Sonja Eismann: "Es obsceno que Lagarde se diga feminista, pero, también, esperar que sea mejor persona que los banqueros varones"

Invitada por el Teatro Cervantes para participar de La Asamblea de Las Mujeres este sábado 23, la periodista y feminista alemana conversó con Infobae Cultura sobre las polémicas que atraviesan el movimiento de la mujer en todo el mundo

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Sonja Eismann
Sonja Eismann

Las movilizaciones de las mujeres en reclamo de sus derechos, el movimiento #NiUnaMenos, la lucha por la legalización del aborto y la denuncia de la violencia patriarcal, entre otros puntos, se convirtieron en el último periodo en ejes del debate social argentino y regional y mostró cómo las mujeres se convirtieron en un factor dinámico de la discusión política.

Tal hecho no podía estar ausente de una de las primeras actividades de 2019 del Teatro Nacional Cervantes que, como todos los años, realizará una presentación temática sobre un tópico en particular, que este año –no podía ser de otra manera– se llamará La Asamblea de Las Mujeres y se desarrollará durante todo este sábado en el teatro.

La jornada contará con diversas mesas de debate, actividades artísticas y dará la palabra a visitas del país como el extranjero. Uno de los platos fuertes será la presentación de Rita Segato, que fue designada para abrir la Feria del Libro de este año, y que también compartirá con el público sus concepciones. Por parte de Alemania, e invitada por el Instituto Goethe, Sonja Eismann será una de las participantes.

Eismann es cofundadora, co-editora y una de las jefas de redacción de la revista feminista Missy Magazin. Licenciada en Ciencias de la cultura, vive en Berlín, donde trabaja como periodista y se dedica a la investigación. Publicó seis libros sobre feminismo moderno y sustentabilidad, entre ellos, Ene, mene, Missy. Los superpoderes del feminismo y Hot topic. Feminismo pop hoy.

Sus temas de investigación son la representación de los géneros en la cultura popular, el discurso feminista actual, los activismos y la teoría de la moda y es, además, miembro del consejo consultivo de música del Goethe-Institut. En el marco de La Asamblea de Las Mujeres, Eismann participará de la mesa "La mirada no es neutral: representación en el arte y la cultura pop" junto con la francesa Catel Muller y la argentina Andrea Giunta en el auditorio de la Alianza Francesa a las 13:30.

La francesa Catel Muller y la argentina Andrea Giunta
La francesa Catel Muller y la argentina Andrea Giunta

Infobae Cultura conversó por mail con Eismann, quien se encuentra en Alemania, sobre las perspectivas del feminismo a nivel mundial vistas desde una nación central que a la vez está atravesada por la inmigración y los nuevos movimientos sociales, incluso dentro del movimiento mismo de la mujer. Eismann solicitó que se conserve en sus respuestas la grafía no genérica para algunas palabras que intentan establecer las posibilidades múltiples de los géneros en esta época.

—Eismann, usted es alemana. Las mujeres alemanas, principalmente las que estaban agrupadas en la socialdemocracia de principios del siglo XX, dieron un gran impulso a la lucha por los derechos de la mujer, en general, y la mujer trabajadora, en particular. Clara Zetkin fundó el periódico La igualdad y fue la impulsora de la conmemoración del Día Internacional de la Mujer Trabajadora el 8 de marzo. ¿Queda un registro de la memoria histórica en la acción actual de las mujeres tanto en Alemania como en el mundo?

—Sin dudas, esta tradición sigue revistiendo gran importancia, pero la generación de feministas a la que pertenezco ya no piensa en categorías nacionales: Clara Zetkin es relevante en términos históricos en su calidad de luchadora por los derechos de la mujer, no por el hecho de ser alemana. Además, muchxs de mis compañerxs de lucha provienen de familias de inmigrantes y, en vistas del racismo que sigue haciendo estragos hasta el día de hoy en el país, no se identifican con la categoría nacional "alemana". Y aunque está claro que figuras como Zetkin tienen que ser leídas en un contexto histórico, pedir la pena de muerte, tal como lo exigía Zetkin en 1922 para los opositores al régimen en Moscú, es algo que no puedo conciliar con mi concepción de feminismo. Más allá de esta cuestión, tampoco me animaría a afirmar que Alemania es un país particularmente feminista. Somos un país que sigue premiando a los matrimonios heterosexuales en los que el hombre gana mucho y la mujer poco o nada cuando, por ejemplo, aplica a fines impositivos el mecanismo de dividir por dos el ingreso familiar. Hace poco, en Suecia, me enteré de que en el extranjero la imagen de la mujer alemana sigue siendo la de la "ama de casa". Pero más allá de todo esto, es cierto que aquí hay una comunidad impresionante de activistas feministas de diversas generaciones y realidades que realmente alcanzaron muchos logros, particularmente en los últimos años, y es un orgullo ser parte con Missy Magazine de este movimiento.

