera.
—¿Hay una intención político en llamar a nuestro idioma español?
—Claro, sí. Son todas intenciones políticas. Yo no sé por qué se las enmascara.
Volviendo a parte de su exposición, el escritor aseguró, con algo de melancolía pero sin perder la racionalidad, que "estamos solos, somos como islas… Somos islas a pesar de nuestra decisión, no por nuestra decisión. Somos islas porque no nos asiste la posibilidad, especialmente en esta sociedad, de conectarnos. Cada tanto hay un frágil y efímero puente que nos conecta, y así sí conocemos a alguien, nos enamoramos de alguien". Sobre el final, y en referencia a la institucionalidad del lenguaje, aseguró que "todo avanza más allá de lo que quiera una academia. El lenguaje es una decisión. Los grandes artistas tienen más que hacer que las academias sobre el lenguaje".
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Claudia Piñeiro: "Este congreso debería llamarse Congreso de la Lengua Hispanoamericana"