Por Martin Hadis
Leena Krohn (Helsinki, 1947) es una de las escritoras más celebradas de su país, Finlandia. Su obra está teñida de la magia de sus bosques y cielos. Basta leer unas páginas para darnos cuenta de que estamos ante una escritora universal, de la talla de Ray Bradbury, Stanislaw Lem o Italo Calvino. Sin embargo, y pese a su originalidad creativa, era, hasta ahora, prácticamente desconocida para los lectores de habla hispana. Afortunadamente Nórdica Libros ha subsanado esta falta, publicando en castellano la novela más conocida de Krohn, titulada Tainaron: cartas desde otra ciudad.
Se trata de una obra entretenida y fácil de leer, pero difícil de clasificar. Como el resto de la obra de Krohn, oscila entre la ciencia ficción, la literatura fantástica y el realismo mágico. Tainaron está dividida en 30 capítulos; cada uno de ellos, una carta. En ningún momento se revela, sin embargo, quién es el autor de esas cartas. Tampoco se dice quién es el destinatario, ni siquiera si éste las recibe o no. Nunca hay una respuesta. Esta es quizá un ejemplo de una notable afirmación de esta escritora finlandesa: "Escribir literatura es como enviarle cartas a Dios."
A través de estas 30 epístolas se descubre las peculiaridades de Tainaron, la ciudad que da nombre al libro. En un principio, se parece a cualquier metrópolis europea: tiene sus parques y plazas, sus gradas, sus templos y oficinas. Pero hay un leve detalle que la distingue de nuestra realidad cotidiana: los habitantes de Tainaron no son gente común, sino insectos inteligentes y amables, cuya estatura es aproximadamente la de una persona. Esto remite enseguida a La Metamorfosis de Kafka pero a diferencia del horror que inspira el escritor checo, la pluma de Krohn solo transmite afabilidad y armonía.
Los insectos de Tainaron pasean, trabajan, van a tomar café o hacer las compras como cualquier persona. Lo que es más: son excelentes anfitriones del narrador, al que guían a través de la ciudad a medida que este (o esta) va descubriendo sus misterios. La aparente familiaridad con estos seres se ve, sin embargo, interrumpida por su misma naturaleza: "Sabes," –escribe la narradora- "a veces me sorprendo cuando, en medio de la muchedumbre, surge un rostro prominente por encima del cual se cruzan dos antenas, flexibles como pestañas, o cuando, en un café, un camarero se acerca a mi mesa, con sus mandíbulas sobresaliendo como las de una libélula. Y ayer, en el tranvía, una criatura se sentó a mi lado y su forma recordaba a la de una hoja; parecía tan leve que podría haberla lanzado sin querer por el aire, como una hoja seca".
Tal extrañeza está también presente en la misma geografía de Tainaron. Ante el deseo de adquirir un mapa para orientarse entre las calles, el remitente de las cartas comprueba, para su sorpresa, que estos se esfuman y reconstruyen sin cesar, en demoliciones silenciosas y lluvias de polvo que transforman incansablemente el entorno. Su anfitrión, un simpático escarabajo, le explica: "Tainaron no es un lugar, como tu quizá imaginas. Es un evento, algo que está sucediendo todo el tiempo. Nadie puede medirlo, ni abarcarlo. No serviría de nada hacer un mapa. Sería una pérdida de tiempo y esfuerzo. ¿Entiendes ahora?".
Infobae Cultura mantuvo un intercambio vía mail con la autora para tratar de descifrar algunos de los enigmas de esta escritora finlandesa.
–Estimada Leena, podemos decir que sus escritos son universales. Pero dentro de este marco, ¿qué es lo que considera específicamente finlandés en sus textos?
-La familia de mi padre llegó a Finlandia procedente de San Petersburgo a principios del siglo XIX. La lengua de esa rama paterna era el alemán. Mi familia materna era, por otra parte, sueca, pero la madre de mi madre vivió su infancia en Karelia, junto al lago Ladoga, y nos transmitió el legado cultural de esa región. Mi lengua es el finlandés. Escribo en finlandés y únicamente en finlandés, y me encanta el tono melódico de mi propio idioma. Pero no he vivido jamás en ningún otro país, de modo que me resulta difícil determinar qué es lo que mi propia obra tiene de finlandés (más allá del idioma) y qué no lo es. Dostoievski es mucho más universal que yo y aun así es tan ruso, tan ruso… Con esto quiero decir que la literatura mundial no repara en nacionalidades ni etnias.
– Los finlandeses han tenido la reputación de ser magos desde épocas medievales (aparecen así mencionados ya por Adán de Bremen y por Olaus Magnus) y también hay magia y misterio en el Kalevala (la épica nacional de Finlandia). ¿Cree usted que la literatura finlandesa (y específicamente sus obras) pueden haber recibido la influencia de esta tradición mágica?