Tapas de Missy Magazine
Tapas de Missy Magazine

La ola de movilización de las mujeres en todo el mundo revela una situación de transformaciones inconclusas, la actualidad del patriarcado y la rebelión contra el estado de las cosas. ¿Cómo caracteriza este momento en términos políticos? ¿Existe un planteo común que pueda señalarse como tal?

—El anteaño tuve la oportunidad de participar de un encuentro de redes feministas en el Instituto Goethe de El Cairo y el verano pasado, a pedido del Instituto también, organicé para un grupo de feministas del Sudeste asiático, Australia y Nueva Zelandia un recorrido tras las huellas feministas en la cultura pop de Berlín. Ese intercambio maravilloso me dejó en claro que son muchas las demandas que compartimos a nivel mundial: la lucha por los derechos reproductivos, contra la violencia sexual, por la igualdad salarial, contra la discriminación de grupos marginalizados, contra imágenes del cuerpo que no se condicen con la realidad y contra representaciones sexistas y racistas de mujeres, para mencionar tan solo algunas. Aunque, desde luego, los puntos de partida en los diversos países divergen gradualmente. Pero lo que me saltó a la vista otra vez, aunque ya antes lo tuviera claro, es lo fuerte que es el poder de dominación del pensamiento occidental y blanco en su opresión y tutelaje, y hasta qué punto las consecuencias del colonialismo siguen presentes al día de hoy. Es completamente absurdo que un grupo tan reducido a nivel mundial como lo son las personas blancas y privilegiadas –también mujeres y feministas–, socializadas en occidente, siga dominando los discursos. Ahí se tiene que producir un cambio urgente.

—En sus reflexiones, señala que la reivindicación de la apropiación del cuerpo de las mujeres por las mujeres podría haber sido transformada por el mercado en la auto optimización o adaptación a los parámetros del mercado de esos cuerpos, logrando, entonces la permanencia de cuerpos subalternos. ¿Podría desarrollar esta cuestión? ¿Lo considera un peligro para los caminos de las reivindicaciones del feminismo?

—Es una pregunta muy compleja para la cual no tengo una respuesta unívoca. Cuando una mujer toma la decisión por cuenta propia de someterse a operaciones estéticas caras y que pueden dañar su salud, ¿se trata de un acto de auto empoderamiento? Nadie le dio la orden de hacerlo a la manera en que antes, y aún hoy en algunos países del mundo, se le ordenaba a una mujer tener un hijo, no trabajar o irse de la casa. Las mujeres, sin embargo, han internalizado tanto esta mirada patriarcal, "male gaze" en términos de Laura Mulvey, que sigue surtiendo efecto al punto que creen estar actuando por determinación propia aunque solo se estén subordinando a los ideales de feminidad imperantes. Por otro lado: si de esa manera, por ejemplo, tienen más chances de triunfar en el mercado laboral por responder más a los mandatos de feminidad exitosa y evitan depender de un hombre en lo económico, quizás realmente se trate de un acto de emancipación. Existe el concepto de "choice feminism", que en un proceso neoliberal de vaciamiento de sentido declara cada acto como feminista por el mero hecho de que la que actúa lo define como tal. Me denomino feminista, por ende, todo lo que haga será automáticamente feminista. Es una tergiversación de la retórica central de la libertad de elección que durante el feminismo de la segunda ola, es decir, el de los 60 y 70, pretendía empoderar a las mujeres para que obtuvieran por primera vez el control completo de sus cuerpos, y una parte importante era la libre elección de tener hijos o no tenerlos (en inglés se lo conoce como "pro choice movement"). Por otro lado, bajo el concepto de "body positivity" y lemas similares hay muchas iniciativas para aceptar y amar cuerpos que no responden a las normas convencionales, también por fuera de los esquemas binarios de masculino/femenino.

—Una de las cuestiones que se señala como punto de quiebre en esta discusión sobre la "igualdad" se produjo cuando mujeres soldados estadounidenses fueron protagonistas de las torturas en Abu Grhaib, Irak. ¿Quedó esa noción acerca de que ciertos planteos de igualdad pudieron haber sido coptados por el poder para provocar una asimilación a sus designios?

—Como dije respecto de Clara Zetkin: un feminismo que acepta la violencia como instrumento de dominación para mí no es feminismo. Existe, como se sabe, ese feminismo neoliberal de la paridad que se restringe a querer conseguir para las mujeres –por lo general para las que de por sí ya están en situación de privilegio– la misma parte de la torta que tienen los hombres. Entonces se reclama que las mujeres ingresen a las fuerzas armadas, o a las juntas directivas de los grandes bancos, etcétera. Mi idea de feminismo, sin embargo, entraña una transformación del mundo en pos de una mayor justicia para todos y todas.

