Por Julieta Grosso
La narradora y ensayista española Carme Riera se convirtió en la primera escritora convocada para abrir el Congreso de la Lengua, un hito que remarcó como el correlato de una etapa en la que las mujeres "estamos dejando de ser habladas para comenzar a hablar", aunque tomó distancia de algunos fenómenos como el lenguaje inclusivo, porque "el acento debería estar puesto en igualar los sueldos, más que igualar los términos".
La mallorquina nacida en 1928 es autora de ensayos y novelas como Natura quasi morta, Las últimas palabras y Vengaré su muerte, y despliega su carrera literaria como catedrática de Filología Hispánica en la Universidad Autónoma de Barcelona en paralelo a su labor como integrante de la Real Academia de la Lengua, de la que forma parte desde 2012.
–Como primera escritora invitada a abrir el Congreso de la Lengua, ¿qué fue lo que más le interesó destacar hoy en su discurso?
– Lo que más me emocionó fue decir lo que significa que las mujeres estemos dejando de ser habladas y comenzando a hablar.
–Escribe en dos lenguas y se ocupa usted misma de la traducción de sus libros, ¿cuánto tiene la traducción de reescritura encubierta?
– En mi caso es reescritura lisa y llanamente, nada encubierta. La traducción es fundamental. Permite llegar a muchas más personas. Además desde el punto de vista literario es un trabajo muy creador. Traducir yo misma al castellano las obras que escribo en catalán me permite reconocer mis defectos en la escritura. Como dije en mi discurso de apertura del Congreso, para mí las lenguas son cristales con los que ves el mundo. Ese otro cristal de la lengua nueva, la del castellano, me ofrece la posibilidad de corregir el catalán.
– Fue amiga de Ernesto Sabato. ¿Cómo fue ese vínculo?
– Sabato es uno de mis autores predilectos y el único hombre al que he mandado flores de manera anónima, por pura fascinación literaria. Le conocí bastante, le admiré mucho y me siento muy feliz de ser amiga de su compañera, Elvira González Fraga, con la que sigo relacionándome. A él le hacía ilusión tener alguno de sus libros traducido al catalán. Yo me ofrecí. La editorial Planeta se interesó por el asunto, pero no fui capaz de ser fiel al texto porque todo el tiempo me acechaba la tentación de ir cambiando cosas y lo dejé. Creo que hubiera sido pecado mortal enmendar al gran Sabato.
– Como integrante de la Real Academia se desempeña en la Comisión de Neologismos ¿Con criterios la Academia evalúa que ha llegado el momento de aceptar un nuevo término?
– La lengua evoluciona con el uso. Los tecnicismos la invaden porque estamos en un cambio de era. Aceptamos la inclusión de un nuevo término cuando observamos que su uso es mayoritario, para ello se hacen continuas pesquisas a través de CORPES (Corpus del Español del siglo XXI). Por un lado la tecnología aporta nuevos términos que se incorporan, pero al mismo tiempo han facilitado que la gente utilice menos palabras. Y esto se vincula con otro fenómeno: la gente cada vez escribe más en las redes sociales pero escribe muy mal.
– ¿Qué impacto cree que puede llegar a tener este fenómeno de las redes sociales en la circulación del idioma?
– Un impacto enorme. Por desgracia, cada vez se utilizan menos términos e incluso estos se tienden a sustituir por emoticones. Cuando utilizamos el lenguaje podemos escoger entre veinte sinónimos, pero todas esas posibilidades quedan acotadas a la mínima expresión cuando optamos por el emoticón que guiña un ojo o sonríe. Cuando elegimos un emoticón dejamos de lado un matiz interesante del lenguaje que es hacer el esfuerzo de escoger la palabra precisa.
– Cómo se posiciona frente al lenguaje inclusivo en tanto se declara feminista y al mismo tiempo forma parte de la Real Academia Española, que hasta ahora se ha expedido de manera desfavorable frente a esta cuestión?
– El feminismo es más que una cuestión lingüística: es una cuestión moral. Si un político repite todas y todos mil veces pero sigue sin considerar que la violencia de género es una cuestión de Estado o dice que la brecha salarial debe seguir, está enmascarando algo, incluso ofendiendo a las mujeres. El director de la RAE, tras escuchar al pleno, es el encargado de ofrecer al público los puntos de vista de la corporación, pero cada académico o académica, a título personal, es libre de dar su opinión. En ese sentido, para algunas feministas es necesario emplear el lenguaje inclusivo. Me parece que el acento debería estar puesto en igualar los sueldos, más que igualar los términos. Una vez que logremos que una portera gane lo mismo que un portero podremos dedicarnos al lenguaje.
– Para algunos igualar los géneros a través de modificaciones en la lengua pueda ayudar a equiparar los salarios…
– La visibilidad de las mujeres tiene que ser transversal, pero me temo que va a costar mucho que las mujeres tengan el mismo poder y las mismas posibilidades que los hombres.
Fuente: Télam
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