María Teresa Andruetto será la escritora que cerrará el VIII Congreso de la Lengua Española (CILE) que comenzará el 27 de marzo en Córdoba, su provincia natal y de residencia, donde señaló que tomará puntos de tensión "entre la norma y la lengua viva" para pensar "el territorio en el que se reflejan las disputas de la sociedad".
La ganadora del premio Hans Christian Andersen de literatura infantil y juvenil y finalista del Premio Rómulo Gallegos por Lengua Madre adelantó cómo se prepara para las jornadas que se desarrollarán hasta el 30 de marzo bajo el lema América y el futuro del español. Cultura y educación, tecnología y emprendimiento.
La autora de La mujer en cuestión, Los manchados y Cacería aseguró que en su discurso plasmará preguntas porque consideró que "un escritor no es un especialista de la lengua" sino "alguien que empuja con los codos los límites legales de una lengua, buscando que pueda decir otras cosas, nuevas, lo que no se ha dicho todavía".
– ¿Cómo recibió la convocatoria para cerrar el Congreso?
– Me invitó el director del Instituto Cervantes, el poeta Luis García Montero. Lo pensé como un desafío. Primero tuve dudas porque me estaba reponiendo de una cirugía, además se trataba de un lugar complejo, intenso y quería pensar si tenía algo significativo para decir. Finalmente dije que sí cuando empezaron a girar en mí las cuestiones que tienen que ver con la lengua.
– ¿Qué puede adelantar de su discurso?
– Intenté tomar algunos puntos de tensión que percibo entre la norma y la lengua viva en los hablantes, entre las distintas formas de castellano en los países hispanohablantes, entre la inclusión o no de ciertas formas dentro de la lengua. Me interesan los lugares de tensión, de fisura que hacen al campo de la lengua un territorio donde se disputan o se reflejan las disputas de la sociedad que contiene a esa lengua.
– Justamente pensando en como el lenguaje da cuenta de las disputas que se dan en una sociedad, ¿cómo ve el debate sobre el lenguaje inclusivo?
– Hay una pregunta allí y voy a tomar un posicionamiento, por las inclusiones de todo tipo, no solo las de género. No tengo respuestas, son más bien preguntas porque un escritor es alguien que tiene un saber desobediente, que se desacata, que va por los márgenes, no es un especialista de la lengua, es más bien un usuario, un hablante, un escribiente que hace público su uso particular de la lengua, alguien que empuja con los codos los límites legales de una lengua, buscando que pueda decir otras cosas, nuevas, lo que no se ha dicho todavía.
– Por el programa anunciado, el Congreso cuenta con casi 40 por ciento de participación femenina. ¿Cómo cree que da cuenta ese dato de lo que sucede en el campo académico, intelectual y literario?
– Hay una cantidad importante de participantes, no sé si eso refleja todo el posicionamiento de las mujeres. Hay que ver qué corrientes de pensamiento ingresan a través nuestro porque soy una de ellas. No he visto entre las autoridades del lado español demasiados nombres de mujeres. A lo mejor hay mujeres en la dirección de esas organizaciones pero no han tomado un lugar público. Cuando hablo de mujeres, hablo de quienes se autoconciban como tal, hablamos de una diversidad, de un mega género que incluye a otros. Veo un crecimiento sostenido que en los últimos años se ha expandido. Esto no quiere decir que no falten en lugares de decisión porque en cuestiones de género la lucha es contra el patriarcado y aún las que nos consideramos con ciertos niveles de conciencia portamos huellas y rastros del patriarcado. Es una lucha con nosotras mismas pero también con la sociedad que nos contiene.
– Dirige una colección en Eduvim (Editorial Universitaria de Villa María), ¿cómo define esa tarea?
– Con Ana Luján y Carolina Rossi dirigimos una colección de narradoras argentinas que tiene que ver con la reconstrucción de escritoras mujeres, olvidadas o que se van cayendo de los espacios de canonización. Hablo de Amalia Jamilis, Libertad Demitrópulos, Elvira Orphée, María Luisa Carnelli, Syria Poletti, Luisa Mercedes Levinson, que tuvieron reconocimientos en el siglo XX y murieron antes de la explosión de internet, por lo que su difusión en muchos casos cayó. Hay que leerlas, citarlas, ponerlas en circulación para que cuando miremos hacia atrás se agreguen otros nombres además del de Silvina Ocampo y no se piense solo en clave masculina. En la construcción de una genealogía literaria hay que hacer una de escritoras mujeres porque hay autoras que no han leído sus obras y todo lo que se logra hoy tiene que ver con lo que otras hicieron.
– Como en el congreso de 2004 en Rosario, habrá uno paralelo que también será en la Universidad de Córdoba.
– Sí, al igual que en 2004 se hace un Encuentro por los Derechos Lingüísticos, organizado por la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad, desde otro espacio que no es el que será contraparte académica del Congreso. Participaré con Diego Tatián y Flavia Dezzutto del foro en homenaje a Osvaldo Bayer, quien iba a ser el presidente honorífico del Encuentro. También habrá un movimiento de editores cordobeses reclamando por intereses de la comunidad editorial. Es apasionante todo lo que se discute y se deja de dar por sentado a partir de estos acontecimientos, que coexistan distintas miradas y espacios de discusión por el movimiento que se realiza en torno a lengua.
Fuente: Télam
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