(Desde Córdoba) Algunas gotas caen del cielo ya anochecido. La escritora Ana María Shua espera en el lobby del hotel la cita pactada con Infobae Cultura. Está también Perla Suez, traductora y escritora, que vive aquí cerca, en el barrio de Nueva Córdoba. Ambas formarán parte de la mesa debate "El futuro iberoamericano del español" que se dará en el Auditorio Diego de Torres de la Universidad Católica de Córdoba este jueves a las 15:30 horas. Todo dentro del marco del Congreso de la Lengua 2019. Presidida por Horacio Biord y coordinados por Antonio Briz, la conferencia también contará con la presencia del español José María Merino, el colombiano Pablo Montoya y el argentino Germán Prósperi. Mientras ambas esperan que pasen las horas para dar aquel evento, se preparan, leen, releen y conversan. Lucen distendidas, descontracturadas, de buen humor.
Luego de las fotos, se ubican en una de las mesas del comedor del hotel, y dan rienda suelto a su pensamiento hablado. ¿Se puede pensar en el futuro de una lengua? ¿Cuáles son los elementos que la modifican cotidianamente? ¿Qué rol juega la literatura en todo esto? ¿Hay un prestigio que mantener? ¿Para qué sirve un Congreso de la Lengua? ¿Cómo influyen las traducciones? ¿Y el lenguaje inclusivo? Preguntas, qué sería de la lengua sin la posibilidad disruptiva de las preguntas. Infobae Cultura hizo algunas. Suez y Shua dieron sus reflexivas respuestas. Afuera, la llovizna ya no importaba demasiado.
—La mesa en la que participarán se titula "El futuro iberoamericano del español". Un título muy amplio. ¿Qué temas van a tocar? ¿Qué problemas van exponer?
—Perla Suez: Yo partí de algunas preguntas que me hice: ¿Podemos hablar de una lengua española de Iberoamérica teniendo en cuenta la cantidad de usos y particularidades que tenemos las comunidades que hablamos la lengua castellana en América Latina, el Caribe, el sur de Brasil y parte de Estados Unidos? Le puse de título "La lengua indómita" a mi exposición porque la lengua es un territorio escurridizo y de disputa, no es un territorio lingüístico solamente, es un territorio de disputa política social. Y esto no es nuevo, yo no voy a decir nada nuevo, porque ésto se plantea desde la Generación del 37 con Esteban Echeverría, Sarmiento, Wilde, Lucio V. Mansilla: la necesidad de una conversación con los términos que usamos nosotros, en la Argentina. Después viene Borges y escribe en 1928 El lenguaje de los argentinos; más tarde, un emisario de la Real Academia Española que era Américo Castro le dice: "Borges, usted es el mejor escritor argentino, déjese de malevos, de lunfardos, hable la lengua que tiene que hablar". Entonces Borges, con ese humor y esa ironía que tenía, le contesta: "Doctor Castro, déjenos hablar como nosotros queremos porque nuestra particularidad es esa". Y parte de la genialidad de Borges es eso, contener el idioma nuestro, hablar como se habla en el Río de la Plata. Más allá que haya un cambio en la actitud de la Real Academia Española y del Instituto Cervantes, creo que no hay territorios ingenuos dentro de la lengua. Nosotros tenemos que seguir escribiendo desde nuestra autonomía y juntarnos con todas las otras comunidades pero desde nuestra propia identidad.
—Ana María Shua: Disiento un poco a partir del título mismo de la mesa. Se habla del nuevo lema de la Real Academia: "unidad en la diversidad". De la diversidad todos estamos tranquilos y seguros porque en cada país se habla diferente, incluso en cada zona de nuestro país y cada grupo etario se habla diferente, pero la unidad del español no está amenazada. Hoy, con la fuerza que tienen los medios de comunicación, mucho menos. Verdaderamente creo que no son necesarias normativas que pretendan unificar la lengua. Creo que hoy la Real Academia y el Instituto Cervantes tienen plena conciencia de eso y están dispuestos a jugar un papel más fraterno, no a ponerse padre y madre de la lengua española, y a ser un centro más en este pluricentrismo que todos estamos buscando para la lengua. Eso ya cambió, pero hasta ahora las normativas sí venían de la Real Academia y eso tiene un grado de incomodidad grande. Entre otras cosas, porque la industria editorial hoy en América Latina es española.