-Es posible que esta tradición irrumpiera del siglo XX, cuando las principales novelas finlandesas estaban aún marcadas por el realismo social y masculino. Hoy en día nuestra literatura es mucho más variada. La fantasía y el realismo mágico han ganado más espacio y lectores, pero esta es –creo- una tendencia mundial. Pero sí hay algunos (pocos) escritores finlandeses que sí se han basado en la tradición mitológica de nuestro país.
– He leído en su biografía que usted estudió historia del arte. Pero al mismo tiempo no puedo evitar preguntarme acerca de las referencias religiosas en sus historias ¿Estudió usted religiones comparadas, o tiene usted algún interés en la religión? ¿Cree usted que sus obras tienen connotaciones religiosas?
– Definitivamente podría decirse que sí, aunque nunca he estado asociada con ninguna iglesia. Mis abuelos, con quienes vivíamos cuando yo era pequeña, eran teósofos, y mi hermana y yo fuimos a un jardín de infantes teosófico. De niña yo ya había leído los pensamientos de Annie Besant y H. P. Blavatsky sobre la reencarnación, los niveles astrales, etc. Sin embargo, nunca llegué a ser teósofa, aunque la tradición budista (siempre presente en la teosofía) me ha atraído siempre porque proclama la compasión con todos los seres vivos, no sólo con la humanidad.
–En muchas de sus historias parece desplegarse la idea de que la realidad existe en varias capas. Primero, está nuestra percepción racional, luego nuestra intuición, y luego parece haber algo más, que en sus relatos llevan al lector a ámbitos que resulta difícil describir con palabras, y que usted retrata poética o simbólicamente. ¿Es esta impresión correcta? Si es así, ¿Podríamos de decir que este esquema está basado en su propia experiencia de la realidad?
-Yo creo que como humanos desconocemos la verdadera esencia de la realidad. Aquello que percibimos es apenas una parte ínfima de una realidad mucho más vasta, que ni siquiera llegamos a abarcar. Ni siquiera podemos saber qué es lo que no sabemos, no podemos ni siquiera medirlo. En tanto ignoramos que la imaginación es una base necesaria para nuestra comprensión del mundo, e incluso para nuestra moral. Nuestra imaginación es tan necesaria para nuestra existencia y nuestra cultura como nuestros aspectos más racionales.
–Al escribir usted usa palabras muy sencillas pero sus obras continenen metáforas y analogías muy profundas. Al escribir ¿Parte usted de una idea abstracta y piensa luego en las metáforas adecuadas para transmitirla? ¿O hace el proceso inverso? ¿O algo completamente distinto?
– Creo que mis relatos pueden ser leídos tanto metafóricamente como de manera absolutamente lineal…. Eso es algo que le toca decidir al lector. Cuando escribo suelo partir de una idea abstracta o quizá (con más placer) de algún fenómeno natural bastante concreto. No busco especialmente a las metáforas: si tengo suerte, se desarrollan solas.
–¿Cómo llegó a Jorge Luis Borges? ¿Cuál es su impresión de su obra?
– No soy en absoluto una conocedora de Borges. Cuando yo era aún alumna en el colegio, alguien publicó una antología de ensayos y relatos breves de Borges en finlandés. Los leo con asombro y admiración.
– ¿Borges ha influido de alguna manera en su escritura?
– Todos los escritores a los que he admirado han influido en mi obra. Y hay muchos de ellos: Aleksis Kivi, H. C. Andersen, Albert Camus, Anton Chéjov, Nikolai Gogol, Harry Martinson, Edith Södergran, Mirkka Rekola, Giuseppe Tomasi di Lampedusa… Borges me enseñó muy pronto que se pueden asimilar diferentes géneros y llevar al lector a algo nuevo y asombroso. En un capítulo de Pereat mundus (La materia del tiempo) cito a Borges: "El tiempo es la materia de que estoy hecho. El tiempo es un río que me arrastra"
– ¿Qué ha oído acerca de Argentina y cómo se la imagina? ¿Qué imágenes le vienen a la mente? ¿Y finalmente: le gustaría venir aquí algún día?
-Nunca he estado en Sudamérica, pero creo que Argentina debe ser un país maravilloso (aunque he oído que está siempre en crisis financiera). Cuando oigo el nombre de Argentina veo cielos azules profundos y vastas e interminables pampas y caballos galopando bajo un sol deslumbrante y ciudades siempre en crecimiento con multitudes ruidosas y multicolores…. Aunque yo ya no viajo mucho. Me dedico a cuidar mi jardín, a mis viejos gatos negros bajo la estrella polar y bajo nuestro sol, que es mucho más tenue que el de Argentina. Y, de vez en cuando, escribo una o dos palabras.
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