Sonja Eismann (Alicia Kassenbohm)
Sonja Eismann (Alicia Kassenbohm)

La cuestión de la "paridad", ¿reemplaza a la de "igualdad? Christine Lagarde dirige el FMI y puede reprochar a la delegación argentina que tenga pocas mujeres. ¿Sin embargo, su rol no podría ser juzgado como hostil tanto para hombres y mujeres?

—Yo no creo que las mujeres que participan del juego de poder capitalista de los hombres sean, por así decirlo, peores que ellos, como tampoco creo que las mujeres per se sean mejores personas. Es interesante que mujeres en posiciones de poder suelan inspirar grandes odios. Por más que no comparta en gran medida las posiciones políticas de estas mujeres, es notorio que por ejemplo Hillary Clinton y Angela Merkel recibieron críticas fuertes por cuestiones que en el caso de sus colegas varones son aceptadas sin mayores problemas. Son lisa y llanamente impresionantes los comentarios sexistas cargados de odio y las amenazas de violación y asesinato en internet: muestran que vivimos en una sociedad en la que se sigue esperando que las mujeres cierren la boca y no ostenten el poder. Aunque por lo general yo cuestione los modos de funcionamiento del poder y de las jerarquías, pienso que esto, en tanto diagnóstico del statu quo del mundo en que vivimos, no deja de ser alarmante. Solo para dejarlo en claro: me resulta obsceno que Christine Lagarde, en el encuentro de las mujeres del G-20 en Hamburgo, se denomine feminista, pero me parece igual de obsceno esperar que por ser mujer vaya a ser mejor persona que sus colegas banqueros varones.

—Usted manifestó adherir a la posición del filósofo Alain Badiou que dice que la ley antivelo en Francia es enemiga de la apropiación del cuerpo de las mujeres. ¿Esto tiene su contrario en los regímenes teocráticos musulmanes?

—Estos debates, que en Europa se llevan adelante con gran vehemencia, siempre hay que verlos en su contexto situacional, local: mientras como feministas tenemos que apoyar sin dudas la lucha de las mujeres árabes o iraníes por no estar obligadas a cubrirse, en la misma medida tenemos que evitar que europexs racistas quieran arrancarles el velo a las mujeres –y solo a las mujeres, porque nunca se trata de las barbas o chilabas de los hombres– en nombre de una supuesta liberación. La idea de que las mujeres se tengan que cubrir para no despertar los apetitos sexuales incontrolables de los hombres es algo que resulta ajeno a mi modo de pensar, ¿pero quién soy yo para emitir un juicio sobre las representaciones morales privadas de mis prójimos si no me perjudican y son actos basados en la libre voluntad? Dicho de otro modo: ¿por qué me creería con derecho a juzgar los motivos que tienen las personas para elegir su vestimenta y sancionarlas en función de eso? Pienso que no es digno de una sociedad ilustrada y tolerante. La libre voluntad, en la medida en que existe, siempre tiene que estar en primer plano. Y entre la obligación de usar velo y de quitárselo existen, sin duda, paralelismos, porque siempre se trata de la unificación y serialización del cuerpo de la mujer para un mejor consumo, ya se trate del capitalismo mundano o de regímenes teocráticos.

—¿Qué perspectiva le otorga al movimiento de la mujer en esta época y el futuro?

—¡Grandes perspectivas! ¡Nunca antes hubo tanto entusiasmo por el feminismo ni se le prestó tanta atención como en la actualidad! Lo más importante ahora es tejer alianzas internacionales sin partir del supuesto de que las mujeres tienen las mismas necesidades o tienen que librar las mismas batallas en todas las partes del mundo. Tenga en cuenta que muchxs de lxs feministas de hoy en día ni siquiera se consideran mujeres, sino, por ejemplo, de género no binario.

 

*La Asamblea de Las Mujeres es un proyecto ideado por el Teatro Cervantes en coproducción con el Goethe-Institut, Institut français d'Argentine y Fundación Medifé. Con la colaboración de la Alianza Francesa de Buenos Aires y la Fundación Rosa Luxemburgo. Incluye conversaciones, lecturas, talleres, un ciclo de películas, serigrafía e ilustración en vivo y una edición especial de la Feria Internacional del Libro Feminista Pre-FilFem 2019.
Sábado 23 de marzo de 11 a 22h. Las entradas son gratuitas y se retiran en el teatro 90 minutos antes del inicio de cada actividad. Toda la programación aquí

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