Una vida fugaz y atormentada, una obra brillante. Ryūnosuke Akutagawa, considerado como el "padre de los cuentos japoneses" fue un mártir de su herencia genética. A lo largo de su carrera generó una obra de trazos finos, de historias que deambulaban entre el grotesco y la ironía, abriendo a la isla al modernismo literario, pero a la vez sin renunciar a sus tradiciones, mientras esa presencia invisible y latente, ese fantasma que lo asfixió desde su infancia lo fue acorralando hasta el encierro, lo llevó a ocultarse de la luz del día y selló su destino inevitable: el suicidio.
En "los encantadores y a veces terribles relatos de Akutagawa, discernir con rigor los elementos orientales y occidentales es acaso imposible… Cierta tristeza reprimida, cierta preferencia por lo visual, cierta ligereza de pincelada, me parecen, a través de lo inevitablemente imperfecto de toda traducción, esencialmente japonesas. La extravagancia y el horror están en sus páginas, pero no en el estilo, que siempre es límpido", escribió
Jorge Luis Borges, quien realizó el prólogo para algunas de sus obras, de las que se declaró admirador.
Akutagawa llegó a ese mundo que intentó comprender el 1 de marzo de 1892 y se despidió 35 años después, tras consumir barbital en su hogar de Tokio. Sus últimos seis meses de vida fueron pesadillescos, pero para disfrute de sus lectores, también prodigiosos.
Hacía poco tiempo había regresado a Tokio, luego de un año de un exilio voluntario, en el que se alejó de los círculos de la gran ciudad para recluirse en el interior junto a su familia, con el fin de recuperar un poco de esa paz mental que comenzó a resquebrajarse luego del gran terremoto de 1924, que se llevó la vida de más de 100 mil japoneses, y que se había atomizado luego de una polémica pública con el también escritor Junichiro Tanizaki, sobre las características que debía tener la nueva novela japonesa y en la que deslizó que Akutagawa no tenía la fortaleza física suficiente como para para escribir una obra de largo aliento. Además, esa antología de nuevos autores nipones, de la que había sido editor, tuvo acusaciones de irregularidades financieras y de violación de los derechos de autor. Las críticas a su persona fueron tan devastadoras y las ventas tan bajas, que marchar era la mejor opción.
Fueron días en los que la obsesión por escapar a la "locura" de su madre, aparentemente psicosis, lo iban consumiendo -así lo expuso en Tenkibo, obra solo traducida al inglés con el nombre Death Register, donde hizo público su temor a heredar aquella enfermedad- y a su fragilidad se le sumaba que su cuñado, sumido en deudas, se había suicidado, por lo que el orden de la economía de la familia de su hermana también recayó sobre sus hombros.
Ya para 1926, el cuentista padecía de insomnio crónico y aquel fantasma, que lo perseguía desde sus primeros años golpeaba a su puerta. Ese espectro al que Ryūnosuke -que significa Hijo del Dragón– escapaba en su interior lo acechaba desde sus primero años. Hasta los 10 vivió junto a su madre, Fuku, quien padeció psicosis, y con una imagen paterna débil, repleta de ausencias. Tras la muerte de su progenitora, lo acogió su tío Dōshō Akutagawa y su tía política, Fuki, quien tomó control de cada detalle de su vida y le aseguró que él contaría sus últimos días sumido en la angustia y los delirios que consumieron a su madre. De allí, que las mujeres en sus obras tenían un carácter fuerte, por momentos agresivas y que ocultaban sus intenciones, entre el ego y el narcisismo, para ejercer el dominio sobre los hombres a la fuerza o a través de la seducción, como en Kesa y Morito (1918) o Los Kappas (1927).
