(Desde Córdoba) La cola de gente empezaba en la puerta del Teatro San Martín, recorría unos metros por la calle Vélez Sarsfield hasta llegar a la esquina que dobla en Duarte Quirós y daba toda la vuelta hasta Obispo Trejo. Eso, acá en Córdoba, es mucha gente. De a poco, todos fueron entrenando hasta dejar a este coliseo desbordado de espectadores, como pocas veces en su historia lo ha estado. ¿Quién convoca tanto en un Congreso de la Lengua, evento más académico que artístico? La respuesta no necesita muchos pergaminos: Joaquín Sabina.
No estaba solo. A la mesa titulada "Poesía y diversidad cultural" la presidían los argentinos Rafael Oteriño y María Negroni junto a tres expositores, además del cantautor español: el poeta y filósofo dominicano José Mármol, el poeta y lingüista argentino Carlos Schilling y la poeta española Elvira Sastre. Ellos estaban ya sentados en sus respectivos lugares, hasta que de pronto, ante la ojos del público apuntando ansiosamente al telón del costado, apareció Sabina. Saco de cuero, camisa a pintitas debajo, a paso tranquilo, como si estuviera recorriendo New York en los años ochenta. Aplausos. Muchos aplausos. "¡Genio!", se escuchó por ahí.
Le bastó hablar para que el vitoreo se interrumpa por un par de segundos. "Buenas tardes. Antes que nada…", dijo con su voz raspada, imponente, tremebunda, y el público no pudo evitarlo: volvió a aplaudir. "Antes que nada, qué gusto estar aquí. Comprenderán ustedes que entre tanto poeta y tanto erudito me siento un poco impostor, pero siempre me ha gustado sentirme impostor, es decir, asistir a fiesta a las que se supone que no tendría por qué ser invitado", comentó con su ironía característica, sus buenos modales picarescos. Mañana estará recitando poemas en un homenaje de tango, aunque más privado, puesto que las entradas ya están agotadas.
"No estoy en absoluto dotado para la teoría y la erudición —continuó— aunque con el auge de los pequeños nacionalismos que por desgracia estamos sufriendo en el mundo yo me considero de una patria mucho más grande, que es mi lengua, la lengua española. Creo que es un milagro que ustedes se hayan reunido hoy para oír poesías y oír palabras. Palabras que llenan de magia, porque la misma lengua que sirve para pelearse con alguien en algún bar o para cualquier cosa, sirve para darles una gotita de magia. Así que como no teorizaré, leeré un trocito de prosa que explica un poco, y un par de poemas".
"Curándome en salud", fue el poema en prosa que comenzó leyendo. Uno que, según su sitio oficial, fue fechado el 25 de mayo de 1994. "A los catorce [parece que fue ayer] el rey Melchor se lo hizo bien conmigo y me trajo, por fin, una guitarra", comienza. Es un texto autobiográfico con tono entre confesional y humorístico. Quien lo lea o escuche puede imaginarse que Sabina es su autor. El estilo y la temática son inconfundibles.
Pero no fue el primero en hablar; de hecho, fue el último. Así son las veladas de poesía: lo mejor al final. Todos leyeron y dieron distintas definiciones sobre la poesía. Comenzó Oteriño diciendo que "amplía la realidad". Siguió Negroni: "Tiene que ver con el descenso a lo desconocido y a lo que se resiste a ser nombrado". Luego Mármol: "Los poetas son personas facultadas para ver la emoción y la crisis existencial". Más tarde Sastre, que ha logrado —así lo asegura la crítica literaria de España— volver poner a la poesía en el mundo adolescente, por eso mucha gente fue a verla también a ella. "Uno sabe lo que es la poesía cuando la lee, no cuando la estudia", dijo. Por último (o penúltimo) Schilling: "Un poema genera una especie de diversidad antológica en el mundo". Entonces sí, Sabina.
Luego de aquella poesía en prosa, siguieron cinco poemas más. "Lo peor del amor", "Alrededor no hay nada", la introducción de su canción "Nos sobran los motivos" y "La canción más hermosa del mundo", tema publicado en el disco Dímelo en la calle del año 2002. "Aunque esté en absoluto desuso y nada de moda, yo sigo escribiendo poesías rimadas, porque me parece que la rima es la música de la poesía, y que además le da al lector unas perchas por donde colgarse", comentó. "Si ustedes supieran la emoción que siento de no tener que cantar", dijo después. Terminada su exposición, recitaron poemas Elvira Sastre —inédito, dijo, titulado "Somos mujeres"— y José Mármol. Y así se pasó la hora y media estipulada.
Alrededor de las cinco de la tarde, finalizó la mesa. Los aplausos volvieron a tener la intensidad del inicio. Breve, conciso e intenso, así fue el paso de Sabina por este Congreso de la Lengua. Breve, conciso e intenso, como un buen poema.
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