Maastricht: salen a la venta murales que un famoso artista catalán pintó para la dueña del Kavanagh

Se trata de los óleos sobre tela que José María Sert produjo especialmente para el salón de música del piso 14 del célebre edificio porteño, a pedido de Corina Kavanagh. Ahora pueden verse -y comprarse- en el stand de los prestigiosos anticuarios franceses Kugel en TEFAF. Historias de los protagonistas

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Maastricht, enviada especial. Son 28 paneles imponentes pintados al óleo sobre lienzo y entre todos miden un largo de casi 15 metros por 2,50 de alto. En diversas tonalidades de ocre y marrón -apenas unos toques de rojo- las imágenes patinadas representan escenas de pesca con gran despliegue de trabajadores, acorde a la época en que fue realizado, 1938. El autor del monumental "biombo" fue el catalán José María Sert (1874-1945), quien aunque hoy sea poco conocido, en su tiempo fue un artista exitoso y de moda, un elegido por las clases altas del mundo para decorar sus casas. Las imágenes que ahora están en el MECC, el centro convenciones de Maastricht, eran las que cubrían las paredes del salón de música del piso 14 del Kavanagh, el célebre rascacielos de la porteña calle Florida que durante varias décadas fue el más grande de Sudamérica. En ese piso vivía Corina Kavanagh, la mujer que ordenó la construcción del edificio, una iniciativa que algunos aún señalan como una forma de venganza amorosa. La obra puede verse por estos días montada en el stand de los prestigiosos anticuarios franceses Kugel. Está a la venta.

José María Sert
José María Sert

La monumental escena muestra a hombres de mar pero ya en tierra: algunos sacan pescados de las redes para meterlos en cajas, otros pescan con caña y otros miran cómo se pesca. Algunos más están subiendo o ya están arriba de unos andamios en una imagen que algún crítico de arte destacó como inverosímil. En el centro, un grupo de pescadores levanta un pescado enorme. Más atrás se ven barcas modestas y otras clases de embarcaciones y también alguna imagen desconectada de esa escena pero pintada allí en un gesto de libertad o capricho del artista, según se mire, como El Cuerno de Oro de Estambul, el santuario en forma de cuerno que desemboca en el Bósforo, con sus cúpulas y minaretes. Hay repetición de motivos, algo clásico en su obra, según señalan los expertos.

"Esta decoración excepcional por sus dimensiones, su ritmo y su fuerza es característico de la obra de José María Sert, síntesis del arte de Tiepolo, de Goya, de Cecil B. DeMille", describen con singular expresividad desde la exquisita casa Kugel, que dirigen los hermanos Alexis y Nicolas Kugel y que, si se toma en cuenta que ya sus hijos trabajan con ellos en el magnífico edificio conocido como Hotel Collot en París, puede decirse que van por la sexta generación de anticuarios, desde la Rusia original de sus ancestros.

Infobae Cultura habló brevemente con Nicolas Kugel, quien mencionó que ellos ya han vendido anteriormente obras de Sert de dimensiones más pequeñas y que la que ahora exponen y que no tiene nombre -en el stand se lee "Los pescadores" aunque en los papeles de los anticuarios la llaman "Alegoría del trabajo"-, llegó a sus manos hace algunos meses. ¿Hay interés?, fue la pregunta obligada. "Síííí. Sí, hay mucho interés. Es que la impresión dorada es espectacular y nunca se encuentran salas enteras como ésta", fue su respuesta.

"¿Es posible entonces que se venda en esta feria?"

-Pienso que sí-, señaló Kugel, quien habla un muy buen español y es muy cortés pero es hombre de pocas palabras con la prensa.

(La discreción, naturalmente, es elemento crucial de este negocio.)

El encargo de Corina Kavanagh a Sert -autor de un gran número de obras famosas, entre ellos unos frescos en el Rockefeller Center y el salón de los pasos perdidos del Palacio de Justicia de Barcelona- no fue la única presencia del catalán en grandes mansiones de Buenos Aires. Hay telas intervenidad por Sert en cinco salones del Palacio Pereda (actual embajada de Brasil) con imágenes mitológicas como Diana la cazadora y populares, como el Quijote, y también en el Palacio Errázuriz, actual Museo de Arte Decorativo porteño.

En su exquisita e inclasificable novela El nervio óptico, María Gainza cuenta la historia del tío Marion, dueño de "un charme que podía paralizar una estampida de elefantes" y que necesitaba "shocks estéticos para vivir". Marion -se llamaba en realidad Matías Errázuriz-, a la hora de decorar la casa familiar eligió no seguir los gustos paternos anclados en el gusto Luis XVI, con sus paredes enteladas de rojo burdeos y en cambio pidió permiso para elegir la decoración de su salón privado, lo que se conocía en francés como el boudoir. Dos años estuvo Sert para concretar su obra.