Aquellos seis meses finales los vivió en un constante estado de ansiedad. En la biografía Patient X. The Case-Book of Ryūnosuke Akutagawa, el autor inglés residente en Tokio David Peace relata que sufrió de alucinaciones visuales y auditivas, con violentos dolores de cabeza que finalizaban en paranoia. Explica Peace que el autor japonés había perdido autonomía: creía que sus pensamientos y movimientos eran controlados por un poder superior, que era una suerte de marioneta. Narra, además, cómo una tarde su esposa lo encontró en un rincón de su estudio, acurrucado, temeroso hasta de su propia sombra y convencido de que las paredes se derrumbaban a su alrededor. Así, su espacio se convirtió en su cárcel, bajó todas las persianas y habitó en la oscuridad, a tal punto que solo se animaba salir de su casa por las noches.
Las pastillas para dormir habían ya, hace tiempo, dejado de funcionar. "Si no duermo durante dos noches, estoy lo suficientemente cansado como para poder dormir la tercera noche. Pero luego, la noche siguiente, estoy completamente despierto otra vez", escribió a un amigo. Por lo que comenzó, bajo prescripción médica, a tomar opio.
Durante ese período publicó tres de sus obras más importantes: Kappa, y dos historias donde se filtran los trazos de una despedida final que ya había germinado como Los engranajes y Vida de un idiota, todos de 1927, entre otras (Leer abajo).
Antes del derrumbe
Ryūnosuke Akutagawa escribió entre la Gran Guerra y 1927. Japón, una de las naciones triunfantes de la Primera Guerra Mundial -aunque luego ninguneada en Versalles- se debatía entre abrirse definitivamente a Occidente. Fue una época en la que el liberalismo comenzaba a hacer mella en las grandes ciudades, pero en el feudo aún estaban enraizadas las historias tradicionales.
Si bien en la literatura, el proceso "modernista" comenzó aún antes de la IGM, con el novelista Natsume Sōseki, quien admiró y defendió a un joven Akutagawa desde sus primeros textos, fue el cuentista quien mejor supo atrapar a ambos públicos al aplicar técnicas modernistas a sus propias adaptaciones de historias tradicionales.
Sus primeros textos, Vejez y La muerte de un joven, se publicaron en la revista Shinshicho, donde trabajaba junto a un grupo de amigos que había conocido cuando estudiaba literatura inglesa de la Facultad de Letras de la Universidad de Tokio. Entre ellos se encontraban Kan Kikuchi, Masao Kume, Yūzō Yamamoto, Bunmei Tsuchiya, quienes también se volcarían a la producción literaria, teatral o la poesía.
Luego, llegarían La nariz, Gachas de ñame y El biombo infernal, entre otros, que salieron en diferentes periódicos y le valieron prestigio y el respeto por parte de la crítica. Sin embargo, su popularidad se haría aún más extensa con la salida de Rashômon (1917) que, junto a En el bosque (1922), se convertirían en la estructura esencial de la película Rashômon (1950), clásico del cine de Akira Kurosawa.
En 1919, junto a su colega y amigo Kan Kikuchi se instala en Nagasaki, donde estudia el cristianismo japonés y publicó cuentos con ese tema como El Cristo de Nanking, tradición que continuaría Shusaku Endo, quien se convertiría en el mayor referente de la temática salido de las islas. En 1921, viaja a China como corresponsal del diario Mainichi y escribe algunos cuentos relacionados con ese país que, junto a ensayos y un diario de viaje, saldrían en los años venideros como El general, La princesa Rokunomiya y La castidad de Otom, que da cierre a la primera etapa del autor, antes de los escándalos, antes del autoexilio, antes de que las paredes se derrumben en la oscuridad de una mente que ya no le pertenecía.
La noche antes del suicidio, Akutagawa finalizó El hombre del oeste, su ensayo sobre un Cristo poeta. Luego, le escribiría una carta a su viejo amigo y colega Masao Kume, en la que describe de manera puntillosa los planes para terminar con su vida. Dice que no podría ahogarse porque era un gran nadador, encuentra desagradable el ahorcamiento y explica que tras haber leído lo suficiente sobre farmacología decidió que esa era la mejor manera. Aquella misiva pasó a la historia por su frase final, en la que de su puño se lee que la razón real era porque sentía una "vaga inquietud" sobre su futuro.
