Cuando se piensa en la poesía beat, sin dudas, cuatro nombres sobresalen sobre el resto: Allen Ginsberg, Jack Kerouac, Gregory Corso y Lawrence Ferlinghetti, quien hoy cumple 100 años.
Si bien la obra prosística de Kerouac es su faceta más recordada a partir de la publicación de En el camino (1957), también produjo poesía en abundancia; Ginsberg, referente ineludible de la contra-cultura del siglo XX, despertó a toda una generación gracias a su Aullido, recitado en el célebre Six Poets at the Six Gallery en 1955; Corso, por su parte, compuso obras célebres como Gasolina y La dama vestal de Brattle.
Lawrence Ferlinghetti es el último beatnik, el sobreviviente de una camada de autores maravillosos que aún hoy siguen siendo referencia para otros autores y elegidos por los lectores. Si bien Gary Snyder, el "Thoureau" de la generación beat, también sobrevive a aquellos años, su obra está más ligada al budismo zen, a la búsqueda de la extinción final. Por otro lado, William S. Burroughs, otra figura central de la Generación Beat, no escribió poesía.
Ferlinghetti, el único sobreviviente de aquel movimiento literario -que como movimiento en sí nunca existió, ya que los temas y estilos si bien tuvieron puntos de encuentro fueron tan diferentes como la propia humanidad permite serlo- está hoy aún al frente de City Lights, una emblemática librería y sello editorial de San Francisco que, durante los 50 y 60, se convirtió en el corazón de la vanguardia de un grupo de jóvenes que hastiados de una sociedad que elegía someterse al consumismo salió a las rutas, viajó de polizón en trenes y, sobre todo, se expresó con un lenguaje que era propio y a la vez robado de todas aquellas almas que por las noches se perdían en conciertos de bebop y luego en el jazz.
Una infancia difícil
Como la vida de tantos otros talentosos artistas, aquellos años iniciáticos, formativos, abundaron en carencias, sobre todo afectivas, con un padre que tras emigrar de Italia a Nueva York siquiera llegó a verlo nacer y con una madre que no pudo sobrellevar sus crisis de nervios y que debió, cuando él tenía dos años, dejarlo en la casa de su tío Ludovic y su tía Emily. La relación de sus padres adoptivos tampoco prosperó y se mudó a Estrasburgo, Francia, junto a Emily donde vivió 4 años para luego volver a EE.UU. con un orfanato como hogar.
Sin embargo, Emily regresó y consiguió un trabajo como institutriz de los Bisland, una familia acaudalada. El ingreso a este mundo, tan distinto al que conocía fue fundacional. Allí tuvo como compañera en las horas aciagas a una enorme biblioteca y participó, como tímido oyente, de sus primeras tertulias literarias.
Y el pequeño Lawrence creció y antes de poeta fue periodista, o más bien, ejerció el periodismo de manera poética hasta que las fauces del nazismo se avalanzaban sobre la vieja Europa y golpeaban las puertas de su América. Se unió a la Marina y participó como oficial al mando del desembarco a Normandía.
Pero la guerra acabó, como todas las cosas, y recibió su master en periodismo con honores en la Sorbona parisina para luego trabajar en la revista Times. No encontraba su lugar en el mundo, no estaba ni en Nueva York ni en la Francia que lo había acogido y, en parte formado.
Un estilo humano y profundo en la simplicidad
Mariano Andrade, periodista, escritor y coautor de la antología bilingüe Poesía Beat, comenta: "El estilo de Ferlinghetti está enmarcado en la tradición oral de la poesía y por el vínculo, novedoso en su momento, con el jazz. Sus poemas están escritos para ser leídos en voz alta ante un auditorio, o en un café, y desafiar y movilizar al oyente/lector".
"No es un autor particularmente complejo en sus construcciones sintácticas o en su vocabulario, sin que ello signifique que no sea profundo o sea un 'simplón'. Ferlinghetti siempre pensó que el arte tiene que ser accesible para todo el mundo, y su poesía está orientada en esa dirección", agrega Andrade.
Por su parte, Juan Arabia, poeta y director del sello editorial y revista Buenos Aires Poetry, explica: "Su primer volumen, Pictures of the Gone World" (1955) habla sobre las verdades de la experiencia común y lo hace a partir (posiblemente influido por poetas como William Carlos Williams) de una concepción antiacademicista de la poesía, más bien cercana al discurso oral. En A Coney Island of the Mind (1958), ya comienza además a demostrar esta misma dirección pero en relación a temas más específicos, ideológicos: anarquismo, corrupción masiva, compromiso social. Esto se acentúa aún más en sus próximos libros, como Endless Life: Selected Poems (1981) y These Are My Rivers… (1993). O bien en sus últimos trabajos, como Poetry as Insurgent Art (2007)".