El edificio Kavanagh, en Retiro, Buenos Aires
El edificio Kavanagh, en Retiro, Buenos Aires

El edificio Kavanagh había sido encargado por Corina Kavanagh en 1934 a los arquitectos Gregorio Sánchez, Ernesto Lagos y Luis María de la Torre. Fue inaugurado en tiempo récord, 14 meses, el 2 de enero de 1936 y con sus 120 metros de alto y 29 pisos, fue durante muchos años el edificio más alto de Sudamérica y el primero en contar con aire acondicionado central.

Cuenta la leyenda -aunque las fechas la contradicen- que el origen del pedido fue un desaire amoroso de la familia de un miembro de clase alta patricia, los Anchorena, a una hija de Corina por no considerarla una candidata refinada y a la altura de su muchacho. Los Anchorena, que vivían en el palacio que hoy es la sede de la Cancillería argentina, habían construido a unos 150 metros la Basílica del Sacramento y habían destinado ese lugar como sepulcro familiar. La intención era comprar un lote vacío para anexar una nueva mansión a la parroquia pero no lograron hacerlo porque quien les ganó de mano y compró el terreno fue la propia Corina.

El Kavanagh fue nombrado Patrimonio Mundial por la UNESCO en el año 1999. Dato para curiosos y amantes de la buena literatura: recientemente se reeditó Kavanagh, el delicioso libro de cuentos de Esther Cross en el que recrea la vida de los habitantes del famoso edificio racionalista.

Misia sert, gran musa de su tiempo
Misia sert, gran musa de su tiempo
Misia Sert, por Renoir
Misia Sert, por Renoir

José María Sert fue el artista de moda de su tiempo y posiblemente no fue solo su estilo el que cayó en desuso sino que su adhesión al franquismo oscureción su imagen. En sus tiempos de oro, entre sus clientes más famosos estaban Rockefeller y Coco Chanel. Heredero de una tradición pictórica teatral – de hecho diseñó varias escenografías para los célebres Ballet Ruses de Diaghilev– trabajaba con métodos modernos una herencia estética clásica. Para la realización de las obras pedía fotografías, dimensiones y planos de los espacios a decorar. La mayor parte del tiempo trabajaba en su atelier parisino. Por entonces, estaba casado con la célebre pianista Misia Godebska, fundadora junto con su ex marido Tadeusz Natanson de La Revue Blanche y una de las grandes figuras del París de entreguerras. Musa de varios impresionistas -de hecho hay retratos hechos por Renoir, Toulouse Lautrec y por Pierre Bonnard-, amiga de Picasso y Stravinsky fue ella misma dueña de una historia de vida apasionante, que narró con calidad magistral en sus memorias.

Misia Sert, con Renoir
Misia Sert, con Renoir

Una vez que Sert definía el diseño, en su estudio de París trasponía los bocetos generales sobre la tela a través de la técnica llamada "mise aux carreaux" -carreau quiere decir azulejo en francés-, que tiene por objeto reproducir imágenes pequeñas a una escala superior y facilita el trabajo de investigación de las proporciones descomponiendo las formas y los rastros en pequeñas secciones. Sobre el final, Sert se trasladaba y hacía los ajustes finales en el momento del montaje. Sus modelos eran Miguel Ángel, Rubens y Tintoretto. Aunque sus primeras obras eran polícromas, rápidamente se vuelca al oro y plata en tonos sepia. Sus trabajos monumentales fueron en edificios públicos tanto como en propiedades privadas de aristócratas y millonarios europeos y norteamericanos.

Los Kugel son grandes asesores de coleccionistas, su mayor valor es el saber y la experiencia, que les permite elegir los objetos que ponen a la venta -como explican ellos mismos- en función de su singularidad, autenticidad y estado de preservación, así como por la calidad de los materiales, el talento de los artistas y delicadeza de su ejecución. Alexis suele decir que cuando comenzó a aconsejar a su hija Laura, que ya está en el negocio, le dijo que tenía que guiarse por las obras de los museos ya que el modelo de perfección para calcular siempre debían ser esas piezas. "Y mientras tanto, todo lo que vayas viendo comparalo con esas piezas, en una escala del 1 al 10; no hay nada mejor que eso", como declaró en una entrevista con Vanity Fair. Según Kugel, la mayoría de los marchands trabajan de modo inverso, con una escala creciente en función de aquello con lo que se encuentran: "Parten de cosas chicas y cuando ven algo mediano, creen que es un 10/10".

La Galería J. Kugel -la J es por Jacques, el padre de Nicolas y Axel, quien luego de una vida de exilios obligados por su condición de judío hablaba siete idiomas y, sobre todo, dominaba a la perfección el idioma de los coleccionistas– es un espacio distinguido dentro del mundo de las antigüedades y, de hecho, su stand está ubicado en uno de los mejores lugares de la feria. Expertos en arte medieval, del Renacimiento y obras hasta 1850, también son grandes entusiastas con piezas únicas como los murales históricos del Kavanagh que ahora se aprestan a vender.

La edición número 32 de TEFAF termina el domingo 24 de marzo: aún quedan varios días para saber si lo consiguen.

 

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