Sus últimas horas las pasó con su familia, tomó una dosis fatal del barbitúrico Veronal y se acostó sobre un futón para leer la Biblia. Kume, en una improvisada rueda de prensa, leyó en voz alta la nota suicida: "Ahora vivo en un mundo helado de nervios mórbidos … Sin embargo, la naturaleza es más hermosa que nunca para mí. Sin duda, te reirás de la contradicción de Amar la naturaleza y, sin embargo, contemplar el suicidio. Pero la naturaleza es hermosa porque llega a mis ojos en su última extremidad …"
Tres obras esenciales
Kappa
Esta fantástica nouvelle fue escrita en dos semanas de 1926, un mes después de su regreso a Tokio y publicada en la revista Kaizo. Aquí relata la organización de toda una comunidad de estos seres mitológicos -criaturas acuáticas verdosas y parecidas a las ranas-, una lectura sobre cómo los intereses de poder se articulan sobre una sociedad que no se recrimina siquiera alimentarse de sus propios obreros cuando estos ya no son útiles.
Heredero de la ironía cruda de Jonathan Swift, el texto tiene sus puntos en común con Gulliver y presenta un escenario entre distópico y fantástico en el que su propio pensamiento se represente en Tok, un poeta pesimista que sufre de delirios e insomnio y que decide terminar con sus problemas mediante el suicidio. "Kappa nació de mi disgusto con muchas cosas. Sobre todo conmigo mismo", escribió al crítico Taiji Yoshida.
Rashomon
El cuento recupera la tradición del clásico Konjaku Monogatarishū (Antología de Cuentos del Pasado), una colección de más de mil historias escritas alrededor de 1120. En el relato, que toma su nombre de la puerta sur de la entonces arruinada ciudad de Kioto, se plantean las inquietudes de un sirviente tras el encuentro con una anciana.
En el portal –spoiler alert-, donde se desechan cadáveres, él debe decidir entre morir de hambre o convertirse en un ladrón. Ella, por su parte, corta con una navaja las cabelleras de los fallecidos para hacer pelucas para venderlas. El planteo de Akutagawa es en realidad existencial: ¿hasta qué punto es moralmente correcto corromperse para subsistir?
Los engranajes
El Señor A. se hospeda en el Hotel Imperial de Tokio para poder proseguir con su trabajo de escritor en paz; sin embargo, en esos pocos días en los que transcurre la historia, tiene visiones: su madre muerta, una amante que quiere vengarse del desprecio sufrido e incluso su doppelgänger. A medida que pasa el tiempo, todo se transforma en una amenaza, desde los libros a los taxis, en especial aquello que posea el color amarillo.
El cuento es la última expresión de la enfermedad mental que ya ni siquiera podía alejar de su propia obra. Sobre el final, el Señor A. dice: "No tengo la fuerza para seguir escribiendo esto. Seguir viviendo con este sentimiento es doloroso más allá de toda descripción. ¿No hay alguien tan amable como para estrangularme mientras duermo?".
En 1935, luego de una campaña de su amigo, el escritor Kikuchi Kan, se celebra la primera edición del Premio Akutagawa, el galardón literario más prestigioso de Japón. El último tributo lo recibió en la serie de manga Bungō Stray Dogs (Los perros callejeros literarios), en la que el personaje Ryūnosuke Akutagawa, un peligroso asesino de la mafia que posee la habilidad de Rashōmon, a partir de la cual maneja a una bestia negra que puede desgarrar lo que sea, incluso el espacio mismo, que es lo mismo que decir la existencia.
Lamentablemente para sus lectores, si bien Akutagawa tuvo una obra profusa pocos de sus textas han sido traducidos al español y, aún peor, mucho de ellos se repiten en las diferentes ediciones de su obra. Quizá algún día llegue el momento de un Cuentos completos, razones para hacerlo, sobra,
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Shusaku Endo, el escritor que hizo una gran obra del destierro, la enfermedad, el sadismo y la fe