"Estos poemarios, escritos de forma directa y con suma sencillez, cuestionan el lugar y la figura del poeta en tiempos de civilización tecnocrática. Aunque no sólo se trata de un cuestionamiento general: Ferlinghetti ataca, de forma específica, al statu quo, gobiernos y clases dirigentes. Y ataca, además, a la clase cultural que le hace juego a esa estructura.
"Para Ferlinghetti, además, esta irrupción debe complementarse a partir de la introducción de un nuevo y renovado discurso abierto que sea capaz de contener la 'la gran mirada del mundo", "la poesía el vehículo común / para transportar al público / a sitios de mayor altura'", sostiene Arabia.
Una luz en la oscuridad
En 1951 se muda al que sería su hogar hasta la actualidad: San Francisco "porque era el único lugar donde se podía encontrar buen vino barato". Dos años después sacaría, junto a Peter D. Martin, la revista City Lights, en homenaje al enorme film de Charles Chaplin. Como la publicación no terminaba de afianzarse abrieron una pequeña librería para subsidiarla; City Lights Books, pegada al Barrio Chino.
"La revista duró un año, pero una vez que abrimos la librería no pudimos cerrar la puerta de tanto trabajo. Bueno, es comprensible. En esa época no había ninguna librería que vendiera libros de bolsillo. Que yo sepa, éramos los primeros", comentó en una entrevista.
City Lights le hizo honor a su nombre y se convirtió en un faro para la contra-cultura de los 50 y 60. Escritores y sobre todo poetas se reunían allí para dialogar, dar recitales y tomar hasta altas horas en compañía de las palabras. En 1956 se convierten en una editorial y ese mismo año publicaron su título más exitoso hasta la actualidad: Aullido, de Ginsberg.
"En términos estructurales, las lecturas de las galerías de San Francisco, así como la irrupción de nuevos sellos editoriales (como City Lights Books, o revistas literarias como Yugen) permitieron una circulación por detrás de los sellos hegemónicos, cortando de esa forma todo tipo de habitual obstrucción (aún determinante en épocas de autores que formaron y prepararon la emergencia de este terreno, como Thomas Wolfe, Ezra Pound o William Carlos Williams)", comenta Arabia.
Y Andrade suma: "Además de su calidad como poeta, demostrada en libros como A Coney Island of the Mind, Ferlinghetti nos ha marcado con su compromiso por la libertad y su resistencia inteligente ante la opresión de las fuerzas conservadoras. Recordemos que fue él, y no Ginsberg, quien se enfrentó a las autoridades cuando Aullido fue prohibido. Y que la librería City Lights ha sido un faro artístico, contracultural y de libertad política por más de 50 años".
"Creo que Ferlinghetti, como él mismo lo dice, nunca fue un poeta Beat, en el sentido de la vida desmesurada y mediática que tuvieron quizás Ginsberg y Kerouac. Es indudable que siempre se ha sentido más cómodo en una posición de menor exposición, y que además dedicó su vida a la edición a través de City Lights Books, con la responsabilidad que ello implica", dijo.
Por qué leer a Ferlinghetti hoy
"Muy pocos poetas se han comprometido con la humanidad como Lawrence Ferlinghetti. La poesía, en ese sentido, no es sólo 'el vehículo común'. El poeta debe ser un oscuro ladrador frente a las estériles carpas de la existencia", dijo Arabia. Y Andrade sumó: "En estos tiempos un tanto oscuros, donde muchas veces prima el odio a lo diferente, el arte de Ferlinghetti, profundamente humano y que busca las semejanzas y los puntos de contacto entre los seres humanos, puede ayudar a acercarnos y enfrentar esos impulsos nefastos. También a resistir al cercenamiento de las libertades civiles e individuales".
Ferlinghetti llegó a los 100 y su ciudad, esa que no lo vio nacer, pero lo hospedó como un hijo pródigo, preparó un homenaje con diferentes actividades, no solo en su librería sino a todo lo largo de la Costa Oeste. El ya anunció que no hará apariciones públicas, pero más allá de los festejos sus palabras resonarán hoy y mañana, porque Lawrence Ferlinghetti, como todos los grandes artistas, será inmortal.
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