—P. S.: Además a la lengua no le podemos definir un futuro. Francamente el uso lo marcan los hablantes y el mismo terreno aleatorio que es la vida. Mi oficio como escritora es justamente dar vueltas las palabras entonces no puedo aceptar esa generalidad.
—A. M. S.: Sí, y por otro lado hay problemas del español que se avecinan. Creo que tenemos que estar muy unidos América Latina y España. A pesar de que el español lo hablan casi un 10% de la humanidad, necesita que se lo proteja. España, por ejemplo, tiene 17 comunidades españolas que reivindican su propia lengua. Yo acabo de recibir un formulario oficial de Cataluña que está en catalán y en inglés, ya no pasa por el español. Además, en la Unión Europea hay tres lenguas que se considera pivot: el francés, el inglés y el alemán. El español, a pesar de que tiene tantos más hablantes, ha quedado excluida. Creo que el español tiene que reivindicar su prestigio como lengua de la cultura, de la relaciones humanas y del diálogo. Es importante que los inmigrantes en Estado Unidos sepan que su idioma es prestigioso y no un bagaje que llevan como una carga y del cual sus hijos tienen que librarse, como está pasando hoy.
—Con la novedad última de las nuevas tecnologías, internet, redes sociales, ¿qué tensiones aparecen ahora en el idioma?
—P.S.: A mí me parece importante el gran crecimiento, que se da en Argentina pero también en muchos países, de las editoriales independientes frente a las editoriales concentracionistas. De pronto irrumpen como fuegos que iluminan otra vez la literatura editoriales que de alguna manera se las arreglan para ir creciendo.
—A. M. S.: Esto tiene que ver con la tecnología porque el libro es más barato publicar, y esto ha facilitado la aparición de nuevas ediciones.
—P.S.: Claro. Yo me siento una defensora de eso. Uno puede encontrar escritores que nunca hubiera conocido, gracias al esfuerzo de editoriales que van creciendo como un hongo y tiene una presencia en cuanto a calidad. Damián Tabarovsky, de Mardulce, habla del día en que nos quiten nuestro propio idioma, el idioma de los argentinos, el rioplatense. Onetti, Roberto Arlt, esa tradición que tenemos que seguir defendiendo. Las editoriales concentracionistas, me refiero a los grandes grupos, no pueden seguir compartamentalizando y encorsetando la lengua através de publicar a los escritores argentinos en Argentina, a los ecuatorianos en Ecuador, etcétera, porque las literaturas locales no llegan a otros países. Se debe poder compartir de igual a igual. Nos decían que nosotros hablábamos con argentinismos, que los mexicanos hablaban con mexicanismos, ¿y los españoles no hablan con españolismos? Es un terreno de disputa política y social. Por ejemplo, el movimiento feminista, sin entrar en el lenguaje inclusivo que lo deja aparte, están cambiando en un montón de cosas a la lengua. Tenemos que escuchar, tener otra escucha frente a la lengua de cada una de las comunidades.
—A. M. S.: Yo creo que las editoriales no la amenazan, todo lo contrario, permiten que las literaturas locales se desarrollen en sus países, pero no nos llevan a otro lado. No atentan contra la literatura argentina. El problema también, a diferencia de lo que se cree, es que de España no recibimos nada. Hay una literatura maravillosa, vibrante, extraordinaria. Lo único que nos llegan son los súper bestsellers. Y con respecto a la tensión de la lengua con las nuevas tecnologías y las redes sociales, yo lo que veo es que hay un desarrollo interesantísimo. Todos los chicos hoy leen y escriben mucho más que en otra época. Y se comunican con su propio argot y con sus dialectos que se van desarrollando a medida que se necesitan. A mí me parece válido, porque enriquece la lengua. Todo aporte, todo cambio, toda novedad enriquece la lengua. ¿Qué cosa terrible le pasó al inglés por tener durante cuatrocientos años la invasión de los normandos? Bueno, que se convirtió en una de las lenguas más ricas del planeta porque incorporó todo el vocabulario normando.
—P. S.: ¿Y qué pasó en España con la influencia mora, la influencia árabe? Por eso digo que la lengua es un territorio también político, porque si uno lo ve desde la perspectiva de hoy no podemos definir si el lenguaje inclusivo sirve o no sirve. Se va a ir acomodando. Es el hablante el que va a determinarlo. Hay que dejar que este proceso crezca y se acomode a la lengua. Está en movimiento.
—Mencionaban al pasar el tema de la traducción. ¿Es un problema hoy cómo se dan las traducciones?
—A. M. S.: A la Argentina, las traducciones vienen de España. Salvo las novelas para jóvenes, ¿viste esas trilogías de libros gordísimos de los cuales Los juegos del hambre y Crepúsculo son los grandes libros? Lo que viene detrás de eso son terribles, malísimos, pero bueno, hacen que los chicos lean y eso es buenísimo. Esos se traducen en Argentina, una de las pocas cosas.
—P. S.: Es un problema que no contraten más traductores argentinos para los libros que se publican acá o que contraten traductores ecuatorianos para los libros que se publican en Ecuador. Hay traducciones que me cuesta un montón leer, me entorpece la lectura. Entiendo lo que dice, porque sé, cuando dice gilipollas yo entiendo lo que quiere decir, pero hay un tropiezo.
—A. M. S.: Las traducciones de España nos han hecho sufrir.
—P. S.: Hay traducciones maravillosas y otras que no. Salinger, por ejemplo. Los Nueve cuentos tienen traducciones que decís: "Esto no es Salinger, es otra cosa". Hay que respetar eso para que no tiendan a homogeneizarnos, a uniformarnos.
—A. M. S.: Pero en las traducciones sí. Yo estoy más por un español neutral, que por un español con las particularidades. Porque si traducís acá y ponés "pibe" y "feca" o incluso si traducís con voseo… Nosotros estamos muy acostumbrado al voseo y cuando viene una telenovela turca no se tratan de vos. Se tratan de tú y está bien. Yo estoy a favor de un lenguaje más neutro para las traducciones. El problema es que los españoles te ponen "chaval" cuando nosotros no ponemos "pibe".
—Porque cuando decimos neutro no es mexicano. Es justamente eso: neutro.
—A. M. S.: Claro, tratar de aproximarse a un lugar común. De todos modos, lo que nosotros creíamos que era neutro no era tan neutro, pero bueno, por lo menos había un esfuerzo.
—P. S.: Del tema de la neutralidad, lo que me preocupa es que hay diferentes miradas y aquel que traduce deja una marca, porque está siendo una recreación, está interviniendo. La traducción es eso: intervención.
—Volviendo al feminismo, un tema que recién mencionaron, ¿cómo ven este nuevo auge y sus tensiones con la lengua?
—P. S.: Yo me siento muy identificada pese a ser otra generación. El feminismo no es nuevo, tiene toda una historia. Creo que está tomando una fuerza en este momento como uno de los movimientos de tranformación social donde hay otra prédica desde el punto de vista de las pretensiones: nadie quiere el poder político, se está pidiendo otra cosa. Tenemos que escuchar, no criticar. Yo, hablo por mí, tengo un montón de marginalidades: mi origen es judío, soy mujer, soy del interior. Puedo reunir un montón de marginalidades que me enriquecen enormemente. Me parece que todo este movimiento a mí me enriquece el lenguaje con todas estas cosas nuevas que están saliendo. No hay que temer, ya tomarán sus forma.
—A. M. S.: Estoy muy de acuerdo. Son los hablantes los que van a decidir. La lengua finalmente es una convención. Si todo el mundo se pone de acuerdo en hablar de cierta forma…
—P. S.: Por ahí somos demasiado complejos para ponernos todos de acuerdo.
—A. M. S.: Uno se pone de acuerdo sin necesidad de acordar. El tema del lenguaje inclusivo es tan basto porque en el español todas las palabras tienen género. Entonces, bueno, habría que modificar todas las palabras del idioma.
—P. S.: Yo creo que es parte de una necesidad de romper un determinado modo de vivir y un determinado modo de actuar. La gente joven está cansada de los poderes políticos, de la corrupción, de la violencia de género. Es una búsqueda. Nosotros somos escritoras, trabajamos con las palabras, estamos todo el tiempo moviéndolas. Hay que dejar que la lengua fluya.
—A. M. S.: El temor a los cambios es tan antiguo que hay un relato medieval anónimo en el Mabinogion donde se cuenta que los galeses, cuando invaden el continente, llegan a Roma, toman castillos y fortalezas, matan a los hombres y se llevan a las mujeres, se instalan en Bretaña, tienen hijos, y para evitar la corrupción del idioma galés, a sus esposas extranjeras le cortan la lengua. Tan antiguo es ese temor.
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